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Qué es el bitcoin, cómo funciona y por qué supone un salto en la forma de entender los sistemas monetarios

  • La criptomoneda es un medio de pago, pero algunos la usan como inversión
  • Sirve para transmitir valor entre dos usuarios sin intermediarios de forma rápida y segura
  • Su valor no está respaldado por ninguna autoridad ni banco central
  • La comunidad de usuarios marca su valor según la utilidad que aprecia en cada momento
  • El registro de transacciones lo hacen los mineros, unos usuarios con software específico
  • El proceso de minería es también la única forma de emisión de bitcoins

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Representación simbólica del concepto de bitcoin
La red de usuarios del bitcoin es la que marca su valor en cada momento en función de la utilidad que aprecian en esa criptomoneda.

Idea original del misterioso Satoshi Nakamoto

Cada bitcoin está dividido en ocho fracciones. La octava parte de un bitcoin se llama satoshi, en homenaje a Satoshi Nakamoto, un nombre que oculta al creador de esta criptomoneda, todavía desconocido, y que podría corresponder a una persona o a un colectivo.

El sistema de pago con bitcoins empezó a funcionar en 2009, cuando se publicó el software que permite intercambiarlos usando el esquema diseñado por Nakamoto en 2008. En ese momento, la crisis económica estaba en su máximo apogeo y había una enorme desconfianza hacia el sistema financiero y las autoridades supervisoras que, pese a todas sus normas y controles, no evitaron los abusos de la banca.

En ese contexto, la idea original del bitcoin era demostrar que un sistema monetario no necesita de una autoridad central para funcionar. Por eso, los defensores de esa esencia temen que la centralización y el control de la red acabe con la visión de las criptomonedas como vehículo para establecer un nuevo orden financiero global basado en el poder de los usuarios a actuar libremente.

El bitcoin es una criptomoneda, es decir, una especie de vale digital que se puede utilizar como medio de pago, que permite transmitir valor electrónicamente y de forma muy rápida y segura entre dos usuarios sin mediación de un tercero (un banco o una empresa como Paypal).

Técnicas criptográficas permiten asegurar que el valor que recibes es auténtico, aunque no conozcas a quien te lo envía o no confíes en él.

El bitcoin no tiene un valor intrínseco porque no está respaldado por nada físico ni tampoco por una ley o un Estado (como ocurre en las denominadas monedas fíat: el dólar, el euro y todas las divisas tradicionales), sino que la comunidad de sus usuarios es la que marca su valor en cada momento, en función de la utilidad que aprecian en ella.

Como ocurre también con las monedas tradicionales, la teoría económica dice que el valor del bitcoin aumenta cuando crece su uso: cuanto más circula, cuanto más se puede intercambiar por otros bienes o servicios, más vale.

Sin respaldo de un banco central

A diferencia de las monedas tradicionales -que son aceptadas y usadas como dinero, como medio de pago, mientras los bancos centrales hagan su trabajo y aseguren que mantienen su valor-, detrás del bitcoin no hay ninguna autoridad ni banco central que garantice ese valor y dé seguridad a los intercambios.

Por el momento, tampoco hay seguros ni depósitos que respalden los fondos desaparecidos por robos o pérdidas de claves.

Las operaciones con esta moneda digital son conexiones entre iguales, las denominadas peer-to-peer o P2P, similares a las usadas en los programas en red Emule o Napster.

Una red de pseudónimos

Esos usuarios no tienen por qué estar identificados, sino que operan bajo pseudónimos. Además, la red es electrónica y abarca todo el mundo; los bitcoins y sus transacciones no están registrados en ningún país concreto, con lo que no están sujetos a ninguna legislación nacional.

Estas características han hecho el sistema muy atractivo para criminales. Sin embargo, según los analistas, las transacciones de fondos vinculados a delincuentes y actividades ilegales son sólo una mínima parte de las que se procesan en la red de esta criptomoneda.

No hay restricciones ni controles de registro. Cualquiera puede convertirse en usuario de esta criptomoneda, ya que su código es abierto y basta con descargarse su software libre para poder hacer transacciones y, al mismo tiempo, convertirse en parte de la red de bitcoin.

La descentralización, parte de su seguridad

Esa red de usuarios aporta seguridad a las transacciones gracias a una tecnología nueva, surgida con el bitcoin, que se llama blockchain o cadena de bloque.

Esa cadena es como un libro digital de registro de contabilidad. Está formada por bloques que agrupan las transacciones de bitcoin y que se enganchan como eslabones después de que todos los ordenadores conectados hayan verificado matemáticamente que cumplen los parámetros criptográficos del bitcoin.

Todos los ordenadores que integran la red de usuarios almacenan una copia de la cadena de bloques del bitcoin, que se actualiza constantemente para incorporar cada nuevo eslabón.

Imposible modificar el registro de transacciones

Así, al ser pública, al estar distribuida en miles de ordenadores, es imposible modificar los registros de la cadena. Si alguien intentase hacerlo, la discrepancia con la cadena copiada en cada ordenador se detectaría automáticamente y el cambio se ignoraría.

Por ejemplo, si alguien tratase de manipular la blockchain para restituir unos bitcoin que ya ha gastado en compras, la red rechazaría esa modificación porque no cuadra matemáticamente con lo registrado en la cadena.

“Se trata de un registro público de transacciones. Se puede rastrear la historia de cada uno de los bitcoin a través de esa cadena, desde su creación, a través de cada transacción”, explica Jeff Garzik, miembro de uno de los centros de coordinación de la red de bitcoin.

Por eso, advierten los expertos, según se han ido perfeccionando los programas de rastreo de bitcoins, los criminales han ido abandonando esa criptomoneda para pasarse a otras, como Monero o zCash, cuyos algoritmos, por ejemplo, van cambiando las claves públicas y mezclando bitcoins de una misma operación en distintos wallets o monederos.

La seguridad del sistema de bitcoin es muy alta, pero las plataformas digitales que sirven para cambiar otras monedas por bitcoin, no lo son. Es lo mismo que ocurre con los bancos que, pese a sus medidas de seguridad, también se pueden atracar.

El oro digital

El bitcoin se compara con el oro porque, al igual que ese metal, es algo finito y limitado. Según el protocolo informático que lo creó sólo podrán emitirse 21 millones de bitcoins, ni uno más ni uno menos. En la actualidad, ya se han generado y distribuido unos 16 millones de bitcoins.

La única forma de generar esta criptomoneda es a través del proceso denominado minería. Los mineros son miembros de la red que se bajan un softwareespecífico de bitcoin para participar en la competición criptográfica que se abre cada vez que hay que añadir un bloque a la cadena. Como se explica en el apartado de la minería, el vencedor de esa carrera gana una recompensa en bitcoins nuevos, que se ponen así en circulación.

El tope fijado a la emisión de esta criptomoneda la distingue de las divisas tradicionales, cuya producción utilizan los bancos centrales para regular la liquidez de un sistema monetario e influir así en la economía.

Un tope de emisión para evitar la inflación

Con la limitación a la generación se intentaba evitar inflación en los precios medidos en bitcoins e impedir que, ante un aumento de la demanda, se multiplicara la fabricación de esa moneda, perdiendo así el valor que da ser algo finito, que se acaba.

Así, el bitcoin es lo que se conoce en Economía como un sistema deflacionario, que también encierra peligros. Por ejemplo, al estar limitada la creación de moneda, un fuerte incremento de la demanda puede multiplicar el precio del propio bitcoin. Sus defensores insisten en que esto sólo ocurrirá si crece la percepción de que el bitcoin es válido para usarse como moneda.

Precisamente la fuerte volatilidad de su precio ha marcado la historia del bitcoin desde su origen y ha convencido a algunos de que, al contrario que el oro, no sirve como valor reserva porque su precio puede variar mucho y muy rápido, tanto hacia arriba como hacia abajo. Una característica que, por otro lado, lo convierte en un medio ideal para la especulación.

La minería del bitcoin

El proceso de registro de las transacciones de bitcoin -que genera los bloques de la cadena y crea también los propios bitcoins- se bautizó como minería, como una réplica a la mina de oro.

Los detalles de una transacción se tienen que añadir a la cadena distribuida a todos los miembros de la red dentro de un bloque de datos encriptados.

Para cerrar cada uno de esos bloques y engancharlo a la cadena, Nakamoto ideó un protocolo de consenso bautizado como proof of work (prueba de trabajo), donde los usuarios que quieren -los llamados mineros- compiten para resolver un puzzle, una ecuación compleja y encriptada. El resultado de ese problema es una función matemática única que identifica al bloque y lo convierte en un eslabón de la cadena, coherente matemáticamente con los eslabones previos.

Una recompensa para el minero ganador

El vencedor -el ordenador que resuelve el problema primero y cuya solución es confirmada como correcta por el resto de la red- recibe una recompensa en bitcoins nuevos.

La recompensa por añadir un bloque se divide a la mitad cada cuatro años. Empezó siendo de 50 dólares, luego pasó a 25 y, actualmente, es de 12,5 dólares.

Esta carrera garantiza la seguridad porque, cuantos más mineros participen, más difícil será el puzzle, por lo que es casi imposible que un solo grupo o individuo lo resuelva siempre. Así, nadie tendrá la posibilidad de controlar todos los bloques y poder reescribir la cadena.

Según ha ido aumentando el valor del bitcoin, han crecido los incentivos de los mineros para incrementar sus recursos informáticos y tener más potencia para poder ganar la carrera.

Elevado consumo de energía

Cuanto más potencia informática hay en la red, más complicada es la ecuación que hay que resolver y más alto es el consumo de energía necesario para avanzar.

El uso intensivo de energía es uno de los problemas más graves del sistema, cuyo impacto medioambiental se ha disparado. Se calcula que, en la actualidad, una transacción de bitcoin consume tanta electricidad como un hogar medio estadounidense en toda una semana.

Otro de los riesgos es que pocos mineros concentren mucha capacidad de minería. Sin embargo, matemáticamente, se ha comprobado que, si más de la mitad de la potencia informática de la red está controlada por una sola entidad, el resto de los usuarios lo rechaza y puede producirse una división de la cadena (un fork o tenedor), que deje aislados a quienes intentaron dominar la cadena.

Por el momento, los mineros que resuelven el puzzle reciben su premio en nuevos bitcoins, aunque también han empezado a cobrar comisiones pagadas por el usuario para que sus transacciones tengan prioridad sobre otras y se procesen antes.

En el futuro, cuando se alcance el tope de 21 millones de bitcoins y no se generen nuevas monedas, la recompensa del ganador sólo serán las comisiones, por lo que es probable que, si el bitcoin se utiliza a gran escala, suba el coste de operar en la red.

Cómo se opera con bitcoins

Lo primero que hay que hacer es descargarse el software de cliente del bitcoin, que te conecta a la red global de usuarios y que te genera un par único de contraseñas, relacionadas matemáticamente, que se utilizan para intercambiar la moneda.

Una de esas contraseñas es privada y debe permanecer oculta. Los expertos recomiendan no tenerla en el ordenador, sino imprimirla y guardarla en un lugar localizado, ya que sin ella no se puede acceder a los bitcoins que se poseen, con lo que se perderían.

La segunda clave es pública y marca la dirección desde donde enviar y recibir bitcoins. Es un código alfanumérico de este tipo: 13LfHsTG5mfhV4RVnbrCAFzxWjN7ixLMsC.

El sistema criptográfico impide que la clave privada de un usuario pueda deducirse de su clave pública, lo que hace imposible la suplantación de identidad.

La compra de bitcoins, en las plataformas de cambio digitales

Para conseguir bitcoins hay que recurrir a un intermediario que los entregue a cambio de otras monedas, como euros. Lo más seguro es acudir a una plataforma de cambio digital -similar a las casas de cambio de divisas- que sea reconocida y grande.

Los expertos aconsejan huir de intercambios en efectivo y con personas desconocidas, y recomiendan pedir siempre un recibo de la compra.

No hace falta comprar un bitcoin entero, pueden comprarse fracciones de bitcoin.

El almacenaje en frío, el más seguro

Una vez comprada la criptomoneda, la recomendación es que se saque de la casa de cambio y se transfiera a un monedero o wallet para almacenarla y usarla desde allí.

Esa cartera puede estar conectada a internet (hot wallet) -lo que facilita la rapidez de las operaciones, pero también los robos y hackeos- o desconectada de la red (cold wallet), desde donde se irán transfiriendo las cantidades necesarias para cada operación.

Muy seguros, aunque más lentos para operar, son los dispositivos criptográficos que realizan en su interior las operaciones (hardware wallet) y se conectan por usb al ordenador, aunque sólo con flujo de salida, impidiendo así el contagio con virus informáticos y el robo de información.

Una moneda que va más allá del mundo digital

Con bitcoins en el bolsillo ya se pueden empezar las transacciones. Lo más habitual es utilizar el bitcoin para pagar productos y servicios digitales, pero desde hace unos años también se admite en una pequeña parte del comercio tradicional.

El 22 de mayo de 2010, por primera vez se utilizó el bitcoin para comprar un producto no digital: un informático pagó 10.000 bitcoins por dos pizzas. A comienzos de este año, había ya más de 100.000 establecimientos comerciales de todo el mundo que admitían pagos en bitcoin, incluyendo Microsoft, Destinia o Expedia.

Para realizar la transacción, se conecta con el usuario a quien se quiera comprar algo, se cierra la operación y se envían las criptomonedas a su dirección pública de la red de bitcoin.

Al hacer una transacción, el software ejecuta una operación matemática en la que el algoritmo de su creador, Nakamoto, combina la dirección pública del receptor de las monedas con la contraseña privada del que paga con ellas y con la cantidad que se transfiere entre los dos.

Siete transacciones validadas por segundo

Esa combinación de números y letras es única y se distribuye por la red de bitcoin para que sea verificada por el software de los miembros de la red no implicados en la transferencia. Cada uno de los ordenadores en red hace dos comprobaciones automáticas y matemáticas: una para confirmar que quien envía el dinero es efectivamente su propietario y otra para constatar mediante la cadena de bloques que ese usuario no ha gastado antes esos bitcoins.

Una vez verificada, esa transacción se agrupa con otras en un bloque que se tiene que enganchar a la cadena global. Ahí es donde entran en escena los mineros del bitcoin.

El protocolo informático establece que cada segundo se validen siete transacciones y que cada 10 minutos se añada un nuevo bloque a la cadena. Este ritmo está muy por debajo de las 2.000 transacciones que el sistema VISA procesa cada segundo.