La BBC, bajo fuego amigo y enemigo
- El director general y la jefa de informativos de la cadena han dimitido por malas prácticas periodísticas en un reportaje
- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha amenazado a la BBC con una demanda judicial
En fútbol y otros deportes sabes que, si el equipo contrario es bueno en el contraataque, no te puedes permitir ningún fallo, un pase mal ejecutado o una cantada de la defensa la puede aprovechar el rival para meterte un gol. Y eso es lo que le acaba de ocurrir a la BBC, la corporación pública británica de radio y televisión: incurrió en una mala práctica informativa clara, y el contrario la ha aprovechado para provocar una de las peores crisis de prestigio de la reputada corporación.
En parte, porque sus rivales habituales han recibido el refuerzo del otro lado del Atlántico, el centrocampista Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, que no perdona balón perdido del contrario. Gol.
El error, la manipulación y la mala práctica de la BBC
El error que ha desencadenado la polémica y provocado las dimisiones de los máximos responsables, la jefa de Informativos y el director general de la corporación, el máximo cargo, es la edición de una secuencia sobre el asalto al Capitolio, el Congreso federal de los Estados Unidos, el 6 d enero de 2021. El reportaje del programa Panorama (Trump: ¿segunda oportunidad?) se emitió el 28 de octubre del año pasado, una semana antes de las elecciones presidenciales que ganó Donald Trump. Y ya no está disponible en la web.
Aquel día, justo antes de que una masa de seguidores del presidente se dirigiera con violencia al Congreso para impedir la certificación de los resultados electorales con la victoria de Joe Biden, el presidente se dirigió a los congregados. Habló 70 minutos, una hora y diez minutos. En ese largo rato, el aún presidente Trump insistió una y otra vez en que había habido trampa en las elecciones, en negar la legitimidad de la victoria de Biden, todo ello sin pruebas, ni entonces, ni hasta ahora cinco años después. El presidente alentó una y otra vez a rebelarse contra esa infundada injusticia. Y aquí viene la manipulación, en cómo el reportaje resume esos 70 minutos de discurso.
En él aparece Trump con un fragmento de su arenga: "Vamos a ir al Capitolio", luego le pegaron otra frase que decía más adelante "y estaré ahí con vosotros", y una tercera parte, "y vamos a pelear (fight), a pelear como jabatos (like hell)". ¿Pronunció esas frases el presidente? Sí. ¿Cuál es el problema? Que entre la primera parte y la última hay una elipsis de casi una hora, 54 minutos, y que al pegar las tres partes seguidas, la audiencia oye al presidente diciéndolo todo seguido y eso da a entender que Trump alentó explícitamente el asalto violento al Congreso, el intento de golpe de Estado.
La mala praxis, en rigor, es que, tal y cómo está montada esa secuencia, se engaña a la audiencia, se le hace creer que Trump dijo todo eso seguido y no en momentos distintos del discurso. Además en ese montaje se omite un fragmento importante que contradice la tesis de la incitación a la violencia: "Sé que todos los aquí presentes marcharéis en breve sobre el Capitolio para pacífica y patrióticamente hacer oír vuestras voces".
La cuestión no es si Trump alentó o simpatizó con los asaltantes, algo bastante evidente teniendo en cuenta que como presidente ha indultado a los condenados por violencia, sino el engaño a la audiencia en el montaje del reportaje.
Llueve sobre mojado
Es la segunda vez en apenas un mes que la BBC ha tenido que reconocer y excusar malas prácticas. En octubre, el órgano que supervisa los medios audiovisuales en el Reino Unido (Ofcom) amonestó a la corporación pública por un reportaje sobre Gaza (Sobrevivir en zona de guerra). No se advirtió de que el narrador, un niño palestino de 13 años, era hijo de un mando de Hamás.
En junio, durante la transmisión del festival musical de Glastonbury, el rapero Bobby Vylan invitó al público a corear "Muerte al IDF [el Ejército de Israel]". Incluso el primer ministro, el laborista Keir Starmer, se quejó de que la BBC lo hubiese transmitido en directo. Al final, la corporación retiró el concierto de la web.
Acusaciones de sesgo
A lo largo de décadas, la BBC ganó un prestigio y una influencia en el mundo que no tiene rival. Por la ficción, los documentales y la información. Además, y ahí entra su trascendencia internacional, las emisiones internaciones de radio y televisión en inglés y en otras lenguas la convirtieron en fuente informativa global, cuando no existían CNN, ni Al Jazeera, ni ninguna otra cadena todo noticias con vocación internacional.
En casa, en el Reino Unido, la confianza general que generaba en la ciudadanía se ha ido erosionando en las últimas décadas por sus errores propios y por las acusaciones de estar a la izquierda del país y de ser europeísta, propalestina y antiisraelí.
Según las opiniones recabadas esta misma semana por la empresa demoscópica YouGov: un 31% considera la BBC escorada a la izquierda, pero un 19% piensa lo opuesto, que está escorada a la derecha, y casi un tercio, un 31%, no sabe, no contesta. Entre los simpatizantes de la extrema derecha que encarna Nigel Farage, un 73% la considera sesgada a la izquierda, mientras que entre los conservadores se sitúa en un 52%, solo la mitad la considera demasiado progresista.
Cómo se hace pública la manipulación de Panorma
Es importante el cómo porque nos da el contexto político. El escándalo surge cuando la semana pasada el periódico conservador The Daily Telegraph publica la filtración de un informe interno de la BBC elaborado por Michael Prescott, un antiguo periodista y exasesor editorial externo de la BBC. En las 19 páginas del informe, Prescott también acusa de sesgo a las emisiones en árabe y las informaciones que tienen que ver con el colectivo LGBTIQ+, por propalestinas y prolobby LGBT.
Resulta que quien presionó para nombrar a Prescott asesor editorial de la BBC fue el jefe de comunicación de la entonces primera ministra conservadora Theresa May, Robbie Gibb, quien a su vez es ahora miembro del Consejo directivo de la BBC, nombrado por el ex primer ministro conservador Boris Johnson.
Largo acoso de la derecha política y mediática británica
Cualquiera que siga la actualidad británica sabe que la corporación pública lleva tiempo sumando a sus fallos, que los tiene, periodísticos y éticos, una larga campaña de la derecha política y mediática, acusándola de sesgo ideológico y abogando por reducir o eliminar el impuesto directo que pagan los británicos para financiarla, en la actualidad, 174, 50 libras esterlinas (198 euros) al año por hogar. La prensa privada conservadora considera la financiación pública una competencia desleal. 300.000 hogares han dejado de pagar este impuesto.
Este escándalo lo ha desencadenado uno de los medios conservadores anti BBC, el Telegraph, y rápidamente Boris Johnson, que fue periodista del Telegraph, y Nigel Farage salieron a pedir que rodaran cabezas en la BBC.
Trump salta al terreno de juego
Donald Trump ha basado una parte de su carrera política exitosa en atacar a los medios de comunicación más sólidos, prestigiosos e influyentes, los estadounidenses The New York Times, el Washington Post, el Wall Street Journal, la radio y televisión públicas (NPR y PBS), la CNN, la CBS, ABC, NBC. Y también, la británica y global BBC, que, qué casualidad, según un estudio del Reuters Institute en 2020, es el medio del que más de fían los estadounidenses.
En el caso de las públicas, les ha retirado la subvención que depende del Gobierno federal, y en el de las cadenas privadas ABC y CBS las ha demandado para llegar a un acuerdo que se ha cobrado en millones de dólares, y ha presionado para que retiren de la emisión programas críticos. Medidas para debilitar la libertad de información por la vía del miedo, infundir autocensura, y del desgaste económico en pleitos multimillonarios.
Apenas unas horas ha tardado ese balón de la BBC que había quedado botando cerca del área. Trump ha amenazado a la corporación británica con una demanda judicial por mil millones de dólares si no se emite una rectificación "completa y justa" del documental de Panorama, al que tacha de "falso y difamatorio". Sus abogados exigen una disculpa y una compensación antes del viernes, por lo que describen como el "abrumador daño financiero y reputacional" sufrido por Trump.
La verdad y las mentiras
Las dos personas que más critican la BBC y reclaman pureza en los hechos sobre los que se informa son dos personas marcadas por las mentiras y las afirmaciones que no se corresponden con la verdad. A la Casa Blanca de Trump le ha faltado tiempo para acusar a la BBC de ser "100% noticias falsas", ahí es nada.
Se da la circunstancia, conocida, de que Trump ostenta el récord, a mucha distancia del resto, de presidentes mentirosos o engañosos en sus declaraciones, 30.573 de esas declaraciones en los cuatro años de su primera presidencia. El año pasado la NPR, la radio pública, contó 162 afirmaciones no ciertas durante una hora de rueda de prensa. Si alguien se hizo famoso por inventarse noticias cuando era corresponsal en Bruselas para The Daily Telegraph fue Boris Johnson.
Lecciones y confianza
En los dos casos mas recientes de malas prácticas, el reportaje sobre Trump y el de Gaza son producciones ajenas a la fábrica, la redacción, de la BBC. El de Trump fue una producción de October Films, y el de Gaza, de HOYO Films. Como casi todas las corporaciones públicas, RTVE también, la financiación pública conlleva la obligación de fomentar la industria audiovisual nacional mediante la participación en películas y documentales o su emisión. Es el caso de estos dos reportajes, se hicieron fuera de la BBC y los emitió la BBC, lo que convierte a la corporación pública en la última, máxima, responsable. El hecho de que la producción sea externa no la exime de los baremos de la BBC, ante todos el de la honestidad profesional (buenas prácticas) e imparcialidad.
Los responsables de la cadena no se han escudado en esa producción ajena, han asumido un error de supervisión y han dimitido. El público y los contribuyentes no se fijan en si es una producción ajena o propia, si lo emite la BBC es de la BBC, y la BBC es responsable del contenido. Punto.
A pesar de sus errores y la campaña de desprestigio, la corporación pública sigue en cabeza, con 60% de la opinión pública que la considera fiable como fuente de información.
Con las gafas de Anna Bosch