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Un tribunal de Pakistán da por cerrado el caso contra la joven discapacitada acusada de blasfemia

  • Concluye que no hay pruebas y amonesta a la Policía
  • Rimsha Masih fue acusada de quemar un libro religioso 
  • El caso provocó una fuerte presión internacional

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Un tribunal de Pakistán ha cerrado este martes por falta de pruebas y con reprimenda a la Policía el controvertido caso por blasfemia contra una niña cristiana y con discapacidad mental que fue acusada el pasado agosto de quemar textos coránicos.

"Se acabó. Es un éxito de la justicia y la verdad", ha declardo a Efe el director de la Liga Interconfesional de Pakistán (APIL), Sajid Ishaq, quien ha destacado que nunca antes un caso de blasfemia se había resuelto a favor del acusado con tanta celeridad.

"Por una vez, un acusado de blasfemia no tuvo que probar su inocencia, sino que simplemente el tribunal constató que no había pruebas de su culpabilidad", se ha felicitado el director de la Comisión de Justicia y Paz -adscrita al arzobispado de Lahore-, Peter Jacob.

Según el canal local Geo, el magistrado del Tribunal de Islamabad que ha leído la sentencia ha recalcado que la blasfemia es una tema muy delicado, y que se debe ser muy cuidadoso al acusar a "musulmanes o no musulmanes" por este delito.

Los jueces han rechazado en su sentencia el informe policial en el que se basó la acusación, ya que no había ningún testigo presencial del presunto delito. "Esta sentencia muestra que en altas instancias judiciales sí hay independencia y valor para aplicar justicia",  ha afirmado Jacob, quien en cambio ha lamentado ntó que los jueces de  primera instancia que suelen ver estos casos a menudo claudican ante la  presión de los radicales.

Polémica internacional

Rimsha Masih fue detenida el pasado 16 de agosto en su casa del humilde suburbio de Mehrabadi, en Islamabad, después de que un vecino la acusara ante la Policía de haber quemado unas páginas del "Qaida Nurani", un libro para aprender a leer el Corán.

El caso de Rimsha, que fue encarcelada en una prisión para adultos, atrajo de inicio la mirada de organizaciones de derechos humanos y de varios gobiernos occidentales, que adujeron la falta de verosimilitud de los cargos y criticaron la reclusión de la niña.

Desde el principio, la familia de Rimsha alegó que sufría una discapacidad psíquica, pero de entrada no hubo ninguna confirmación oficial, y además se levantaron dudas sobre la edad de la niña; algunos policías llegaron a sugerir que tenía hasta 16 años.

Dos semanas después de la detención de la menor, el caso dio un giro radical con el arresto del imán de una mezquita del mismo suburbio por haber falseado las pruebas contra Rimsha. El imán, Jalid Yadún, fue denunciado por uno de sus ayudantes por haber puesto hojas arrancadas del Corán en la bolsa que contenía las cenizas de lo supuestamente quemado por la niña, lo cual amplificó las protestas de los grupos de apoyo a la menor.

A pesar de que también fue acusado de blasfemia -por arrancar hojas del libro sagrado musulmán-, Yadún salió de la cárcel un mes después bajo fianza, y desde entonces no hay novedades sobre su caso.

La creciente presión social y mediática y la palpable endeblez del caso contra Rimsha forzó al Tribunal Superior de Islamabad a conceder a mediados de septiembre la libertad condicional a la niña un hecho poco habitual en casos de blasfemia.

Bajo protección y en paradero secreto

En unas imágenes que dieron la vuelta al mundo, la joven tuvo que salir de la prisión en helicóptero protegida por un enorme dispositivo policial ante el temor de que grupos religiosos violentos decidieran tomarse la justicia por su mano. Desde entonces se halla en un paradero secreto y protegida junto a su familia por las fuerzas de seguridad.

"Sigue bajo protección y ahora se le buscará un nuevo domicilio porque no puede volver a su casa", ha dicho Ishaq, quien sin embargo ha calificado de "éxito para el país" el hecho de que finalmente la niña no haya tenido que huir de Pakistán.

La legislación antiblasfemia del país asiático surgió en el período colonial británico para frenar choques religiosos, pero en los años 80 varias reformas impulsadas por el dictador Mohamed Zia ul Haq (1977-1988) dio alas a los extremistas para abusar de la ley.

Desde entonces, se han producido un millar de acusaciones por blasfemia, un delito que en Pakistán puede llevar aparejada la pena de muerte, aunque nunca se ha ajusticiado a nadie por este crimen. La semana pasada un hombre fue condenado a la pena capital en el norte del país por proferir en público insultos contra Mahoma y contra el Corán