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El cazador de cerebros

Los viajeros microscópicos del aire

  • El vapor de agua de la atmósfera puede viajar miles de kilómetros de un continente al otro
  • Junto al polvo de los desiertos, el aire transporta también microorganismos como virus, bacterias y aeroplancton
  • El Cazador de Cerebros se emite los lunes a las 20:00 en La 2 | Puedes ver todos los programas en RTVE Play

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La capa transparente que cubre nuestro planeta esconde innumerables sorpresas
La capa transparente que cubre nuestro planeta esconde innumerables sorpresas

La atmósfera terrestre, ese océano gaseoso en el que estamos sumergidos. Aunque vista desde el espacio parezca una capa finísima, casi insignificante, lo cierto es que nos permite vivir sobre este planeta. Los gases que contiene atrapan la energía, regulan la temperatura global y nos protegen de las radiaciones solares. Sus límites no están del todo definidos, pero la primera de sus capas, la troposfera, es la que concentra la mayor parte del material atmosférico y es donde se forman las nubes, las tormentas, las precipitaciones y el viento.

Y es precisamente en esta masa de aire en la que se centra este episodio de El cazador de cerebros. Compuesta en un 78% por nitrógeno, 21% oxígeno, 0,9% argón y otros más minoritarios como el dióxido de carbono o el metano, no solo son gases lo que contiene esta capa atmosférica. Vapor de agua, partículas de polvo e, incluso, microorganismos, son algunas de las sorpresas que nos depara la ciencia del aire.

El vapor de agua y la formación de nubes

Altocumulus stratiformis cavum, cumulonimbus, mammatus o cirrustratus fibratus. Son nombres de algunos de los diez grandes grupos descritos por el sistema internacional de clasificación de nubes. Algunas de ellas tan curiosas y extrañas como las de Kelvin-Helmholtz, que se forman en el borde entre dos estratos de aire que se mueven a distinta velocidad. Al avanzar más rápido el estrato superior, la capa inferior adopta la apariencia de olas.

Atendiendo a su composición, tal y como explica el físico Lucas Alado, director del Instituto Interuniversitario de Investigación del Sistema Tierra en Andalucía (IISTA), las nubes están formadas por vapor de agua y partículas en suspensión. Éstas actúan como superficie sobre la cual se produce la condensación del vapor, formándose así el agua líquida o cristal de hielo.

Pero ese vapor de agua no solo se queda en las nubes, sino que puede dar lugar también a un fenómeno conocido como ríos atmosféricos. Dado que hay regiones con mayor concentración de vapor de agua que otras, éste llega a canalizarse para desplazarse hasta miles de kilómetros y llevar el agua de un continente a otro, con un caudal que puede llegar a ser quince veces superior al del río Mississippi. Por ejemplo, el vapor de agua que se genera en la región de la selva amazónica puede llegar hasta Argentina, la Antártida o California. La mayor parte del vapor de agua que llega a la Península Ibérica procede del Atlántico Tropical y de África, con Gibraltar y Galicia como principales puntos de entrada.

Sin embargo, la acción de la especie humana está alterando notablemente el curso de este transporte de vapor de agua. El calentamiento global, al provocar una mayor evaporación de agua, genera un mayor caudal en los ríos atmosféricos, lo que hace a su vez que descarguen lluvias torrenciales en determinadas zonas, cada vez con mayor frecuencia.

Polvo y “micro-polizones” del aire

Pero el vapor de agua no es lo único que viaja por la atmósfera de un continente a otro. Otro de los elementos de estas corrientes es el polvo de los desiertos. Por ejemplo, la calima del Sáhara puede cruzar el Atlántico hasta el Caribe y el Amazonas, donde fertiliza las selvas con sus nutrientes, o puede subir hacia Sierra Nevada y los Alpes. Y este polvo, junto al vapor de agua, es el vehículo ideal para infinidad de microscópicos viajeros que transitan por las autopistas de la troposfera.

Hablamos de virus, bacterias, esporas de hongos, microalgas, aeroplancton… el objeto de estudio de la aerobiología. Isabel Reche, catedrática de Ecología en la Universidad de Granada, estudia los microorganismos capaces de prosperar en las condiciones climatológicas extremas de Sierra Nevada. “Están acostumbrados a estas bajas temperaturas y tienen todo un metabolismo asociado para poder descongelar el agua de la nieve y poder crecer en ella”, explica la ecóloga.

Las corrientes de aire arrastran a todos estos microbios aéreos, bien desde superficie terrestre o bien desde la oceánica, y los trasladan a lo largo de kilómetros y kilómetros. Para poder resistir al viaje, la mayor parte de ellos se quedan en estado latente. Pero existen bacterias que pueden permanecer metabólicamente activas gracias al vapor de agua de las nubes, actuando como núcleos de condensación que, a su vez, contribuyen a la formación de precipitaciones.

En el aeroplancton que llega a Sierra Nevada procedente del polvo sahariano y de las lluvias, Isabel y su equipo han llegado a cuantificar la deposición de hasta 800 millones de virus por metro cuadrado y día, y 20 millones de bacterias por metro cuadrado y día. Afortunadamente para nosotros, la mayor parte de ellos son virus bacteriófagos y su acción es esencial para el funcionamiento de los ciclos biogeoquímicos terrestres.