Enlaces accesibilidad
Agrosfera: Turismo Rural

Antoñana: Trazado medieval en la montaña alavesa

Por
Vista general de Antoñana.
Vista general de Antoñana.

La Montaña alavesa ha sido, tradicionalmente, una zona olvidada dentro del país vasco. Su relieve agreste, plagado de colinas suaves pero continuadas, hizo que en el pasado muchos de los pueblos cercanos a la frontera con navarra quedasen parcialmente aislados. Se intentó revertir esta tendencia en el siglo XIX, cuando se acometió la construcción del ferrocarril vasco-navarro, (apodado cariñosamente por los vecinos de la zona como el “trenico”. Un tren que recorría la distancia de 140 kilómetros desde Lizarra (Navarra) hasta Bergara (Guipuzcoa), y que permitió a todos estos pueblos conectarse de una forma rápida con núcleos poblacionales más grandes.

El ferrocarril también supuso un motor económico indiscutible. Cada una de las estaciones dispersadas por este recorrido comenzaron a precisar de trabajadores. (revisores, mecánicos, jefes de estación) y los habitantes de estos pueblos acabaron ascendiendo hasta puestos de responsabilidad dentro de esta jerarquía. Cabe destacar que, en un porcentaje cercano al 100%, todos los jefes de estación de este recorrido eran mujeres, algo que los habitantes de la montaña alavesa destacan a la hora de hablar de la emancipación y valoración de las mismas. “Les permitió ascender hasta puestos de responsabilidad y trabajar en una época en la que todavía no estaba bien visto que la mujer saliese de casa” nos cuenta Ana Beltrán, técnico de desarrollo. “Era un tren lento, pero eso era hasta bueno, porque la gente de diferentes pueblos pasaba mucho tiempo en el tren y se conocía; puede parecer una tontería, pero eso provocó que saliesen muchas parejas de gente de pueblos distintos, fue algo muy importante para esta zona de la montaña alavesa” nos cuenta.

“Era un tren lento, pero eso era hasta bueno, porque la gente de diferentes pueblos pasaba mucho tiempo en el tren y se conocía”

Uno de esos pueblos que fueron revitalizados por la llegada del trenico fue Antoñana, un pueblo que actualmente acoge el centro de interpretación del antiguo ferrocarril y que sigue conectado a los municipios circundantes por su antiguo trazado. Y es que por donde antaño discurriese el tren a día de hoy se ha construido una vía verde que puede recorrerse en bicicleta. “Lo que queremos es que esta vía verde siga siendo un motor de desarrollo para la zona” nos explica ella. A día de hoy muchos de los vecinos de Antoñana para trasladarse a pueblos cercanos optan por esta vía.

Antiguo túnel del "trenico", hoy convertido en via verde. cropper

¡Agua va!

Sin embargo, Antoñana ya estaba allí desde mucho tiempo antes de la llegada del trenico. Echando un vistazo rápido al pueblo un visitante puede identificar fácilmente sus orígenes medievales. Y es que si algo llama la atención de Antoñana es la inmensa muralla que la circunda en uno de sus laterales y que le obliga a crecer hacia arriba. El resultado es un trazado urbanístico estrecho, angosto, con apenas tres calles principales que discurren longitudinalmente desde la iglesia hasta los antiguos torreones de vigilancia.

“La muralla es parte indispensable del trazado” nos explica Esteban, vecino de la localidad “Con el fin de la edad media estas murallas dejaron de ser relevantes para la defensa de la ciudad, los reinos de navarra y castilla dejaron de pugnar por su control y ya no fue necesario defenderla delos conflictos externos, fue entonces cuando los vecinos comenzaron a aprovechar su estructura para construir sus casas, apoyándolas contra la muralla se ahorraban tener que tapiar una pared entera, además de que ganaban en estabilidad” nos explica.

“Apoyando las casas contra la muralla se ahorraban tener que tapiar una pared entera, además de que ganaban en estabilidad”

Tanto se tuvieron que apretujar las casas de los vecinos dentro de este recinto que al final la única forma de interconectar las calles principales fue realizar pasadizos subterráneos. Actualmente Antoñana conserva tres, que conectan las tres calles principales. “Actualmente se utilizan como acceso, pero en el pasado tuvieron además la función de desagüe, ya que están inclinados y van a dar al Rio Ega. Cuando alguien pasaba por uno de estos pasadizos y escuchaba desde arriba “¡agua va!” quería decir que alguien estaba echando sus desperdicios, en ese caso era mejor apartarse” apunta.

Casas de Antoñana apoyadas en la muralla. cropper

Rapaces geolocalizadas

En las proximidades de Antoñana, subiendo a las altas cotas de la montaña alavesa se encuentra el Parque Natural de Izki, el que, en palabras de su director, Joseba, es el “parque natural más desconocido del país vasco”. Algo inexplicable, dado que Izki cuenta con una serie de especies animales y vegetales endémicas y emblemáticas que lo hacen único en toda la península. Entre ellas sus más de 5.000 hectáreas de marojal, pero también sus poblaciones de Pico Mediano y Visón Europeo.

“Hemos conseguido que por primera vez en 30 años nazca el primer polluelo de águila”

Sin embargo, si ha habido una especie que ha hecho a Izki especial, esa ha sido el águila de Bonelli. Una rapaz emblemática de la zona que, a causa de la acción del hombre desapareció de la montaña alavesa en los años 80, y que ahora gracias al proyecto de recuperación Europeo Aquila Life ha vuelto a asentarse en Izki. “Gracias a este proyecto hemos conseguido que por primera vez en 30 años nazca el primer polluelo de águila, y esto lo hemos conseguido creando un ecosistema favorable para ellas y minimizando los riesgos” nos explica Iñigo, encargado del proyecto. “Cuando reintroducimos los nuevos ejemplares los geolocalizamos en todo momento, fue así como supimos identificar que el 90% de las muertes de esta especie estaban relacionadas con choques con el tendido eléctrico, retirando parte de este tendido y marcando otros hemos conseguido que finalmente el águila arraigue aquí” apunta.

Águila de Bonelli, recientemente reintroducida en Izki. cropper

Tradición melífera

La amplia biodiversidad del entorno natural de Antoñana ha influido además en su gastronomía y festividades. Antoñana celebra en mayo su propia feria de la miel, en sus inmediaciones hay hasta 4 recintos de colmenas administradas por diferentes apicultores. Uno de ellos es Sergio, que lleva trabajando con las abejas desde pequeño. Tal es la confianza que tiene con estos insectos que recoge la miel con las manos desnudas, expuesto a las picaduras, aunque según dice, no existe un riesgo real. “Estas abejas están acostumbradas a mi olor, me reconocen y por eso no me atacan. Sería posible que alguna rebelde lo intentase, pero para eso tenemos el humo- dice mientras sostiene en sus manos una suerte de tetera alimentada con un fuelle que aviva la combustión del interior- cuando las abejas perciben el humo creen que un fuego se está acercando a la colmena, en ese momento comen miel para tratar de salvar su producción, podrían llegar a comérsela toda para abandonar definitivamente la colmena, y cuando comen esta miel se engorda y les cuesta más sacar el aguijón, esa es la razón de que no piquen” nos explica.

“Estas abejas están acostumbradas a mi olor, me reconocen y por eso no me atacan”

Un método muy efectivo, dado que las abejas no le atacan ni siquiera cuando rebusca entre los panales para encontrar a la reina. “Todas las colmenas tienen una, es la encargada de dotar a la comunidad de abejas que vive allí de un olor identificativo que las diferencia de las de otras colmenas, ellas se reconocen gracias al olor” nos explica. “Si queremos encontrara la reina es muy sencillo, tan solo tenemos que buscar las celdillas más alargadas, las que no son hexagonales sino más bien ovaladas, esas son las celdillas en las que ella se esconde”. Una ciencia con miles de pequeños detalles que hacen de esta localidad un referente en la producción de este néctar dorado.

Abeja comiendo miel ante la amenaza del humo. cropper