Trump y Maduro, de las palabras a los hechos: "Es la 'performance' como estrategia de movilización"
- El presidente de EE.UU. advirtió al de Venezuela de que "si se hace el duro, será la última vez"
- Los costes y beneficios de una invasión son los que condicionan las acciones, no los discursos de los líderes
El presidente estadounidense, Donald Trump, advirtió el lunes a su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, que "si se hace el duro, será la última vez que podrá hacerlo". Hace unos días, Maduro pedía a su pueblo que estuviera preparado para "partirle los dientes" a EE.UU. en caso de agresión, aunque ha alternado estos discursos de resistencia con llamamientos a la paz y al diálogo. Ambos, además, mantuvieron un conversación telefónica en la que, según trascendió aunque la Casa Blanca no lo confirmó, Tump instó a Maduro a dejar el poder.
El intercambio verbal induce a pensar que las personalidades de ambos dirigentes contribuyen a escalar el conflicto, pero los expertos consultados ponen el foco en los condicionamientos y los intereses materiales, y en la distancia entre el discurso y la acción.
"Es la performance como estrategia de movilización, tanto Trump como Maduro necesita movilizar a sus bases", considera el director del Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca, Francisco Sánchez. "Los dos tratan de mantener alertas, movilizar y ganar adeptos a su causa" y "explicar a las bases por qué se hacen las cosas".
Moisés Ruiz, profesor en la Universidad Europa de Madrid y especializado en liderazgo y comunicación política, subraya que Trump "alardea mucho, agita mucho verbalmente, pero ejecuta poco". "Creo que los líderes políticos le han tomado la medida", apostilla.
Por su parte, el director del Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá José Antonio Gurpegui, señala que "quien está elevando la presión es Trump", posiblemente para distraer de sus problemas de popularidad interna.
Espectáculo y movilización de las bases
Tras un año en el poder, Trump ha acostumbrado a la prensa estadounidense y mundial a levantarse con sonoros titulares en los que igualmente descalifica, amenaza o se autoelogia. Ha llamado "pocilga" a países como Somalia; ha cargado contra la Unión Europea. En el ámbito doméstico no ha cejado en sus insultos a su predecesor, Joe Biden, y a los demócratas en general, e incluso se ha permitido glosar a su manera el legado de todos los presidentes anteriores en la galería de retratos de la Casa Blanca.
Maduro, quien acostumbraba ya a dar mítines y discursos por televisión, los ha sazonado en los últimos meses con canciones y bailes populares; ha intentado adaptar las formas de Trump, con lemas simples y directos, incluso en inglés o en spanglish.
"Los dos son muy histriónicos, los dos tienen unas ansias enormes y la capacidad para dominar el escenario", opina Moisés Ruiz.
Según el experto en comunicación política, Tump "simplifica mucho sus mensajes, construye la narrativa en torno a esa simplificación, va directo" pero "es más agitador que ejecutor, hasta el momento". "Le gusta alardear verbalmente, va siempre a máximos, con la idea de amedrentar al adversario - continúa. - Creo que los líderes políticos le han tomado la medida: alardea mucho, agita mucho verbalmente, pero ejecuta poco. Por ejemplo con [el presidente ruso, Vladímir] Putin no sabemos en qué punto está, si es amigo o enemigo".
El venezolano, por el contrario, es "simple en la comunicación, se nota su pasado de sindicalista, que le ha generado una cultura de resistencia ante situaciones adversas", y "normalmente, es más ejecutor que agitador". "Aprovecha la injerencia norteamericana para crear una narrativa patriótica que le va muy bien", añade Ruiz.
Cada uno actúa para su público, subraya Francisco Sánchez. "Las bases de Trump quieren un tipo sin cortapisa alguna, que sea frontal y que llame a las cosas por su nombre". Los partidarios de Trump esperan que rompa con las convenciones y la corrección política para ir a la batalla cultural contra la izquierda, tanto dentro como fuera de EE.UU.
Maduro, por su parte, ofrece el tipo de espectáculo popular que les gusta a los venezolanos, con canciones y bailes. "Es como estar con tu cuñado el gracioso en la cena de Navidad en un país donde gusta eso", ironiza Sánchez, que ve semejanzas con los códigos de los shows televisivos o la telerrealidad, que apelan a los sentimientos de un público interno.
El presidente venezolano ha repetido más mensajes conciliadores que desafiantes. "Ha subido el tono lo que ha debido, no ha ido a más, está contenido", opina el director del Instituto de Iberoamérica. "Bien o mal, Maduro es el agredido, no puede comenzar a agredir al otro también. Él sigue diciendo que no quieren que les ataquen".
"Todos estos líderes absolutistas que se sienten ungidos por un ser superior tienen tics muy parecidos - opina José Antonio Gurpegui - , los dos están utilizando esta situación".
El trecho del discurso a la realidad
Pero una cosa es el discurso político de cara a la galería, y otra cómo influyen en las acciones sobre el terreno. "Si tuviésemos que tomarnos en serio los anuncios que hacen tanto el uno como el otro, podrían influir - responde Francisco Sánchez. - Los dos van escalando y no sabemos hasta qué punto las cosas pueden ser verdad o no, y todo el mundo va a generar estrategias en función de eso. Me consta que hay muchos sectores que están bastante desconcertados. Es decir, por ese lado influyen. Es peligroso".
El director del Instituto de Iberoamérica insiste en que los discursos de los líderes "van encaminados a la movilización, para ubicar un apoyo o desviar la atención, pero el objetivo último nunca va a ser lo que se dice necesariamente en el discurso". "Por detrás hay una dinámica propia en la que estos discursos belicistas pueden influir, pero que no determinan", concluye.
Lo que hay detrás del conflicto entre EE.UU. y Venezuela son consideraciones materiales y políticas (petróleo, cambio de régimen, reafirmación del control de EE.UU. sobre América Latina frente a China), reiteran los expertos, y no un desencuentro personal entre líderes. La Administración Trump sabe que una invasión de Venezuela tiene muchas posibilidades de acabar en desastre o de tener un coste demasiado alto, y eso condiciona sus opciones, que de momento se centran en el bombardeo de supuestas "narcolanchas" y en el bloqueo naval de las exportaciones de petróleo.
"Es evidente que la amenaza verbal ha llegado a un punto preocupante, pero Trump está pensando mucho qué hacer", declara Moisés Ruiz. "Le están frenando porque, aunque parece muy impetuoso, tiene un punto de reflexión, con olfato de conocer las consecuencias que pueden traer sus acciones", explica el profesor de la Universidad Europea, que pone como ejemplo la marcha atrás en la imposición de aranceles.
"Trump tiene a dos enemigos, [el presidente de Colombia, Gustavo] Petro y Maduro, quiere minimizar el impacto de la izquierda en Latinoamérica, y uno de sus objetivos es anular lo antes posible el impacto de estos líderes. Pero la injerencia militar puede causarle más destrozos", con más bajas militares de las que desea asumir, considera Ruiz.
Gurpegui cree que Trump ha elevado el tono para consumo interno. "Venezuela es un trampantojo que usa Trump para despistar de temas de más enjundia e importancia para él. Está en momentos de popularidad muy baja, y suele tirar del comodín de la seguridad, unas veces lo relaciona con la inmigración, y en otras con las drogas". "No defiendo a Maduro, es un dictador - subraya el director del Instituto Franklin - , pero creo que Trump está intentando desviar la atención de temas de índole doméstica y de que no consigue un gran logro como había prometido que iba a ocurrir".