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Entrevista

Aliyeh Ataei, escritora afgano-iraní: "Tal vez es mejor que las afganas no tengan sueños, sufren menos"

  • Hija de exiliados afganos en Irán, creció en la frontera entre ambos países y considera que esa es su identidad
  • Ataei conversa con RTVE sobre Afganistán, las afganas, los afganos y los talibanes
Aliyeh Ataei "Tal vez es mejor que las afganas no tengan sueños"
La escritora afgano-iraní Aliyeh Ataei, DE CONATUS

Inicio la conversación con una pregunta que es el eje de su literatura: ¿De dónde es? Sonríe con complicidad antes de responder: "Tengo nacionalidad iraní y soy de la frontera entre Irán y Afganistán". No se identifica ni como iraní, ni como afgana.

¿Es la frontera su identidad? "La frontera es un no lugar. Y lo echo de menos", responde. Cuenta que un periodista iraní le preguntó si era afgana o iraní, o afgano-iraní, o irano-afgana...que le dio varias opciones y, ante su indefinición, exclamó "entonces ¿cómo escribimos sobre su identidad?". La respuesta de la escritora fue: "Si yo tuviera la respuesta, no escribiría".

La escritora de la frontera

Aliyeh Ataei creció en Darmian (Irán), muy cerca de la frontera con Afganistán, país que sus padres abandonaron huyendo del comunismo y la invasión soviética. De lengua persa, Ataei afirma que mientras vivió en la frontera no entendía que Irán y Afganistán fueran dos países distintos, demasiado parecidos los dos. "No fue hasta que fui a estudiar a Teherán que entendí las diferencias". Desde hace dos años Ataei vive en París.

Del país de sus padres y ancestros escribe así: "Los muyahidines mataron a los comunistas, los talibanes mataron a los muyahidines, los americanos mataron a los talibanes...La prensa e internet están repletos de este tipo de datos que convierten a los héroes de hoy en los criminales de mañana". Ataei subraya que Afganistán es un país muy joven aún en busca de su identidad, difícil al tratarse de una sociedad multiétnica y multilingüe marcada por las guerras internas y las invasiones, "mientras nos matamos unos a otros, los extranjeros se apoderan de nuestras tierras". Ve Afganistán como el terreno de juego donde otros países libran sus peleas y acusa repetidamente a los Estados Unidos.

Ha estado en España esta semana para presentar la publicación en castellano de su libro La frontera de los olvidados (Editorial De Conatus), un libro de relatos sobre la frontera inspirado en vivencias propias y de su familia. Lo define como autoficción porque escribe sobre elementos autobiográficos, pero en ocasiones "exagero o le doy un toque surrealista". Su paso por Madrid nos ha permitido conversar con ella sobre Afganistán, muy en especial sobre las mujeres afganas y la cuestión de la identidad y la patria. Ataei considera que las segundas generaciones de exiliados, como ella, "tienen dos patrias, o quizás ninguna".

Aliyeh Ataei:

Aliyeh Ataei, en la presentación del libro en Madrid. RTVE / ANNA BOSCH

Las mujeres afganas y los talibanes

Ella escribe sobre y para las mujeres afganas, con la esperanza, dice, de que también la lea algún político y eso lo induzca a reflexionar. Escribe desde la violencia y la rabia que le producen la mentalidad y la manera de proceder de los talibanes y, por extensión, de los hombres afganos en general.

"Porque los talibán no son unos extraterrestres que han aparecido ahí, forman parte del tejido afgano, los talibán representan la mentalidad de la mayoría de hombres de Afganistán", y pone de ejemplo algo que le ocurrió en París. "Estaba firmando libros y se acercó un afgano que estudiaba en la Sorbonne, o sea que no era un inculto, era un intelectual. Hablamos y al final me recomendó que me cambiara de ropa. Era verano y yo iba con un vestido ligero. ¡Que me cambiara de ropa! Ese hombre, un intelectual, me dijo eso ¡en París! donde puedo vestirme como quiera". La escritora evidencia su ira al recordar la escena: "Le dije 'vuélvete a Afganistán. Si yo estoy aquí en París es por no veros, para evitaros'".

Los hombres afganos

"Está bien que se hable de la situación de las mujeres afganas fuera, es necesario que no se las olvide, pero el problema grave es que los hombres afganos no las defienden". Ataei ha visitado los campos de refugiados en Francia y le ha llamado la atención que están llenos de hombres afganos. "Que no emigren, que se queden a defender el país y a defender a sus mujeres. Cada vez que veo a un emigrante afgano pienso en que ha dejado a su madre, a sus hermanas, tal vez a su esposa y a sus hijas, a merced de los talibanes".

Desde que retomaron el poder tras la salida caótica de las tropas de los Estados Unidos y sus aliados hace cuatro años, el Gobierno talibán ha ido poco a poco cercenando la libertad de las mujeres, a pesar de haber anunciado que respetarían sus derechos. Unos derechos que, según ellos y su interpretación del islam, de la Sharía, no son los mismos que los de los hombres. Las afganas vuelven a estar encerradas en casa, no pueden trabajar, ni siquiera en salones de belleza domésticos, ni en una ONG, su voz está prohibida en público, no pueden salir a hacer gestiones ni ser atendidas en un hospital si no van acompañadas de un hombre.

Tampoco pueden ser escritoras, y si lo son o lo han sido, no las pueden leer en la universidad, el Gobierno ha retirado todos los libros escritos por mujeres, aunque fueran tratados de química. Unas universidades a las que las mujeres tienen prohibido acceder porque les niegan la educación académica a partir de los 12 años. "La educación es el principal problema, el veto que imponen los talibanes a la educación de las mujeres es a largo plazo lo más grave. Quieren anular toda una generación por la vía de negarles el acceso a la cultura".

La escritora aporta su grano de arena contra esa mutilación intelectual dando clases de escritura a afganas en internet. Además de la enseñanza, les da conversación para conocer su realidad, y destaca el comentario ilustrativo de una alumna: "Las mujeres, si callamos y nos mostramos sumisas, estamos bien, los hombres nos tratan bien".

A lo largo de la entrevista, la escritora reitera su indignación con los hombres afganos: "Me irrita oír a los hombres quejarse de las guerras. Las guerras son cosa de ellos, ellos las organizan, ellos van a luchar y ellos se convierten en héroes. Si no quieres la guerra, no huyas, quédate en tu país y lucha contra ello".

"Los derechos de las mujeres son derechos humanos"

La frase de que los derechos de las mujeres son derechos humanos y que, por lo tanto, un país que viole los derechos de las mujeres está violando derechos humanos, la hizo célebre Hillary Clinton, en calidad de primera dama de los Estados Unidos, en la 4ª Conferencia Mundial sobre la Mujer de la ONU, que se celebró en Pekín en septiembre de 1995, hace 30 años.

Siguiendo esa doctrina, en enero de este año el Tribunal Penal Internacional emitió una petición de orden de detención contra el líder talibán Haibatullah Akhundzada y el responsable de Justicia de Afganistán, Abdul Hakim Haqqan, por perseguir a un grupo "por su género", un crimen contra la humanidad según el Estatuto de Roma. "Esta solicitud reconoce que las mujeres y chicas afganas, así como la comunidad LGBTQI+ se enfrentan a una persecución sin precedentes por los talibanes", declaró el fiscal del TPI que cursó la solicitud. Según él, esos actos constituyen una privación severa de derechos fundamentales, que incluyen la autonomía física, la libertad de expresión y el acceso a la educación, derechos protegidos por la legislación internacional.

Los talibanes, claro, discrepan del juicio de las agencias de la ONU apelando a la soberanía nacional y a las tradiciones religiosas. "Asegurar la dignidad, el honor y los derechos basados en la Sharía son la prioridad para el Emirato Islámico. Todos los derechos fundamentales reconocidos a las mujeres afganas se han salvaguardado de acuerdo con la Sharía islámica y el marco cultural y tradicional de la sociedad afganas", publicó un portavoz talibán el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer.

"La salud de un país se mide por la condición de sus mujeres", escribe Aliyeh Ataei. Es hablando de la situación de las mujeres en Afganistán cuando hace la reflexión de que tal vez para ellas es mejor no tener sueños, no tener aspiraciones, no saber qué posibilidades tendrían de vivir en otras sociedades, "si no tienes sueños, tal vez es mejor para ti, sufres menos".

Elegir entre lo malo y lo peor

Algo que sorprende del libro de Ataei a la lectora occidental, con todos sus prejuicios, es que la protagonista se refiere a Irán como un país de libertad. Visita el país de sus padres y sus ancestros y anhela volver a la libertad de Irán, en especial de Teherán. "Teherán era mi ciudad. En ella había pasado la mayor parte de mi vida; en ella me había fundido como un terrón de azúcar en una taza de café. Estaba ansiosa por mostrarle mi ciudad y su libertad. (...) Todo eso era posible gracias a Teherán, porque en mi grandiosa ciudad una podía sentirse libre", escribe.

En la entrevista le pregunto por esa definición de la capital iraní y la libertad para las mujeres, Ataei responde que "Teherán no es París. Es la gran capital persa. Es un lugar libre comparado con Afganistán, en Irán las chicas pueden estudiar, las mujeres pueden participar en la vida pública. Comparar Irán con Afganistán es comparar lo malo con lo peor".

A la pregunta de cómo explica que el régimen de los ayatolás se mantenga en Irán, que ese Gobierno de clérigos siga mandando desde la Revolución Islámica de 1979, ofrece una respuesta similar a la que da para los talibanes: "Porque la ideología de los ayatolás forma parte del tejido de la sociedad iraní".

Identidad y patria

Son cuestiones recurrentes en Alyeh Ataei. Cuestiona su identidad y llega a la conclusión de que su identidad no es afgana ni iraní, sino la frontera, ese no lugar que dice añorar. Una frontera habitada por personas que, como su familia, viven con vínculos a ambos lados y conviven con la guerra, con la violencia, con la amenaza constante de una incursión talibán, y cargan con el peso de los muertos de los últimos 50 años de guerras. La guerra destruye también los sueños, sentencia Ataei, y cuenta que le sigue sorprendiendo que en Europa se hagan planes a un año vista: "Yo no pienso a tan largo plazo, yo no asumo que la vida sea estable". Echa mano de otra anécdota personal para ilustrar esa identidad formada en la frontera entre Irán y Afganistán: "Estando en París hubo un ataque talibán en la zona done vive mi madre, la llamé preocupada y la reacción de mi madre fue: 'Ay, hija, ahora no puedo hablar contigo, que estoy cocinando. Ya piensas como una occidental'".

Ataei no reconoce Afganistán ni Irán como patria, y se pregunta "¿cuántas patrias se pueden tener? ¿Acaso sé yo dónde está mi casa? ¿Cómo explicarle a alguien que no tener patria es como no tener techo? Es difícil. No tener patria, pero sí un pasaporte, un documento de identidad, seguridad social y educación gratuita, no tiene sentido. Sin embargo, cuando uno ya no vive en la tierra que lo vio nacer, cuando su tierra natal está lejos, incluso es imaginaria, la palabra patria ya no es más que un concepto abstracto, una palabra sin referente real. ¿Y cómo hablar de algo sin realidad? (...) Es como si, para el exiliado, la patria no fuese más que un recipiente carente de contenido que trataba desesperadamente de llenar".

En esa diferenciación que hace constantemente entre hombres y mujeres, la escritora considera que los hombres necesitan una tierra para sentir una patria, mientras que las mujeres construyen su patria en cualquier lugar porque para ellas la patria son las personas.