Raúl Incertis, médico voluntario en Gaza: "Es fundamental que se documente lo que está pasando"
- El anestesista presenta junto a Almudena Ariza el videopodcast Vivir y morir en Gaza
- A través de seis episodios, Incertis narra en primera persona lo que ocurre en la Franja
Raúl Incertis es médico de urgencias y anestesista. Volvió a España en julio después de pasar cuatro meses como voluntario en la Franja de Gaza, donde había días en los que perdía la cuenta de la cantidad de personas que morían en el hospital, las mezclaba con las de días anteriores. Su primera vez en el enclave coincidió con los ataques del 7 de octubre de 2023 y con el inicio de la ofensiva israelí y, en noviembre de ese año, se convirtió en el primer español en salir de ese infierno, pero meses más tarde, decidió volver.
Durante su segunda estancia en la Franja, Incertis enviaba pequeñas crónicas a través de vídeos y notas de voz a Almudena Ariza. Ambos se conocieron —virtualmente— a través de una compañera de facultad que coincidió con la periodista de TVE en un hotel y que en un mensaje posterior en Instagram le habló del periplo humanitario de su amigo en el enclave palestino. "Ella le pidió mi contacto porque allí no hay apenas periodistas y quería saber", explica a este medio.
Su desgarrador testimonio daba para mucho más que una breve pieza en el Telediario y se convirtió en Vivir y morir en Gaza, el nuevo videopodcast de RTVE Play que se estrena el próximo jueves 25 de septiembre. "En mi día a día era fundamental la atención a los heridos y el trabajo forense, pero también comunicarle a Almudena lo que veía", explica el anestesista, que de alguna manera vio cumplido su sueño de infancia de convertirse en reportero de guerra.
Además, pasó mucho tiempo escuchando y acompañando a sus compañeros. "Entre ellos no se quejan, todos están pasando lo mismo. Pero al personal extranjero sí que nos cuentan, nos enseñaban en el móvil: "Mira Raúl, esta era mi casa, ahora no me queda nada. Este era mi coche, mi moto, estos son mis hijos. Mira, este murió".
En un periodo marcado por el colapso humanitario y los constantes ataques del Ejército israelí, el anestesista se convirtió en los ojos de Ariza —entonces corresponsal en Jerusalén— al otro lado de la intransitable valla controlada por Israel.
PREGUNTA: En el pódcast hay extractos de su día a día en la Franja. Historias desgarradoras sobre algunas de las personas a las que trató allí, muchas de ellas menores, y algunos casos sin ninguna esperanza de ser tratados. ¿Cuál era su rutina en Gaza? ¿Cómo se construye una rutina en medio de la masacre?
RESPUESTA: La rutina es la llegada de heridos de manera constante. Desde que abrió la Fundación Humanitaria de Gaza —que es el centro de reparto de comida organizado por Israel y Estados Unidos— solían llegar muchos heridos por la mañana. Igual llegaban de golpe 30, 20, 40, 60; y cuando esto no sucedía, que era raro, igual estabas todo el día trabajando con los heridos de los bombardeos de la noche y, de repente, a mediodía, llegaba otro grupo de diez. Eran diferentes momentos del día, salpicados, en los que iban llegando grupos. Luego, en quirófano, puedes estabilizar y tratar a los pacientes y estás igual dos o tres horas trabajando con ellos hasta que los logras mandar a otro lugar. Pero se va amontonando el trabajo. Funcionaban 24 horas al día todos los días de la semana.
Construir una rutina es difícil. Mis compañeros tienen turnos de trabajo de 60 a 70 horas a la semana y, cuando acaba, después de 12 o de 24 horas seguidas, se tienen que ir a sus tiendas de campaña en Al Mawasi, porque ahora todos viven en sus chabolas, y tienen que seguir trabajando. Tienen que buscar la harina, ir con sus hijos y con las garrafas a conseguir agua, a buscar leña. Tienen que preocuparse por sus familiares... Yo les preguntaba, ¿vas a poder descansar un poco ahora? Y me decían no, si ahora viene lo peor.
Estuve los dos primeros meses trabajando muchísimo porque tenía sentimientos de culpa cada vez que me iba a descansar, solo lo hacía por agotamiento. Como vivía en el hospital, a parte de que no duermes por los bombardeos, siempre tenía la sensación de que, si me quedaba dormido y llegaba un grupo de heridos, no podría ayudar. [...] Pero me di cuenta de que tenía que ponerme un horario y decidí trabajar más por la tarde y por la noche. Iba a quirófano o a urgencias a las cinco o seis de la tarde y me quedaba hasta que hubiera trabajo. A veces me daba el alba, a veces a las 06.00 de la mañana, e intentábamos trabajar entre 12 y 14 horas al día y, sobre todo, descansar por la mañana.
Raúl Incertis y Suleyman, un joven de 17 años amputado por un bombardeo israelí Raúl Incertis (cedida)
P: Dependía cada día del número de muertos y heridos...
R: Claro. Los que también trabajaban mucho eran los de la morgue. La morgue no para. Nosotros lo veíamos desde el cuarto piso del pabellón central. La morgue estaba como a 200 metros del hospital, en una pequeña caseta, y allí a todas horas recibían camionetas y coches, cadáveres sin parar. Día y noche. Entraban y salían. Entraban muertos y salían amortajados.
P: Ahora está en España, el contraste habrá sido enorme. ¿Cómo es su día a día?
R: El contraste es absoluto. No lo puedo expresar. Pero cuando volví lo hice con mucho alivio porque ya lo estaba pasando mal allí. Y aquí, no sé, el poder dormir del tirón porque no tiembla mi casa, porque no tiemble el hospital o porque no hay alarma de múltiples víctimas, o porque no hay tiroteos, o porque tengo comida en la nevera. Fue un alivio. Pero también pensaba que ojalá hubiera podido descansar más u organizarme mejor el tiempo que estuve allí para haberme podido quedar más tiempo. Porque me volví por agotamiento, pero, si ahora volviera a Gaza, creo que iría con otros aprendizajes y uno de ellos es descansar e intentar llevar una rutina.
Pero el contraste es absoluto. Sales de un lugar infernal y tienes la sensación de haber llegado al paraíso. Todo, incluso lo más pequeño te resulta maravilloso. El espacio que tienes, la calma que hay, la gente paseando por la calle, yendo tranquilamente a trabajar sin miedo. La gente no tiene miedo. Es lo que debería ser allí.
P: ¿Está en contacto con los compañeros o amigos que tenía allí?
R: Diariamente. Ayer mismo recibía unos vídeos de Mariam, una estudiante de Medicina que sale en el pódcast, que trabaja como voluntaria. [...] Hablé mucho con ella, nos hicimos amigos. Se había desplazado a ciudad de Gaza porque allí están sus papás, en un apartamento que tenían, y con todo el dolor de su corazón ha tenido que abandonar la vivienda. Me mandaba vídeos de cómo era el transporte, toda la familia metida en un coche, cinco personas, hasta arriba, lleno de enseres. Y me decía que había tenido que dejar más de la mitad de sus cosas en el apartamento, que no las iba a volver a ver y que el traslado de esos 20 kilómetros entre ciudad de Gaza y Jan Yunis les llevó ocho horas.
Es un ejemplo de los muchos vídeos y mensajes que recibo. Muchos son saludos con solicitud de auxilio. Me piden que les envíe dinero, que va a llegar el invierno y no tienen ropa, que está muy cara. También que les ayude a salir de allí y no sé como ayudarles, porque, aunque estuve hablando con la ministra (de Sanidad) el otro día, no parece que les pueden ayudar. Es muy frustrante. Cada día les deseo que tengan un día lo suficientemente bueno porque no les puedo decir que tengan un buen día. Y bueno, les intento mandar alguna oración del Corán traducida, o que encuentro yo en español y la traduzco, o alguna frase de ánimo que puedo traducir al árabe.
P: Desde su regreso a España ha insistido mucho en la importancia de documentar y divulgar sobre lo que está pasando en La Franja. ¿Por qué es importante y qué se puede conseguir con ello?
R: Es fundamental porque no puede entrar la prensa extranjera en Gaza. A los voceros del Gobierno israelí, los secretarios, incluso los ministros, cuando periodistas de renombre les preguntan por qué no permiten la entrada de reporteros extranjeros en Gaza, se ponen nerviosos, les entra una especie de urticaria y responden agresivamente porque no tienen respuesta.
Es fundamental que se documente lo que está pasando, con intención legal, que esa es la parte más importante, y la parte forense. Los médicos extranjeros todos los días rellenamos formularios emitidos por la ONU sobre cuántos heridos hemos visto, qué heridas tenía, si eran por arma de fuego, por metralla, por onda expansiva, por quemado. Los dividíamos por sexo, por edad. Qué operaciones habíamos hecho, si estaban directamente relacionadas o no con el evento traumático, es decir, cosas que habíamos aprendido en la asignatura de Medicina legal en la carrera, que es observar sin hacer juicios de valor. [...] Son granitos de arena que tú le vas entregando a la Comisión de investigación sobre los territorios ocupados de la ONU, que está en contacto con los médicos que salimos y que esta semana dictaminó que era un genocidio.
P: Efectivamente, esa comisión independiente de la ONU aseguró que Israel estaba cometiendo un genocidio en Gaza y que altos cargos israelíes estaban incitando a ello. ¿Qué puede demostrar lo que han visto en los hospitales gazatíes?
R: Primero, una violación flagrante de la Convención de Ginebra, que determina que no puedes atacar a la población civil. [...] Lo segundo, la intencionalidad y que Israel no aplica el principio de distinción, marcado por el Estatuto de Roma y la Convención de Ginebra, que determina que, cuando tú realizas un ataque tienes que distinguir objetivos militares de la población civil. En el documento gráfico que envié [a la comisión] había una cantidad de mujeres y de niños que no eran objetivos militares. Luego, el principio de la proporcionalidad: no puedes para matar a una persona que tú crees que es un miliciano, cargarte a 15 civiles.
En los informes [...] se recogen eventos de múltiples víctimas. Vemos la intencionalidad en las heridas de bala, las hay en la cabeza, en el tórax. Hay fotografías con balas con las que se puede determinar si son las que utiliza el Ejército israelí. Son pruebas muy útiles. Aunque esa es solo una parte pequeña del genocidio, que también implica provocar un daño severo a la población en el sentido mental, generar un sufrimiento a la ciudadanía, y toda esa parte supongo que ellos la recaban a raíz de la comprobación de que, en efecto están siendo desplazados y solo pueden vivir en menos de un 10% de lo que era la Franja y aún así, en ese 10% que es Al Mawasi, les están bombardeando.
P: En el pódcast también menciona que la prioridad cuando estaba en la Franja eran los niños, ayudar a los menores. ¿Hay alguna historia que le haya marcado especialmente?
R: Tengo varias, pero voy a resumir la de Sanad, un niño que tenía nueve años cuando lo conocí y que sale en el pódcast. Conocí a su padre un día que salí a tomar café en un chamizo al que llamaba "el Starbucks". Se llama Sadi, es fotógrafo, hablaba muy bien inglés, y me dijo que su hijo acababa de ser bombardeado hacía cuatro o cinco días y que estaba ingresado en la UCI. Subimos a verlo y el niño estaba entubado, dormido todavía. El papá me contó que estaba jugando con los niños en la calle en Jan Yunis, donde vivían, en una parcialmente destruida cuando cayó un bombazo. Sanad se puso a correr y perdió la conciencia, pero por suerte, un vecino pasaba por ahí y lo metió rápidamente en el coche y lo llevó al hospital.
Me preocupé mucho por él. Su padre dormía en el suelo del hospital y, el día en que se despertó, todavía estaba intubado. Estaba con el tubo metido en la tráquea, con dos tubos en el tórax, con un hematoma en el cuello súper peligroso, que podía crecer, romperse y provocarle la muerte. El papá estaba muy asustado, pero fue mejorando poquito a poco. Le quitaron el tubo, le pude dar chocolate, le ponía vídeos de Cristiano Ronaldo, aunque el chaval estaba completamente ido en la cama, con un estrés postraumático horrible. [...]
En junio [cuando ya le habían dado el alta] fui a verle a él y a su familia y fue la primera vez que me dio un abrazo. Me abrió la puerta y fue la primera vez que lo vi sonreír, se me echó a los brazos y me dio un abrazo. Súper contento, estaba súper feliz. Después tuvieron que irse a una tienda en un campo de desplazados. [...] Ahora estoy en comunicación con ellos. El niño está mejor, pero tiene estrés postraumático y es uno de los casos que le presenté a la ministra de Sanidad [para intentar sacarles de Gaza], que no son casos estrictamente sanitarios, o sea que no están en el catálogo de la ONU de niños que deberían de ser evacuados.
Raúl Incertis y Sanad Raúl Incertis (cedida)
P: ¿A cuántas personas está intentando sacar de Gaza?
R: Escribí cuatro informes con la historia de cada persona que me gustaría que saliera de Gaza, con fotos de Sanad, con su historia, sería la primera vez que se evacúa a un niño con estrés postraumático. A mí me chocó mucho la historia de Sanad porque aprendí lo que es un niño bombardeado. A la derecha, tenía un hombre que estaba intubado. A la izquierda, una niña que no paraba de llorar. Era la casa de los horrores. Y luego su papá me contó que durante semanas, él lo único que hacía era mirar el techo. Si se acercaban y le tocaban, se ponía a gritar y a llorar. Tenía muchas pesadillas y por la noche no paraba de preguntarle por cada cosa que le habían hecho en el hospital, por el tubo en el tórax, por el tubo en la uretra. [...] Todavía está muy mal acá, le cuesta salir con sus amigos a jugar y a veces se queda empanado mirando al techo de la tienda, porque se queda como ido. Pero, al menos, ha recuperado el brillo en la mirada.
Luego está también Zaina, la hija de un muy buen amigo mío que tiene nueve años. Le pusieron un marcapasos cuando era pequeña y lleva dos años sin ser revisado. También está el jefe de enfermería, el doctor Mohamed, que me ha pedido salir porque no puede más y que puede enseñar a los médicos y al personal sanitario español cómo tiene que organizarse un hospital en tiempos de guerra. Y Mariam, la estudiante de Medicina, que puede ser un testimonio súper valioso para el mundo universitario acerca de lo que está pasando allí.
Le entregué mi informe a la ministra y me dijo que se lo trasladaría a Exteriores, al no ser puramente sanitario. Sin embargo, no he recibido respuesta del Ministerio de Exteriores y ya han pasado dos semanas. Soy conocedor de que han salido personas de Gaza que no representan evacuaciones sanitarias por la voluntad de este ministerio y solicito su clemencia para estos cuatro casos. Hay una cosa muy importante: si España rompe completamente relaciones diplomáticas con Israel, estas personas no pueden salir. Entiendo que una cosa es la política, pero luego está la política real, la realpolitik y los vericuetos de la diplomacia.
P: El pódcast se estrena este jueves. ¿Qué esperan de este proyecto? ¿Qué esperan despertar en los oyentes?
R: Puede acercar un poco más la experiencia de lo que están viviendo los palestinos al público que lo escuche. Un instrumento que acerque a la gente a conocer la verdad y, probablemente, los que lo escuchen sientan una diminuta o una muy grande identificación con ellos, eso ya depende de la persona. Pero lo que deseo es que provoque una pequeña empatía como mínimo. Y que esa empatía les haga reclamar justicia. Se puede escribir a los representantes políticos, acudir a manifestaciones, o, ahora que la Comunidad de Madrid ha prohibido las banderas palestinas, se puede ir a esa comunidad con una bufanda palestina de toda la vida. Se puede hacer boicot porque no lo olvidemos, el Gobierno español está obligado por la ley, por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de genocidio, a sancionar.
Si a la persona que escucha el pódcast, esa identificación, esa empatía, le lleva tomar pequeñas medidas, a colaborar económicamente también si lo desean, será toda una victoria. Pero, sobre todo, que sea un instrumento de empatía, más que otra cosa.