Donald Trump, acelerador de un nuevo orden mundial con sede en Pekín
- En China se ha visto durante cuatro días un conjunto de alianzas que pretenden ser una alternativa a EE.UU. y Occidente
- La política aislacionista de Donald Trump y su guerra comercial son el principal motor de ese potencial bloque alternativo
"—Primer ministro, entramos de la mano, sonrientes, y luego, al saludar al anfitrión, mientras nos graban las cámaras de televisión de todo el mundo, ofrecemos una escena de amistad, sintonía y campechanía entre nosotros. —Bien, y que vea Trump lo poco que nos preocupan sus sanciones y amenazas".
Así me imaginé un intercambio entre el presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el primer ministro de la India, Narendra Modi, antes de entrar en la sala repleta de cobertura gráfica donde les esperaba el anfitrión, el presidente de la China, Xi Jinping, para la foto de familia de todos los gobernantes que asistieron a la cumbre de Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).
El miércoles nos sirvió otra secuencia preñada de mensajes al presidente Donald Trump, y a las democracias liberales de Occidente que aún lideran los Estados Unidos. Terminada la cumbre asiática y centroasiática, Pekín organizó su conmemoración de los 80 años de la capitulación, la rendición, de Japón en la 2ª Guerra Mundial, su Día de la Victoria. La celebración consistió en un desfile militar que ya se anticipó histórico por su dimensión.
Consciente de la expectación y el seguimiento mundial del evento, la puesta en escena de los minutos previos fue casi tan espectacular y simbólica como la demostración de poderío militar posterior. Los dos mandatarios que tuvieron el honor de flanquear al presidente chino fueron dos parias de Occidente: el presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un.
En algunos momentos el trio fue cuarteto con la incorporación del dictador bielorruso, Aleksandr Lukashenko. También estaba en la comitiva el presidente de Irán, Masu Pezeshkian. Parias para Occidente, invitados de honor en China.
Otra lectura complementaria es aquí tenéis un frente de regímenes autoritarios para desafiar a las democracias liberales. El único europeo entre los 26 invitados, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, populista prorruso y cercano a Viktor Orbán.
Desembarco de Normandía en Pekín
La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín en el verano de 2008 tiene aún a muchos boquiabiertos: qué multitudes, qué precisión en la ejecución y coordinación. Un asombro que fue un aviso y puso en guardia, incluso infundió miedo, a Occidente. La China del siglo XXI se presentó al mundo: no es una potencia emergente, es una potencia. A secas.
Diecisiete años después la China de Xi Jinping, presidente desde 2013, ha puesto en escena otro gran aviso: es una potencia económica, militar, tecnológica y diplomática. Lo primero, lo económico, ya lo sabíamos y teníamos asumido, incluso, sufrido durante la pandemia de covid-19 al toparnos con la realidad de nuestra dependencia de las manufacturas chinas.
Lo militar lo imaginábamos, pero nunca habíamos visto el despliegue de capacidad y proezas tecnológicas, y Pekín hizo esa presentación el miércoles con una plástica tan apabullante como la de los Juegos Olímpicos.
Los aliados occidentales tienen su desembarco de Normandía y su Día de la Victoria, y en cada aniversario simbólico, los 80 años esta primavera pasada, lo conmemoran a lo grande. Lo mismo hace Rusia cada 9 de mayo, es una de las grandes festividades rusas. Sin la Unión Soviética no se habría derrotado al ejército de Hitler, fue el Ejército Rojo quien frenó la expansión al este de la Alemania nazi y quien entró en Berlín. China lo ha tenido esta semana porque no celebra la caída de Hitler, sino la del Japón imperial.
El diario francés Le Monde resumía así su lectura de lo que hemos visto: "En cuatro días el presidente chino, Xi Jinping, ha reunido a su alrededor una treintena de dirigentes que, todos ellos, al posar a su lado se asocian a su discurso sobre el reequilibrio del orden mundial. Xi se coloca en el centro, coloca China como potencia mundial asumida y reconocida". El centro de un bloque que cuestiona el predominio que ha tenido desde el siglo pasado el bloque occidental, encabezado por los Estados Unidos, en la economía, la política, la tecnología y los valores morales.
Eso por parte de Xi Jinping, el anfitrión, por parte de los invitados, muy en especial el ruso Putin y el indio Modi, amenazados por sanciones económicas, en el caso de la India unos aranceles del 50% por comprar petróleo a Rusia, su mensaje a Washington es: no nos acobardamos, si los EE.UU. nos cierran la puerta, tenemos otras a las que llamar.
China es el salvavidas económico de Rusia, y puede pasar de ser un semienemigo de la India a un socio, entre ambos la China y la India suman casi 3.000 millones de personas, más de un tercio de la población mundial.
'America first' y un nuevo orden mundial
Un nuevo orden mundial que desafía a los Estados Unidos: este es el principal titular que buscaban y han hecho evidente todos los mandatarios que han acudido a China esta semana. EE.UU. ganó la Guerra Fría y creyó durante unos años que eran la potencia hegemónica. Bien, dicen esos gobernantes que representan a casi la mitad de la población mundial: eso es historia, historia del siglo XX, y estamos ya terminando el primer cuarto del siglo XXI.
Ese nuevo orden mundial que estamos viendo crearse día a día es tanto fruto de la evolución de países como la China, la India o Brasil, como de las decisiones del Gobierno actual de los Estados Unidos. Con su aislacionista America First, el presidente Trump renuncia al papel que ha ejercido EE.UU. desde el siglo XX hasta ahora al frente del bloque occidental, y con su guerra arancelaria erosiona relaciones comerciales.
"Es la muestra del ascenso de China" analiza para la agencia Reuters el profesor Jeff Kingstton de la Universidad Temple en Japón, "y el propulsor son la ineptitud diplomática de Trump y la astucia de Xi como hombre de Estado. El consenso de Washington se ha deshecho y Xi intenta crear una alternativa".
Especialmente frustrante para los intereses de Washington ha sido la presencia del primer ministro de la India, Narendra Modi. Durante décadas todos los gobiernos de los Estados Unidos han intentado llevar a su campo a la India, el país más poblado de la Tierra; la mayor, por población, democracia del mundo, y una potencia tecnológica al alza.
Pero la guerra comercial de Trump ha empujado al primer ministro indio a acercarse a su vecino y adversario, China, y a estrechar lazos con Rusia. En lenguaje coloquial diríamos que a Trump, de momento, le ha salido el tiro por la culata.
No hay consenso sobre a quién atribuir la frase, pero la afirmación vale: los países no tienen amigos, sino intereses, y esta semana ha sido un ejemplo. China necesita energía y Rusia le ofrece gas y petróleo baratos. Necesita también una relación estable con su vecina nuclear Corea del Norte. Vladímir Putin necesita alternativas para compensar el aislamiento por parte de occidente (sanciones impuestas por haber invadido Ucrania), y Kim Jong-un necesita dinero y cierta legitimidad.
De momento no es un bloque comparable a lo que ha sido el occidental tras la segunda Guerra Mundial, porque sus intereses, más allá de combatir un mundo unipolar, son heterogéneos.
Volviendo al editorial de Le Monde, esta era su lectura de estos movimientos en las relaciones internacionales: "Donald Trump con su ausencia de estrategia coherente respecto a la China, sus pasos en falso con la India, que han llevado a Modi a viajar a China, sus cambios de posición sobre la guerra en Ucrania, su complacencia con los autócratas, su rechazo al derecho internacional y el multilateralismo, la guerra comercial con la que ha amenazado a todos sus socios, todo esto ha sembrado el caos en la escena mundial y la confusión entre los aliados tradicionales de los Estados Unidos.
Paciente y anclado en su tiempo, Xi Jinping no podía soñar un panorama mejor".
Donald Trump recibe parte del mensaje y acusa el golpe
La capacidad de decir falsedades de Donald Trump está ampliamente documentada y no hay declaración pública suya que no amplíe esos datos, pero entre mentira y mentira también dice algunas verdades.
Tan probada como su desprecio por la verdad es su susceptibilidad, quienes han trabajado con él subrayan su narcisismo y su intolerancia a la crítica. Hago este prólogo para introducir la reacción de Donald Trump a lo que hemos visto durante cuatro días en China.
En su red social, el presidente de los Estados Unidos ha confirmado que ha recibido el mensaje que le mandaban y que no le ha sentado bien. Ha publicado en Truth Social un mensaje para Xi Jinping reclamándole gratitud para el papel de los EE.UU. en la segunda Guerra Mundial, y terminaba así: "Por favor, saluda calurosamente a Vladímir Putin y Kim Jong-un, mientras conspiráis contra los Estados Unidos de América".
Donald Trump se ha sentido desafiado y traicionado. Recordemos que ha sido el único presidente de los Estados Unidos que ha pisado, aunque fuera solo testimonialmente, Corea del Norte siendo el líder del país, no como ex, y llegó a decir que el coreano le había mandado "cartas de amor".
En cuanto a Vladímir Putin, lo tenemos reciente, Trump ha roto el bloque Occidental al sacar a Putin del ostracismo diplomático y adoptar su perspectiva, sus argumentos, sobre la invasión de Ucrania. Doble traición, pues, por parte de Vladímir Vladimírovich, se une a Xi en ese plantar cara a la potencia estadounidense y se resiste a un acuerdo de paz que, en la mente de Trump, lo validaría a él, a Donald Trump, para el Premio Nobel.
Vladímir Putin y Rusia no están aislados
Vladímir Putin ya sacó pecho el Día de la Victoria en la plaza Roja el pasado 9 de mayo, a su lado, sobre el sepulcro de Lenin, presidiendo el desfile militar estuvo el presidente chino, Xi Jin Pin. Aisladme, aisladme, parecía decir Putin, aisladme por el oeste que en el este tengo a la gran potencia conmigo.
Es decir, en rigor Rusia no está aislada porque aún tiene socios que la tratan como su presidente pretende, como a una potencia, un país imprescindible en la mesa donde se toman las grandes decisiones de trascendencia mundial.
Pero es que, y ya lo he mencionado, con Trump 2 Occidente ya no es lo que era, y la prueba más clara es el deshielo entre Vladímir Putin y la Casa Blanca. Apenas hace tres semanas todo el mundo pudo ver cómo el presidente Trump extendía la alfombra roja para recibir a Vladímir Putin en suelo estadounidense y, literalmente, lo aplaudía y cedía a sus condiciones. Sigue sin haber un alto el fuego en Ucrania.
En ese sentido a Vladímir Putin le interesa hacer gala de sus alianzas en el este sobre todo ante Europa, pero no tanto ante Trump porque es consciente de que nunca ha tenido un presidente de los Estados Unidos tan afín a él y menos en una guerra, y Vladímir Vladimírovich ya ha coincidido con cinco (Bill Clinton, George W. Bush, Barak Obama, Joe Biden y Donald Trump).
Tal es esa consciencia que en Pekín el mandatario ruso declaró a la prensa: "En estos cuatro días, en las negociaciones de todo tipo, formales e informales, nadie ha emitido ningún juicio negativo sobre el actual Gobierno estadounidense". Palabras de Vladímir Putin.
A lo que sí se ha referido, y es ya un clásico en su doctrina política y visión del mundo, es en que se ha cimentado la base para un "nuevo sistema de seguridad" en Eurasia, alternativa a las alianzas occidentales, "un nuevo sistema que sustituiría los anticuados modelos eurocéntricos y euroatlánticos, y tendría en consideración los intereses del mayor número posible de países, sería verdaderamente equilibrado y no permitiría intentos de algunos estados para garantizar su seguridad a expensas de otros". Para cualquiera que haya seguido las relaciones del Kremlin de Putin con Ucrania es obvio que la última frase se refiere a la voluntad del actual gobierno ucraniano de ingresar un día en la Alianza Atlántica, la OTAN.
Voluntad que, según el Kremlin, sería una amenaza intolerable para Rusia y es la causa de la "operación militar especial" en Ucrania.
Ucrania, ¿cada día más sola?
En la reunión bilateral que mantuvieron el presidente ruso con su homólogo norcoreano, el ruso se deshizo en agradecimientos al socio de Pionyang. Gratitud por la ayuda que el dictador asiático brinda a la invasión de Ucrania, soldados y armamento.
Kim Jong-un se dirigió a su interlocutor como "camarada Putin" y reiteró su disponibilidad: "Si existe algo en lo que podemos ayudar a Rusia, lo haremos con seguridad y lo consideraremos nuestro deber de hermano. Haremos todo lo que sea necesario para ayudar a Rusia".
La semana se ha cerrado con la minicumbre europea sobre Ucrania en París, con presencia del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski.
El único análisis de consenso es que con un presidente errático al respecto en la Casa Blanca, la Unión Europea y el Reino Unido son el mayor apoyo con que cuenta Ucrania. El problema para Ucrania es que, a día de hoy y en un futuro cercano, los europeos no tienen capacidad para llenar el vacío que dejaría Estados Unidos si retira su apoyo.
Y mientras la Unión Europea, con dependencia energética y militar y una unidad que se resquebraja, no ha encontrado aún su papel entre esa Eurasia que se esboza y unos Estados Unidos, el gran aliado, que con Donald Trump los desconcierta un día sí y otro, también.
Con las gafas de Anna Bosch