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Análisis

Keir Starmer, un año para olvidar

  • El primer ministro británico cumple su primer aniversario como inquilino del número 10 de Downing Street
  • A pesar de su amplia mayoría en los Comunes, su primer año ha estado marcado por polémicas y una caída de popularidad
Starmer cumple un año al frente del Gobierno británico
GUILLAUME BONTOUX (CORRESPONSAL DE RNE EN LONDRES)

"Un año tormentoso" para la BBC, "un año en el infierno" según el Daily Telegraph, "un año marcado por las crisis y los errores" para The Guardian. En una rara unanimidad, los medios británicos coinciden estos días en que los 12 primeros meses de Keir Starmer como inquilino de Downing Street no salieron como se esperaba.

Resultaría difícil pretender lo contrario a la luz de los últimos acontecimientos políticos en el Reino Unido. Esta misma semana, el líder laborista tuvo que dar marcha atrás en una de sus principales propuestas de reforma social, un proyecto de ley de bienestar que incluía recortes en las ayudas a la dependencia. El texto provocó la rebelión de decenas de diputados de su bancada a pesar de que el Ejecutivo lo amputara a última hora de sus medidas más polémicas.

"Esta última crisis ilustra algunos de los problemas más acuciantes de Keir Starmer", explica a Radio Nacional David Jeffery, profesor de Políticas británicas en la Universidad de Liverpool. "Una falta de dirección ideológica clara, su incapacidad de gestión del Partido Laborista y la pésima relación que existe entre Downing Street y los diputados". Lejos quedan las imágenes de celebraciones que acompañaron a la victoria de Starmer en la madrugada del 5 de julio de 2024, cuando el laborismo logró poner fin a 14 años de gobiernos conservadores con una amplia victoria electoral. La formación de Starmer consiguió entonces una victoria que superó sus propias expectativas, al hacerse con 412 de los 650 escaños de la Cámara de los Comunes, muy por encima de la mayoría absoluta.

Starmer cumple un año de primer ministro con la popularidad por los suelos

Los primeros errores

El estado de felicidad duró poco en la casa laborista. Muy pronto, el primer ministro y varios miembros del Ejecutivo se encontraron inmersos en el escándalo de los "freebies", los regalos y prebendas que recibieron por parte de donantes del partido e instituciones británicas. "Las primeras noticias que publicaron los medios sobre el Gobierno fueron sobre quién pagaba los trajes de Keir Starmer y las invitaciones a conciertos de su ministra de Economía", recuerda el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Nottingham Steven Fielding. "La imagen fue desastrosa de cara al público. Estaban actuando o parecían actuar exactamente de la misma manera que los conservadores salientes".

Las primeras medidas del Ejecutivo laborista no sirvieron para sacudirse de esta percepción. Se marcó como máxima prioridad mejorar la situación económica del país restableciendo la disciplina fiscal. "Habrá que tomar medidas difíciles e impopulares", advirtió Starmer, y su ministra de Economía le hizo caso. Rachel Reeves anunció a las pocas semanas de tomar las riendas del Tesoro la supresión de una ayuda a la calefacción para los pensionistas. El recorte, "imprescindible para cuadrar las cuentas" según Reeves, dejó sin subsidio a diez millones de personas mayores y provocó las primeras tensiones con diputados, organizaciones sindicales y organismos de lucha contra la pobreza.

El primer Congreso laborista después de la victoria electoral, a finales de septiembre en Liverpool, tenía que ser un paseo triunfal para Starmer. Quedó oscurecido por manifestaciones fuera del palacio de congresos y quejas dentro. "¡La gente no os ha votado para esto!", espetó desde la tribuna Sharon Graham, responsable de Unite, la organización sindical más importante del país, en un discurso muy aplaudido por delegados laboristas. "La supresión de la ayuda a la calefacción fue una política sumamente impopular y anti-izquierda", asegura la profesora de la Queen Mary University of London Sofía Collignon. "Cuando ganó, se esperaba un cambio rotundo e inmediato", asegura la profesora de Ciencias Políticas. "Sin embargo, muchas de las políticas que se han implementado hasta ahora son un poco Tory light, una versión moderada de los conservadores."

Caída de la popularidad

El recorte de las ayudas a la dependencia, el aumento del presupuesto de defensa en detrimento de la ayuda a la cooperación y el endurecimiento de las políticas migratorias —para la inmigración regular e irregular— ahondaron en esta percepción. Además ahuyentaron a muchos votantes laboristas y provocaron la caída de la popularidad de Starmer. En el último barómetro del instituto YouGov, Keir Starmer apenas recoge poco más del 20% de opiniones favorables. "Normalmente siempre se produce un deterioro de la popularidad para los responsables del Gobierno, pero no me imaginaba que fuera a ser tan rápido", reconoce David Jeffery.

"La gente está muy enfadada", analiza el politólogo de la Universidad de Liverpool. "Probaron los Tories y los acabaron echando. Ahora con los laboristas no ven nada mejor. Sus promesas de revitalizar el país no han dado sus frutos", añade Jeffery. La primera prueba electoral después de las generales no hizo más que confirmar esta pérdida de confianza de los británicos. En mayo, el Partido Laborista salió derrotado de los comicios locales en Inglaterra y también perdió el único escaño en el Parlamento en juego, cerca de Liverpool, una de sus plazas fuertes.

La amenaza de la extrema derecha

Esta pérdida encendió todas las alarmas en el Gobierno, ya que perdió en favor de Reform UK, el partido de extrema derecha de Nigel Farage. "Es un problema añadido para Starmer", dice Steven Fielding, de la Universidad de Nottingham. "Los laboristas pensaban tener tiempo, confiaban con razón en que el Partido Conservador no tendría capacidad de atacarles después de 14 años dirigiendo el país. Pero ha aparecido Reform UK como principal oponente. Y ellos sí pueden atacarles y multiplicar las promesas porque nunca estuvieron en el Gobierno. El Partido Laborista no lo había previsto. Nadie lo había previsto", añade.

Para intentar contrarrestar el auge del Reform UK, que lidera todas las encuestas británicas, el primer ministro ha multiplicado las promesas de firmeza. Hasta el punto de excederse en su retórica: en mayo, cuando presentó sus medidas para frenar la inmigración, advirtió que sin ellas, el Reino Unido "corría el riesgo de convertirse en una isla de desconocidos". La expresión se hacía eco de un célebre discurso racista pronunciado en los 60 por Enoch Powell, uno de los padres de la extrema derecha británica. Starmer pidió disculpas después, pero el error enfadó –un poco más- a muchos de los que votaron por el líder progresista hace un año.

"El miedo de los laboristas al Reform UK explica en parte sus políticas moderadas, pero ¿es realmente el momento de obsesionarse con eso, cuando tienes una supermayoría y años de legislatura por delante?", se pregunta Sofia Collignon. Para Steven Fielding, la cuestión tiene parte de respuesta en la "falta de visión" del líder laborista: "Starmer es un burócrata, un político hábil entre bambalinas que sabe manejarse detrás del escenario, pero le cuesta articular su discurso fuera. No tiene las palabras para decir: 'Aquí es dónde quiero llegar'. Hasta ahora no ha sido capaz de articular una visión de futuro, su proyecto de futuro para el país".

¿El tiempo como aliado?

Con todo, a Keir Starmer le queda esperar que las medidas adoptadas por su gobierno desde su victoria electoral le sirvan para dibujar a medio plazo un relato más amigable que lo observado en sus 12 primeros meses. "Incluso en este terrible primer año, el Partido Laborista reforzó los derechos de los trabajadores, subió el salario de los funcionarios e invirtió mucho dinero en infraestructuras, la sanidad pública, la construcción de viviendas y las energías verdes", recuerda el profesor Fielding, de la Universidad de Nottingham. "Se tardará un poco en ver sus efectos, pero son medidas que pueden contribuir con la idea de que están cambiando las cosas".

A nivel económico, el crecimiento le dio un respiro a principios de año —un 0,7% del PIB en el primer trimestre— pero puede resultar efímero. El estrecho margen fiscal del gobierno podría obligarle a una nueva subida de impuestos este otoño, después de la anunciada en noviembre. Tampoco se pueden descartar los efectos negativos de la coyuntura económica global, aunque quizás sea en este escenario –el internacional- en el que mejor se ha desempeñado Keir Starmer en su primer año en Downing Street. En mayo consiguió reiniciar la relación con la Unión Europea después del Brexit. Firmó además un acuerdo comercial con la India, y logró sortear parte de los aranceles estadounidenses al entablar una relación de confianza con Donald Trump.

"No ha tenido un mal año en el escenario internacional", admite Steven Fielding. "Ha estabilizado la imagen del Reino Unido, creo que muchas personas en el país lo agradecen, pero, al final, lo que les importa es tener más dinero en sus bolsillos, mejores transportes públicos y una economía que crece". Para David Jeffery, de la Universidad de Liverpool, el desempeño y la presencia de Keir Starmer a nivel internacional es ante todo un "síntoma de sus dificultades a nivel doméstico. Si tienes un primer ministro que pasa mucho tiempo en el extranjero, es porque algo no está bien en casa".

La ventaja para Starmer es que todavía tiene tiempo por delante para intentar rectificar. El profesor Fielding compara su situación actual con la de Margaret Thatcher, que vivió un primer año de mandato desastroso en 1979 antes de salir dos veces reelegida: "Si los laboristas aprenden las lecciones de los errores cometidos, y la economía acompaña, están a tiempo".

"Empezaron mal, pero es también algo normal después de tanto tiempo en la oposición. Ahora les quedan cuatro años para enderezar la situación", coincide Sofía Collignon. David Jeffery no está tan convencido: "Los británicos ya se han formado una opinión sobre Keir Starmer y esta no es positiva. Si el primer año suele ser el mejor para un Gobierno, ¿qué nos espera para los siguientes?". No es el único en el Reino Unido en formular esta pregunta.