El futuro de los abusos en la Iglesia tras Francisco: "Queda muchísimo por hacer, dependerá de quien mande"
- El pontífice obligó a clérigos, religiosos y religiosas a denunciar cualquier presunto abuso sexual o de poder
- Francisco abrió el camino pero. de cara al próximo papado, coinciden los expertos, "queda mucho recorrido"
En enero de 2018, el papa Francisco protagonizó un turbulento viaje a Chile que supuso un antes y un después en su papado. "Son todo calumnias", afirmó desde allí sobre las informaciones acerca del obispo Juan Barros, acusado de encubrir casos de abuso sexual a menores. Su defensa del prelado y su petición de "pruebas" que demostraran las denuncias generó un gran malestar entre las víctimas. De hecho, ya desde Roma, el pontífice tuvo que pedir perdón y encargó una investigación que meses más tarde causó la salida de todos los obispos del país latinoamericano por el encubrimiento de casos de pederastia.
"Le hicieron ver que se había equivocado y, no solo pidió perdón, sino que recibió a tres de las víctimas. Provocó un terremoto en la Iglesia chilena y pidió la dimisión de todos los obispos", explica a RTVE.es el periodista de Religión Digital, Jesús Bastante, que añade que la decisión de Francisco trajo consigo todo un cambio de actitud. "Los obispos del mundo se dieron cuenta de que con este papa sus puestos estaban en peligro, que ya no se podían estar cubriendo unos a otros".
En abril de ese mismo año, Francisco recibió como huéspedes en su residencia de Santa Marta a tres víctimas de abusos cometidos por el clero en Chile, entre ellos a Juan Carlos Cruz, quien meses antes había expresado su indignación por las palabras del papa. "Como si uno hubiese podido sacarse una foto mientras (el sacerdote Fernando) Karadima me abusaba a mí o a otros con Juan Barros parado al lado viéndolo todo", afirmó en un tuit.
Karadima había sido suspendido en 2011 por el Vaticano, pero no fue hasta 2018 cuando fue expulsado del sacerdocio por el papa. Cruz forma parte ahora de la Comisión Pontíficia para la Protección de menores, constituida durante el primer año del papado de Francisco.
Hace 12 años, Francisco heredó las riendas de una institución atravesada por los numerosos casos de pederastia destapados en la etapa de Benedicto XVI y sus años en el Vaticano estuvieron marcados por su lucha para combatir esta lacra. Además, durante su papado, a los casos ya conocidos, como los de Irlanda o Boston (EE.UU.), se sumaron sumado otros como los destapados en Alemania, Portugal, Australia, Polonia, o Francia.
El pontífice, dicen los expertos consultados, no solo fue tajante con lo que considera "la vergüenza y la humillación" de la Iglesia, sino que destacó por poner a las víctimas en el centro; un cambio de paradigma que no siempre fue bien recibido entre los altos mandos eclesiásticos. De hecho, a una semana de que arranque el cónclave que designará al próximo pontífice, la gran incógnita es si el próximo obispo de Roma seguirá la senda marcada por Francisco en materia de abusos —o si volverá una opción más conservadora y proteccionista— y de qué manera hará frente a las tareas pendientes.
El papa que escuchó a las víctimas y obligó a denunciar
En julio de 2014, el papa Francisco se reunió por primera vez con víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes y les pidió perdón por la "omisión" de la Iglesia Católica en denunciar y frenar tales "crímenes". A este encuentro le siguieron muchos otros: en Filadelfia, Bruselas, Lisboa, y también en el Vaticano, donde, según afirmó la Santa Sede en 2018, el pontífice organizaba de manera recurrente estas visitas, incluso "varias veces al mes".
"Hemos visto un cambio de actitud total con respecto a sus predecesores, que ha sido el poner el acento y la mirada, sobre todo, en las víctimas", explica a RTVE.es la presidenta de la Asociación de Teólogas, Montse Escribano. Hasta su llegada, se buscaba "saber qué pasaba, en los obispados, en determinadas congregaciones", pero Francisco establece un mecanismo distinto por el que "obliga a que tengan que dar cuentas, es decir, que tienen que atender a las víctimas lo primero".
Si se producen casos, "tienen que responder ante ellos" y esa respuesta "no solo es ante los tribunales eclesiásticos, sino ante los tribunales civiles", añade la teóloga. De alguna manera, "han sido obligados a escuchar a las víctimas, algo a lo que muchos obispados se habían mostrado reacios y en esa atención a las víctimas han tenido que buscar una reparación, incluso monetaria".
En mayo de 2019, Francisco firmó una norma en la que obliga a clérigos, religiosos y religiosas a denunciar cualquier presunto abuso sexual o de poder por parte de un clérigo. Lo hizo a través del "motu proprio" Vos estis lux mundi (Vosotros sois la luz del mundo), que menciona no solo el abuso infantil, si no el acoso a adultos vulnerables o cualquier violencia sexual resultante de un "abuso de autoridad".
El citado documento —que fue fruto de una histórica cumbre sobre la protección de los menores en la Iglesia, celebrada en el Vaticano en febrero de 2019— hace referencia al encubrimiento. Condena cualquier acción u omisión llevada a cabo por obispos y clérigos destinada a "interferir o evadir" investigaciones civiles o canónicas de casos de abuso sexual.
La lucha contra el encubrimiento y la reacción de la Iglesia
"Es verdad que la Iglesia no es un nido de pederastas, pero sí había sido un nido de encubridores", afirma Jesús Bastante. La dinámica era la de proteger, ocultar y enviar abusadores a otra parte. "Tapar el escándalo y preocuparse más de aquellos que consideraban los suyos, en vez de considerar como de los suyos a las víctimas", dice.
Por ello, algunas de las decisiones de Francisco "fueron recibidas con cierto escepticismo", también por parte de las víctimas, que "no se fiaban de que el cabeza de la Iglesia fuera a tomar verdaderas cartas en el asunto". Además, "hubo estupor, expectación" y "muchos obispos se tentaron las ropas" porque "hay que tener en cuenta que unos 20 años hacia atrás, casi todos han tenido algún caso, cuando menos, de encubrimiento".
Francisco inició su papado con una reforma histórica del código penal del Vaticano que, entre otras cuestiones, ampliaba y definía los delitos contra menores, entre ellos la pornografía infantil y el abuso sexual. Un año después, en 2014, creó la ya mencionada Comisión para la Protección de Menores, que fue renovada en 2022 y cuya función es proponer al papa "las iniciativas más adecuadas" para proteger tanto a este colectivo como a adultos vulnerables, así como realizar "todo lo posible" para asegurar que estos delitos no vuelvan a repetirse.
Durante su papado salieron a la luz algunos de los casos más sonados de abusos sexuales en el seno de la Iglesia. En Portugal, una investigación basada en más de 500 denuncias desveló en 2023 que el clero abusó sexualmente de al menos 4.815 menores desde 1950; en Alemania, más de 9.000 menores sufrieron abusos sexuales por parte de clérigos protestantes; en Australia, la Iglesia católica confirmó la existencia de 620 casos de abusos sexuales contra menores cometidos por sacerdotes desde la década de 1930.
"El pueblo de Dios nos mira y espera de nosotros no simples y obvias condenas, sino medidas concretas y efectivas", afirmó Francisco en 2019. La respuesta a esas medidas, afirma Montse Escribano, "ha sido diversa", ya que "muchos obispos no las entendieron como un acto del Evangelio, sino como una muestra de poder". Había diócesis que conocían algunos de estos casos y sabían que implicaciones podría acarrear que salieran a la luz.
Los obispos, recuerda la presidenta de la ATE "son pastores de la Iglesia, pero también gestores, así que también entra en juego la cuestión económica". En Estados Unidos, por ejemplo, después de que se destapara el escándalo de los abusos, 26 diócesis y tres órdenes religiosas quedaron en bancarrota por el pago de indemnizaciones millonarias a las víctimas. La nueva forma de hacer las cosas también "señalaba el modo de proceder de muchos obispos, y eso no gustó a todo el mundo", afirma Escribano.
Un papa "revolucionario" y mucho por hacer
En los 12 años que duró su papado, Francisco se tomó tomado "en serio el cuidado de los más desprotegidos, no solo de los menores, y en ese sentido sí que ha sido un papa revolucionario", afirma Bastante, que lamenta, sin embargo, que "queda infinito, muchísimo por hacer" y parte del trabajo "dependerá de la voluntad de quien mande" en cada momento. Hay Iglesias y comunidades mucho más avanzadas en la tarea de considerar a las víctimas "ciudadanos de primera", otras "lo están muchísimo menos".
La española, por ejemplo, aprobó en julio un plan de reparación a las víctimas "sin contar con ellas", explica el experto. "Es un plan de prevención en el que no están las víctimas, en el que no se les ha consultado, donde no tienen ni voz ni voto para decidir sobre el futuro de sus abusadores y sobre las reparaciones que ellas mismas necesitan", añade. Aún así, Bastante está convencido de que, de cara al futuro, "no puede haber pasos atrás" y cree que no se perderá esa llamada de Francisco de poner a las víctimas en el centro.
"Francisco desde el principio es consciente de la grave situación que hay dentro de la Iglesia y no miró hacia otro lado", afirma Escribano, que subraya el importante papel que han tenido las mujeres en el proceso, tanto teólogas como religiosas, "que han dado su visión acerca de las víctimas, de lo que es la invisibilización" y ha ayudado, asegura, "a poner mucha luz". Como ocurre en otros muchos ámbitos, la labor de Francisco abrió abierto el camino, pero ahora "queda mucho recorrido por hacer".