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El apagón deja neveras vacías, alimentos estropeados y muchas dudas: "Solo pensaba que se nos iba a pudrir todo"

¿Qué hacer con los alimentos que guardamos tras el apagón?

Conforme pasaban las horas y la península seguía completamente a oscuras, aumentaba la preocupación por la mala comunicación, la falta de información y, también, sobre el estado de la comida. Ante la falta de energía eléctrica, las neveras y los congeladores de la mayoría de familias se apagaron, y muchos de los alimentos que guardaban se ha estropeado. En este caso, las matemáticas son simples: a mayor tiempo sin electricidad, mayor riesgo de alcanzar una temperatura dañina para su conservación.

Lo normal es que si la nevera está cerrada, conserve los alimentos sin ningún problema durante cuatro o seis horas. El congelador, si está muy lleno, podría aguantar hasta 48 horas porque todas las provisiones agrupadas aguantan mejor el frío. Si está muy vacío, más o menos 24. "En el tiempo en el que no hemos tenido luz, la recomendación era abrir la nevera lo menos posible. Ahora mismo hay que revisar a qué temperatura están esos alimentos. Si están a más de 10 o 12 grados, hay ciertas cosas que vamos a tener que tirar", explica a este medio la experta en seguridad alimentaria, Gemma del Caño.

En una nevera cerrada, la comida puede mantenerse entre cuatro y seis horas. Pero, en el mejor de los casos, el apagón se prolongó durante ocho horas seguidas. A partir de ahí, la luz ha ido llegando de forma escalonada y muchos edificios tardaron en recuperar la electricidad entre diez, 12 e incluso 14 horas. Algunos todavía siguen sin corriente. "Todo lo que tenemos de carne, pescado, salsas o fiambres que estén abiertos... Ensalada, fruta o verdura que estén cortadas... La leche o queso fresco... Eso lo tenemos que desechar", apunta esta experta. En cambio, señala que hay "productos muy ácidos o con bajo contenido de agua como los quesos, el embutido entero o las mermeladas" que sí se pueden consumir.

La carne y el pescado que llevan demasiadas horas sin refrigeración puede suponer un riego y es mejor no consumirlo. "El día anterior al apagón, mi pareja y yo hicimos la compra mensual en el supermercado, como cada mes. Solo pensábamos en que nos acabábamos de gastar muchísimo dinero en comida y se nos iba a pudrir todo. A medida que pasaban las horas, si queríamos comer algo de la nevera teníamos que ir con mucho cuidado porque se escapaba el frío. Intentamos abrirla lo mínimo posible porque tampoco sabíamos cuánto iba a durar", cuenta Iria a RTVE.es, asegurando que todavía sigue sin estar segura de si tendrá que tirar su compra ante la posible rotura de la cadena de frío.

"A mí el apagón me pilló en Madrid volviendo de casa de las vacaciones de Semana Santa. Tenía mucha comida que había traído. Eran casi todo dulces, todas estaban en el congelador y había un pack que me lo había hecho mi madre. Tendré que comerme hoy esa comida, si no se va a estropear", explica Narjis.

Congelación de 24-48 horas

Para los alimentos que estén congelados, la esperanza es algo más alta. La mayoría de los congeladores pueden mantener una temperatura adecuada al menos 24-48 horas siempre que no se abren las puertas. En el caso de que el equipo no haya recuperado su funcionalidad, pero la temperatura no haya superado los cinco grados, se podrían consumir en el día.

La recomendación de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición es que "si no se tiene claro cuanto tiempo han estado descongelados, los alimentos deben descartarse, en particular si no están fríos al tacto". De la misma forma, insiste que "nunca se pruebe un alimento para valorar si es seguro, ni confíe en el aspecto o el olor de la comida".

Andrea cuenta que lo primero en lo que pensó su abuela fue en el congelador y "ni se atrevió a abrirlo". Asegura que sigue "muy preocupada porque tiene cientos y cientos de euros ahí dentro". A Marta le pasó lo mismo. Tenía congelados "cinco kilos de merluza y diez kilos de pulpo", y teme por el estado de la comida.

Acopio masivo de agua y comida

El corte del suministro eléctrico en todo el país es inédito y ante la incertidumbre, vuelve el fantasma del desabastecimiento, con el recuerdo reciente de la pandemia. En los supermercados, las estanterías de productos frescos se mantienen prácticamente llenos mientras se vacían las conservas, el pan y la leche. El lunes, cerca del mediodía, en la mayoría de negocios, ya no quedaban botellas de agua. Tras el apagón, muchas cadenas de supermercados optaron por el cierre, pero otras que contaban con generadores eléctricos salvaron la actividad.

Cuando la península se quedó a oscuras, Antonio estaba trabajando. En lo primero que pensó fue en sus hijas. "La gran preocupación para los padres ha sido el tema de la comida para los niños. Yo tengo capacidad y estómago para poder aguantar esta noche sin cenar. A mí me daba igual, pero es que tengo que dar de comer a las niñas, porque no van a irse a la cama sin comer. Cogí un poco de todo lo que pude porque quería darles algo. Pero claro, gran parte de la preocupación de la gente ha sido dar de comer a quienes tienen a su cargo", recuerda.

Al volver del trabajo, Bryan "tenía mucha comida, pero que necesitaba cocinar. Como no iba a ser capaz de hacerlo por la falta de electricidad, tuve que bajar a comprar. Todos los supermercados estaban cerrados y solo encontré un establecimiento abierto. Me preguntaron: ¿a qué vienes en concreto? Porque estaban intentando abrir las neveras lo menos posible para conservar el frío". Cuenta a este medio que quería buscar algo para cenar, pero solo pudo llevarse a casa "lo que quedaba": unas aceitunas y una bolsa de patatas. También pudo comprar una botella de agua.

En muchas casas, el suministro de agua se interrumpió, especialmente en aquellos pisos más altos, ya que las bombas que la mueven, funcionan con electricidad. Fue lo que le pasó a Mario, que vive en un 12. "Yo no sabía lo que estaba pasando e iba a salir de casa a darme un paseo. Antes fui a abrir el grifo de la cocina y vi que no salía agua. Entonces me asusté porque pensé que no habría agua en ningún sitio de todo Madrid y empecé a llenar todas las botellas que veía", explica.

Ante la incertidumbre, muchas familias siguen evaluando las consecuencias del apagón en un momento en el que la pérdida de alimentos, la dificultad para abastecerse y la falta de agua en algunos hogares han puesto en evidencia la fragilidad de los sistemas que dependen de la electricidad.