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De la fastuosidad de Juan Pablo II a la austeridad de Francisco: las diferencias entre ambos funerales papales

Las diferencias entre el funeral del papa Francisco y el del papa Juan Pablo II
Las diferencias entre el funeral del papa Francisco y el del papa Juan Pablo II EFE / VATICAN POOL / REUTERS

El funeral de un papa es un acto que centra la atención del mundo entero, con la asistencia de decenas de líderes de Estado y lleno de simbología eclesiástica. Una ceremonia solemne que el papa Francisco ha querido simplificar en su caso, lo que ha dejado algunas diferencias en comparación con el multitudinario velorio de Juan Pablo II en 2005.

Un año antes de la muerte de Francisco, el pontífice aprobó la renovación del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el libro litúrgico que guía los funerales del papa, con la intención de lograr un rito más simple, despojado de pomposidad y menos recargado.

Entre los cambios, el más gráfico es el del ataúd y la colocación del cuerpo en el féretro. Mientras que Juan Pablo II fue situado elevado en un catafalco, junto al báculo papal, encima de un ataúd triple (uno de ciprés que se introducía en un segundo de plomo que, a su vez, se metía en un tercero de roble más grande); Francisco ha sido colocado en el interior de un único ataúd de madera por fuera y zinc por dentro, sin catafalco ni báculo.

Durante el velatorio en la basílica de San Pedro, las imágenes esta semana han sido más austeras que hace 20 años, en las que el cuerpo del canonizado Juan Pablo II estaba siempre rodeado de gente y autoridades, con más pompa. De hecho, durante los tres días de velatorio a Francisco se han contabilizado 250.000 personas, mientras que en abril de 2005 fueron más de tres millones de fieles los que hicieron fila durante horas para despedirse del pontífice.

La misa de exequias

También en la misa del funeral propiamente dicho, conocida como misa de exequias, ha habido diferencias en el público asistente y los términos empleados. El de Francisco ha seguido un modelo más cercano al de los obispos que al de los pontífices antecesores, con títulos más sencillos hacia su persona.

En la ceremonia del 8 de abril de 2005 se reunieron en la plaza San Pedro más de 300.000 personas, con pantallas gigantes en varios puntos de Roma para los más de un millón y medio de peregrinos que viajaron a la capital italiana. Una multitud que pedía su canonización inmediata, gritando en italiano: “¡Santo súbito!” (“¡Santo ya!”).

Este sábado han sido 250.000 los asistentes al funeral de Francisco, que han acompañado a las delegaciones de 162 países, de las cuales cerca de 50 han enviado a sus respectivos jefes de Estado y diez a miembros de sus casas reales. Para la despedida de Juan Pablo, se reunieron líderes de más de 80 países y representantes de ocho casas reales.

Las semejanzas entre ambos funerales han llegado en la liturgia, como la colocación del féretro en la plaza San Pedro, mirando hacia el pueblo, junto al cirio pascual y el evangeliario abierto. En el altar han dejado un guiño a Francisco: el icono de la virgen Salus Populi Romani, de la que era muy devoto. Hasta la oración después de la comunión, todo se ha desarrollado como una eucaristía normal, con la bendición de la ostia y el cáliz, tras lo cual, el cardenal Giovanni Battista Re ha realizado una homilía dedicada al pontífice argentino.

En el caso del funeral de Juan Pablo II, estuvo presidido por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, quien unos días después sería elegido como papa Benedicto XVI.

A un lado del altar se han situado los 250 cardenales vistiendo el rojo habitual en el luto papal. Al otro, de negro, los mandatarios internacionales, y aquellos de confesión católica han tomado la comunión, como el resto de fieles en la plaza.

Además del rojo y el negro, han estado presentes el púrpura de unos 400 obispos y el blanco de los 4.000 curas que han asistido al funeral.

Tras ello, se ha producido un momento de silencio con la ultima commendactio, un ruego para que Dios acoja el alma del papa Francisco, como se hiciera con Juan Pablo II, seguida de una súplica de la Iglesia de Roma presidida por el cardenal vicario junto al ataúd y los ritos orientales católicos de despedida al pontífice, encabezados por un patriarca oriental, en griego, todo ello acompañado del canto gregoriano del coro de la Capilla Sixtina.

Como final de la ceremonia, en el responsorium, el cardenal Re ha emulado a Ratzinger en su día y ha esparcido el agua bendita e incensado el altar y el féretro del papa.

Traslado a la basílica de Santa María la Mayor

Con el final del canto del Responso In Paradisum, los concelebrantes (los cardenales, obispos y sacerdotes que han participado en la misa) han regresado a la sacristía, precedidos por la cruz y los ciriales, con el cardenal Re por detrás como un ceremoniero.

Tras ellos, los sediarios han transportado el féretro del papa difunto de nuevo al interior de la Basílica de San Pedro, en una de las imágenes que más coincidencias deja con el funeral de Juan Pablo II, salvo por el número de asistentes congregados y el techo situado sobre el altar ante la inclemencia del sol este sábado.

Como ya era sabido, la novedad más destacada este año ha sido la petición de Francisco de ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, el primero en ser trasladado fuera del Vaticano en 120 años.

Para ello ha sido necesario un cortejo fúnebre de alrededor de 6 kilómetros, con el papamóvil pasando junto a lugares emblemáticos de la ciudad eterna como el Coliseo. Alrededor de 150.000 fieles han despedido al papa argentino durante este recorrido, que se ha desarrollado a una velocidad algo mayor de la que pidió el pontífice en su testamento.

Ya en la escalinata de la basílica, un grupo seleccionado de personas, entre las que había pobres, migrantes, presos y personas trans, han sido de los últimos en despedir a Francisco antes de que los sediarios retomaran el féretro para llevarlo al interior del templo.

Los sediarios han situado momentáneamente el féretro frente a la Capilla Paolina, ante la mirada de la Virgen y la última imagen de la retransmisión pública del Vaticano ha sido la de cuatro niños depositando unas cestas con rosas blancas en el altar de la basílica.

Ya en la intimidad, el féretro se ha colocado en el sepulcro y se ha rociado con agua bendita mientras se entonaba el Regina Caeli, así como un padrenuestro, y se han impreso los sellos del Cardenal Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, Kevin Joseph Farrell, de la Prefectura de la Casa Pontificia, de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Romano Pontífice y del Capítulo Liberiano.

A petición de Francisco, su tumba también muestra un aspecto austero, solo con una reproducción de su crucifijo pectoral en plata, con la imagen del Buen Pastor, y una lápida en el suelo con la inscripción Franciscus, su nombre pontificio en latín. En contraste, la primera tumba de Juan Pablo II, situada en la cripta de la Basílica de San Pedro, mostraba los títulos y el símbolo papal, antes de ser beatificado y trasladado a la capilla de San Sebastián en 2011, a lo que siguió su canonización en 2014, decretada por el propio Francisco.

En el caso de la lápida del pontífice argentino, el mármol del que está hecho procede de Liguria, la región italiana origen de su familia materna, y en ella han dejado una solitaria rosa blanca, símbolo de la santa carmelita Teresa de Lisieux a la que guardaba adoración.

Primera tumba del papa Juan Pablo II

Tumba en la que introdujeron inicialmente los restos del papa Juan Pablo II, en la cripta ubicada bajo la Basílica de San Pedro, en El Vaticano, antes de ser canonizado y trasladado a la capilla de San Sebastián EFE/Kay Nietfeld

Tumba del papa Francisco en la basílica de Santa María la Mayor

Tumba del papa Francisco en la basílica de Santa María la Mayor EFE/EPA/US VATICAN MEDIA