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Análisis | Elecciones en Turquía

Erdogan apuesta por la polarización contra la oposición turca en unas elecciones en las que se lo juega todo

  • El presidente turco y su partido llegaron al poder con un programa de centro-derecha moderado
  • Las encuestas muestran que Erdogan podría perder la presidencia ante Kemal Kiliçdaroglu

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Cartel electoral de Recep Tayyip Erdogan en Estambul, Turquía. Foto: AP Photo/Emrah Gurel
Cartel electoral de Recep Tayyip Erdogan en Estambul, Turquía.

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, se enfrenta el próximo domigo a las elecciones más disputadas desde que asumió el poder. El hombre que ha marcado las últimas dos décadas de la política turca se arriesga a perder el cargo, según las encuestas, y su formación, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), retrocedería en el Parlamento, donde actualmente es la primera fuerza.

Erdogan llegó al poder con una agenda moderada y renovadora que le aseguró un amplio apoyo social, pero ha ido acumulando poder hasta ser considerado un gobernante autoritario. Ante la amenaza de ser desalojado, Erdogan no ha dudado en intentar enfrentar a los turcos entre sí, según explican a RTVE.es varios analistas consultados.

Del programa moderado al control del Estado

Erdogan alcanzó notoriedad como alcalde de Estambul a finales de los años noventa y en 2001 fundó el AKP. El partido, con origen en formaciones islamistas anteriores, adoptó un programa moderado, de centro-derecha, con una política económica neoliberal, que pretendía emparentarse con la democracia-cristiana europea.

El AKP se benefició del contexto internacional posterior al 11-S, en el que tanto la Unión Europea (UE) como Estados Unidos apostaban por islamistas moderados. Uno de los objetivos de Erdogan, como de gobernantes anteriores era, precisamente, el ingreso en la UE.

El partido consiguió dos tercios de los escaños en noviembre de 2002, con los votos tanto de los sectores conservadores y religiosos como de los liberales, y Erdogan se convirtió primer ministro en marzo de 2003.

Pero, gradualmente, el AKP y su líder comenzaron a cambiar. "Empezaron a moverse más y más hacia una agenda autoritaria y mayoritaria, no de la noche a la mañana, sino paso a paso", explica a RTVE Bilge Yabanci, politóloga, especializada en Turquía e investigadora con la Universidad de Deusto.

Sabanci asegura que la reforma constitucional de 2010 permitió al AKP "monopolizar" la judicatura, y señala otros hitos en este camino autoritario: la represión de las protestas en el parque Gezi (2013); la oleada de detenciones posterior al fallido golpe de Estado (2016); la elección de Erdogan como presidente por sufragio directo (2014) y finalmente la reforma constitucional aprobada por referéndum en 2017, que convirtió Turquía en una república presidencialista.

"Este sistema presidencial carece totalmente de controles. - asegura Yabanci - No hay control sobre el Gobierno; el poder judicial está más o menos cooptado; el Parlamento está dominado por el AKP. Y a los medios de comunicación y la sociedad civil cada vez se les reprime más".

Este sistema presidencial carece totalmente de controles

"Creo que siempre ha sido de alguna manera un islamista que no creía en la democracia", opina Umut Özkirimli, investigador asociado del CIDOB. "Pero también ha sido un pragmático, que se adapta fácilmente a las circunstancias para mantenerse en el poder".

Siempre ha sido de alguna manera un islamista que no creía en la democracia

Özkirimli destaca la facilidad de Erdogan para construir coaliciones, sea con el movimiento islamista de Fethullah Gülen, con el que luego se enfrentó, o con los militares. "Con los años, se ha hecho más y más poderoso, ha derrotado a sus enemigos, ha amasado dinero, y ha acabado alejándose de la realidad".

El investigador del CIDOB destaca también la responsabilidad de la UE en el ascenso de Erdogan. "En 2015, cuando estaba más débil, le ofreció un triunfo en bandeja de plata con el acuerdo sobre los refugiados, y eso le ayudó a sobrevivir", recuerda.

La deriva autoritaria del presidente turco se ha traducido en represión de la oposición y violaciones de los derechos humanos, según denuncian las ONG internacionales.

"Turquía nunca ha sido un país ideal respecto a los derechos humanos, los principios democráticos, y el imperio de la ley", puntualiza Osman Isçi, miembro de la ejecutiva de la Asociación de Derechos Humanos de Turquía (IHD). "Pero desde 2009 en adelante, y en especial desde el colapso de las negociaciones de paz en 2015 [con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, PKK] y el intento de golpe de Estado, vemos un descenso dramático del nivel de respeto a los derechos humanos".

Isçi, cuya organización ha sido frecuentemente blanco de acciones policiales y judiciales, señala que este ambiente de represión condiciona las propias elecciones. "Los candidatos tienen que poder explicar sus opiniones y llegar a su electorado y a quienes les apoyan, y los ciudadanos tienen que poder expresar su voluntad y asistir a actos públicos. Desafortunadamente, no es el caso".

El pasado 25 de abril, más de un centenar de periodistas, abogados y miembros de ONG fueron detenidos en el sureste de Turquía, de población mayoritariamente kurda, acusados de lazos con el terrorismo.

El presidente conserva su base y carga contra la oposición

A pesar de todo, el presidente turco conserva buena parte de su base electoral. Las últimas encuestas, publicadas este mismo viernes, muestran una ventaja para el principal candidato opositor, Kemal Kiliçdaroglu. En algunos sondeos, sin embargo, la diferencia es corta (entre dos y cinco puntos), y ninguno de los dos superaría el 50 % necesario para evitar una segunda vuelta.

"Erdogan es aún muy, muy popular para el núcleo central de su electorado - explica Yabanci - Para muchos, aún tiene esta imagen de hombre humilde hecho a sí mismo, una figura carismática".

Entre quienes aún le apoyan, la politóloga destaca a los turcos emigrados a Europa. "Apela a sus sentimientos como emigrantes que se sienten discriminados", explica.

Umut Özkirimli señala a otros dos grupos: los "creyentes acérrimos" de las áreas rurales y las provincias; y aquellos cuya economía depende directamente de que siga en el poder, como las familias que controlan el sector de la construcción.

A otra gran proporción de turcos, Erdogan ya no les convence. "Muchos que antes apoyaban al AKP, especialmente votantes religiosos y conservadores, se están volviendo hacia la oposición porque ven cómo ha cambiado Erdogan, creen que se ha convertido en un rico que dirige una estructura corrupta en un Estado corrupto", dice Yabanci.

Por eso el todavía presidente no ha dudado en usar todos los argumentos posibles contra la oposición durante la campaña, desde acusarles de abrir la puerta del Gobierno a los "terroristas" kurdos, a relacionarles con los movimientos LGTBI o alertar de que prohibirán el uso del velo.

"Ha creado una narrativa conspirativa y polarizadora que desafortunadamente aún convence a mucha gente", resume la investigadora asociada de Deusto.

"No sabes si miente o realmente se lo cree", comenta Özkirimli. "Posiblemente se cree todas las mentiras que ha dicho durante la campaña. Asegura que ha hecho esto y aquello, y solo un verdadero narcisista se creería sus propias historias, pero él es uno de ellos".

Erdogan se la juega a todo o nada

¿Qué harán Erdogan, su partido y sus seguidores más radicales ante la perspectiva de abandonar el poder?

En 2015, cuando el AKP perdió la mayoría absoluta, se tuvieron que repetir las elecciones y entre ambas convocatorias hubo enfrentamientos en las calles. Esta vez, los turcos tienen la experiencia de transferencias pacíficas de poder a nivel local, en Estambul y Ankara, que en 2019 pasaron de manos del AKP a las de la oposición.

Sin embargo, conforme se acerca la cita electoral, la tensión aumenta. El pasado domingo, el autobús de campaña del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, fue apedreado en Erzurum. Si la primera vuelta no es la definitiva, Erdogan y el AKP podrían estar tentados de utilizar los resortes del poder en su beneficio.

Este mismo viernes, Erdogan ha difundido un largo mensaje en redes sociales en el que advierte de que no caerá "en ninguna trampa" y en que hará todo lo necesario para "proteger a la nación". "Cuando es necesario, como la noche del 15 de julio [de 2016, fecha del frustrado golpe de Estado], reivindicamos nuestra independencia y nuestro futuro a costa de nuestra vida".

"Espero que haya un resultado claro el domingo, porque si se deja a una segunda vuelta, no sabemos qué tipo de atmósfera política puede crear el AKP", advierte Bilge Yabanci. "Controlan las fuerzas de seguridad, las instituciones del Estado, e intentarán presionar a las multitudes, asustar a la gente".

Según Umut Özkirimli, Erdogan no puede perder y abandonar el cargo sin más. "Tiene que huir o ir a prisión", subraya.

Se refiere a las sospechas que pesan sobre él por corrupción y nepotismo, a las que se suman las denuncias por violaciones de derechos humanos y las posibles responsabilidades públicas por la construcción irregular de viviendas que dejó en evidencia el terremoto del pasado febrero. "Si pierde, sin duda será denunciado, así que volará a Dubai, o a algún otro lugar", insiste Özkirimli.

Para el investigador del CIDOB, las elecciones del próximo domingo son determinantes para el futuro de Turquía. "Turquía no es China ni Rusia, es cierto, aún no estamos ahí, todavía tenemos elecciones cada cuatro años. Pero si gana Erdogan, puede convertirse en un país sin elecciones, o con elecciones en las que se gana con el 90 % de los votos, como Vladímir Putin o Hosni Mubarak . Estas elecciones deciden si Turquía es una democracia, aunque tenga defectos, o se convierte en la Rusia de Putin".