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La sequía obliga a repensar la gestión del agua en el campo: "Si no traemos agua, estos pueblos están muertos"

  • Un uso más eficiente en campo y ciudad necesitará a veces complementarse con la desalación y la depuración
  • Los geógrafos avisan del riesgo de ampliar los regadíos dada la escasez y rechazan que construir embalses sea la solución

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Los estragos de la sequía se dejan ver en el pantano de Arguis, en Huesca, donde a penas queda agua
Estado del pantano de Arguis, Huesca, el 1 de mayo de 2023: se encuentra al 6 % de su volumen y se usa principalmente para regadío.

"Esta mañana estaba en un campo y de la humedad de la noche olía a paja mojada. No a hierba, ¡a paja!". Desde la comarca de El Segrià, en Lleida, el agricultor Xavier Cullerés describía así los efectos de la sequía La mitad de sus almendros, olivos y cereales sufren los estragos de un año seco y una primavera especialmente cálida. La otra mitad de su explotación, en cambio, le promete una producción "excelente" de olivas, almendras y cereales, correspondiente a las hectáreas regadas por el canal Segarra-Garrigues.

Las imágenes que nos envió hablan por sí solas: el verde brillante del regadío contrasta con el ocre estival de una zona sin regar. "Si no traemos agua, estos pueblos están muertos, porque de la agricultura de secano hoy en día no se puede vivir", reflexiona Cullerés, cuya zona ha escapado a las restricciones más recientes en el canal. Pero, ¿es realmente viable ampliar el riego?, ¿cómo puede adaptarse la gestión de este bien escaso a las condiciones del cambio climático? El sentir de agricultores como él choca con las reticencias de muchos geógrafos sobre la conveniencia de ampliar regadíos.

A la izquierda un campo de cereal regado por aspersión, a la derecha un terreno sin regar.

A la izquierda un campo de cereal regado por aspersión, a la derecha un terreno sin regar Imagen cedida por X.C.

Una nueva realidad climática

El campo sufre estos días el cambio climático que han descrito y cuantificado los científicos. "Estamos dentro de unas nuevas condiciones climáticas, esto ya es así. El aumento de temperatura claro e inequívoco sobrepasa un grado de centígrado a nivel planetario, que es mucho, pero en el Mediterráneo, donde se inserta buena parte de la Península Ibérica, es incluso superior", advierte Javier Martín Vide, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona y especialista en climatología, en una entrevista en RNE.

El experto apunta que el problema se exacerba para España porque en el clima mediterráneo coinciden los periodos secos con los de altas temperaturas. "Los efectos sobre los ecosistemas, sobre la agricultura, etcétera, son más graves que si aparecieran esos riesgos separados en el tiempo", señala. "Esto nos obliga a un gran compromiso con la sostenibilidad, a hacer un empleo eficiente del agua y distribuirla del mejor modo posible para garantizar nuestra agua de boca, pero también la de nuestros acuíferos, la de nuestros ecosistemas".

Porque los datos ya son preocupantes antes de llegar al verano, cuando sequía y altas temperaturas coincidan en su punto álgido. Las precipitaciones acumuladas este año hidrológico se han quedado un 24% por debajo de lo normal, mientras las temperaturas medias han sobrepasado lo habitual en todos los meses de ese periodo, excepto en enero y febrero.

De este modo, los embalses con agua para el consumo humano y la agricultura se encuentran por debajo del 42% de su capacidad, de acuerdo con el último Boletín Hidrológico, publicado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). El informe recoge las cuencas del Guadalquivir y del interior de Cataluña como las más mermadas, por debajo del 26%.

"Todos los modelos climáticos nos están hablando de sequías como la que estamos padeciendo de manera más frecuente en las próximas décadas. Por tanto, tenemos que empezar a prepararnos: hay que adaptar las actividades económicas, muy especialmente la actividad agraria, a esta nueva coyuntura", zanja, por su parte, el catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante Jorge Alsina, en el programa Objetivo Planeta del canal 24 Horas. La gestión de aguas, dice, debe empezar a pensar más en controlar la demanda de agua —sus usos— que la oferta —trasvases, etc.—, si bien esta última puede ampliarse gracias a vías como la depuración o desalación.

La agricultura se "bebe" el 80% del agua

Cuando se habla de consumo de agua todas las miradas se giran hacia la agricultura. Esta se "bebe" el 80% de los recursos hídricos en España, pero el sector agrícola reivindica que se trata de una inversión económica para garantizar alimentos de proximidad y crecimiento en las zonas rurales. "No gastamos agua por gastar, la miramos al milímetro", afirma Sebastián Linares, agricultor, después de explicar la instalación de dispositivos y sensores que optimizan sus regadíos en el Bajo Guadalquivir. "Somos los regantes los que cada dos o tres años ponemos dinero de nuestro bolsillo para mejorar las infraestructuras".

Otros sectores como la energía o la industria textil también necesitan grandes cantidades de agua. "Producir una manzana son en torno a 70 litros de agua y ya son miles cuando uno quiere producir una prenda de ropa", señala Amelia Pérez Zavaleta, decana del Colegio de Economistas de Madrid, en una entrevista en el canal 24 Horas de TVE en la que aboga por uso más eficiente de todos los sectores, de la agricultura al turismo, y rechaza confrontar economía con ecología.

"Podemos hacer los regadíos más eficientes, pero no podemos aumentar mucho la superficie regada"

"Puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Si no tomamos soluciones y pensamos que lo que nos preocupa es regar ahora, a lo mejor no tendremos agua después. Lo que pasa en Doñana, pasa también en las Tablas de Daimiel y en muchos lugares. La extracción de agua agota esos acuíferos y ponemos en peligro el ambiente", resume.

En ese sentido, Javier Martín Vide previene de "penalizar a los agricultores que lo están pasando muy mal", pero sí aboga por impulsar respuestas tecnológicas a sus problemas. "Podemos hacer los regadíos más eficientes, pero no podemos aumentar mucho la superficie regada ya en España porque no vamos a tener agua". A las voces que demandan nuevos embalses y pantanos, el catedrático de la Universidad de Barcelona les contesta: "Estarán siempre semivacíos, o si quieren, semillenos".

Mientras tanto, la renta agraria real está un 11,5% por debajo de los niveles de 1990, según la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) y desde la federación de regantes Fenacore reconocen sentirse demonizados en esta crisis.

Más eficiencia en campo y ciudades

Por ello, "eficiencia" es la palabra más repetida al hablar de gestión de agua. Sin embargo, las restricciones están llegando incluso para sistemas de riego muy tecnificados como el del canal Segarra-Garrigues, en Lleida, donde hace solo unas semanas un agricultor de la zona presumía de no consumir toda el agua que tenía concedida, evitando el desperdicio de otros canales que continúan con el riego a manta.

Con la sensación de tener los deberes hechos, muchos agricultores miran a la administración. En España se pierde al menos el 15% del agua suministrada a la red de abastecimiento público, según los datos de 2020 del Instituto Nacional de Estadística, y son precisamente Andalucía y Cataluña las comunidades que más agua pierden, seguidas de Comunidad Valenciana y Madrid, de acuerdo con los registros.

Otra parte de la solución puede corresponder también a la ciudadanía. "El precio del agua no está reflejando la escasez que tenemos de la misma", advierte Amelia Pérez Zavaleta, del Colegio de Economistas de Madrid, que explica que sería importante una mejor correspondencia para que valoremos su importancia y tomemos medidas de ahorro. "Cuando ha subido el precio de la energía, nos hemos preocupado de apagar la luz y de tomar medidas de reducción. Lo mismo debería suceder con el agua, lo cual no tiene que entrar en contradicción con que haya determinadas personas a las cuales se les tenga, por sus condiciones económicas, que garantizar el suministro y realizar transferencias, subvenciones o lo que haga falta", agrega.

Alrededor del 15 % del agua que transportan las tuberías españolas se pierde por el camino

Reutilizar y desalar mientras se esperan las lluvias

Entre las infraestructuras y soluciones posibles, los técnicos miran más allá de las presas: la tecnología hace hoy posible reciclar y desalar agua, aunque eso también tenga un coste energético. Con anteriores sequías, autonomías como la Comunidad Valenciana o la Región de Murcia ya han hicieron avances en ese sentido.

"Lo que hace falta y tendremos que hacer en los próximos años es una mejora en nuestras plantas de depuración. Tenemos que llegar a estándares de calidad que sean muy altos, para que esas aguas puedan ser utilizadas para múltiples usos. Yo creo que ahí hay un gran objetivo para los próximos años en nuestro país", afirma Jorge Alsina, catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante, en Objetivo Planeta.

Sobre la desalación de agua, Alsina asegura que muchas ciudades de la costa mediterránea beben actualmente una porción del agua de boca que es desalada, un proceso que se inició con las sequías de la década de los noventa. "Esto va a ir a más, porque las tecnologías van a seguir mejorando el consumo energético con el empleo de energías alternativas y baratas como la solar. Todo esto va a ir abaratando el precio del agua desalada y se va a convertir en un recurso más. De hecho, estos próximos meses lo vamos a notar: muchas localidades que tienen una planta desaladora próxima van a tenerla que encenderla a todo rendimiento".

En Cataluña ya han pisado el acelerador. La Generalitat quiere adelantar algunas de las infraestructuras que tenían previstas para los próximos cinco años. El objetivo de su Plan de Sequía es poner cada año una nueva instalación en funcionamiento, según ha explicado Samuel Reyes, director de la Agencia Catalana del Agua este jueves en el Canal 24 Horas, para así "evitar restricciones tan intensas y no tener que estar mirando al cielo esperando la lluvia".

El president Pere Aragonés ha asegurado que en "los últimos 16 meses las desalinizadoras han producido 86 hm³ de agua, más agua que la que cabe en el embalse de la Llosa del Cavall", mientras que el agua regenerada y los pozos de sequía han contribuido a aportar 200 hm³, que equivale a la capacidad plena de los embalses de Sau y de Sant Ponç.

Mentalidad de largo plazo para un problema a largo plazo

Con todo, tanto expertos en climatología y gestión de aguas como agricultores y ganaderos piden una mirada a largo plazo. "No vemos que haya un plan estratégico, que haya nuevas infraestructuras, nuevas inversiones", critica Sebastián Linarés, horticultor del Bajo Guadalquivir, que recuerda el peso de su sector en el PIB andaluz.

"Cuando no hay agua nos preocupamos por la misma y cuando no hay se nos olvida el tema. Las medidas tienen que tener una secuencia y tenemos que tener una política a largo plazo", coincide la economista Pérez Zavaleta. El futuro de la producción alimentaria de próximidad, del modo de vida en las zonas rurales y de la preservación de los ecosistemas se juegan en la misma partida, la del conflicto del agua.