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La sequía pasa factura al campo y amenaza con subir más el precio de los alimentos: "Si no llueve, se perderá todo"

  • Las pérdidas asoman en un año con altos costes de producción por la escasez de grano o el precio de la energía
  • La falta de lluvias y las altas temperaturas asfixian la cosecha de secano y amenazan las de regadío

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Menos cultivos por la sequía: "Los precios subirán"

"El campo va perdiendo por días. Día que va pasando, día que va muriendo. Cada vez que miro las previsiones meteorológicas es más desolador". Valentín Utrilla echa cuentas y relata preocupado a RTVE.es los efectos de la sequía en sus hectáreas trigo y cebada en Ciudad Real. "Un 75% está perdido y, si sigue sin llover, lo poco que queda se va a perder todo", lamenta el agricultor en declaraciones a RTVE.es.

La falta de lluvias durante la primavera y el invierno se ha recrudecido con las altas temperaturas de las últimas semanas y ha diezmado el trabajo y la inversión de meses en todo el país, especialmente, en Andalucía, Extremadura, Castilla La Mancha y Murcia, y en las zonas más áridas de Aragón, Cataluña y Castilla y León. Las pérdidas ascienden al menos a 3,5 millones de hectáreas de cereales de secano, de acuerdo con la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), pero el regadío tiembla igualmente por la "incertidumbre" de los próximos meses, cuando el 27% de España ya está en alerta o en emergencia por escasez de agua.

"Es una situación en la que no nos hemos encontrado nunca", afirma Josep Bernaus, atónito ante el cierre del Canal d’Urgell a los regantes. Este agricultor y ganadero en Montgai, Lleida, se encuentra en el medio de un efecto dominó complejo: su ficha cae empujada por la falta de forraje para el ganado, un problema exacerbado también por la subida general de los costes de producción este año. Así, la cesta de la compra es la siguiente pieza en la cadena. "Esto va a repercutir en los precios", dicen los agricultores, que ven ya como inevitable que carnes, verduras, legumbres y cereales continúen subiendo los próximos meses, tocados por la sequía y pese a que las consecuencias de la guerra de Ucrania empezaban a aflojar las subidas.

Según un informe reciente del Banco Central Europeo, España es uno de los países más sensibles a los "efectos inflacionistas" del cambio climático, junto a Italia y Francia, con especial incidencia en los alimentos, que ya han subido un 16,5 % respecto al año pasado. El Índice de Precios al Consumo adelantado de marzo concreta que los frutos secos se han encarecido un 6,7%, mientras la cifra se eleva al 32% para el aceite de oliva o al 13% para el pan. La variación anual de precios supera también el 10% para las carnes y roza el 25% para los huevos.

Asfixia al trigo, las olivas, las almendras…

Con el año hidrológico en casi un 19% por debajo del valor medio de las últimas tres décadas, la escasez de agua se ha notado en la agricultura desde el comienzo de la temporada. "La planta empezó por adelantar el ciclo y eso repercute en que hay menos producción", explica Utrilla sobre el cultivo de cereal, aunque él también tiene olivares y viñedos. "Y ya ha llegado a un punto que la planta no tiene fuerza ni para terminar el ciclo, con lo cual se está secando".

Los agricultores de secano miran al cielo y este, salvo por algunos pocos litros en el fin de semana, no responde. La preocupación en La Meseta se repite en Cataluña y Aragón, donde además del trigo para el pan o la pasta, está en juego la producción de olivas y frutos secos.

"El olivo es ahora cuando tiene que empezar a brotar y sacar los ramilletes de flor (…), si no llueve, el fruto no irá para adelante", informa Xavier Cullerés, como Bernaus, de Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya (JARC), desde la comarca de El Segrià, en Lleida. El olivar aguantará este mal año gracias a su capacidad de quedarse "en modo avión" hasta el próximo, pero los almendros —avisa el agricultor— están en riesgo: "El almendro es totalmente distinto al olivo. Si tiene una sequía pertinaz, no es capaz de dejar caer los frutos. Al contrario, los aguanta, y al final el árbol se muere".

Cullerés espera salvar la temporada con las hectáreas de estos mismos cultivos que tiene en regadío por el canal Segarra Garrigues, donde no se ha limitado el uso del agua a diferencia del vecino Urgell, gracias a un uso más eficiente del agua. "Cuando ya vemos que no está lloviendo y que las previsiones de lluvia no son buenas, invertimos lo mínimo en los cultivos [en secano]", aclara sobre sus pérdidas. A menos de 100 kilómetros de allí, sin riego posible por las restricciones, al agricultor y ganadero Bernaus le quedan pocas esperanzas: "En el mes de mayo tendría que llover cada día para que pudiésemos sembrar el maíz".

Recortes en los regadíos

Como en el Canal d’Urgell, en Andalucía conocen las consecuencias de la falta de agua. Las restricciones del 70% en el Bajo Guadalquivir desde el año pasado ha llevado a algunas cooperativas a tener que recurrir a Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) por la imposibilidad de cultivar tomates para la industria.

Para los próximos meses, las perspectivas no son mejores; es un pez que se muerde la cola. Dada las pocas lluvias en invierno para lo que es habitual en la zona, los regantes han tenido que recurrir a buena parte del agua concedida hasta entonces. Por ello, la Comisión de Desembalse de la Demarcación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) ha acordado adelantar la campaña, como demandaban los agricultores "para poder llevar a fin de ciclo los cultivos de invierno", según nos explica Sebastián González Lineros, que cosecha junto a su padre y su tío coliflores, brócoli, espinas…

"Eso hace que no vamos a tener apenas agua para terminar, o directamente para empezar los cultivos de verano", agrega el horticultor, cuando además la concesión aprobada supone un recorte del 36% del volumen respecto al año anterior. ¿El motivo? La CHG alerta de que los embalses de la cuenca del Guadalquivir están al 25,5%, un 36,5% menos que la media de los últimos 25 años. Además, las precipitaciones están un 35% por debajo de la media y son ya cinco los años en que se desembalsa más agua de la que entra en los embalses.

Y aun teniendo agua para los regadíos, los agricultores advierten que no puede ser la única solución en un país cuya climatología se está extremando paulatinamente por el cambio climático. "A 30 y pico grados que ya estamos, el riego tampoco puede hacer milagros", afirma David Garrido, presidente de COAG Valladolid. "Como el agua del cielo no hay nada, porque ya no es solamente el agua que aporta, sino la humedad en el ambiente que hace que haya menos evaporación", completa Valentín Utrilla, de ASAJA (Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores) en Castilla-La Mancha.

Garrido reconoce que las expectativas son "cada vez peores" en Castilla y León, una región con grandes diferencias en el clima de sus provincias, desde León a Ávila. "Si no cae nada, no se va a salvar ni el norte", valora.

Con todo, González Lineros no da todo por perdido en Andalucía. "Ahora mismo estoy montado en el tractor preparando las tierras para sembrar algodón porque somos optimistas. Queremos pensar que vamos a poder sembrar al menos algo", relata a RTVE.es el joven agricultor.

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"Igual tenemos que matar ganado"

Después de los agricultores, los ganaderos son los primeros en sentir el impacto de esa regla básica de la economía que dice que si la producción es escasa, el precio del producto aumenta. "Igual tenemos que matar ganado", reconoce Josep Bernaus, agricultor y ganadero afectado por el cierre del Canal d’Urgell. Con unas pérdidas que pueden llegar al 100% en sus campos de secano, no tendrá forraje ni alfalfa para alimentar a las vacas de leche. En cuanto a los terneros para engorde, confía en poder comprar cereal que, en cualquier caso, estará más caro por la escasez. "No sé qué vamos a poder hacer", murmura, antes de aclarar que la industria láctea le ha bajado el precio al que le paga la leche como productor, por lo que no recibirá el retorno de un eventual aumento del precio.

En la ganadería extensiva, por su parte, los animales pastan por un campo que ha pasado del invierno al verano sin punto medio. "No hay primavera", describe Maria Del Monte Orodea Rivera, ganadera en la Sierra Norte de Sevilla y miembro de Ganaderas en Red. En la zona, ante la también escasa producción de heno, algunos han empezado a buscar alternativas de alimento para las reses y la sorpresa no viene solo por los altos precios, sino también por el desabastecimiento. "Para nosotras esto es como cuando en la pandemia no se podía encontrar lo más básico en el supermercado porque no había", compara, y no descarta tener que vender alguna cabeza. "Por aquí muchos se lo están planteando porque así son menos bocas que alimentar", afirma, antes de explicar la dificultad de trasladar al precio todos los costes que les han aumentado este año: energía, piensos...

Porque lo que sí asumen los entrevistados para este reportaje es que la sequía acabará traducida en una subida de los precios para el consumidor final. El mismo ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, admitió que es "muy difícil" pronosticar cuándo cederá la inflación dada la sequía.

"Como va a haber escasez de [productos de] aquí, al final se acabará comprando de otro sitio, pero más caro", afirma Sebastián González Lineros, que recuerda el valor de consumir productos de proximidad. Estos, además, suponen una menor huella de carbono por el transporte.

Riesgo creciente con unos costes que ya eran altos

Finalmente, las pérdidas en el campo asoman en un año que ya estaba marcado por unos costes altos para producir, por diversos motivos, como la falta de grano por la guerra en Ucrania y la sequía de la temporada pasada en Francia, pero también el precio de la energía o los fertilizantes.

"Una hectárea de cereal aquí en Castilla y León ahora mismo cuesta unos 800 euros y hace dos años a lo mejor eran 350. El problema es que la gente está arriesgando más. Aunque los precios para el consumidor suban, a nosotros nos están subiendo más los gastos, por lo que tenemos mucho menos margen", señala David Garrido, de COAG, que apunta que el mayor riesgo castigará a las explotaciones familiares. "Y los pequeños productores son los que viven en los pueblos", apostilla.

El Gobierno ha activado ayudas fiscales para el campo por la sequía, con reducciones mayores para los sectores más afectados (ganadería, cereal, leguminosas, oleaginosas, olivar, albaricoque, melocotón, nectarina, almendra y castaña), pero los agricultores reclaman un plan estratégico que mire a largo plazo e impulse la adaptación al cambio climático de un importante sector económico. "Que no haya improvisación como se está viendo ahora", pide Sebastián González Lineros, desde Andalucía. En su tierra, la sequía ya está pasando factura, pero quienes la labran no serán los únicos que asuman el coste.