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Turquía tras el temblor (VI)

Desesperación por no encontrar a los suyos bajo los escombros: "Quieren asegurarse una tumba que llenar"

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Un grupo de personas se calienta en una hoguera frente a unos escombros en Antioquia
Un grupo de personas se calienta en una hoguera frente a unos escombros en Antioquia

En lo que era una de las principales avenidas de la parte nueva de Antioquia, cuelgan de un árbol dos bolsas de plástico. En su interior hay restos de un cuerpo que Onur ha encontrado entre los escombros de la casa de su tía en Antioquia. Los deja ahí por si alguien puede identificarlos a través de pruebas de ADN.

Este hombre de unos 40 años vive en Ankara con su madre, pero cuando se enteraron del terremoto, fueron a Antioquia para ver cómo estaba la situación y si encontraban a sus familiares que tienen en esa ciudad.  Desde entonces esperan día y noche frente a la montaña de escombros por si localizan el cuerpo de la hermana de su madre para poder enterrarla.

Onur da por hecho que su tía está muerta, ya que el edificio en el que vivía estuvo ardiendo durante alrededor de 36 horas. “Había una pizzería y algo debió explotar cuando ocurrió el terremoto. Este edificio no hacía más que arder”, cuenta mirando hacia los restos de la casa. Según este ciudadano turco, el cuerpo de bomberos locales se colapsó y no había nadie que pudiera ir a apagar el fuego. Y aunque después llegó otro equipo de bomberos,  no contaban con suficiente agua para apagarlo.

“Intentamos utilizar extintores individuales, pero no funcionaba, incluso lo empeoró.  Estuvo ardiendo hasta que no quedó nada por quemar”, detalla Onur. “Quedó todo quemado, pero seguimos aquí en caso de que alguien venga a limpiar”, añade.

Aunque en la misma calle se ve cómo las excavadoras trabajan hasta largas horas de la noche, los edificios derrumbados son tantos que no da tiempo a recuperar los cuerpos de los que han quedado sepultados. Por ello, los familiares se unen en pequeños círculos frente a los escombros con hogueras para acabar con el frío y para, en caso de encontrar sus cuerpos, poder dar un adiós definitivo a sus seres queridos y darles el entierro que se merecen.

La importancia de cumplir con el ritual

En uno de los montones de ruinas de la calle Atatürk de Antioquia no queda nadie que espere a algún ser querido ni ningún equipo con excavadoras para desescombrar y buscar supervivientes. Frente a los escombros se observan dos cuerpos que yacen en el suelo completamente tapados por mantas en caso de que alguien vaya a identificarlos.

Pero en la mayoría de los restos de edificios hay personas con fogatas, colchones convertidos en asientos y algo de comida, que tan solo esperan. “La gente espera en las fogatas frente a los escombros para identificar los cuerpos. Llegados a este punto todos quieren asegurarse de que tienen una tumba que llenar”, explica Onur.

En un inglés perfecto, cuenta que junto a su madre pasa prácticamente todo el día en el mismo sitio para poder recuperar el cuerpo de su tía y enterrarlo. Solo abandonan el lugar para irse a dormir a su coche, unas calles más abajo.

Un equipo de rescate entra en un edificio derrumbado de Iskenderun mientras los vecinos observan su trabajo

Un equipo de rescate entra en un edificio derrumbado de Iskenderun mientras los vecinos observan su trabajo L.GÓMEZ DÍAZ

“Hemos decidido quedarnos hasta encontrar el cuerpo, pero no parece fácil. En el edificio de al lado han salvado a varias personas, pero nosotros no hacemos más que buscar entre los escombros y nada”, señala apenado.

El hecho de poder enterrar a un ser querido forma parte “genéticamente de nuestro conocimiento, sentimientos y emociones”,  según explica Ricardo Angora, psiquiatra de Médicos del Mundo.

“Conceptualmente, lo que sucede es que la persona que ha fallecido no descansa hasta que no ha cumplido con el ritual adecuado que es el estar enterrado, en este caso”, cuenta desde el lugar en el que se construye un hospital de campaña de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). “Es casi como una obligación, pero no solo desde un punto de vista psicológico. Va más allá, trasciende a lo religioso. Es una cuestión cultural”, añade.

“No vamos a encontrar el cuerpo de mi tía”

Entre los restos de hormigón, cables, hierros y muebles aparecen diferentes objetos que hacen ver que en lo que ahora solo hay escombros antes del terremoto estaban las vidas de varias personas. Hay cajas con vestidos de novia, libros del Corán, cuadernos y muchas fotografías que algunos han dejado bien colocadas en recuerdo de los fallecidos.

“Mi prima, mi madre y yo nos quejábamos de que no teníamos nada para recordar a mi tía. Decíamos: ‘Ojalá tuviera un jersey o algo para recordarla’. De repente hemos empezado a encontrar álbumes de fotos. Fotos de mi tía y de mi familia en mitad de las ruinas”, asegura Onur.

Tan solo unas horas antes su madre había enterrado a su tío, quien vivía unos edificios más abajo en la misma calle. “Seguramente pongamos en el cementerio familiar algo simbólico para mi tía,  porque no vamos a encontrar su cuerpo. Se ha quedado quemado”, afirma tristemente. “Puede que los restos que hay en la bolsa del árbol sean suyos. Quizá vengamos aquí a rezar en el futuro”, dice señalando el árbol.

Varias fotografías sobre un montón de escombros en Iskenderun

Varias fotografías sobre un montón de escombros en Iskenderun L.GÓMEZ DÍAZ

Angora explica que en casos como los desastres naturales, en los que se producen muertes de forma masiva en una comunidad,  la pérdida de un ser querido “se multiplica y es mucho más intensa”.  “En un terremoto en el que tardan varios días en recuperarse los cuerpos, genera una mayor ansiedad y un mayor dolor psicológico en las personas”, añade.

“Una persona que está así va a necesitar mucho apoyo psicológico para hacer frente a la situación y para que llegue a adaptarse y poder superar ese duelo”, explica este psiquiatra encargado de las intervenciones de salud mental y apoyo psicosocial en situaciones de crisis. “Nuestro objetivo principal es apoyar y fomentar el incremento de la resiliencia para que sean capaces de seguir adelante y superar las dificultades que tengan”, subraya.

Las víctimas del terremoto, unidas en el duelo

A Onur le acompañan otras ocho personas frente al fuego para calentarse de las gélidas temperaturas que azotan la ciudad por la noche. Algunos de ellos ni se conocían antes del terremoto. Tienen preparada una mesa con comida, zumos y agua, y se lo ofrecen a todo aquel que pasa por ahí.

“Todos están aquí voluntariamente. Ese hombre que os ha ofrecido comida viene de una provincia que está muy lejos. Está como loco preguntando a la gente qué necesita”, dice riendo. “¿Necesitas una manta? Él te la consigue. Mi madre tenía un poco de frío y ahora ha encendido más el fuego. Creo que incluso se ha pasado”, afirma entre carcajadas.

Una mujer llora mientras observa cómo sacan un cuerpo de un edificio derrumbado en Iskenderun

Una mujer llora mientras observa cómo sacan un cuerpo de un edificio derrumbado en Iskenderun L.GÓMEZ DÍAZ

En la provincia de Hatay el combustible es escaso y la cantidad que la gente puede comprar es limitada. “Algunas veces viene gente con gasolina y la cogemos para poder utilizar las máquinas. No sé de dónde la sacan, pero de repente algunos coches vienen y dan gasolina”, explica Onur.

Unos metros más adelante hay un grupo de personas con un foco que ilumina uno de los montones de ruinas mientras una excavadora va retirando los restos. “El hombre que está en esa excavadora ha venido de otra provincia. Lleva trabajando todos los días de siete de la mañana a tres de la madrugada del día siguiente. Lo hace voluntariamente, no le pagan ni le dan nada a cambio. En un hombre milagro”, afirma.