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El fin de las mascarillas en interiores arranca con cautela y dudas: "Aquí no sabemos si ponérnosla o quitárnosla"

  • Tanto trabajadores como clientes enfrentan el primer día sin mascarillas con precaución
  • En los gimnasios la mayoría se anima a quitársela y celebran la decisión

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Prudencia en el primer día sin mascarillas en interiores

El primer día del fin de las mascarillas en interiores ha arrancado con cautela y dudas. "Aquí no sabemos si ponérnosla o quitárnosla", dice un trabajador a TVE. Lo cierto es que muchos comercios han amanecido este miércoles con ellas: la mayoría de los clientes y de los trabajadores se han resistido a guardarlas. “Nos da más seguridad”, explica la encargada de un centro de belleza madrileño. El cambio puede ser algo brusco, reconoce. Pero quizás en unas semanas, cuando entrar en un supermercado sin mascarilla vuelva a ser normal, todo cambie. “A lo mejor nos la quitamos, vamos a ver cómo va la cosa”, incide.

También en la capital, Pablo Lázaro barre el suelo de su peluquería después de atender a un cliente. Allí siguen manteniendo la mampara de seguridad, el gel hidroalcohólico y otras medidas como el felpudo desinfectante. Además, los cuatro empleados llevan mascarilla. Sin embargo, algo ha cambiado: “Teníamos un cartel que pedía el uso obligatorio de las mascarillas, ahora hemos colgado otro en el que pone ‘recomendado’”. No pueden obligar a que nadie se la ponga, considera, pero afirma que los trabajadores deben utilizarlas aún.

En este centro de peluquería los empleados las llevan por "educación y respeto" hacia los clientes, pues muchos de ellos todavía tienen "miedo", justifica Lázaro. "Imagina que entra alguien, ve al peluquero sin mascarilla y se marcha", dice, aunque ese no es el único motivo para continuar con la mascarilla puesta. Les preocupa, además, su propia seguridad. Por eso, esperarán a que pase el tiempo y la situación se relaje para quitar las medidas, poco a poco, "progresivamente".

Todos los esteticién usan la mascarilla también en un centro de manicura y belleza cercano. Una clienta mayor, Paloma, la lleva igualmente. Pero lo hace “voluntariamente”. “No me han pedido que me la ponga”, aunque el encargado ha recomendado su uso por la falta de ventilación del lugar. A Paloma le da más confianza que, como ella, las lleven los empleados.

Confusión y precaución en los bares

Vanesa prepara dos cafés mientras su compañero atiende a los clientes. Ambos tienen mascarillas negras y la pregunta sobre por qué han decidido continuar llevándolas les pilla de sorpresa. "¿Nos la podemos quitar?", contesta ella. "No tenía ni idea, pensaba que los hosteleros no podíamos quitárnosla, pero, sí se puede, me la quitaré", dice a RTVE.es.

Con la mascarilla todavía puesta, Vanesa cuenta que la mayoría de las personas que entran a desayunar la llevan. "La gente ha llegado con su mascarilla, se la ha quitado para comer y al salir se la ha vuelto a poner", aunque ahora no sabe si por miedo, por desconfianza o porque tampoco conocían que ya no estaba prohibido pasar sin ella.

"Nerviosos y asustados", así describe otra camarera, Eva, a los clientes de otro bar del barrio. Allí todos están con mascarillas y las vigilan de cerca cuando se las bajan para darle un sorbo al café. "Mi mujer está embarazada y no quiero arriesgarme. En mi casa nadie ha cogido la covid", explica uno de ellos, a quien le parece "absurdo" pensar que la pandemia ya se ha superado.

Noelia y Marta, madre e hija, son de las pocas personas que sí han entrado sin mascarilla. Tenían ganas de quitársela, sobre todo porque les dificultaba respirar. "Hemos sido muy responsables a lo largo de la pandemia y hemos limitado mucho nuestro ocio", explica la joven. Ahora ya no tienen miedo, aunque sí continúan con cierta "precaución". "Por ejemplo, siempre priorizamos los espacios abiertos", cuenta.

Disparidad de opiniones en los gimnasios

En los gimnasios, el ambiente es más distendido y muchos consideran que "ya era hora" de hacer zumba, yoga o cualquier otra actividad sin nada en la cara. No obstante, la edad y otros factores personales han provocado disparidad de opiniones. Margarita y Claudia llevarán mascarilla a su clase de pilates para personas de edad avanzada. "Nosotras nos la vamos a poner, creo que no nos obligan, pero nos da más seguridad", cuentan.

Pero la realidad es que la mayoría de los usuarios de gimnasios se ha ejercitado sin mascarilla. Según Félix, encargado de un centro de entrenamiento personal y salud, ese ha sido el comportamiento más común, aunque con algunas excepciones. "Hay quien tiene que viajar el fin de semana, tiene algún evento o está en contacto con personas de riesgo", afirma. De hecho, una de sus clientas explica que este último motivo le ha llevado a no prescindir de la mascarilla. Sus compañeros, sin embargo, han prescindido de ella.

Estaba cansada de llevar mascarilla

"Estaba cansada de llevar mascarilla. Cuando las pusieron me tiré una semana sin salir", dice Marta, mientras usa unas bandas elásticas de resistencia. Para la joven había cierta incongruencia en tener que utilizarla en el gimnasio, pero no en espacios como la cafetería de un tren. Por ello, considera incluso que su entrenador debería abandonarla. "Lo primero que le hemos dicho es que se quite la mascarilla para verle la cara", bromea.

Con mascarilla en supermercados y tiendas de alimentación

Tanto el personal como los clientes llevan mascarilla en los supermercados y tiendas de alimentación a las que ha acudido RTVE.es. En una frutería, quienes hacen cola explican que todavía tienen "respeto" al virus. "No es miedo, pero voy a seguir con ella", añade una clienta, quien aprueba el hecho de que los empleados también decidan usarla. "No entiendo que la quiten tan de repente", dice.

"Me quiero seguir protegiendo", expresa otro vecino, que no ve todavía cerca la fecha en la que dejará de ponerse mascarilla. "Lo hago precaución", "el tiempo dirá" o "ya veremos" son las respuestas más comunes entre los clientes.

Otros coindicen: "todavía no estamos preparados". "Ahora que todo el mundo está deseando quitársela, van a terminar subiendo los contagios", opina una mujer.

Sin embargo, la mayoría dice que no dejarían de ir a sus establecimientos habituales si sus empleados no llevasen mascarilla. Abogan, así, por el respeto a la decisión personal.