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Guerra en Ucrania

El escenario marítimo de la guerra de Ucrania: la pugna por el eje estratégico del mar Negro

  • El control del mar Negro es una de las principales motivaciones de Rusia para invadir el territorio ucraniano
  • La ciudad de Odesa es clave, ya que si Ucrania pierde toda salida al mar le sería mucho más difícil sostener la lucha
  • Directo: sigue la última hora de la guerra en Ucrania

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Buques de guerra rusos alineados en la bahía de Sebastopol en 2014, tras la anexión de la península de Crimea
Buques de guerra rusos alineados en la bahía de Sebastopol en 2014, tras la anexión de la península de Crimea

La guerra en Ucrania está siendo documentada por miles de imágenes, la mayoría distribuidas a través de redes sociales, pero no se han visto combates marítimos. Y, sin embargo, uno de los grandes objetivos de la invasión de Rusia es garantizar el control de Moscú sobre el mar Negro, un eje estratégico que explica buena parte de la política exterior de Vladímir Putin. Por allí abrió Catalina la Grande, a finales del siglo XVIII, la ruta hacia los mares libres de hielo para los barcos rusos. Y por allí Putin trata ahora de sostener un dominio contestado por el bloque occidental desde la desintegración de la Unión Soviética.

Hasta 1991, el mar Negro era conocido como el 'lago' de la Unión Soviética, ya que los países del Pacto de Varsovia dominaban dos tercios de sus aguas. Turquía era el único bastión de la OTAN.

Con la desintegración de la URSS y la independencia de las repúblicas soviéticas, Rusia perdió el control directo de gran parte de las costas del mar Negro.

Pese a todo, mantenía su influencia sobre Georgia -afiliada en la nueva Organización del Tratado de Seguridad Colectiva-, Moldavia -con presencia militar en la región separatista de Transnistria- y, en menor medida, Ucrania.

Ese equilibrio empezó a cambiar con la ampliación de la OTAN. Rumanía y Bulgaria se incorporaron en 2004, al tiempo que Georgia, que había abandonado la OTSC, pedía unirse a la Alianza.

En 2008, Moscú intervinó en Georgia, en apoyo de las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Norte, lo que impedía de facto la incorporación del país a la OTAN al tener un conflicto abierto.

Cuando Ucrania también quiso aproximarse al bloque occidental, en 2014, Rusia reaccionó de inmediato y se anexionó la península de Crimea, decisiva para controlar el mar Negro.

La conquista o, al menos, el control de Ucrania, le aseguraría mantener bajo su influencia toda la mitad norte del mar Negro, impidiendo quedar aislado en un punto geoestratégico clave.

"Toda Ucrania es importante para la profundidad estratégica de Rusia, pero el mar Negro tiene una importancia extra. Es una de las causas más relevantes, aunque no la única, de esta intervención", señala Mira Milosevich-Juaristi, investigadora principal del Real Instituto Elcano, especializada en Europa del Este. "El dominio del mar Negro es muy importante y una vía para asfixiar a Ucrania", abunda Marcelino González, capitán de navío retirado de la Armada, vicepresidente de la Real Liga Naval Española y especialista en guerra naval.

La anexión de Crimea en 2014, hasta ahora el momento culminante de la estrategia de Putin para sostener la influencia rusa en Europa del Este, fue la demostración más cruda de la extraordinaria relevancia que para Moscú tiene el mar Negro. Más allá de los vínculos culturales y lingüísticos -dos tercios de la población de Crimea es de origen ruso y hasta un 97% habla el idioma-, la península es una plataforma clave para el control de toda la cuenca.

La ruta más directa hacia las 'aguas calientes'

Allí, en Sebastopol, se encuentra la principal base naval de la Flota del Mar Negro, que cuenta con otra base en Novorosíisk, además de numerosas instalaciones militares -incluidas bases aéreas- a lo largo de la costa. Desde esas aguas, Rusia puede llevar con facilidad sus barcos al mar Mediterráneo y mantener su influencia sobre el Cáucaso y Oriente Medio: su principal base naval en el extranjero se encuentra en Tartus, en Siria.


En última instancia, la Armada rusa tiene por esa vía una ruta hacia el océano Atlántico mucho más rápida que desde Murmansk, la base de su Flota Norte. Todo ello explica la resistencia de Putin a dejar que más países se acerquen a la esfera occidental: "De un control casi absoluto, hemos pasado a tener tres países de la OTAN y dos países que expresan su deseo de entrar, Georgia y Ucrania. De darse el caso, Rusia perdería absolutamente el equilibrio de poder en el mar Negro", recalca Milosevich-Juaristi.

Adicionalmente, el dominio de Crimea le proporciona a Moscú el control del estrecho de Kerch, que da acceso al mar de Azov, de los que son ribereños Rusia y Ucrania. Kiev ha denunciado el hostigamiento a sus barcos por parte de la flota rusa y en 2018 se produjo un grave incidente: las fuerzas rusas atacaron y retuvieron a tres barcos de guerra ucranianos cuando trataban de cruzar el estrecho desde el mar Negro, alegando que habían invadido sus aguas.

El Gobierno ucraniano llegó a declarar la ley marcial, aunque entonces la tensión no llegó a mayores. "Putin poco a poco ha ido escalando: primero se hizo con Crimea, luego ocurrió el incidente del Kerch... Usa cualquier pretexto para avanzar en el dominio del mar Negro", subraya Marcelino Gonzalez, que recalca que el paso de Kerch es uno de los puntos más conflictivos entre ambos países.

Trabas a la economía de Ucrania

Pocos meses antes del incidente marítimo, Rusia había completado el puente sobre el estrecho, con el que Putin no solo reafirmaba la pertenencia de Crimea a Rusia y exhibía músculo constructivo -es el puente más largo de Europa-, sino que metía otro palo en las ruedas de la economía ucraniana. La altura del vano en el tramo navegable es de 35 metros, insuficiente para los buques de carga de mayor tonelaje, lo que limitó el tráfico de mercancías -hasta un 30 % menos- desde los puertos de Mariúpol y Berdiansk.

Por allí salían hacia el mundo buena parte de las exportaciones ucranianas de acero, que representan en torno al 20 % de sus ventas al exterior, estancadas desde la anexión de Crimea y el inicio del conflicto en el Donbás. El PIB ucraniano, de hecho, se hundió en torno a un 10% en 2014 y otro tanto en 2015, según los datos del Banco Mundial. Y aún no había recuperado su nivel previo en 2020, último dato disponible, cuando todavía era un 18 % inferior al de 2013.

Porque la relevancia estratégica del mar Negro abarca aspectos militares y de seguridad, pero también económicos: es una vía comercial de primer orden, ubicada en una encrucijada entre Europa y Asia. Y, sobre todo, es un corredor esencial para el transporte de recursos energéticos, gas y petróleo, desde los yacimientos en torno al mar Caspio hacia el continente europeo

Dos gasoductos atraviesan sus aguas para transportar el gas ruso hacia Turquía. Y hasta cuatro oleoductos desembocan en sus costas, en terminales desde donde se exporta el crudo en barcos: dos en Rusia, uno de ellos con crudo procedente de Kazajistán; otro en Georgia, desde donde el petróleo de Azerbaiyán viaja hacia Turquía; y otro más en Ucrania, en Odesa.

La amenaza sobre Odesa

En esa ciudad, la tercera más poblada de Ucrania, es donde puede estar la clave de la actual guerra, precisamente por su condición estratégica: es el principal puerto comercial del país, es decir, la principal vía para seguir exportando -sobre todo cereales, que son casi otro 20 % de las ventas ucranianas en el exterior- y recibiendo suministros. Además, es la base de las fuerzas navales ucranianas desde que Crimea está en manos de Rusia.

"Kiev tiene un significado estratégico como capital y sería grave que cayera, pero el Gobierno ucraniano tiene planes para trasladar la capitalidad a una ciudad del oeste. Pero Odesa es insustituible, no hay posibilidad de crear otro puerto civil y militar similar", asegura Mira Milosevich-Juaristi, que recuerda el gran valor simbólico de la ciudad, porque fue fundada por Catalina la Grande, en los inicios del Imperio Ruso.

Odesa, ciudad esencial para Rusia y de gran valor estratégico, se blinda ante un posible ataque - Ver ahora

Las fuerzas rusas, de hecho, están concentrando sus ataques durante los últimos días en Mariúpol, para cerrar por completo el acceso de Ucrania al mar de Azov, y en Mikolaiv, en la ruta terrestre hacia Odesa por el frente sur. Esta semana, además, bombardeó desde el mar Negro algunas posiciones en la costa ucraniana.

Marcelino González también considera que una derrota ucraniana en Odesa puede acelerar el final de la guerra: "Si cae Odesa y Rusia consigue toda la fachada marítima, Ucrania quedaría aislada. Clausewitz ya decía que ganar una guerra consiste en quebrantar la economía del adversario y, si Ucrania se queda sin frente marítimo, es decir, sin sus fuentes de ingresos, no le quedaría más remedio que pedir la paz". Y Rusia se garantizaría, al menos por el momento, el control de toda la mitad norte del mar Negro.

La puerta de entrada: Turquía y la Convención de Montreaux

El mar Negro está conectado con el mar Mediterráneo por un angosto paso que lleva a través del estrecho del Bósforo, el pequeño mar de Mármara y el estrecho de los Dardanelos, que desembocan en el mar Egeo. Las llaves de esa puerta están en las manos de Turquía, a quien la Convención de Montreaux -un tratado de 1936 por el que Reino Unido devolvía a los turcos la soberanía de la zona- concede la última palabra sobre qué barcos pueden atravesarlo.

El tratado establece el libre tránsito y navegación por los estrechos de buques civiles en tiempos de paz. Para los buques de guerra, se prohíbe el paso de los navíos que superen las 15.000 toneladas, lo que en la práctica impide el paso de los portaaviones. Además, se prohíbe el paso simultáneo de más de nueve buques de países no ribereños, con un desplazamiento conjunto de no más de 30.000 toneladas. Por último, los buques de guerra de estos países no pueden estar en aguas del mar Negro más de 21 días.

Una enmienda de 1982 permite que Turquía cierre los estrechos con total discrecionalidad, tanto en tiempos de paz como durante enfrentamientos bélicos, por lo que Kiev ha pedido que se limite el paso de buques rusos. Sin embargo, Ankara tiene profundas relaciones con Moscú -un tercio del gas que consume llega de los yacimientos rusos, entre otros aspectos- y ha preferido mantenerse neutral. Tan solo ha prohibido el paso de buques de guerra, si bien los navíos que regresen a sus bases pueden hacer la travesía, en una aplicación escrupulosa de la Convención de Montreaux.

"Sería el equivalente al cierre del espacio aéreo sobre Ucrania, hay que tener cuidado", indica Marcelino González, evocando que Rusia lo podría considerar una agresión. Turquía evita, además, el enorme impacto económico que tendría cerrar el tráfico marítimo en Estambul, su capital económica. "No se puede permitir, por ahora, cerrar los estrechos; tendría un coste mayor que la paralización del NordStream II para Alemania", estima Mira Milosevich-Juaristi. Por el momento, los buques mercantes tienen paso franco hacia el mar Negro.