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Guerra en Siria

Los refugiados sirios, 10 años después: "Huimos por unos meses, jamás me imaginé que iba a ser un viaje para siempre"

  • Okba, Amina y Mohamed son tres nombres de los más de 12 millones de desplazados que ha provocado la guerra
  • Los tres han logrado venir a España tras pasar por Jordania, Líbano y Turquía

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Refugiados sirios cruzando una frontera
Refugiados sirios cruzando una frontera

Okba Mohamed tenía tan solo 13 años cuando estalló la guerra en Siria. Sus ojos no soportaban ver día tras día cómo su pequeña aldea en la provincia de Daraa, a unos 120 kilómetros al sur de Damasco, se derrumbaba en pedazos. Decidió entonces aliarse con una cámara y comenzar las andaduras de lo que hoy es un fotoperiodista que tiene un ordenador repleto de fotos y de videos de una década de guerra. Ahora lleva casi dos años viviendo en Madrid.

Amina M. tiene 39 años. Es madre de seis hijos, ella hace una década vivía con su marido y sus pequeños en una casa en Raqqa, en el norte del país. “Mi marido trabajaba y tenía a mi madre y mis hermanos cerca”, relata a través de una video llamada desde Sevilla. Los primeros bombardeos en la región la expulsaron hacia Turquía. Le cuesta hablar y recordar Siria.

“Yo, antes de la guerra, quería hacer un doctorado en España”, cuenta desde Barcelona el traductor, escritor y poeta Mohamed Bitari. Lleva siete años en España; Fue de los primeros 30 estudiantes de la pionera promoción de Filología Hispánica en la Universidad de Damasco.

Okba, Mohamed y Amina son tres nombres entre los más de 12 millones de desplazados que ha provocado este conflicto. Una guerra que se ha cobrado millones de vidas y que ha causado la mayor crisis de refugiados en décadas. Más de dos millones de personas llegaron a Europa atravesaron a pie el continente desde Grecia hacia Alemania y otros países europeos. En Rtve.es hemos querido hablar con algunas de estas personas que han llegado a nuestro país. Aquí se encuentran con una sociedad "abierta a la acogida", pero se enfrentan al escollo del idioma y todos coinciden que el tema de la regulación de los documentos es un proceso “largo y tedioso”.

Volver a empezar de cero

“Aquí estoy bien. La gente es simpática, me han ayudado mucho y con todo lo que he visto y vivido sé que lo peor ha pasado”, cuenta Okba en la sede de la Fundación Por Causa. Habla un español perfecto y tiene mucho trabajo encima de la mesa. Está sumergido en un proyecto con otros periodistas sirios. Quieren crear un medio árabe en España.

Amina no logra apartar su pasado. “Mi marido al principio se vino conmigo y, después de tres días, me dejó sola con los seis críos en un campo de refugiados”, narra. “Ahora estoy comenzando de cero gracias a la ayuda de organizaciones. Después de vivir en dos campos de refugiados durante 8 años, al ser madre soltera y encontrarme en una situación de vulnerabilidad, me trajeron a España con un programa del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)”, nos dice. Ahora su prioridad es aprender el idioma y estudiar algo. Le gustaría ser peluquera.

Por su parte Mohamed se ha instalado en Barcelona. “Me fascina el estudio del castellano, catalán y árabe y todos los nexos culturales”, explica, pero jamás se imaginaba viviendo aquí y pidiendo asilo. “Yo fui de los primeros en manifestarme contra la dictadura de Bashar Al Asad; quería documentar las violaciones de los Derechos Humanos". Pero el estallido de la guerra alteró su vida y sus planes. Se fue al Líbano y desde ahí logró venir a España ya hace siete años. Tenía 23 años. “No tuve problemas con el idioma; yo hablaba castellano perfectamente, pero sí me enfrenté a muchas dificultades con los papeles”.

La huida: "Jamás me imaginé que iba a ser un viaje para siempre"

Amina no podía aguantar en Siria. Nada más comenzar los bombardeos, se planteó huir y salvar a sus hijos. “Estábamos cerca de Turquía y mi familia se había marchado para allá. Íbamos a ir unos días, unos meses, jamás me imaginé que iba a ser un viaje para siempre”. “Los niños eran pequeños y al principio no entendían nada. Tú, como madre, no puedes usar palabras tan duras para explicarles lo que está pasando”, dice.

“Al principio creí que podían cambiar las cosas”, dice Mohamed. Con el tiempo ha visto cómo “Siria se ha convertido en un territorio de nadie y de todos”, denuncia. “Son muchos los responsables de lo que ha pasado”. Él participaba en las manifestaciones en Damasco y confiaba en la revolución.

“Tenía solo 13 años y me gustaba estudiar. Era un pueblo pequeño, pero vivíamos toda mi familia”, cuenta Okba. Su vida y la de su familia cambió de la noche a la mañana cuando comenzaron los bombardeos. “Recuerdo perfectamente cuando, en agosto de 2012, murió el primer familiar. Era joven, pero recuerdo todo y sobre todo era consciente de lo que estaba pasando a mi alrededor”, dice. Con su familia aguantaron seis meses; comenzaron a sufrir cortes de luz.

Los bombardeos, con el paso de los meses, pasaron a ser aéreos, noche y día. “Querían frenar la revolución”, dice con indignación. También recuerda cómo cuando cayó una bomba encima de la aldea, “murieron 21 personas de mi familia y mis vecinos en un solo día”.

Sin oportunidades en Jordania, Líbano y Turquía

Okba en el verano de 2012 se fue con sus padres y dos hermanos a Jordania. “Nos fuimos en autobuses y luego caminamos unas cinco horas por el desierto. Hacía mucho calor y el sol quemaba”, describe. En este país no podía trabajar. “Para conseguir un permiso de trabajo tenía que tener 1.000 dólares y ¿qué íbamos a tener? Nos quedamos sin nada en Siria y éramos unos refugiados”, explica.

Según datos de ACNUR, Jordania alberga actualmente a unos 656.000 refugiados registrados del conflicto de una década en la vecina Siria. Okba pudo comprobar que allí la vida no era fácil. Tuvo que trabajar de forma ilegal para ayudar a los suyos, hasta que le cogió la policía y lo expulsaron, deportándolo a Siria. “Volví y como tenía que contarle a mi familia lo que estaba pasando en nuestra región, comencé a compartirlo en las redes sociales, luego pasé a colaborar con medios y de repente vi que tenía algo de dinero y me compré una cámara de fotos”, cuenta orgulloso.

Está cámara ha marcado su vida, ya que, sin quererlo, se convirtió en freelancer y cubría la guerra, la de su pueblo y su familia. Un trabajo que duró muchos años. Estuvo seis años inmerso en cubrir el conflicto; cuando la situación se hizo insostenible, huyó a Turquía. El Comité de Protección de los Periodistas les gestionó la salida a España. “Durante la huida a Turquía, perdí una de las cámaras. Nos engañaron las mafias. Caminamos muchas horas cruzando montañas, sin comida y sin nada. Cuando llegamos a Turquía logramos la ayuda de Comité y salir de este país en el que no teníamos derechos y la vida de los periodistas estaba en peligro”.

Turquía acoge a más de 3,7 millones de refugiados en su demarcación. “Yo me vi sola en Turquía, en los asentamientos la vida era muy difícil, el baño estaba lejos, vivíamos en jaimas y apenas había comida”, nos dice Amina. Estudió allí un curso de seis meses de costura y comenzó a trabajar. Trabajó durante unos años lavando ropa y sacaba fuerzas pensando en el futuro de sus hijos. “Allí contaba con el sustento de mi familia”, cuenta mientras le brillan los ojos.

“Un día me dijeron que podía apuntarme a un programa de ACNUR porque cumplía muchos de los requisitos”, explica. Fue a través del programa que vino a España. Estuvo en Madrid y luego la trasladaron a Sevilla.

Según Naciones Unidas en Líbano una de cada cuatro personas es refugiada, por lo que cuenta con la mayor población de refugiados per cápita del mundo. El país árabe acoge a 892.000 desplazados sirios. Mohamed estuvo tan solo unos meses. No quería quedarse. Tenía claro que tenía que adelantar su viaje a España. Logró un visado y emprendió un viaje solo mientras veía a sus padres exiliarse en otro país europeo.

"Los corazones de los que nos fuimos se apagaron"

Nuestros sentimientos han muerto. Los corazones de los que nos fuimos se apagaron y los que no, muchos, murieron”, Amina intenta poner palabras a estos 10 años de guerra. “Muchas mujeres han perdido hijos, se han visto solas, se han quedado viudas, han vivido violencia y han tenido que cargar con hijos”, expone con su ejemplo.

“Muchas mujeres han perdido hijos, se han visto solas, se han quedado viudas, han vivido violencia y han tenido que cargar con hijos"

Esta madre solo quiere que sus hijos estudien y que se formen: “resisto siempre mirando al futuro”. Dice que no quiere volver la mirada hacia atrás. “Cuando llegue aquí no conocía a nadie y no hablábamos nada de español. Me he sentido muy sola y he llorado muchas veces. En Turquía”, confiesa. “Han perdido muchos años de su vida, pero ahora el pequeño está en el colegio y los demás en el instituto”. Se siente madre y padre en un país que no es el suyo.

Mohamed ahora tiene 31 años. Quiere escribir y traducir más literatura del castellano o catalán a los medios árabes y seguir con sus investigaciones académicas. Acaba de crear una editorial y está a punto de publicar su primer poemario. No quiere hablar del futuro. “No es predecible y nadie es experto en Siria”. Seguirá buceando en la literatura y la filología hasta diluir todas las fronteras. Después de 7 años, huye de la palabra “refugiado”.

Okba nos dice: “No puedo estar otros cincuenta años contando lo que he vivido y lo que he sufrido.” A partir de ahora quiere simplemente vivir.