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Coronavirus

Vivir un Erasmus en plena pandemia: incertidumbre, clases online y "nada de discotecas ni fiestas"

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Así se reinventa la vida Erasmus durante la pandemia

El programa Erasmus cada año da la oportunidad a miles de estudiantes de vivir una experiencia capaz de cambiar sus vidas, pero las restricciones a la movilidad y las medidas que aumentan la distancia interpersonal les ha hecho pensar a muchos jóvenes si merecía la pena realizarlo o no.

Aquel ritmo frenético de viajes y fiestas de años anteriores se ha visto frenado por completo durante la pandemia. Una de las asociaciones de Erasmus más extendidas de Europa -la ESN (Erasmus Student Network)- tuvo que modificar su actividad de cara a respetar las medidas sanitarias contra la COVID- 19. Henar De la Flor, que comenzó a colaborar en la filial de Córdoba en septiembre, explica que de cara a preparar las actividades del nuevo curso sabían que "nada de discotecas ni fiestas". "En vez de viajes largos, solo se plantearon viajes a pueblos o ciudades cercanas para no tener que pernoctar, todo ello con controles de temperaturas, geles y mascarillas", señala.

De la Flor habla en pasado porque a finales de octubre tuvieron que cerrar temporalmente la oficina como respuesta al endurecimiento de las medidas que entraron en vigor para paliar la segunda ola de contagios. Todavía en febrero, ya cerca del final de la tercera ola, siguen sin poder reabrir, y para facilitar una mínima ayuda a los Erasmus disponen de un grupo de WhatsApp donde dar algo de soporte y permitir que la gente que acaba de llegar tenga una vía más sencilla para hacer amigos.

El Erasmus no solo es una experiencia de ocio y disfrute, también consiste en superar tus miedos y barreras que parecen imposibles de traspasar y de conocerse a uno mismo fuera de su zona de confort. Y la pandemia de la COVID- 19 parece ser el test más difícil de sobrepasar, aunque no ha conseguido frenar las ganas de cientos de jóvenes que han optado por adaptarse a las nuevas circunstancias y pasar la pandemia lejos de casa.

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¿Qué se le dice al miedo?

Una de las mayores dudas que planteaba esta nueva situación era cómo se iban a impartir las clases, si habría asistencia presencial en las universidades de destino o solo lecciones online. Carolina Martín, estudiante de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, sopesó si desplazarse a Bolonia: "Para qué voy a pagar un piso en Italia si todas las clases van a ser online". Pero en cuanto le comunicaron que sí habría alguna actividad presencial no dudó en mudarse.

En el caso de Dounia Kouakoua, una estudiante francesa de Lille que está de Erasmus en Córdoba, afirma que a finales de agosto "estaba muy estresada, porque era una situación increíble y nadie sabía lo que iba a deparar el futuro. Yo llegaba el 7 de septiembre a Córdoba y ninguna de las dos universidades sabía todavía si se podía hacer el intercambio". Una incertidumbre que no frenó sus ganas de comenzar el Erasmus, ni a ella ni a otros compañeros de su universidad que se encuentran en otras ciudades.

Si bien el pasado septiembre de 2020 -según el Servicio Español para la Internacionalización de la Educación (SEPIE)- se registró un 30% menos de movimiento de estudiantes al previsto en esas fechas, son muchos los alumnos consultados por RTVE.es que decidieron continuar con su Erasmus a pesar de haberlo solicitado antes de que comenzara la crisis sanitaria.

Aunque cada persona puede vivir el Erasmus a su manera, hay una serie de momentos claves que marcan la experiencia por los cuales todos deben pasar y que ahora en plena pandemia se han visto algo trastocados.

Una casa donde pasar el confinamiento

En la visión clásica del Erasmus, a la hora de buscar alojamiento lo más importante era no gastar gran parte del presupuesto en él, puesto que lo más probable era no pasar mucho tiempo en casa. Sin embargo, de cara a este año la sombra del confinamiento estaba muy presente.

De hecho, para Dounia era esencial tener un balcón en casa y así poder tomar el aire si la situación se complicaba. Carolina buscó casas con sus amigas "por si acaso había que pasar más tiempo en ella, tener buena compañía", aunque su idea principal si se producía un confinamiento era regresar a España.

En el caso de Alberto Rubiera, estudiante de máster en Italia, se decantó por una residencia donde tener una habitación para él solo, y así aislarse fácilmente en caso de que aumenten los contagios o poder desconectar de la eterna conversación sobre la evolución del virus.

Una tarea, la de encontrar piso, que en cierta medida ha sido más fácil gracias a la pandemia. En una ciudad como Bolonia, los universitarios podían pasarse semanas reservando en hostales y Bed and Breakfast hasta dar con una habitación libre. Sin embargo, las cancelaciones están permitiendo ampliar las opciones. Inés Lartategui, estudiante asturiana de la Universidad Carlos III que está de Erasmus en la ciudad italiana, nos lo confirma: "Mi piso es para nueve personas y hemos llegado a estar solo tres durante algunas semanas".

En octubre cambió todo

Se podía ir sin mascarilla por la calle

El aterrizaje en Italia de los estudiantes españoles fue sorprendentemente plácido. "Al principio se podían hacer bastantes cosas, de hecho fue un shock, porque se podía ir sin mascarilla por la calle", afirma Inés. Alberto notó que había "muchas menos restricciones que en España, tuvimos un mes en el que se podía viajar tranquilamente e ir a los bares hasta las tres de la noche".

Ese inicio con medidas más laxas, que hasta les permitían hacer reuniones algo más multitudinarias en parques u otros lugares abiertos, se truncó rápidamente cuando comenzaron a extenderse los positivos en COVID -con casos entre los propios españoles- y el país aumentó las restricciones y prohibió viajar entre regiones. "Los meses de septiembre y octubre no los cambiaría por nada, fue como un Erasmus exprés", confiesa Carolina.

Para otras personas el contraste fue demasisdo grande. Raúl Nieto vio cómo la pandemia desbarataba su intercambio en la Universidad de Maia, en Oporto, uno de los focos más activos en la segunda ola. "A partir de octubre empezaron a subir los casos y las clases presenciales se cancelaron", relata.

No tenía sentido seguir adelante

Encerrado en su habitación para seguir las aulas online y con restricciones cada vez más duras, Raúl no ha tenido la oportunidad de "aprender el idioma, disfrutar de la cultura y relacionarme como se espera en un Erasmus". "No tenía sentido seguir adelante", explica el joven, que describe sus jornadas lectivas como "horas frente al ordenador, solo", por lo que ha cancelado la beca para cursar el segundo semestre en su universidad de origen.

Quienes llegan en el segundo semestre tienen un comienzo mucho más difícil, puesto que esos primeros meses de "libertad" sirvieron para establecer amistades y crear grupos reducidos de amigos con los que quedar. Sin embargo, los que han aterrizado en enero o febrero se ven abocados a utilizar las redes sociales para conocer gente.

Este contraste lo ha experimentado de primera mano Valeria Miriam Sintina, una estudiante italiana que ha empezado en enero sus prácticas Erasmus en Córdoba, pero que en septiembre se había mudado a León por otro tipo de intercambio similar.

La facilidad que tuvo para entablar amistades en tierras leonesas no la está teniendo en la ciudad andaluza, y es que comenzar una conversación por una aplicación de mensajería no es comparable con tomarse una copa en una terraza. Ella espera con ilusión que la actividad de las asociaciones Erasmus pueda volver a la normalidad pronto y así conocer gente de una forma mucho más amena.

Profesores virtuales

El modelo mixto de clases presenciales y clases a distancia poco a poco se ha ido reduciendo a lo segundo. Para Dounia seguir las lecciones se ha convertido en un reto, porque aunque ella entiende bien el español, como los profesores llevan mascarilla -para los pocos alumnos que sí asisten físicamente- y la red Wi-Fi sufre interferencias, anotar todo lo que dicen es casi imposible.

Alejando Pujol, estudiante del Grado de Matemáticas de la Universidad de Barcelona, llegó en octubre a Berlín con tres amigos de la ciudad condal, con quienes comparte piso. Sigue todas sus clases por Zoom, con una red que no está preparada para soportar tanto tráfico. De hecho, no sabe "qué forma tiene la universidad, ni siquiera la he visitado".

"Creo que habría aprendido más yendo a clase, porque tienes no solo los profesores, sino también el resto de alumnos con los que poder hablar y compartir ideas", destaca.

¿Mejor, peor o simplemente distinto?

Con estas circunstancias excepcionales que ha traído la pandemia, existe un debate sobre si el curso Erasmus de este año merece realmente la pena. De hecho, a los estudiantes que ya habían sido asignados con la beca se les ha dado la oportunidad de posponer su intercambio e incluso de renovarlo para quienes ya lo habían empezado.

Aún con las restricciones que se implementaron en octubre, los estudiantes con los que hemos hablado nos insisten que ellos siguen notando ambiente Erasmus, aunque sean ellos mismos quienes tengan que organizar los planes y los viajes se reduzcan a la movilidad en su región de residencia y siempre en grupos pequeños.

Además, la ausencia de turismo hace que las ciudades que pueden visitar las tengan para ellos solos y con precios reducidos. "Sales a dar un paseo a un parque, haces una ruta... Siempre que haces algo es nuevo, así que mejor que quedarte en España sí que es", opina Inés.

Es un estilo de vida más parecido al de los locales. La burbuja de los viajes continuados de años anteriores te podía llegar a sacar de la cultura arraigada en la ciudad. Agustín Arbeleche, estudiante argentino que ya había estado en España en 2017 y que ha regresado para hacer un máster de veterinaria, sí que nota estas diferencias.

Evalúas más con quién te juntas porque sabes quién respeta las medidas y quién no

"En el mismo tiempo he conocido mucha menos gente. Antes te juntabas con este, con aquel... El que estaba disponible, con él te ibas. Ahora tratas de mantener tu propia ruta y evalúas más con quién te juntas porque sabes quién respeta las medidas y quién no", explica Agustín.

En general, todos prefieren pasar la pandemia de esta forma, porque si se hubieran quedado en casa con sus familiares no tendrían la "libertad" de organizar planes -por simples que parezcan- por el miedo a pasarles el virus.

Para Dounia es evidente, "me siento más libre en España que en Francia". El país galo intenta poner solución a la elevada tasa de depresión de sus estudiantes, que comenzaron a reivindicar la vuelta a la presencialidad después de que un alumno se lanzara por la ventana de su residencia en Lyon. Según un estudio de la Salud Pública francesa, el 29 % de los jóvenes de entre 18 y 25 años está deprimido, el 50 % se preocupa por su salud mental y el 31 % mostró signos de angustia psicológica.

Once Erasmus, always Erasmus

Este es el mantra entre quienes han vivido la experiencia Erasmus: 'Una vez que eres Erasmus, siempre serás Erasmus'. Y vivirlo con pandemia no cambia esa sensación.

María José Rochira, estudiante italiana que está realizando su cuarto intercambio Erasmus -ahora en Córdoba-, al comparar el curso actual con los anteriores considera que "no es peor, solo es diferente y tú tienes que comportarte de otra manera". Ella tiene claro que "lo recomendaría siempre, es una experiencia muy importante en la vida de alguien. El Erasmus te enseña a ser más independiente, a tener una mente más abierta, a no tener prejuicios, a conocer gente de todo el mundo, conocer nuevas culturas, nuevos idiomas y nuevos lugares".

Un Erasmus es algo mucho más profundo que solo viajar e irse de fiesta, es una experiencia de vida

En la misma línea, Alberto insiste en que "para descubrir la cultura de un país no hace falta ir siempre de fiesta o de viajes: durante el día a día, atender en clase, ir al supermercado... Un Erasmus es la oportunidad de que todo el mundo pueda integrarse a todos los niveles en el país donde está, y lo sienta como su propia casa. Un Erasmus es algo mucho más profundo que solo viajar e irse de fiesta, es una experiencia de vida".

Inés sabe que la situación por la que está pasando "no es lo que ha vivido la mayoría de la gente que se fue antes de Erasmus, pero para mí ha cumplido las expectativas si no al 100% al 99%. Al final el Erasmus no solo es tratar de hacer fiestas todos los días, es adaptarte a una ciudad y su idioma, y como no tienes a tus padres, hermanos o tíos al lado, los amigos que conoces aquí se convierten en tu familia, que al final es con lo que se queda la gente".

No hay que olvidar cómo nació la idea: en 1957, una estudiante italiana de la Universidad de La Sapienza, Sofia Corradi, tras estudiar en Estados Unidos con una beca Fulbright, le solicitó a la universidad de Roma que convalidara sus exámenes en el extranjero para terminar su licenciatura.

La respuesta negativa de la universidad impulsó a Corradi a crear un programa capaz de "promover la paz entre las naciones y democratizar el acceso de todos a una educación en el extranjero". Y lo consiguió, desde 1987, alrededor de 940.000 estudiantes y voluntarios han vivido la experiencia de estudiar fuera de su país gracias al programa Erasmus.

Si el Erasmus siempre deja huella, vivir en el extranjero mientras el mundo está tratando de superar una pandemia te marca el doble. En definitiva, el Erasmus es un salto al vacío donde todo el que pudiera debería dejarse caer.