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Cristiano busca reconciliarse con el Bernabéu

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El jugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo.
El jugador del Real Madrid, Cristiano Ronaldo.

El fútbol es un deporte de máximas, de leyes: "Hoy en día no hay rival pequeño", "El fútbol es así"', "Fútbol es fútbol"... y por su puesto el archiconocido "La afición es soberana, ellos pagan su entrada y tienen derecho a expresarse".

Los futbolistas repiten el eslogan una y otra vez después de los partidos. El que corresponda en cada caso. Pero Cristiano Ronaldo no es un futbolista a quien le guste pasar desapercibido. Pues bien, ha sido el madridista, el futbolista más mediático del mundo, quien ha decido replantear estos axiomas universalmente aceptados, "la energía que gastan los aficionados en silbar es la misma que pueden dar para animar".

Es curioso que Cristiano haga estas declaraciones en la rueda prensa posterior al encuentro que enfrentó al Real Madrid y al Osasuna teniendo en cuenta que en esa misma rueda de prensa el portugués sostenía no haber escuchado ningún pito.

El fútbol que desplegó el Real Madrid contra Osasuna fue plomizo. La única alegría que se dieron los ojos de los aficionados madridistas fueron las cabalgadas que, balón pegado, realizaba a velocidad de vértigo el alemán Mesut Özil que lejos de ponerse nervioso o pecar de individualismo terminaba generosamente asistiendo con precisión al compañero mejor situado algo de lo que sus compañeros, Cristiano Ronaldo o Gonzalo Higuaín, no pueden presumir.

Özil fue sustituido a dos minutos del final y el Bernabéu se puso en pie para aplaudir la enorme actuación del nuevo fichaje. Y esta es la cuestión. El público tiene todo el derecho a silbar cuando no este conforme con el juego de su equipo, pero, al contrario, ¿qué obligación puede tener de aplaudir ante el juego ramplón y sin brillo de su equipo? 

Mourinho sí ejerce la autocrítica

José Mourinho, que se gana al vestuario entre otras cosas por la protección que ofrece a sus futbolistas, no ha podido en este caso posicionarse más contrario a su jugador, "Si el público pita yo tengo que callar, ellos me pagan" y en un alarde inteligencia fue más allá haciendo autocrítica y propósito de enmienda, "A la hora de construir ha faltado claridad. Llegará con confianza y trabajo".

'La gente puede pitar cuando quiera

Pero Cristiano, más joven e impulsivo que su entrenador, no sólo ha cuestionado la actitud del público, que siendo legítima podría estar motivada por una cierta dosis de impaciencia. Cristiano ha cometido un doble pecado. El equipo recibió pitos por su mal fútbol. Cuestión de aptitud. Pero Cristiano también recibió pitos a nivel individual y no por falta de aptitud. Su excesivo individualismo no gustó a la grada y en esto Ronaldo no puede echarle la culpa a nadie. Es sólo suya.

Dos grandes de Europa, frente a frente

Este miércoles el Real Madrid se enfrenta al Ajax en el primer partido de la 'Champions' de la presente temporada y muy probablemente las declaraciones del luso hayan dejado a la grada con la mosca detrás de la oreja lo cual podría caldear el ambiente en contra del equipo y del propio Ronaldo.

Si la grada se calienta Ronaldo aprenderá una lección que no volverá a olvidar, una lección que ya sabía -"En el Manchester era igual"- pero que decidió olvidar. A su favor juega que el público que llena las gradas del Bernabéu entre semana suele ser más generoso. Sí, generoso, porque no tiene obligación alguna de complacer al jugador, compromiso que , por el contrario, si adquieren los jugadores con su afición.

Cristiano, además, no puede ignorar el paladar futbolístico de la afición del Real Madrid, acostumbrada a ver el mejor fútbol del planeta y a los mejores jugadores. No puede ignorar las enormes expectativas que ha generado nuevamente este equipo. No puede ignorar a una afición que concede incluso mayor importancia a valores como el compromiso, el sacrificio y el compañerismo que a la velocidad, el desborde o el gol.

Y es que el astro portugués debería plantearse si es el equipo el que debería enardecer al público con su fútbol y generar así una simbiosis equipo-afición o por el contrario debe ser la afición la que con su apoyo al equipo lleve a este a las cotas de juego deseadas.

La respuesta no puede ser más evidente. El público no puede estar obligado a nada cuando acude al estadio y paga su entrada. Es más, el que el respetable se exprese en la dirección que considere oportuna constituye un ejercicio de buena salud humana. Indudablemente si hay una parte obligada es el profesional, por cierto muy bien remunerado, a jugar bien o cuando menos a respetar la opinión del público.