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La masacre de Tiananmen, una matanza silenciada en China 30 años después

  • Este martes se cumplen 30 años de la masacre de Tiananmen, que acabó con la vida de miles de jóvenes y obreros
  • El Gobierno chino mantiene una política de censura absoluta sobre la represión de las movilizaciones

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La masacre de Tiananmen, una matanza silenciada en China 30 años después

Bajo el manto de silencio impuesto por el régimen, China atraviesa este martes la conmemoración del 30 aniversario de uno de los episodios más dolorosos de su historia reciente, cuando en la noche del 3 al 4 de junio de 1989, los tanques del ejército chino pusieron fin a siete semanas de manifestaciones a favor de la democracia en la Plaza de Tiananmen. Y mientras resto del mundo se hace eco de la efeméride, el mutismo en el gigante asiático es total.

Tres décadas después y sin balance oficial de la masacre, distintas fuentes hablan de varios centenares y de hasta varios miles de muertos en una matanza que, a pesar de haberse popularizado como "la de Tiananmen", se produjo en numerosos distritos de la capital china. Aunque un cable desclasificado hace dos años del entonces embajador de Reino Unido en Pekín, Alan Donald, habla de más de 10.000 muertos.

"Nadie sabe el número exacto porque, 30 años después, las autoridades chinas siguen haciendo todo lo que pueden para impedir que la gente pregunte sobre ese día o incluso hable de ello", afirman desde Amnistía Internacional.

De hecho, las movilizaciones y posterior represión de Tiananmen, además de ser un tema tabú, son desconocidos o muy lejanos en el tiempo para la mayoría de la población, especialmente para los jóvenes nacidos después de la masacre.

Y quienes sí los conocen e intentan recordarlos se enfrentan a la persecución, el exilio o la cárcel como Chen Bing, un joven activista condenado el mes pasado a 3 años de prisión por etiquetar un licor con el nombre del "4 de junio" para conmemorar la masacre.

Según la acusación, Chen junto a sus socios Fu Hailu, Zhang Junyong y Luo Fuyu pretendían "promocionar el incidente del 4 de junio en internet", algo inconcebible para el Gobierno de China, que nunca ha ofrecido compensaciones incondicionales o condolencias a las víctimas que han reunido el valor de reclamarlas.

"Evento histórico olvidado"

Este año tan solo un medio, el diario en inglés Global Times -cercano al Partido Comunista Chino- ha publicado un editorial en el que considera que el "incidente" del 4 de junio de 1989 "se ha convertido en un evento histórico olvidado" y que esto es lo que ha permitido a China continuar su espectacular desarrollo económico y la "ha inmunizado" contra disturbios políticos.

Es cierto que China es más próspera ahora que hace 30 años, pero también lo es que cercena más libertades. El país ha multiplicado por treinta desde entonces su Producto Interior Bruto y ha sacado de la pobreza a cientos de millones de personas, pero las libertades políticas están ahora más restringidas que entonces, ejemplo de ello es que cuando prendió la mecha de las protestas en 1989 había cerca de un millar de presos políticos en China, ahora son casi 10.000, según las estimaciones de Amnistía Internacional.

Según el experto en China de la Universidad de California, Víctor Shih, el control sobre la ciudadanía por aquel entonces era "mucho más laxo" que el actual.

Desde la llegada al poder de Xi Jinping en 2013 se ha recrudecido la persecución de los disidentes y reforzado el control social. Un control al que también han contribuido los avances tecnológicos.

Autoritarismo tecnológico

Lejos de conformarse con las herramientas de control tradicionales (propaganda, medios de comunicación o educación), Pekín ha desarrollado un autoritarismo tecnológico, principalmente a través de dos elementos: internet y la vigilancia urbana. Así, el Gobierno se vale del control del ciberespacio, de más de 200 millones de cámaras de vigilancia y de una amplia red de espías para controlar a la población.

Aunque en un principio el régimen percibió el ciberespacio como una oportunidad de crecimiento económico, cambió su perspectiva y pasó a verlo como un desafío de su legitimidad. Ese viraje, de un internet sin límites a una censura cuasi obsesiva, no se produjo de la noche a la mañana. La construcción del 'Gran Cortafuegos' chino, operativo desde 2006, fue el preludio de un dominio que ha crecido de manera imparable bajo el mandato de Xi

Sitios web como Google, Facebook y Twitter están censurados en el país asiático, mientras que desde 2017 todas las plataformas en línea - como blogs, foros y aplicaciones - deben pasar por un consejo editorial del Partido Comunista Chino.

Asimismo, los debates en redes sociales están estrictamente controlados por el Gobierno y sus operadoras, como Tencent y Baidu, que no vacilan en borrar cualquier perfil o contenido controvertidos, como evidencian los 24,7 millones de mensajes eliminados y las 3,6 millones de cuentas cerradas en lo que va de año.

También se han aprobado normativas que exigen a los usuarios registrarse con sus nombres reales en multitud de plataformas, al tiempo que los administradores de los grupos de WeChat, el equivalente local de WhatsApp, son responsables legales de lo que se escriba en sus chats.

El mantra de la estabilidad

Sin embargo, los dirigentes chinos parecen haber tenido éxito en inocular en la población la idea de que la estabilidad social conlleva prosperidad y es clave para el crecimiento económico y que, por el contrario, la democracia significa inestabilidad y crisis.

La ralentización del crecimiento económico chino en el último año puede representar un problema para las clases dirigentes si trae consigo el estancamiento de la mejora en los índices de bienestar.

Desde 1989 represión política y apertura económica han ido de la mano, el bienestar generado por una compensaba los sinsabores de la otra. La cuestión es saber si un parón económico será capaz de mantener todavía esa dualidad.