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El oso ruso ya no pide permiso a Washington en la escena internacional

  • Las relaciones entre Washington y Moscú están mas tensas que en 1989
  • EE.UU. interpretó el fin de la URSS como una victoria
  • Rusia ya no parece sentirse obligada a respetar las reglas de juego

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El presidente de EE.UU., Barack Obama, y el de Rusia, Vladimir Putin, en una fotografía de archivo.

Veinticinco años después de la caída del Muro de Berlín, el antagonismo entre Moscú y Washington vive uno de sus momentos más álgidos. En su último discurso ante la ONU el presidente de EE UU, Barack Obama señaló las acciones de Rusia como la mayor amenaza para la estabilidad mundial junto al ébola y el radicalismo yihadista del Estado Islámico. El presidente ruso, Vladimir Putin, asegura que no es Moscú quien quiere restaurar la Unión Soviética y regresar a la Guerra Fría, sino Washington con su irresistible necesidad de hacer frente a un "eje del mal", en que ahora incluye a Rusia. Y los actos del líder del Kremlim indican que Moscú ya no pide permiso para actuar en la comunidad internacional. Hay quien dice que una segunda Guerra Fría ya ha comenzado.

Con la caída del Muro y el desmantelamiento de la URSS, muchos confiaban en que la amenaza de la “destrucción mutua asegurada” había desparecido. Las amables palabras de Washington y Moscú hacían pensar en mundo multipolar en el que primaría el mutuo entendimiento.

Sin embargo, para algunos analistas e historiadores, EE.UU. interpretó el fin de la URSS como una victoria para sus intereses estratégicos. Muchos líderes rusos ven en aquel resultado una absoluta humillación. Entre ellos, el mismo Putin, que hace unos años ya daba rienda suelta a la nostalgia y la frustración. La Rusia de finales de los años 90, dijo, "era mucho más dramática que en los últimos años de la URSS".

Moscú, Washington y el orden mundial

El sentimiento de agravio que Moscú siente hacia el orden internacional y europeo que nació tras el derrumbamiento del muro de Berlín y la unificación alemana es compartido por muchas voces en Rusia.

Entre ellos, sin ir más lejos, Mijail Gorbachov. "Mi consejo para los líderes occidentales es que analicen todo esto con detenimiento en lugar de culpar siempre a Rusia de todo. Que recuerden la Europa que pudimos crear en los 90 y en qué se ha convertido, desgraciadamente, en los últimos años", afirmó Gorbachov en una reciente entrevista con Rossískaya Gazeta.

Gorbachov criticaba con dureza “la reticencia” de los “socios europeos a tener en cuenta el punto de vista de Rusia, así como sus legítimos intereses en materia de seguridad”.

Entre los pasos que se dieron sin contar con Rusia, Gorbachov citó "la ampliación de la OTAN, los planes de despliegue de sistemas de defensa antimisiles y las intervenciones de Occidente en regiones estratégicas para Rusia como Yugoslavia, Irak, Georgia o Ucrania".

Las regiones estratégicas de Rusia

Si un líder refleja la enérgica reacción rusa a esa frustración, ese es Vladimir Putin. "El oso ruso no va a pedir permiso a nadie", dijo el pasado octubre en el foro de Valdai, poco después de que Moscú recibiera más sanciones por su intervenciones en el conflicto de Ucrania.

Las críticas del líder del Kremlim hacia el orden mundial post Guerra Fría liderado por EE.UU. ya vienen de largo. En 2007, en una polémica conferencia de seguridad en Münich, Putin criticó con virulencia la existencia de un “mundo unipolar” regentado por EE.UU. tras el desmoronamiento de la URSS.

Entre la lista de agravios, Putin ha citado las sucesivas intervenciones militares occidentales en lugares como Irak o Afganistán y, especialmente, la ampliación de la OTAN hacia el este de Europa.

Dicen que el jefe del Kremlin perdió la paciencia tras el derrocamiento y asesinato del dictador libio, Muamar el Gadafi, un socio del Kremlin, con la cobertura internacional y con el apoyo occidental a las multitudinarias protestas antigubernamentales del 2011 en Moscú.

La guerra de Siria ha ahondado en esa posición. El apoyo – diplomático y logístico- de Moscú al régimen de Bachar Al Asad, el gran aliado de Rusia en Oriente Medio, ha evitado una intervención internacional en Siria y dado aire al dictador sirio. La máxima tensión se vivió el verano de 2013, cuando Moscú interpuso barcos de guerra para disuadir del que parecía un inminente ataque ‘quirúrgico’ de Washington sobre Damasco.

El caso Snowden, una auténtica pesadilla interna y externa para Barack Obama, dinamitó las relaciones diplomáticas. La decisión de Rusia de conceder el asilo político al ex espía estadounidense, pese a las reiteradas advertencias diplomáticas de Wahsington, desesperó a la administración estadounidense.

Ucrania y Crimea

Pero la tensión ha explotado en Ucrania, y ha sido Rusia quien ha roto formalmente las reglas de juego diplomáticas con su anexión de la península de Crimea y el apoyo logístico y diplomático al los rebeldes del este. El último ejemplo, y pese a las condenas internacionales, se ha visto con el reconocimiento ruso de las elecciones en las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk.

El hecho de que el Kremlin actuara de manera soterrada, sin consultar, ignorando las prácticas universalmente aceptadas, es lo que ha indignado especialmente a EE.UU. y la Unión Europea, que creen que Rusia se esta convirtiendo en un paria internacional.

Para Putin, y para muchos rusos, fue Occidente quien abrió la caja de Pandora al promover la independencia de Kosovo e intervenir en diferentes zonas del mundo sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU. La intromisión europea en los asuntos de Ucrania, una de sus más valiosas áreas de influencia fue, para Moscú, la gota que colmó el vaso.

¿Paz fría?

Veinticinco años después de la caída del Muro de Berlin, las relaciones entre ambas potencias están más tensas que entonces. El periodista ruso Konstantín Remchukov, director del diario Nezavísima Gazeta, considera en unas declaraciones a Efe que "las elites políticas de EE.UU. y Rusia desean con ansias una guerra fría, ya que ésta ofrece un determinado futuro a poderosos grupos de intereses a ambos lados del Atlántico".

Lo cierto es que Rusia ya no parece sentirse obligada a respetar las reglas de juego, porque considera que, o no existen, o han sido manipuladas por las Occidente a su antojo. Por su parte, EE.UU. vislumbra a Moscú como una amenaza para la estabilidad internacional.

Para el periodista ruso, la pregunta de si el mundo se dirige hacia una nueva guerra fría ya ha perdido actualidad. Esta guerra "ya se libra con intensidad en numerosos frentes, que, lamentablemente, serán muchos más", señalaba.