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Gaza espera en vilo una tregua o la guerra total

  • La población se aprovisiona de alimentos y medicinas para resistir la ofensiva
  • La diplomacia internacional se emplea a fondo para lograr un alto el fuego
  • Israel, preparado para la ofensiva terrestre si los cohetes palestinos no paran

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Israel continúa los bombardeos en Gaza y los muertos ascienden a 83

Cuando los bombardeos israelíes se apaciguan, los gazatíes aprovechan para salir a la calle. A la carrera, y en apenas unos minutos, tratan de hacer acopio de alimentos y medicinas. Saben que el desenlace final es cuestión de días, sino horas, y, ante la posibilidad de que la tregua no llegue, se preparan para lo peor: una invasión terrestre.

Llevan cinco días rezando a Alá bajo las bombas. Y cinco años malviviendo en uno de los territorios más superpoblados del mundo, privados de las necesidades más básicas –agua, combustible y electricidad- y sin libertad para salir de esos 360 kilómetros cuadrados debido al bloqueo israelí impuesto en 2007 en represalia a la toma del poder de Hamás en la franja.

Hasta ahora, el Ejército israelí ha bombardeado Gaza por mar y aire y ha amenazado con lanzar una ofensiva terrestre si las milicias palestinas no detienen el lanzamiento de misiles en el sur de Israel. En 2008, cuando el Estado judío lanzó la operación Plomo Fundido, el Ejército tardó 8 días –desde el 27 de diciembre que comenzó el asedio hasta el 3 de enero- en invadir Gaza por tierra. Pero entonces,  la población estaba menos preparada para aguantar el asalto militar.

El ánimo de los gazatíes es que, mientras los Hermanos Musulmanes mantengan abierto el paso de Rafah, podrán resistir. En 2008, el Egipto de Hosni Mubarak no lo permitió. Y, además, Israel bombardeó desde el segundo día los túneles utilizados para comunicar Gaza con Egipto.

El tiempo para una tregua se agota

Israel cuenta con que el escenario internacional ha cambiado: la primavera árabe ha revolucionado el tablero geoestratégico. Algunos analistas creen que, en parte, esta ofensiva es un intento de provocar a Egipto para averiguar hasta qué punto el nuevo Gobierno islamista está dispuesto a apoyar a Hamás. Y la respuesta del presidente Mohamed Mursi ha sido elocuente: “No dejaremos a Gaza sola”.

La visita del primer ministro egipcio a la franja en plena operación Pilar Defensivo, como Israel ha llamado a la ofensiva, supone un espaldarazo histórico a Hamás, que fue imitado este sábado por el ministro de Exteriores de Túnez. En octubre, el emir de Catar fue el primer líder extranjero en demostrar hasta qué punto el movimiento islamista estaba venciendo el aislamiento internacional.

A Israel no le interesa ni romper relaciones con Egipto ni, en último término, poner a prueba la paciencia de sus vecinos árabes y musulmanes: el polvorín de la guerra siria y su consecuente contagio al Líbano, el liderazgo de Turquía y la respuesta de un Irán impredecible.

La comunidad internacional aún no ha olvidado las demoledoras conclusiones del informe Goldstone, que acusó a ambas partes de cometer crímenes de guerra durante la operación Plomo Fundido y, en concreto, denunció el “uso desproporcionado de la fuerza” ejercido por el Ejército israelí con un resultado de 1.400 palestinos –la mitad civiles- y 14 israelíes muertos.

Los contactos diplomáticos marchan contra reloj. Numerosos líderes extranjeros, entre ellos François Hollande, Angela Merkel, y Barack Obama, han telefoneado al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para evitar una ofensiva terrestre. Y, los líderes árabes, por su parte, también negocian con Hamás un alto el fuego.

Hasta ahora, Israel parece tratar de evitar una confrontación a gran escala. Solo en el primer día de Plomo Fundido, el Ejército hebreo mató a 200 palestinos. Hoy, en cinco días, el número de víctimas mortales es de más de 60.

Entrar en Gaza “hasta el final”

En 2008, las negociaciones para lograr una tregua no fructificaron. El Gobierno israelí ha asegurado que esta vez la operación "tiene objetivos específicos" –acabar con la infraestructura militar de Hamás- que todavía no se han cumplido, mientras el titular de Exteriores, el ultraderechista Avigdor Lieberman, mantiene que están preparados para entrar en Gaza y que si lo hacen será para “ir hasta el final” .

Los carros de combate ya están en la frontera, las carreteras de acceso a la franja cortadas, y 75.000 reservistas movilizados para entrar en combate.  Un despliegue demasiado espectacular como para quedarse a las puertas, sobre todo, si Hamás no detiene los bombardeos.

“Ningún primer ministro israelí quiere fotografías nocturnas en la televisión en la que los ciudadanos del sur de Israel aparezcan en refugios antiaéreos protegiéndose de las bombas”, señala el corresponsal diplomático y de defensa de la BBC, Jonathan Marcus. Por ello, Netanyahu no debería dejar que la ofensiva se enquiste sin avances hacia una u otra dirección. Y más aún con unas elecciones en las que revalidar el cargo en apenas dos meses.

Además, Israel cuenta con demostrar que la península del Sinaí se ha convertido en un santuario de terroristas, una forma de contrarrestar la ofensiva diplomática de Mahmud Abás en la Asamblea General de la ONU, ante la que solicitará el próximo 29 de noviembre el reconocimiento de Palestina como Estado.

Mientras, los bombardeos no cesan y mantienen en vilo a un millón y medio de personas en Gaza, 750.000 son niños, y también a las poblaciones israelíes alcanzadas por los cohetes palestinos.

“Los niños de la franja de Gaza están aterrorizados y traumatizados por las implacables bombas que caen cada hora sobre el terreno y no hay lugares o refugios seguros para las familias y los niños”, denuncia la Comisión Independiente para los Derechos Humanos. Y las horas pasan, con el ruido de las explosiones y la artillería como música de fondo, y el temor de una nueva masacre en el horizonte.