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Fátima salió de Afganistán cuando tenía solo 17 años y, después de pasar un año en Turquía, llegó a España. Cuando vivía en Kabul fue víctima de un ataque suicida de un centro educativo, en el que perdieron la vida 54 personas: "Estábamos en clase para estudiar, una persona hace un ataque en la que pierdo el ojo izquierdo y el oído".

El sueño de esta joven era estudiar informática en una universidad afgana, un derecho que han perdido las mujeres desde la llegada de los talibanes. Está prohibido que asistan a centros educativos las mujeres mayores de 12 años, excluidas de todos los aspectos de la vida pública.

Desde que retomaron el poder, los talibanes no han dejado de eliminar derechos fundamentales de mujeres y niñas: "Han acabado con todos los derechos para borrar por completo a las mujeres", detalla la presidenta de Women for Afghanistan, Fawzie Koofi.

Imagen: Marta Fernández / Europa Press

Escuchamos a Friba Quraishi, jueza afgana exiliada en España. Una mujer que desafió todas las barreras: estudió Derecho vestida de hombre para poder acceder a la universidad y ejerció como magistrada durante más de 14 años en su país. Su voz, entrecortada por la emoción, clama para que no olvidemos a las mujeres que aún viven bajo el yugo de los talibanes.

La situación que sufren las mujeres afganas es cada vez más grave. Los talibanes han ido poco a poco borrando sus derechos y hasta que se escuche su voz es ahora un delito. Roya Sadat es la primera directora de cine de Afganistán y trata de contar la historia de las mujeres de su país a través de sus películas. Reporteros Sin Fronteras colabora en la exhibición de su último largometraje, 'Sima´s song'. Antía André ha hablado con ella.

En Alemania el gobierno está negociando un acuerdo muy polémico con los talibanes. El canciller Merz quiere enviar a Afganistán a los ciudadanos afganos condenados por delitos graves en su país. El hecho de negociar con los fundamentalistas preocupa a las organizaciones humanitarias y a los militares que estuvieron dos décadas en aquel país, combatiendo en zona hostil.

En el último año, con la mediación de Catar, Alemania ha expulsado a Kabul a un centenar de afganos con delitos. Ahora el Gobierno negocia directamente con los talibanes, un régimen que solo Rusia reconoce. Durante 20 años, Alemania envió a 150.000 soldados a combatirlos bajo el paraguas de la OTAN, donde murieron 59.

Colaboradores afganos del ejército alemán que huyeron a Pakistán han recibido una propuesta desde Berlín, recibir hasta 12.500 euros si renuncian al asilo en Alemania. Las organizaciones humanitarias piden cautela a los países que planean devoluciones.

Según la representante de Acnur en Alemania, Katharina Thote, "la situación sigue muy complicada y retornos masivos pueden desestabilizar aún más el país". El canciller Merz quiere mostrar su eficacia para reducir las peticiones de asilo por un lado y expulsar también a delincuentes extranjeros. El precio ahora es ofrecer diálogo directo a los talibanes, que ya han obtenido permiso para enviar a dos diplomáticos a Alemania.

Imagen: EFE / ANDRE COELHO

En medio de la devastación provocada por el último terremoto ocurrido en Afganistán, las imágenes han mostrado a militares, rescatistas, médicos y heridos, pero apenas a mujeres. Cuando aparecen, están de espaldas, completamente cubiertas o son niñas. La ley talibán, que prohíbe el contacto entre hombres y mujeres que no sean familiares, incluso en emergencias, impide que sean atendidas en igualdad de condiciones.

A la prohibición de estudiar Medicina o Enfermería se suma ahora la falta de profesionales mujeres para asistirlas. Incluso si están enterradas bajo los escombros, no pueden ser tocadas por hombres. Nadie sabe con certeza cuántas han muerto o cómo están siendo atendidas: un silencio impuesto que la activista y presidenta de Esperanza de Libertad, Khadija Amin, define como un "apartheid de género".

Foto: AIMAL ZAHIR