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Un día en la carrera más loca del Valle del Tiétar, en Piedralaves

  • Piedralaves celebra cada año la bajada de vehículos más singular al sur de la Sierra de Gredos
  • Conocido como la perla del Tiétar, goza de un entorno privilegiado con senderos, gargantas de agua y castañares centenarios
Beatus Ille - Piedralaves
Marta Cáceres

Beatus Ille descubre en esta ocasión el municipio de Piedralaves, al sur de la provincia de Ávila, donde se disputa una singular carrera de autos prefabricados. Cerca de saltos de agua como la Garganta de Nuño Cojo o la Charca de la Nieta, sus habitantes disfrutan en cualquier época de salir a la calle y disfrutar. Es el caso de la carrera de Autos Locos que, en su decimotercera edición, reúne a los más atrevidos del pueblo y alrededores para lanzarse cuesta abajo con un “vehículo” construido con el único propósito de pasarlo bien.

Piedralaves

Uno de los vecinos de Piedralaves celebrando RTVE

Carrera de Autos Locos

José es uno de los piedralavenses que cada año participa y se disfraza de lo que haga falta. No se ha perdido ni una sola edición. Con él viviremos la sensación de precipitarse “a toda velocidad”, jaleado por convecinos y visitantes. Al igual que Diego, un joven disyóquey local que mientras ultima los detalles de su “bólido”, confiesa que su verdadero sueño no es otro que el de pinchar música.

A poca distancia en las laderas que rodean Piedralaves, ajeno al mundanal ruido, sucede otro espectáculo de la naturaleza: la berrea. Es época de apareamiento y decenas de ciervos siguen el dictado de su instinto, proclamando a los cuatro vientos la atención de las hembras. No hay que aguzar mucho el oído para escucharlos. Mientras, Jesús, guía local de senderismo y uno de los protagonistas del capítulo, cuenta la riqueza silvestre de castaños, robles, acebos y alcornoques. Además de plantas y arbustos medicinales, que conforman un paisaje con más de 100 kilómetros de rutas por descubrir.

Piedralaves, un enclave con potencial turístico

Otro de los atractivos de este municipio con poco más de dos mil habitantes, es su arquitectura tradicional. En sus calles serpenteadas las casas con balconadas de madera recuerdan su pasado de origen rural, y la iglesia de San Antonio de Pádua y la Cruz de los Enamorados, ambos de finales del siglo XVII, son también puntos de interés histórico, así como los concurridos, parque de San Roque y del Venerito y las fuentes, unas veinte, que a cada paso vierten agua del Tiétar.