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Carla Simón y el íntimo retrato sobre el campo que conquista la Berlinale

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Carla Simón en la Berlinale
Carla Simón en la Berlinale 2022

No hay duda de que a Carla Simón le gusta el verano. Una estación evocadora que le sirvió para dar nombre a su ópera prima, Verano 1993 (2017), y en la que ahora vuelve a situar su segundo largometraje, Alcarrás (2022), película participada por RTVE que ha logrado el Oso de oro en la Berlinale.

La también ganadora de un Goya retrata una parte de su universo personal para contarnos la historia de los Solé, una familia que tras dedicarse a la agricultura durante generaciones tienen que emprender la última cosecha. Un relato sobre las raíces, las tradiciones y la importancia de las redes afectivas en momentos difíciles para el que la directora a querido trabajar con actores no profesionales y que la ha llevado hasta su Alcarrás natal.

La corresponsal de RNE en Berlín, Beatriz Domínguez Cao charla con la directora catalana que este miércoles aspira al Oso de Oro en el festival europeo. Un premio al que también aspira el también director español Isaki Lacuesta con Un año, una noche (2022), sobre los atentados de Bataclán.

Llegas a la Berlinale cinco años después de haber arrasado con tu ópera prima, 'Estiu 1993', ahora vuelves para competir en la sección oficial, ¿qué sensaciones tienes?

Cuando nos dieron la noticia, nos hizo una ilusión máxima, con esa sensación de que te invitan a sentarte en la mesa de los mayores, con directores que admiro muchísimo, empezando por Isaki Lacuesta, Claire Denis... Lo siento como muy grande y aparte con muchas ganas de compartir la peli, porque como teníamos que haberla rodado el año pasado y se ha hecho esperar tanto este proceso, es como, bueno, finalmente llega el momento de que lo vea la gente.

Tuvisteis que posponerlo un año porque era un rodaje que tenía que ser en verano sí o sí.

Sí, por los melocotones. De hecho nos planteamos incluso cambiar la fruta... Bueno, planteamos de todo para no tener que posponerlo un año, pero bueno, yo creo que la peli habría sufrido mucho si la hubiésemos rodado a principios de la pandemia, porque la idea y la esencia de la película es que reúne a mucha gente, mucha familia junta: abuelos, nietos, primos, padres... todos juntos, que era justo lo que no se podía hacer durante la pandemia, entonces, yo creo que fue bueno esperar un año.

¿Por qué has querido contar esta historia? ¿Sobre esta tierra?

Porque mi familia cultiva melocotones en Alcarrás y es un oficio que siempre me ha llamado mucho la atención, muy duro, pero también muy bonito, muy poético... y cuando murió mi abuelo realmente me di cuenta de muchas cosas, pones en valor su historia, cómo esos árboles que él había cultivado en algún momento desaparecerán. Mis tíos lo han heredado y siguen cultivando melocotones, pero la verdad es que esta manera de hacer agricultura en familia, que seguramente sea el oficio más viejo de la humanidad, está desapareciendo; porque es muy duro para ellos, es duro sobrevivir, y hay una falta de relevo generacional muy fuerte y la gente está abandonando las tierras siempre, por un motivo o por otro. En este caso, está el tema de las placas solares, pero otros tienen otras razones. Al final, digamos que no está en un buen momento esa manera de hacer agricultura.

Es un tema muy local, pero extrapolable a muchos ámbitos, sectores... Esa especie de lucha de David contra Goliat, pero en este caso, por mayor que sea el esfuerzo, el sector primario tiene las de perder...

Está mal y también la forma de hacerlo. Porque evidentemente no se va a dejar de cultivar la tierra, necesitamos comer, pero sí es la manera. Cambian los modelos, llegan grandes empresas que ponen a la gente a trabajar, pero les da igual si esa tierra deja de dar frutos al cabo de un tiempo. Por el contrario, lo que tiene cultivar la tierra en familia es que la cuidan para que las generaciones que vengan la puedan seguir trabajando. Estas familias son familias que resisten y es muy fuerte que no las estemos cuidando; con políticas que las protejan, porque el precio de la fruta fluctúa todo el rato, nunca saben qué van a cobrar y es muy difícil ahora mismo vivir de esto, les cuesta más producirlo que no hacerlo. LOC.-

En esta historia pones como 'mala de la película' las placas solares...

¿Ahí qué pasa, no? Bueno, es muy fuerte, porque justo ahora están poniendo muchas placas solares en Alcarrás, o sea que parece que la película ha sido premonitoria... Pero hace tiempo ya hubo un boom, no solo en Cataluña, sino en toda España, que de repente se convirtió en un buen negocio, luego cambió la normativa... Me parecía interesante porque, en realidad, es necesario y bueno que haya placas solares, y plantear ese dilema, que esa familia tenga que irse de esa tierra y dejar sus árboles para poner placas solares, me parece más complejo y difícil de gestionar que si fuese por algo realmente negativo. En este caso, todos tienen su parte de razón en esta historia, también el propietario actual para el que el contrato verbal que regía desde la Guerra Civil ya no tenía sentido en el presente. Puedes entender al "malo de la película" porque tiene sus razones y son lícitas. Entonces lo que se plantea aquí es un dilema y me parecía muy interesante.

Llama la atención en la película lo felices que crecen los niños en el campo y una vez que creces lo duro que se hace...

Sí, exacto. Yo formo parte de una familia muy grande y me apetecía mucho explorar cinematográficamente esa idea de vivir con mucha gente, diferentes generaciones y qué pasa ahí. La energía emocional que se crea cuando hay una crisis familiar y hay tanta gente conviviendo. Y de ahí la idea de que la película no se centrase en un solo personaje, sino en una familia, que tuviese un relato coral.

Abarca a todas las generaciones, también los adolescentes, que viven en el campo pero crecen también con Internet, con aplicaciones que solemos asociar a jóvenes urbanitas...

Para mí era importante el tema de no retratar el campo como un lugar idílico, poético y ya, sino el campo ahora, que parecen contradicciones, pero en realidad no lo son, porque están a día de hoy con sus movidas, pero viviendo en este entorno, ¿no? A veces parece que les gustaría más estar cerca de un centro comercial o haciendo otro tipo de cosas que hacen los jóvenes hoy en día.

Has contado en esta película con actores y actrices no profesionales, con trabajadores reales... ¿Era una forma de darle a esta historia más realismo?

Para empezar, en el reparto había muchos niños, adolescentes y gente mayor y sin duda tenían que ser actores no profesionales por la edad, sobre todo los niños. Y luego, el hecho de haberse rodado en esta zona, se habla un dialecto muy específico del catalán, que yo quería respetar porque me parece muy bonito, y no hay tantos actores que lo hablen. Evidentemente un actor lo puede aprender, pero me parecía bonito que fuera genuino. Y sobre todo que, tú cuando ves a un agricultor coger un tractor, conducirlo o recoger un melocotón... Hay algo ahí que es difícil de representar si no lo vives, ¿no? Yo que siempre intento buscar personas que se parezcan mucho a los personajes que he escrito, en ese caso, sí buscamos si había actores agricultores, pero no encontramos, en ese caso, vino de una manera natural que terminase siendo todo gente de la zona, que tuviese ese vínculo real con la tierra y que podía contar esa historia porque la ha vivido en la propia piel.

¿Y cómo crees que la recibirá un jurado internacional?

Ni idea, la verdad. Estoy un poco nerviosa por ver cómo será esa recepción. Es fuerte cuando te pasas tanto tiempo explorando un territorio que encima tampoco está tan explorado dentro de España y Cataluña, porque pocas películas se han rodado ahí o pocas cosas se van a contar desde ahí, y de repente sentir que compite en la sección oficial de la Berlinale, es fuerte. De todas maneras, yo pienso que todos tenemos una familia y en todos los países existe la agricultura, y al final tiene su punto universal. Lo mismo pasó con 'Verano 1993', que era una historia muy concreta, local, personal, en catalán... Y de repente hay emociones ahí con las que conectas sea de donde seas.

Hace unos días, justo antes de que arrancase la Berlinale, el director artístico del festival, Carlo Chatrian, decía que era un buen año para el cine español; hay dos películas en sección oficial, la tuya y la de Isaki, alabó vuestro trabajo y de ti concretamente ha dicho que eres "una hija de la Berlinale"...

Claro es que, más allá de traer las pelis, habíamos empezado a venir en 2015 con el proyecto de verano, en 2016 volvimos al Talent Market. Luego estrenamos la peli, luego vine de jurado... Con 'Alcarrás' también estuvimos en el Co-production Market. Entonces, estuvimos muchos años viniendo, con la pandemia, evidentemente, no, ¡pero aquí estamos otra vez!