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Maruja Mallo era "muy independiente, vital, alegre, creativa y heterodoxa"

  • Ana Rodríguez Fischer novela la vida de la pintora en Notre Dame de la Alegría
  • Amiga de Lorca y Dalí, el Museo Reina Sofía le dedica una completa retrospectiva
Maruja en su taller
Maruja Mallo posa en su estudio de Madrid en 1936. CASA MORENO

"No, no ascendí al subsuelo. Bajé a los infiernos. Me bañé en aguas negras y fétidas. Por eso pude resucitar 'al filo de una piedra mordida por un hongo estancado y decirte por qué las lluvias pudren las hojas y las maderas'. Tú te habías marchado. Yo inauguraba la amargura".

En este fragmento de Notre Dame de la Alegría, Maruja Mallo recuerda el fin de su relación con el poeta Rafael Alberti, que le dedicó dos poemas en Sobre los ángeles: "La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo" y "El ángel malo".

La escritora Ana Rodríguez Fischer pone voz a las memorias de la pintora gallega en una biografía novelada publicada por Siruela. Nacida como Ana María Gómez González, llamada "la joven bruja" por Valle-Inclán, la artista no tenía pelos en la lengua y aseguraba en TVE que tenía "20 almas".

RTVE.es habla con la catedrática de Literatura Española de la Universidad de Barcelona sobre Notre Dame de la Alegría, una narración sobre la vida de Maruja Mallo. Una artista que nunca pintó su autorretrato, aunque si posó en fotografías con tintes surrealistas.

Pregunta: La novela es una reescritura de Objetos extraviados. Han pasado ya 30 años. ¿Qué cambios hay con respecto a aquella primera versión?

Ana Rodríguez Fischer: La escritura es un poco más esponjada, por decirlo de alguna manera. Antes, en algunos tramos era muy monólogo interior, todo muy ensimismado. Ahora se abre, respira el texto, con alguna corrección estilística porque estaba muy pegado a rasgos de la escritura de vanguardia. En el fondo lo que hice fue extender un poco, diluir, no ser tan ortodoxa con el empleo del monólogo interior y de la primera persona.

P: ¿Por qué la novela se titula Notre Dame de la Alegría?

Portada de 'Notre Dame de la Alegría'

R: El título de Objetos extraviados producía algún malentendido, pese a que estaba justificado porque una gran parte de la obra de Maruja Mallo estaba ilocalizable. También por la referencia de Gómez de la Serna, que fue el primero que le dedicó unas conferencias muy extensas en Buenos Aires. El nuevo título parecía conveniente por su carácter, cómo la percibían sus compañeros de generación, por su personalidad muy entusiasta, muy positiva y muy alegre.

P: Tengo entendido que, en realidad, la llamaban Notre Dame de la Aleluya...

R: Así aparece en un texto de Giménez Caballero sobre Maruja Mallo. No quería poner "aleluya" porque eso ya era demasiado eclesiástico, además después Giménez Caballero hizo el giro hacia el fascismo y dijo barbaridades sobre Mallo que recojo en la novela. No quería una cita literal, pero sí destacar que se mostraba como una persona muy vital, alegre, creativa, heterodoxa.

P: Precisamente, le quería preguntar cómo era Maruja Mallo. ¿Qué rasgos definían su personalidad?

R: Era muy creativa, muy abierta, muy permeable, muy al tanto de todas las corrientes artísticas, estéticas a las cuales ella en ocasiones se se anticipaba. Muy independiente también, quizás eso explica el aislamiento, aparte de los factores históricos del exilio. La osadía, el atrevimiento, la independencia y una creatividad extraordinaria.

P: ¿Qué fue lo más difícil de dar voz literaria a una mujer así?

R: Hay muchas lagunas, fue bastante hermética con su vida privada, su vida personal como mujer. No era fácil entrar, salvo imaginar qué experiencias pudo tener durante su infancia, tomando como base los elementos de su plástica. Todo lo que tiene que ver con los trabajos y los días, con el mar, con la serie de los frutos que ilustró para la Revista de Occidente. Yo soy del occidente de Asturias y ella nació en Vivero y vivió en Avilés. Ahí sí que podía, más o menos, ponerme en su cabeza y en su piel.

P: En el libro cuenta que Maruja Mayo ganó un concurso de blasfemias. ¿Se sabe qué exabrupto pronunció?

R: Eso no lo sabemos. Lo que sí se conoce es que le ganó a Buñuel y Alberti. Eso no lo dijo nunca, ni lo testimonian otros que estuvieron presentes. Ya hubiera querido yo también saber cuál es.

P: ¿Qué relación tuvo Maruja Mayo con Rafael Alberti? ¿Cómo se entrelazaron sus trayectorias vitales y creativas?

R: Fue una relación personal, íntima y artística muy intensa, en el periodo que iría de 1925 a 1929 aproximadamente. Y colaboraron en Yo era un tonto, el libro que dedica Alberti al cine mudo de Buster Keaton o Charlot, que ella ilustraba. También hacía los decorados de muchas de sus piezas dramáticas breves. Hubo mucha afinidad hasta que Alberti la borró, la silenció por completo. En sus memorias, en La arboleda perdida, suprimió un poema bellísimo, el mejor que le había dedicado en Sobre los ángeles, que es "La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo", dejó solamente uno: "El ángel malo". Luego de que murió María Teresa León, fue cuando Alberti en algunas entregas sueltas reconoció la amistad, la afinidad, de un modo un poco más brumoso, pero por lo menos la mencionaba.

P: ¿Qué papel tuvo Rosa Chacel para animarla a abordar la figura de Maruja Mallo?

R: Rosa Chacel la conoció antes de la guerra y del exilio. Allí en Buenos Aires se trataban y Maruja Mallo llamaba mucho por teléfono. De vez en cuando salía en la conversación, incluso me había ofrecido visitarla en la clínica geriátrica. Entonces, no tenía especial motivo, lo que tenía claro era que no iba a ser ni una biografía, ni un ensayo, académico, porque no vengo del mundo del arte. Yo quería hacer una fabulación, una recreación, una novela.

P: La pintora se llamaba Ana María Gómez González. ¿Cómo eligió el nombre con el que pasaría la posteridad?

R: Bueno, lo de María a Maruja en Galicia es bastante típico y Mallo es el segundo apellido del padre. A partir de su firma, traté de descifrarla y ver cuál había sido el proceso para llegar a esa rúbrica que no modificó nunca. Empecé con los primeros barrotes y después, entre una espada y una cruz, imagino que a ella le pega más la espada.

La firma de Maruja Mallo

"Margarita Manso y yo enfundamos nuestras piernas en las chaquetas de Dalí y de Federico, usándolas como pantalones; las boinas bien encasquetadas para ocultar cuidadosamente los cabellos. Nadie llevaba bigotes, por lo que pudimos penetrar en el monasterio".

P: Quitarse el sombrero, colarse en Silos o entrar en bicicleta en una iglesia fueron transgresiones que, desde el siglo XXI, se pueden ver como performances artísticas. ¿Fue Mallo una adelantada a su tiempo? De haber nacido ahora, ¿haría instalaciones?

R: Yo creo que sí. Se adelantó a lo pop, por ejemplo, también. A mí me ha sorprendido mucho que, en los años 80, con la ebullición de la movida madrileña, la contracultura de finales de los 70, no se reivindicase más a Maruja Mallo, porque sería una artista con una afinidad indiscutible con todos esos planteamientos.

P: ¿Qué tal se llevaba con Dalí y con Lorca?

R: Pues con Dalí se llevaba muy bien, cuando eran compañeros en la Academia de San Fernando. De hecho, una de las variaciones en esta versión fue darle más cabida a Dalí, porque siempre habló muy bien de ella y Lorca también. Sí, Dalí la elogió en aquellos primeros años, pero después ya estaba entregado a construirse a sí mismo y no la volvió a mencionar mucho más.

P: Maruja Mallo formó parte de la generación del 27. Tras años relegada, ahora vuelve al primer plano con una gran retrospectiva en el Reina Sofía. ¿Por qué fue tan largo el olvido?

R: Hubo alguna exposición anterior en Galicia en 1985 y me contó su hermano que ella todavía había estado bastante al tanto de la preparación de aquella exposición, en el Museo de Arte Contemporáneo. Pero claro, la obra estaba muy dispersa y muy ilocalizable. Entonces Sobrino y Juan Manuel Bonet hicieron un inventario, supongo que ahora había nuevas posibilidades y coincide con la efeméride de los 30 años de su fallecimiento.

P: ¿Qué rol juega la memoria en la estructura de la novela?

R: Es una memoria desorganizada, más sensorial. Un elemento del mundo exterior provoca una asociación, un recuerdo que siempre va siguiendo una cronología, lógicamente, porque si no sería un caos, pero tiene su propia dinámica, su propio proceso asociativo.

P: ¿Qué pesa más en Notre Dame de la alegría, el rigor histórico o la libertad creativa?

R: Siempre soy respetuosa con el rigor histórico, no lo altero. Puedo inventarme esto de la firma, por ejemplo, y alguna otra cosa en el sentido de tener un dato y construirlo narrativamente, hacer una escena y contarlo, pero sin traicionar los hechos. Es el lector es el que tiene que juzgar.

P: ¿Qué vínculo tenía Maruja Mallo con Gabriela Mistral?

R: Ella le facilitó la salida de España por vía diplomática en 1936. El golpe de Estado la cogió cerca de Vigo con las misiones pedagógicas. De Galicia consiguió pasar a Portugal y desde allí embarcó ya para Buenos Aires.

P: ¿Cómo influyó su exilio en América en su evolución artística?

R: A ella le fascinó el descubrimiento de América, en esa última etapa de Moradores del vacío y también toda la serie de Sorpresas del mar. La proyectó hacia una pintura casi metafísica, dentro de ser una pintura plástica. Ella, por ejemplo, rechazo la abstracción, no hizo esa deriva, esa evolución.

P: Al final de la novela se aprecia un cierto desencanto cuando Maruja Mallo vuelve a España.

R: Ella tuvo alguna relación con el grupo El Paso y Juana Francés, que intentó ayudarle un poco, pero históricamente y estéticamente, había mucha distancia entre la obra de Maruja y la de ellos. En los años 70, la promoción de los novísimos, tan vanguardistas ellos, fueron recuperando a la gente del exilio, Machado, Rosa Chacel, entre otros, pero en el caso de Maruja Mallo no fue así. Salvo por alguna cosa más de tipo anecdótico, excéntrico y superficial, por consiguiente banal, como preguntarle si había desvirgado a Miguel Hernández o si iba desnuda debajo del abrigo, ese tipo de cosas.

P: ¿Qué escena de Notre Dame de la Alegría le viene primero a la cabeza?

R: La de "Ascensión al subsuelo" (sexto capítulo). Ese tramo, me parece que es esencial. De hecho, fue el capítulo que empecé a escribir porque veía que si no podía conseguir algo satisfactorio, esa era la altura. Era uno de los momentos más brillantes de plenitud, de esplendor, de reconocimiento. Después de la exposición de las verbenas en la Revista de Occidente y luego de la etapa de cloacas y campanarios y huellas, todo eso. Esas imágenes son las que me vienen a la cabeza.