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La memoria y la resistencia de las españolas en el campo nazi de Ravensbrück

  • Más de un centenar de deportadas españolas estuvieron esclavizadas
  • El Gobierno les rinde homenaje 80 años después de la liberación del campo de concentración
La memoria y la resistencia de las españolas en el campo nazi de Ravensbrück
Mujeres españolas en el campo de concentración nazi de Ravensbrück TVE
ALBERTO FREILE (corresponsal de TVE en Berlín)

Lo que queda de Ravensbrück es hoy un lugar apacible. Un espacio rodeado de lagos y bosques en el que la naturaleza se abre paso donde antes hubo muerte, torturas y esclavitud.

En la primavera de 1939, el líder nazi de las SS, Heinrich Himmler, ordenó establecer aquí, a algo más de 90 kilómetros al norte de Berlín, el mayor campo de concentración para mujeres del III Reich. Llegaron cerca de 123.000 deportadas de las que dos tercios murieron asesinadas, agotadas por los trabajos forzados o por enfermedad. "Había mujeres de la resistencia polaca, de Checoslovaquia, Francia, del Ejército Rojo. Había espías inglesas, testigos de Jehová, judías", nos explica la historiadora Piedad Solans. Y también españolas. El número exacto es todavía objeto de debate por la dificultad para seguir el rastro de sus apellidos de casadas, los errores de los nazis al apuntar sus nombres y el tiempo transcurrido, pero se estima que fueron entre cien y doscientas.

Homenaje a las deportadas españolas a Ravensbrück

Hijas de la emigración económica y republicanas exiliadas

Eran mujeres que habían "luchado contra el nazismo junto a los hombres de la resistencia, franceses y españoles", dice Solans. "Unas vivían en Francia desde los años 20 y 30, hijas de la emigración económica. Otras eran exiliadas que combatieron el fascismo en España" y que habían tenido que cruzar la frontera tras la derrota de la República contra Franco.

Fueron "delatadas y detenidas por la Gestapo, deportadas en vagones de ganado a Ravensbrück. No les daban comida ni agua, muchas llegaron muertas con sus bebés. Su valentía nunca ha sido reconocida y han sido olvidadas y silenciadas, especialmente por ser mujeres", señala Solans.

Neus Català fue una de esas mujeres. Deportada a Ravensbrück en 1944, los nazis la enviaron a una fábrica de armamento como mano de obra esclava. Su hija Margarita, nacida en Francia durante el exilio de su familia, nos cuenta que su madre y sus compañeras, "saboteaban la industria de guerra", porque las obligaban a trabajar para el enemigo, "para matar a los suyos", así que dañaban la pólvora con lo que podían: "insectos, polvo, trozos de madera" relata Catalá. "Y sabían lo que se jugaban. En el comando de mi madre cogieron a tres mujeres y las ahorcaron", dice Catalá, presidenta de la Amical de Ravensbrück.

"El cuerpo de la mujer siempre ha sido un campo de batalla de las guerras masculinas"

Piedad Solans pone el acento en la singularidad de Ravensbrück como campo de concentración para mujeres. "Los hombres deportados sufrían todo tipo de torturas, trabajos forzados; pero en el caso de las mujeres y Ravensbrück hay algo específico: algunas mujeres estaban embarazadas, otras llevaban bebés o niños muy pequeños y, como madres, sufrieron los abortos que les infligían, las revisiones ginecológicas que les hacían inyectándoles sustancias... Sufrieron toda su vida. El cuerpo de la mujer siempre ha sido un campo de batalla de las guerras masculinas", explica Solans.

Nunca dejaron de ejercer la resistencia

Pero, mientras estuvieron prisioneras, nunca dejaron de ejercer la resistencia. "Había corales, escribían poemas, dibujaban", enumera Margarita Català. "La solidaridad salvó muchas vidas", dice. "Cuidaban unas de otras y, cuando una madre moría, las demás ejercían de madres y así salvaron a muchos niños".

"Las mujeres españolas eran prisioneras políticas", continúa la historiadora Piedad Solans. "Tenían una conciencia muy especial. Se les ofreció un sueldo para lavar la cara de que no eran esclavas, pero ellas renunciaron. Querían que quedara claro que estaban forzadas y esclavizadas. Hubo muchas formas de sororidad y compañerismo", abunda Solans, que cuenta el caso de una mujer a la que ordenaron arrastrar el cadáver de otra deportada. "Dijo que no iba a arrastrar el cadáver de una hermana". Sabía a lo que se enfrentaba por desobedecer una orden directa de un oficial de las SS.

Neus Catalá sobrevivió a Ravensbrück y recogió los testimonios de deportadas republicanas españolas en su libro De la resistencia y la deportación. Otra prisionera en Ravensbrück, Mercedes Núñez Targa, que había sido secretaria del poeta Pablo Neruda durante la República, publicó en El valor de la memoria. De la cárcel de Ventas al campo de Ravensbrück los horrores que padeció y de los que fue testigo tanto en la Alemania nazi como en las cárceles franquistas.

"Cuando salieron de Ravensbrück las mujeres hicieron el juramento de dar testimonio para homenajear a sus compañeras muertas y para avisar a las nuevas generaciones de lo que podía volver a pasar", nos explica Margarita Catalá, hija de Neus. "Para mi madre era muy importante ir a las escuelas, los institutos, las universidades, hablar con los medios de comunicación para que esto no se repitiera. Desgraciadamente, todas no podían hablar. Unas porque habían muerto, otras por el bloqueo que les suponía volver a revivir el trauma. Pero para mi madre fue una liberación. Antes estaba siempre enferma. Y cuando pudo escribir su testimonio se encontró mucho mejor", confiesa. Neus falleció en 2019 a los 103 años de edad.

Silenciadas durante décadas en la España franquista

A diferencia de sus compañeras de una treintena de países europeos, las españolas liberadas de Ravensbrück no tenían un país que las reclamara como heroínas. "Al contrario que las mujeres de Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Italia, Alemania, Austria… Allí dieron relevancia a su resistencia contra el nazismo, se las homenajeó. Sin embargo, las españolas no pudieron volver. Las que lo hicieron fueron cruelmente controladas. Pero Franco, con astucia, no les retiró la ciudadanía", dice la historiadora Piedad Solans, "porque quería disponer de todas las personas republicanas deportadas".

En España, su historia estuvo sepultada durante décadas por la dictadura. En Francia, donde estaban exiliadas, tardaron muchos años en prestarles atención. "Sois las olvidadas entre los olvidados", cuenta Solans que le dijo la resistente francesa Geneviève Anthoniez de Gaulle a la superviviente Neus Català. "Se ha enseñado muy poco, sin mucha profundidad en España la historia de los exiliados y los deportados y claro, aún menos la historia de las mujeres", matiza su hija Margarita Català. "La historia está escrita por los hombres".

Ahora, en julio de 2025, 80 años después de la liberación del campo por los aliados, el Gobierno español ha colocado una placa conmemorativa como "tributo y homenaje a las españolas deportadas y fallecidas" en el muro de Ravensbrück. Cerca hay otra placa de recuerdo de la Generalitat de Cataluña, fijada hace dos décadas. En el acto de homenaje, el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, destacaba la "doble victimización" de estas prisioneras por el hecho de ser mujeres, ya que, "para la maquinaria de exterminio nazi eran, al igual que los niños y niñas, aún más prescindibles que los hombres".

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"Olvidadas" es el nombre de un disco compuesto por Ensemble Cantaderas, una agrupación de cuatro cantantes especializadas en hacer dialogar la música tradicional y la música medieval. Ana Arnaz de Hoyos, Paloma Gutiérrez del Arroyo, June Telletxea García y Anne Marie Lablaude actuaron en el homenaje, en el mismo taller textil en el que las condenadas en Ravensbruck eran obligadas a fabricar uniformes.

Para componer la música, se pusieron en contacto con las familias de las deportadas. "Queríamos conocer sus vidas, de dónde eran, conocer esta mochila cultural que llevamos todos en la espalda, canciones de la infancia, buscar canciones de sus lugares de origen", nos explica June Telletxea. Con esos mimbres hicieron un programa musical impregnado de sus testimonios, del dolor, la emoción, la dureza y también la capacidad de resistencia.

June nos cuenta que cuando conoció a Pablo Iglesias Núñez, hijo de Mercedes Núñez Targa, le preguntó qué recordaba cantar a su madre. Él le dijo "Negra Sombra", el poema de Rosalía de Castro. "Es un texto precioso", dice June, "que ilustra perfectamente lo que llevaron dentro las supervivientes el resto de sus vidas".