Carla Simón reivindica en 'Romería' a sus padres y a los malditos de los 80: "Su generación cambió los valores"
- La directora compite por la Palma de Oro en Cannes con una cinta participada por RTVE
- Un viaje personal que recrea la historia de amor y la relación con la droga de sus padres
La carrera de Carla Simón son tres zancadas de gigante. Debut arrollador con Verano 1993, Oso de Oro en Berlín con Alcarràs, y aspirante a la Palma de Oro con Romería. Al diamante del cine español no le quedan peldaños que escalar mientras sube en Cannes la alfombra roja en la presentación de Romería, la película más personal de su personal cine.
Como ya mostró en Verano 1933, la madre de Carla Simón murió cuando la cineasta tenía seis años y apenas conoció a su padre, también fallecido por el sida. Si en Alcarràs retrató el universo de su familia materna catalana, en Romería ficciona la inevitable investigación que, al cumplir la mayoría de edad, realizó de su hasta entonces desconocida familia paterna gallega.
Llúcia Garcia es Marina, un trasunto de la directora, que viaja a Vigo para solucionar el problema burocrático que supone no aparecer como hija de su padre y no acceder así a becas para estudiar cine. Pronto descubre el silencio espeso, preñado de dolor, que despierta su presencia en sus abuelos (José Ángel Egido y Marina Troncoso) y tíos (Tristán Ulloa, Miryam Gallego y Sara Casanovas).
La memoria no es lo que vivimos, sino lo que inventamos, viene a decir Romería. Y para imaginar el amor de sus padres, la cineasta se sale de sí misma, es decir, de su tono naturalista, para entrar en el terreno de una fantasía poética en la que la protagonista contacta con sus padres (la propia Llúcia Garcia y Mitch Robles) y fabula con el peligroso amour fou que pudieron haber vivido los dos jóvenes, bellos y malditos, atravesados por la droga y el sida.
“La memoria funciona de manera fascinante porque cuando recuerdas no recuerdas el hecho que pasó, sino la última vez que lo recordaste. Hay algo de teléfono escacharrado que transforma el recuerdo a conveniencia de lo que necesitas relatarte a ti mismo”, define la cineasta. “Cuando preguntaba sobre ellos me di cuenta que descifrar qué pasó es imposible y no hay nada malo en ello. Por eso concluí que podemos ficcionar nuestra memoria y construir el relato que necesitamos para poder vivir en paz”.
Imaginar el amor de los padres desconocidos
Y lo que necesitaba relatarse era el amor de sus padres, inevitablemente idealizados en una suerte de edén en la ría de Vigo, pero sin escapar de la dureza de mostrarlos consumiendo heroína, con horribles síndromes de abstinencia, o traficando. Aunque su cine vire hacia la imaginación, conserva su tono de verdad, su facilidad para atrapar sobre todo lo que filma.
Cuando recogió el Premio Nacional de Cinematografía, Simón recordó la cita de Truffaut (“el cine del futuro será más personal, como una confesión” y “se parecerá a la persona que lo hizo”) que es una divisa de su obra. ¿Es Romería su mejor espejo?
“Sí, porque tomar riesgos y liberarme de ese naturalismo tan extremo y de ese compromiso con la realidad que tenía con las otras películas forma parte de mi evolución y de entender el cine desde todas sus posibilidades”, responde.
"Todavía hoy hay mucho tabú con el sida"
Sus padres le sirven para reivindicar colectivamente a los de jóvenes de los 80 que vivieron la libertad. “Fue una generación que cambió las cosas y los valores. Y surgió una filosofía y manera de pensar que está muy establecida en este país”, reflexiona.
Pero, sobre todo, para desestigmatizar el recuerdo de quienes cayeron en la droga y enfermaron de sida. “Queda mucho trabajo. A nivel médico hemos evolucionado a un nivel increíble y la gente puede vivir con el VIH, pero a nivel social y psicológico avanzamos muy despacio. Sigue siendo tabú, hasta tal punto que hay mucho desconocimiento por parte de los jóvenes. Forma parte de la memoria de nuestro país y, por el dolor que provocó, es bueno sacarlo a la luz”.
Con Oliver Laxe también en competición oficial por Sirat, Guillermo Galoe en la Semana de la crítica con Ciudad sin sueño, y Rodrigo Sorogoyen como presidente del jurado de esa misma sección, se abre un panorama de reconocimiento para una generación muy dispar del cine español.
"Nos vamos creyendo lo de poder exportar nuestra cultura a través del cine. Es algo muy importante, pero muy frágil también: no hay que celebrarlo, sino seguir luchando para que se pueda seguir haciendo bien el cine autor. Es algo que repercute y tiene mucho mérito lo que ha pasado este año". Queda por ver si Simón o Laxe forman parte del palmarés final este sábado.