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Cannes 2025: Richard Linklater cae en la trampa de la nostalgia por el cine radical en 'Nouvelle Vague'

  • El director estadounidense compite por la Palma de Oro recreando el rodaje de Al final de la escapada, de Jean-Luc Godard
Richard Linklater (izquierda), junto a Zoey Deutch y Guillaume Marbeck en la presentación de 'Nouvelle Vague'.
Richard Linklater (izquierda), junto a Zoey Deutch y Guillaume Marbeck en la presentación de 'Nouvelle Vague'. REUTERS/Manon Cruz
ESTEBAN RAMÓN (Cannes)

Podría discutirse, porque fue una avalancha, pero si dos películas han quedado en el imaginario colectivo como claves de la eclosión de la Nouvelle Vague, el movimiento de jóvenes críticos franceses metidos a cineastas que impactaron la cinematografía mundial a finales de los años 50, son Los 400 golpes, de François Truffautt, y Al final de la escapada, de Jean-Luc Godard.

A esta última homenajea el estadounidense Richard Linklater en Nouvelle Vague, una película que recrea su rodaje y, aunque centrada en la figura de Godard, también a todo el grupo de amigos cuyas teorías del cine de autor situaron a la cinefilia y a los directores en la élite intelectual.

Linklater, auténtica referencia de la cultura popular gracias a la trilogía romántica (Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer) que protagonizaron Julie Delpy y Ethan Hawke, no había competido aún por la Palma de Oro y debuta en la competición en una de las citas más esperadas de Cannes, con la sala expectante con la presencia de Linklater, su reparto de jóvenes actores franceses, y algún amigo como Quentin Tarantino sentado en su buraca.

Guillaume Marbeck interpreta al joven Godard, el crítico más extremo de Cahiers du cinema, justo en el momento en el que todos sus colegas han pasado a la dirección, y él, con 28 años corre el riesgo de “morir ahogado por la nueva ola”. De ahí nace su apuesta kamikaze de debutar con una película sin guion, apenas plan de rodaje, convenciendo a una estrella como Jean Seberg, y que impactó sobre todo por los cortes internos de cada escena que aplicó en el montaje.

Godard, isla absoluta de la historia del cine, ya dio lugar como personaje a una sátira que lo fustigaba en Mal genio, de Michel Hazanavicius, pero Linklater apuesta por honrar su determinación de ser genial, si bien con un tono de comedia ligera porque la figura excesiva de Godard conduce inevitablemente al humor por la intensidad con la vive su vocación (“el cine no es un oficio, es un sacerdocio”, le recuerda Roberto Rossellini en la película).

Honrar la originalidad con la convencionalidad

La paradoja de Nouvelle Vague es que no deja de ser una celebración del cine radical y rompedor que es, en sí misma, una película convencional y nostálgica. Hiperdialogada como cualquier obra de Linklater, algo truffauniania, nada godariana en su forma, en el fondo no está muy lejos de un extenso reportaje periodístico o una exposición museística que contextualiza Al final de la escapada, pero está lejos de cualquier originalidad.

Nouvelle Vague funciona bien como comedia simpática, pero probablemente el no cinéfilo quedará aturdido por la profusión de nombres que la pueblan (pese a los elegantes rótulos con los que Linklater nombra a directores, actores, productores) mientras que predica para el ya convencido con el mero recuerdo de que Resnais, Chabrol, Varda, Demy o Rohmer coincidieron en París con Bresson, Melville o Roselini; o con la verbalización incesante de célebres citas de Godard.

Dos hombres, uno con gafas de sol mirando a la cámara y otro pensativo, en una oficina con máquina de escribir. Ambiente de trabajo intelectual, posiblemente relacionado con la escritura.

Guillaume Marbeck, como Godard en 'Nouvelle Vague'

Por eso también es problemática en su contexto de estreno: si Cannes dice pretender ser un laboratorio donde se experimenta los nuevos caminos del cine, ¿tiene sentido una película en la competición solo porque su tema derroche amor al cine? ¿O solo se explica solo por el ensimismamiento de la industria ante la enésima 'carta de amor al cine' que será recibida como 'deliciosa'?

Más allá de Godard -que obviamente hubiese detestado la película- en Nouvelle Vague, dentro de un casting magnífico por la complejidad de los parecidos físicos (ojo a Aubry Dullin como Jean Paul Belmondo) interesa más Jean Seberg (Zoey Deutch), con su conflicto de actriz que huye de Hollywood, pero se espanta con el caótico Godard.

Y, sobre todo, es un recordatorio de que probablemente sin el brillante operador y director Raoul Coutard las imágenes hubieran carecido de fuerza ante las vagas instrucciones de Godard. En eso, el profeta Godard ya se había retractado criticando sus propios excesos con la teoría de autor: “El termino auteur ya no significa nada. El problema fue que insistimos en la palabra auteur, aunque deberíamos haber insistido en la palabra teoría”.