Guerra comercial, tensión con aliados y promesas por cumplir: la "controvertida" política exterior de Trump
- En poco más de tres meses en la Casa Blanca, Trump ha dado un vuelco a algunas de las practicas diplomáticas de su país
- Aunque se comprometió a poner fin a las guerras en Ucrania y Gaza, ambos conflictos siguen activos
Poco después de asumir el cargo, el escritorio de Donald Trump estaba cubierto por una pila de órdenes ejecutivas con implicaciones de gran calado dentro y fuera de Estados Unidos. El presidente volvía pisando fuerte; lo advirtió durante su campaña y no tardó en dejar claro que cumpliría con su agenda. Los primeros meses de su mandato han estado marcados por una oleada de aranceles, la retirada de acuerdos internacionales, aspiraciones territoriales renovadas, un acercamiento a Rusia y nuevas tensiones con viejos aliados. Y, por ahora, Trump no parece querer pisar el freno ni en su retórica, ni en sus políticas.
El fin del "declive" estadounidense, el comienzo de la "edad de oro" y "la revolución del sentido común". Fueron las proclamas lanzadas en la toma de posesión de Trump, que ya había anunciado su objetivo de anexionarse Groenlandia, de convertir Canadá en un estado de EE.UU. o de recuperar el control del Canal de Panamá. En su primera semana en la Casa Blanca —además de indultar a los encausados por el asalto al Capitolio—, revocó la salida de Cuba de la lista de Estados promotores del terrorismo, ordenó cambiar el nombre del Golfo de México por Golfo de América y retiró a EE.UU. de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Acuerdo de París sobre el clima.
Trump anunció "su lógica y sus objetivos "tanto en su campaña como a través de su plan Proyecto 2025, que la politóloga estadounidense Alison Brysk resume así: "Transferencia de riqueza a las altas esferas con recortes fiscales y eliminación de regulación, recorte de servicios sociales e infraestructuras, creación de agencias policiales y militares coercitivas, etnonacionalismo excluyente que incluye la redefinición de la ciudadanía, búsqueda del dominio internacional mediante la agresión para perseguir intereses percibidos en zonas estratégicas [...]".
En sus primeros tres meses, Trump ha sembrado descontento dentro de sus fronteras —miles de estadounidenses han salido a la calle contra sus políticas— y fuera de ellas, donde destaca el impacto y la respuesta internacional a su peculiar guerra comercial. Además, inició su mandato con dos grandes promesas que, por ahora, no ha sido capaz de cumplir: poner fin a las guerras de Ucrania y Gaza.
"Aranceles para todos"
Trump se ha propuesto hacer a "América rica de nuevo" a golpe de arancel. En lo que llamó "el Día de la liberación" anunció aranceles "recíprocos amistosos" para todos los países con vínculos comerciales con Estados Unidos —un arancel universal del 10% al que se suman gravámenes adicionales de hasta el 49% para algunos territorios—. Pero aquello solo era un paso más de una política que inició en cuanto pisó la Casa Blanca.
Donald Trumpp el pasado 2 de abril sujetando la tabla que muestra los "aranceles recípricos". GETTY
China fue su primer objetivo. Comenzó con gravámenes del 10% que han ido aumentando hasta el 104% en una guerra en la que ninguna de las dos potencias quiere dar marcha atrás. Pekín dice tener la "firme voluntad" y "medios abundantes" para resistir —respondió con un arancel del 84%— y su ministro de Exteriores sostuvo que no pensaban "mirar para otro lado si se produce un ataque contra las reglas comerciales internacionales y el sistema multilateral".
Pero el gigante asiático no ha sido el único afectado. Los aranceles han golpeado especialmente a los países de la Unión Europea, México o Canadá y no es fácil determinar si están teniendo el éxito esperado. "Si el objetivo es crear incertidumbre y volatilidad en los mercados, está funcionando. Si es renegociar los acuerdos comerciales, todavía no", asegura a RTVE.es el politólogo estadounidense Kenneth Lowande, que afirma que "nadie conoce las intenciones" del presidente. Para saber si funciona, hay que conocer sus objetivos y "aún tiene que describirlos con algún tipo de claridad".
"La caótica imposición de aranceles máximos basada en determinaciones irracionales de equilibrio comercial y reciprocidad ha perjudicado a la economía estadounidense y a los mercados internacionales sin posibilidad de éxito", afirma Brysk, que sostiene que una estrategia "coherente" de nacionalismo económico requeriría una política industrial estatal, una gestión estratégica de las dependencias de la cadena de suministro y la coordinación con los productores y sectores estadounidenses afectados por los desequilibrios comerciales, entre otras cuestiones.
Todas las políticas aplicadas hasta ahora, asegura la politóloga Katie Gaddini, "forman parte del enfoque político de Trump de "América primero". El presidente "quiere priorizar los intereses estadounidenses, tanto práctica como simbólicamente, a toda costa [...] Aunque perjudique a la economía del país (a corto plazo) y a las relaciones con los aliados, Trump seguirá adelante con las políticas que considere que sirven a esa filosofía".
Por ahora, lo que se sabe es que el Producto Interior Bruto (PIB) estadounidense se contrajo un 0,3 % en el primer trimestre del 2025, el primer dato trimestral negativo desde 2022.
Las guerras que prometió finalizar
En 24 horas, en 100 días o "muy rápidamente" son algunos de los plazos —más o menos concretos— que Trump o miembros de su Administración pusieron sobre la mesa en su firme promesa de poner fin al conflicto entre Rusia y Ucrania. No se cansó de repetirlo en campaña y, cuando llegó al poder, se sentó a la mesa de negociaciones con su homólogo ruso, Vladímir Putin, en un deshielo de las relaciones ruso-estadounidense que causó el descontento de Europa (por no contar con ellos), y que, por ahora, no ha dado los frutos previstos.
En determinados momentos, el acuerdo para un posible fin del conflicto se percibía más lejos que nunca. Por ejemplo, durante el tenso encuentro entre Trump y Volodímir Zelenski en la Casa Blanca —cuyo objetivo era la firma de un acuerdo sobre tierras raras que cerraron finalmente más de dos meses después— en el que el líder republicano aseguró que su homólogo ucraniano estaba "jugando con la Tercera Guerra Mundial".
Las aguas se calmaron durante el funeral del papa Francisco, cuando ambos mantuvieron un breve encuentro bilateral que Washington describió como "muy productivo". Sin embargo, por ahora, las propuestas de paz lanzadas desde Washington no han convencido a ninguna de las partes y la guerra en suelo ucraniano sigue su curso.
"Los esfuerzos de Trump para poner fin a la guerra en Ucrania han consistido en cortar a nuestro aliado Ucrania, contradecir a nuestros socios de la coalición europea, legitimar la agresión rusa y nombrar negociadores leales sin experiencia pasando por alto a nuestro cuerpo diplomático", explica Brysk. "Es una estrategia de libro de texto para el fracaso en cualquier negociación internacional bajo cualquier concepción del interés nacional de Estados Unidos y contradice todas las lecciones y la historia de las relaciones internacionales", añade.
Con respecto a Gaza, la promesa —aún incumplida— fue la misma. El mandatario se vanagloriaba de su "muy buena" relación con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y defendía que quien inició el conflicto fue su predecesor, Joe Biden, y que él tenía la llave para acabar con él, aunque nunca detalló cual sería su estrategia. Desde su regreso al Despacho Oval ha seguido lanzando eslóganes, como el de convertir el enclave palestino en la "Riviera de Oriente Medio" o el de tomar el control del territorio y expulsar a su población, muy alejados de la solución de dos Estados que EE.UU. defendía hasta ahora.
"El único propósito de su implicación en las guerras exteriores de Ucrania y Gaza es buscar la oportunidad de una victoria política. Sus esfuerzos por resolver estos conflictos han sido abiertamente contraproducentes, porque en realidad no tiene un deseo sincero de resolverlos", asegura Lowande.
El giro de Trump en la política exterior
Entre las decisiones tomadas por la Administración Trump está la de suspender el 90% de los contratos de la histórica Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) con el consiguiente despido de miles de empleados. Creada por John F. Kennedy en 1961, fue la mayor agencia de cooperación gubernamental del mundo y prestaba ayuda a más de 100 países en todo el mundo.
Asimismo, a la salida de la OMS y del Tratado de París se suman el anuncio de Trump de revocar el estatus de su país como firmante del Tratado sobre Comercio de Armas, suscrito por más de 100 naciones y que regula el intercambio global de armamento, municiones y aviones o buques de combate.
"La retirada de Trump de organizaciones internacionales y de la ayuda exterior y su giro hacia las amenazas de agresión suponen un cambio respecto a la política estadounidense posterior a la Segunda Guerra Mundial de lograr la seguridad mediante una combinación cambiante de fuerza militar y dominio económico respaldada por un orden internacional liberal y alianzas patrocinadas por EE.UU", asegura Brysk. Una política exterior bipartidista que, explica, unía a internacionalistas conservadores y liberales en torno a una "combinación eficaz de poder duro y blando para defender los intereses del país".
En el pasado, dice, los nacionalistas conservadores "han roto con este consenso, se han replegado en el aislacionismo y se han centrado en los recursos internos y la defensa". La política de Trump, continúa la experta, "es una mezcla inestable de ambas estrategias: rechazo hacia dentro de las instituciones y alianzas internacionales con proyección hacia fuera de intentos de hegemonía militar y económica unilateral".
"Su política exterior no es propiamente aislacionista, ni ningún otro término convencional. Tampoco es expansionista. No tiene más guía coherente que el deseo de ser considerado poderoso e importante", sostiene Lowande.
Los analistas coinciden en que las medidas aplicadas por Trump van en la línea de lo prometido en campaña y, con respecto al futuro, coinciden en que el presidente irá a más. "Sabíamos que una segunda Administración Trump sería mucho más seria, que aplicaría medidas más controvertidas, y así ha sido hasta ahora. Creo que lo más probable es que se intensifique en los próximos años", sostiene Gaddini. "En otras palabras: acaba de empezar".