El dilema de Alemania con la huella de Hitler 80 años después de su suicidio
- El ideólogo nazi se quitó la vida cuando el Ejército soviético acechaba la capital germana
- La huella del responsable del Holocausto sigue vigente en el Estadio Olímpico de Berlín, sede de dos Mundiales
Hace ocho décadas que el dictador Adolf Hitler decidió quitarse la vida en su búnker de Berlín. El ideólogo del nazismo fue responsable del Holocausto, el peor genocidio que se recuerda en la historia de la humanidad, donde fueron asesinados más de seis millones de judíos entre campos de exterminio, fusilamientos masivos en guetos y campos de concentración.
El búnker de la cancillería donde Hitler pasó sus últimos días se encuentra situado bajo un aparcamiento común, en un intento de las autoridades alemanas de evitar que el monumento se convierta en un lugar de peregrinación.
A pesar de los esfuerzos berlineses por recordar de manera testimonial los crímenes de la época nazi, aún quedan resquicios de la huella del dictador en la capital.
El Estadio Olímpico de Berlín, que ya ha sido sede de dos Copas Mundiales de la FIFA, se erigió como una de las grandes aportaciones de Hitler a la arquitectura del Tercer Reich al acoger las Olimpiadas de 1936. El historiador alemán Julien Rieck detalla al Telediario que "el deporte para los nazis jugó un papel muy importante en la construcción del sentimiento de comunidad en el pueblo".
Por su parte, Hanno Hochmuth, historiador del centro Leibniz, señala a RTVE que "la arquitectura estaba diseñada para abrumar e impresionar a la gente y hacerla sentir pequeña en comparación con el Führer". Hecho que, 80 años después, resulta irónico pues el último lugar donde se vio a Hitler con vida está soterrado bajo un parquin vulgar en una zona de Berlín.
Alemania, ante un reto difícil
Ochenta años después del fin del nazismo y del suicidio de su principal actor, Alemania afronta una difícil encrucijada entre mantener viva su historia y no convertir monumentos como el lugar de la muerte de Hitler en un destino de adoración.
En la capital germana existen infinidad de monolitos en recuerdo de la época nazi. El más visitado es el Monumento al Holocausto, una joya arquitectónica formada por 2.711 bloques de hormigón, diseñada para "producir una atmósfera incómoda y confusa que busca representar un sistema supuestamente ordenado que ha perdido contacto con la razón humana", según su creador Peter Eisenman.
En la frontera entre las dos Alemanias —la Occidental y la Oriental— también siguen los antiguos carteles que anunciaban la división entre ambas partes de Berlín. Bajo el aviso: "You are leaving the american sector" ("está abandonando el sector americano"), la capital germana sigue rememorando su historia. Precisamente, aquí se ubica actualmente un Kentucky Fried Chicken (KFC), la gigante cadena estadounidense de pollo frito, 36 años después de la caída del Muro de Berlín.
Imagen del cartel que dividía la Alemania Occidental de la Oriental Alejandro Picó
Ya han pasado tres décadas de la caída de la muralla que dividió familias, amigos y que actuaba como línea divisoria entre las dos potencias mundiales del momento: Estados Unidos y la Unión Soviética. En Berlín, todavía se conservan partes del Muro como recuerdo a la memoria histórica del país. En un tramo conocido como la East Side Gallery, 100 artistas grafiteros de más de 20 países representaron su arte. El más famoso muestra el retrato de un beso apasionado entre el líder de la antigua URSS, Leonid Brezhnev, y el último jefe de Estado de la República Democrática Alemana (RDA), Erich Honecker.
Además de a las víctimas judías, Berlín ha dedicado, a espaldas del Parlamento alemán, un monumento en memoria de los gitanos de Europa perseguidos por los nazis. El "Porraimos" o genocidio romaní lo quiso rememorar el artista Dani Karavan cuando creó una fuente redonda con una placa triangular de piedra en el centro, ya que a los presos durante el régimen nazi se les identificaba mediante triángulos de diferentes colores en su ropa. Alrededor de la fuente yace escrito el poema 'Auschwitz' del gitano Santino Spinelli en inglés, alemán y romaní: "Cara hundida, ojos apagados, labios fríos, silencio, un corazón roto, sin aliento, sin palabras, no hay lágrimas".