España, ante los desafíos del rearme europeo: rezagada en efectivos y en gasto en equipamiento militar
- Las Fuerzas Armadas han perdido más de 13.000 efectivos en una década, y el 44% del gasto va a personal
- El plan de defensa del Gobierno (14.471 millones) dedicará la mayor parte (35%) a equipamiento y condiciones laborales


En un momento en el que Europa acelera su rearme y refuerza sus capacidades militares ante las crecientes tensiones geopolíticas, España se enfrenta a un doble desafío: aumentar su volumen de efectivos militares y modernizar su equipamiento, superando sus dificultades actuales en el reclutamiento y un presupuesto que, aunque en crecimiento, sigue siendo insuficiente para equipararse con sus aliados europeos más avanzados.
Este martes, el Gobierno ha hecho público el desglose del plan de 14.471 millones que pretende dedicar para alcanzar la inversión del 2% del PIB en defensa este año. La mayor partida (el 35%) se dedicará a mejorar las condiciones laborales, la preparación y el equipamiento de las Fuerzas Armadas para "equipararlas con la de los países más avanzados de la UE". En concreto, unos 2.000 millones (el 19%), irán destinados a "instrumentos de defensa y disuasión", lo que hace referencia a distintos de armamento, y el 31% se empleará en el desarrollo y adquisición de nuevas tecnologías de telecomunicación y ciberseguridad.
Fuerzas Armadas pequeñas en relación con el tamaño del país
¿Cuál es el punto de partida de España en estos apartados? Las Fuerzas Armadas de España son las quintas más grandes de la Unión Europea por número de efectivos, con 117.400 en el año 2024, según datos recopilados por la OTAN. Pero, en relación con el tamaño del país, con 2,4 militares por cada 1.000 habitantes, está lejos de la media de los países europeos que pertenecen a la Alianza, que es de 3,6. Para alcanzar ese nivel debería aumentar un 50% su número de militares actual, unos 58.000-59.000, algo que hoy por hoy está lejos de su alcance y de los objetivos que ha fijado el Gobierno.
España es uno de los países de la OTAN que menos proporción de su producto interior bruto dedica a la defensa, y además de contar un presupuesto relativamente escaso, adolece de falta de personal.
Con 116.739 efectivos a fecha de 1 de enero de 2025 (la suma de los dos ejércitos, la Armada y los cuerpos comunes), en los últimos años las Fuerzas Armadas españolas han perdido 13.300 militares, un 10% de los que tenía hace 15 años. Sin embargo, las necesidades y retos de seguridad no han dejado de crecer, con una demanda de más personal y mayor especialización.
Ricardo Álvarez-Espejo, teniente general del Ejército en la reserva, considera que lo ideal sería que España tuviera 150.000-160.000 efectivos. En declaraciones a TVE, cita la guerra de Ucrania como ejemplo de que los recursos humanos siguen siendo imprescindibles en un frente de batalla, "con una firme voluntad de aguantar y resistir en las trincheras", para hacer frente a un enemigo incluso superior, como era el Ejército ruso.
El reclutamiento y la retención de efectivos son retos identificados por Defensa desde hace años, en un sistema actual en el que los soldados y marineros profesionales se ven obligados a dejar el Ejército a los 45 años si no consiguen una plaza fija, según la Ley de Tropa y Marinería y en el que las condicionales laborales y económicas deben competir con las del sector civil.
El artículo 16 de la Ley de la Carrera Militar dice que el número máximo de militares profesionales en servicio activo se fija entre 130.000 y 140.000 efectivos, lo que incluye un máximo de 50.000 oficiales y suboficiales, aunque no establece topes mínimos. Los presupuestos generales del Estado son los que concretan cada año el objetivo de militares para cada ejercicio.
En el último año, se rompió la tendencia a la baja con un ligero aumento, y en este 2025 se han convocado 4.442 plazas para el acceso a tropa y marinería, con el objetivo de llegar a una cifra de 79.000 efectivos al término del año. El Ministerio de Defensa trabaja en un plan para aumentar las plantillas y sumar 20.000 efectivos en los próximos diez años, de modo que en 2035 se alcance una cifra cercana a los 140.000 militares.
España es uno de los seis países europeos de la OTAN que ha visto disminuir sus efectivos en la última década, mientras que la tendencia general en Europa ha sido mantenerlos o aumentarlos. Destacan sobre todo los casos de Polonia y Lituania, que han duplicado sus fuerzas militares en vista de la amenaza sobre su integridad territorial que supone Rusia desde la anexión unilateral de Crimea en 2014.
De hecho, Polonia (216.100) tiene el ejército más numeroso de la Unión Europea, tras haber superado en 2023 a Francia. En el continente europeo, tan solo tienen más efectivos Turquía (481.000) y Ucrania (tiene unos 900.000 militares en activo, según Global Firepower). Igualmente, Letonia y Suecia han hecho un rápido esfuerzo para aumentar sus tropas activas en un 83% y 57%, respectivamente.
El gasto de personal, el principal en la mayoría de países
Por otra parte, el gasto en personal (que incluye el personal militar, el civil y las pensiones de los militares retirados) es la principal categoría del gasto en la mayor parte de los países de la OTAN, por encima de los gastos en equipamiento, en infraestructura y otros gastos operativos y de mantenimiento.
España es el octavo país de la OTAN que más porcentaje de su gasto en defensa dedica al capítulo del personal (43,9% en el año 2024), en consonancia con otros países del sur del continente (Italia, Portugal, Croacia, Grecia, Bulgaria). Y aunque nuestro país se encuentra entre los que más han disminuido el peso relativo de este gasto en la última década, el hecho es que no bajó del 60% hasta 2021 y sigue por encima de la media de los países de la Alianza (37,5%).
En cambio, entre los países del norte y los que comparten frontera con Rusia, y pese a que algunos de ellos han multiplicado sus efectivos militares, el porcentaje de gasto dedicado a personal es mucho menor. Su mayor esfuerzo económico se orienta a los equipamientos, lo que incluye gasto en investigación y desarrollo orientado a la defensa.
La tendencia es gastar más en equipamiento y tecnología
En los países de la OTAN, el equipamiento supone casi uno de cada tres euros del gasto en defensa (32,3%), y lo más significativo es que ha aumentado 18 puntos en la última década. El aumento es de casi 20 puntos porcentuales en los países europeos que pertenecen a la Alianza, que rozan el 33%. España ha seguido la misma tendencia y ahora gasta en equipamiento de defensa 17 puntos más de su presupuesto en defensa que hace una década, al pasar del 13,5% en el año 2014 al 30,3% en 2024, aunque sigue por debajo de la media de la OTAN y de los aliados europeos.
Es decir, el esfuerzo de rearme europeo que ahora busca acelerar la Comisión Europea, inyectando 800.000 millones de euros en seguridad y defensa en los próximos cuatro años, ya había empezado en la práctica años atrás, a partir del conflicto en el este de Ucrania en 2014 y la anexión de Crimea por parte de Rusia.
Para un rearme europeo en el sentido literal de la palabra, la necesidad inmediata pasa por suplir todos los recursos materiales que se han suministrado a Ucrania y que han salido de los depósitos y arsenales de los países europeos, desde munición a equipos avanzados. Pero las Fuerzas Armadas de hoy demandan aumentar los medios técnicos (por ejemplo, una defensa aérea de toda Europa), la incorporación de la tecnología y el personal especializado para operarla y mantenerla.
Estas necesidades se han tenido en cuenta en el plan de inversión en defensa que el Gobierno ha dado a conocer esta semana, que abarca desde tanques, carros de combate, obuses, explosivos o sistemas antimisiles, hasta objetivos concretos en ciberseguridad y gestión de emergencias y desastres naturales, entre los que se incluye una cantidad específica para la dana del pasado 29 de octubre que afectó sobre todo a Valencia.
Se trata de responder a los nuevos tiempos. La estrategia defensiva de un país como España pasaba hace años por la capacidad de proyectar fuerzas y participar en misiones internacionales junto a sus aliados allá donde fuera necesario, explicaba en declaraciones a RTVE.es Félix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano. Pero, a partir de 2014, las operaciones de gestión de crisis pierden relevancia y resurge la necesidad de poder defender un territorio.
"Ya no se trata de desplegar pequeñas unidades en el territorio, sino unidades más potentes, mejor preparadas, durante más tiempo, reforzadas con medios aéreos y navales con sistema de defensa aérea", explica, a lo que se suma la defensa del espacio y el ciberespacio y la nueva situación geopolítica, con Estados Unidos desvinculándose de la defensa de Europa. En suma, la industria de defensa nacional debe aportar una variedad y cantidad de equipamientos de los que no se dispone en cantidad suficiente y que hay que proveer con rapidez.
Al mismo tiempo, añade este experto en seguridad internacional, la inversión que se acometa debe preparar al país para poder sostener sus capacidades a lo largo del tiempo, entre otras razones para que la tecnología no quede desfasada. Y los países de la Unión Europea tampoco pueden emprender este rearme de manera independiente, sino que es más eficiente alcanzar economías de escala a nivel europeo, que además aseguren la producción propia.
Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), coincide en que "ningún país en solitario tiene capacidad para hacer frente a las amenazas que le afectan", explica en declaraciones a RNE. Por eso, aumentar los esfuerzos nacionales sin coordinación solo lleva a tener "redundancia en algunos medios y las mismas fallas en capacidades" que ya se conocen.
"Es necesario mutualizar ese esfuerzo”, sentencia. "Eso significa planificar, diseñar y enviar encargos a la industria de defensa desde Bruselas, no desde las capitales nacionales". Y, pese a la voluntad europea, el objetivo de autonomía estratégica no parece alcanzable en los próximos cinco años, de modo que aún perdurará la dependencia de Estados Unidos. Es decir, para que Europa consiga reforzar sus capacidades de seguridad y defensa sin depender excesivamente de terceros, los cuatro años y 800.000 millones anunciados por la Comisión Europea podrían ser solo el principio.