Juan Villoro reflexiona sobre el periodismo en la era digital: "Hoy en día un algoritmo es más importante que un filósofo"
- RTVE.es entrevista al periodista mexicano y autor de No soy un robot, Juan Villoro
- "Es tanta la marea de datos que no sabemos cómo administrarla y esto es un problema", señala
Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) es un férreo defensor de su profesión. Puede que una de las citas más célebres de este periodista sea su definición de la crónica: "El ornitorrinco de la prosa". Asegura que es uno de los géneros más poderosos "porque vincula la información con la emoción", que es la manera de llegar al lector. En su último libro, No soy un robot, aborda la galaxia digital en la que vivimos y cómo esta afecta y modifica nuestra realidad. Lamenta que ya no se lee largo y tendido, que parece que la inmediatez llega a cubrirlo todo y defiende volver al "viejo instrumento de la lectura de libros", para aprender a manejarse mejor "en esta marea absolutamente dispersa y avasallante de información". Juan Villoro, referente en la profesión, ha sido el padrino de la clausura de la II edición del Máster de Reporterismo Internacional del Instituto RTVE y la Universidad de Alcalá.
De padre catalán y madre yucateca, Villoro ha escrito decenas de novelas, cuentos, crónicas, obras de teatro y ensayos, y ha recibido otros tantos premios por sus obras. Con apenas 25 años se fue como agregado cultural en la embajada de México en Berlín Oriental (1981 - 1984). Había militado en un partido de izquierdas mexicano y quería conocer "el socialismo realmente existente". Se dio cuenta de que la diplomacia no era para él y siguió con el periodismo, aunque en México "es muy complicado vivir de tu trabajo". Ha perdido a amigos en el ejercicio de su profesión y señala que "todos los que hemos cubierto temas relacionados con la violencia hemos estado en el horizonte de las amenazas". El expresidente del país, Andrés Manuel López Obrador, llegó a dedicarle dos "mañaneras" enteras, la rueda de prensa matutina que ofrecía el mandatario mexicano cada mañana. Otro más en la lista de desencuentros entre México y la prensa.
PREGUNTA: México es el país sin guerra más peligroso para los periodistas, según Reporteros Sin Fronteras. ¿Cómo se enfrenta a esta situación?
RESPUESTA: De manera directa o indirecta, todos los periodistas que hemos cubierto temas relacionados con la violencia en México hemos estado en el horizonte de las amenazas. A través de políticos que nos hacen llegar una señal, a partir de llamadas que nunca sabemos del todo qué tan importantes o reales son. Pero los que más se juegan el pellejo son los periodistas de provincia, los que pertenecen a medios más pequeños y están investigando la zona en la que el crimen organizado pacta con los poderes aparentemente legítimos. Yo estoy convencido de que la mayoría de los capos del narcotráfico simplemente no leen las noticias y no se preocupan de este tema.
Pero quienes tienen mucho que perder con la información son los ciudadanos que están en complicidad con el narcotráfico. Cuando se les desenmascara, todo su tinglado se desvanece. En esta zona de la gente aparentemente legal es donde hay más peligro. Así es como hemos perdido amigos en Culiacán, en Tijuana, en Veracruz. Yo no estoy en esa línea. Cuando he escrito, más bien, me he beneficiado de la gente que está dando estas informaciones para reflexionar desde una distancia un poco más prudente.
P: ¿En Ciudad de México la situación es más tranquila?
R: En la Ciudad de México se siente mucho menos. Pero no deja de ser preocupante que, por ejemplo, el anterior presidente, Andrés Manuel López Obrador, señalaba a los periodistas y mencionaba artículos que habían escrito con los que no estaba de acuerdo, lo cual era muy peligroso porque ponía en la escena nacional a informadores. Él me dedicó a mí dos conferencias enteras. Esté yo de acuerdo o no con los colegas que criticaban al presidente, creo que tienen todo el derecho de hacerlo. Y esta combinación del poder señalando a los periodistas en un país donde de por sí los periodistas se juegan el pellejo para informar ha sido particularmente amenazante para el oficio.
P: Sostiene que la clave para llegar al lector es a través de la empatía y la emoción. Muchas veces, el propio ritmo del periodismo nos lleva solo a cubrir la última hora y lanzar alertas, a veces siquiera sin tiempo para ahondar en la información. Sobrecargamos informativamente la web y el lector, saturado, opta por no leer más. ¿Qué responsabilidad tenemos como periodistas en este sentido?
R: Tenemos la obligación de tener reflejos suficientemente rápidos para ser atractivos en un tiempo reducido. El periodista tiene una exigencia de velocidad, pero eso no lo exime de utilizar sus destrezas. Algunos de los mejores reportajes se han escrito contrarreloj. Gabriel García Márquez escribió cada capítulo de Relato de un náufrago en un día, sin utilizar grabadora, en condiciones muy elementales y cumpliendo con una un horario de entrega muy estricto. Y logró una obra maestra. Entonces nosotros hacemos eso, literatura bajo presión. El periodista tiene que tener también esta capacidad de reaccionar y para lograrlo es muy importante que tenga una preparación continua.
P: En su último libro, No soy un robot, habla de la galaxia digital en la que ya vivimos y de cómo esta nos afecta y modifica nuestras vidas. ¿Qué tienen de malo y de bueno los medios digitales?
R: De bueno tienen que nos dan una inmediatez de la información extraordinaria, saltan fronteras, se conocen cosas que en ciertos países antes eran bloqueadas por la censura. En tiempos del franquismo, por ejemplo, tenías que irte a Francia para enterarte de lo que pasaba en España. La Primavera árabe fue posible gracias, entre otras cosas, a la información que circulaba en las redes. Ahí hay beneficios extraordinarios de los que todos nos beneficiamos. Pero, al mismo tiempo, hay una sobreinformación y la sobreinformación causa un cortocircuito. Es tanta la marea de datos que no sabemos cómo administrarla y esto es un problema.
Por otro lado, también se pierden facultades como la lectura en extensión. Se desprecia muchas veces el texto más profundo, porque la inmediatez parece que ya lo cubrió todo. Leemos a saltos con una atención dispersa, de modo que eso también hace que muchas veces los mejores mensajes no lleguen de la mejor manera posible. Creo que la lectura de libros te permite coexistir mejor con las redes. La decisión no es uno o lo otro y pensar que el libro es superior. Por supuesto que no. Lo interesante es ver cómo la lectura de libros, que permite establecer vínculos entre zonas dispersas del conocimiento, ayuda a entender mejor lo que pasa en las redes. Una de las grandes habilidades de una persona relativamente culta es que discrimina mejor qué necesita y qué no. Y en esta marea absolutamente dispersa y avasallante de información, es poder detectar qué es lo que puede servirle a tu sistema operativo personal.
P: ¿Qué poder tiene la crónica en este momento de homologación digital y de inteligencia artificial?
R: La crónica tiene un poder extraordinario como género. El gran tema es en qué medida circula en un mundo en donde recibes alertas en el teléfono móvil, noticias a través de TikTok. Hoy en día la información se ha vuelto una condición de la atmósfera que nos rodea y muchas veces nos enteramos de algo sin saber cómo. De pronto ya estamos al tanto de un dato y esto nos llegó en alguna alerta, en algo que estaba en TikTok, en internet...
El género es muy poderoso porque vincula la información con la emoción. Reúne los requisitos literarios extraordinarios que te permiten conmoverte y adentrarte en la piel de quienes pasaron por esos sucesos. Y eso es extraordinario. Pero no es un género dominante. Entonces también debemos luchar por expandir el círculo de los conocedores y no deprimirnos por no tener tantos seguidores como un influencer. Hoy en día un algoritmo es más importante que un filósofo, determina más el gusto y las opiniones de la gente que un gran pensador.
“La información se ha vuelto una condición de la atmósfera que nos rodea. Muchas veces nos enteramos de algo sin saber cómo “
P: ¿Qué influencia hay en Juan Villoro de la etapa que estuvo como agregado cultural en la embajada de México en Berlín Oriental?
R: Para mí fue muy importante. Yo había militado en un partido de izquierda, el Partido Mexicano de los Trabajadores, y quería conocer el socialismo realmente existente, que logró cuotas muy altas de justicia social, pero sacrificó la libertad individual de manera terrible. Era un mundo equitativo y represivo simultáneamente. También quería recuperar el alemán, porque yo había estudiado en el Colegio Alemán, y me interesaba mucho dominar esta lengua.
Por otro lado, los escritores en México no siempre hemos tenido un modus vivendi fácil porque es muy complicado vivir de tu trabajo. Y la diplomacia cultural fue una gran tradición para los escritores mexicanos. Entonces me interesaba explorar ese mundo, pero me di cuenta de que la diplomacia no era para mí. Y luego también la distancia de tu propio país. Lo dijo muy bien [el periodista] José Antonio [Guardiola]: para conocer lo propio tienes que pasar por lo ajeno.
Entonces, estar en Europa, en el mundo socialista, también me ayudó a ver México con mucha mayor precisión. Y me dejó temas literarios porque era un mundo sumamente interesante.
*Miguel B. Irigaray es alumno del máster de Reporterismo Internacional de la UAH con el Instituto de RTVE. Este artículo ha sido supervisado por la redactora jefa de sociedad, Lucía Rodil.