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Análisis | Elecciones europeas

Europa: la rebelión está en la ultraderecha

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Si Te Preguntas: el ascenso de la extrema derecha en la Unión Europea

En Francia los sondeos prevén alrededor de un 30% de los votos para la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, el antiguo Frente Nacional que fundó su padre y al que ella y las circunstancias han logrado desestigmatizar. En las dos convocatorias anteriores al Parlamento Europeo (2019 y 2014) esa formación fue también la más votada en Francia, pero por un margen muy estrecho. En esta ocasión, sin embargo, siempre según las encuestas, la victoria es clara. A esos votos hay que sumarles los de Reconquista, el partido, más a la derecha aún, cuyo nombre se inspira en la expulsión de los musulmanes de la España del siglo XV. La aparición de este partido liderado por Éric Zemmour ha beneficiado, por comparación, la estrategia de moderación de Marine Le Pen.

Algo muy parecido ha ocurrido en los Países Bajos con el Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders, que ha seguido una estrategia similar a la de Le Pen. Después de unos años de un lenguaje muy agresivo contra la inmigración islámica, ha rebajado el tono de su lenguaje "porque su púbico ya lo sabe, no hace falta que lo diga" reflexiona Chris Aalberts, profesor de política en la Universidad de Rotterdam. Como en Francia, el PVV tiene una formación aún más a la derecha, el Fórum por la Democracia, y ello produce sobre Wilders el mismo efecto que Zemmour sobre Le Pen. En las elecciones generales de noviembre el PVV fue el partido más votado y Geert Wilders ha llegado a un acuerdo para formar el próximo gobierno neerlandés.

"En la papeleta del voto escribid simplemente Giorgia" dijo Giorgia Meloni a su electorado en Italia cuando anunció que, además de seguir presidiendo el gobierno, encabezará la lista de su partido, Hermanos de Italia (título y primer verso del himno nacional) al Parlamento Europeo. Meloni se ha convertido, como Marine Le Pen, en una líder carismática indiscutible para sus votantes y ella no duda en ejercer ese hiper liderazgo, su personalismo, "porque sigo sigo siendo una persona del pueblo, una de vosotros" argumentó para que se refieran a ella por su nombre de pila. Populismo puro.

Alzamiento contra las élites y apropiación de la libertad

El populismo y el éxito de Meloni se basan en buena parte en usar como capital el desprecio de las élites culturales e intelectuales. Es un trazo común de los líderes y el discurso de estas formaciones. Sin este factor no se entiende el éxito de fenómenos como el Brexit en el Reino Unido o Donald Trump en los Estados Unidos. Apelan y conectan con una población que por edad, por el cambio demográfico y del modelo productivo, y por la globalización, se sienten desubicados, marginados, perdedores. "Mi desubicación es la desubicación de mi ciudad, de mi región, de mi país, y la culpa es del extranjero, del otro", argumenta Nicolas Lebourg, uno de los mayores expertos en extrema derecha y populismos en Francia, que describe un círculo vicioso junto con la polarización y el descrédito, en algunos casos descomposición, de la oferta política tradicional.

Otro rasgo que tienen en común estas formaciones es que rechazan el término extrema derecha o derecha radical, porque es una denominación que evoca a los fascismos del siglo XX y porque situarse en un extremo los aleja de la popularidad, la amplia representatividad que se atribuyen. Lo verbalizó el domingo pasado el líder del Chega portugués, André Ventura, en el encuentro de partidos de ultraderecha en Madrid: "No somos los más radicales de Europa, somos los únicos que nos hemos erguido por la libertad en Europa y en todo el mundo". Erguido. Verbo que eligió también Marine Le Pen en el lanzamiento de su campaña a las europeas el primero de mayo en Perpiñán: "Sé que sois de quienes se ponen en pie y luchan". En términos parecidos se presentó Geert Wilders en la reunión internacional de líderes ultraconservadores CPAC en Hungría el mes pasado: "En noviembre el mundo vio el alzamiento de los neerlandeses, la rebelión del electorado neerlandés contra el establishment dirigente".

La UE y el islam, amenazas para la identidad y la soberanía

Esa rebelión, ese alzamiento al que apelan estos líderes es contra la política tradicional, en el caso de la Unión Europea es contra los dos grandes bloques que han construido la historia de la Unión, los democristianos y los socialdemócratas. Y lo hacen en defensa de una soberanía y una identidad nacionales supuestamente amenazadas, en el caso de la soberanía, por el poder supraestatal de la Unión Europea. En palabras de Marine Le Pen: "Si ganan nuestros adversarios, Francia desaparecerá, no será más que una pequeña provincia de un Estado unitario y centralizado dirigido con mano de hierro desde Bruselas". Tiene su gracia escuchar a una política francesa criticar un estado centralista.

Es la misma caricatura de la Unión Europea que critican los eurófobos británicos, los húngaros o los polacos. En el caso italiano, Giorgia Meloni está demostrando ser una gobernante pragmática en su trato con la UE y con los Estados Unidos, tanto que la propia presidenta de la Comisión, y aspirante a repetir, Ursula Von der Leyen, ha dejado la puerta abierta a colaborar con el grupo parlamentario europeo del que Meloni forma parte y encabeza, los Conservadores y Reformistas (ECR).

En cuanto a la identidad, el cosmopolitismo al que aspiraron varias generaciones del siglo XX se ha convertido casi en un insulto para estas formaciones, como lo es el multiculturalismo y, sobre todo, la población musulmana. Al igual que los sectores más recalcitrantes del partido republicano y hoy el trumpismo en los Estados Unidos presenta a la población hispana como una amenaza para la identidad de los Estados Unidos, un riesgo para la lengua inglesa, estas derechas ven en la población musulmana, un riesgo inminente no ya a la cultura, a la identidad nacional, sino a toda una civilización. Así, por ejemplo, en países como Francia de larga tradición laica es la extrema derecha quien más combate toda muestra de fe islámica, vestimenta incluida.

No son un grupo homogéneo

"Tienen muchas diferencias entre ellos, pero se han unido en el Parlamento Europeo por mero tacticismo, porque durante los años en que cada uno iba iba por su cuenta no lograron nada", reflexiona Chris Aalberts, y lo verbalizaron de Marine le Pen a Santiago Abascal en la reunión de Madrid. Cada uno vela prioritariamente por la soberanía nacional, pero necesitan cooperar en algunas batallas europeas, sobre todo contra la inmigración y los poderes federales de la Unión.

Pero tienen grandes diferencias que obedecen, en especial, a la herencia que tienen en sus sociedades. Así, Marine Le Pen, sentada en primera fila en la reunión internacional de Madrid, se abstuvo de aplaudir en varias ocasiones a otros socios. Le Pen, por ejemplo, no hace bandera del derecho al aborto ni del matrimonio homosexual, pero si le preguntan, responde que no cree que haya que modificar esos derechos en Francia.

En la circunscripción de Le Pen en el norte de Francia una militante de su partido me transmitió su indignación por las corridas de toros y las carreras de galgos, algo que no la acerca precisamente a los militantes de Vox. Además de las cuestiones éticas, hay discrepancias económicas con abogados de Estados proteccionistas y partidarios del modelo ultraliberal. Rusia, la Rusia de Putin, es otro motivo de divergencia entre unos líderes alineados con Moscú, el caso de Hungría, Eslovaquia, o Le Pen antes de la invasión de Ucrania, y otros como Meloni que secundan la postura occidental.

El siglo XX está muerto

Para Nicolas Lebourg, estudioso de esos movimientos, hay un factor generacional que contribuye al auge de estas derechas radicales y es que en términos de memoria política "el siglo XX está muerto. Hay toda una generación para la que los referentes del siglo XX no significan nada, el estigma de la extrema derecha, del fascismo, no existe. Ello permite, por ejemplo, a Vox saltarse el franquismo para ir directamente a reivindicar a los Reyes Católicos".