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Análisis | Guerra Israel-Hamás

El gobierno de Netanyahu cumple un año dividido, sin apoyos y sin un plan para terminar la guerra en Gaza

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El sexto gobierno de Netanyahu cumple un año en plena guerra en Gaza

Las diferencias internas sobre la guerra contra Hamás en Gaza y el futuro de la Franja están minando el gobierno de unidad israelí presidido por Benjamín Netanyahu. El propio primer ministro tiene cada vez menos apoyo entre el electorado, según las encuestas, que en cambio encumbran a su adversario político, y también miembro del gobierno, Benny Gantz.

En sentido opuesto, las diferencias entre los siete partidos que forman el Ejecutivo dificultan una estrategia clara de salida, e incluso la negociación de una nueva tregua. Como muestra, este pasado jueves Netanyahu tuvo que cancelar una reunión del Gabinete de Guerra para discutir sobre la propuesta de paz de Egipto, ante la presión de sus socios del partido ultraderechista Sionismo Religioso, que exigen participar en cualquier decisión sobre el tema.

"Hay una competición para atraer un tipo de electorado muy extremista, que desafortunadamente en Israel tiene cada vez más apoyo", advierte Guillem Farrés, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en resolución de conflictos, en declaraciones a RTVE.es.

Un año de gobierno marcado por las protestas y la guerra

La prensa israelí (véase por ejemplo Haaretz) coincide en que 2023 ha sido uno de los años más dramáticos, si no el peor, en la historia de Israel.

El país sufría un largo periodo de inestabilidad política (cinco elecciones en menos de cuatro años), cuando el 29 de diciembre de 2022 Netanyahu, el político israelí que más tiempo ha estado en el poder, lograba de nuevo formar gobierno, esta vez con partidos a la derecha del suyo, el Likud.

Entre ellos, el Sionismo Religioso de Bezalel Smotrich (ministro de Finanzas) e Itamar Ben Gvir (ministro de Seguridad), un partido ultraderechista y supremacista judío, que defiende la conquista y colonización de todo el territorio de la Palestina histórica.

El principal proyecto del nuevo Ejecutivo era una reforma judicial para limitar el poder del Tribunal Supremo y otorgar al Gobierno la mayoría en el comité que nombra a los jueces.

Netanyahu tuvo que posponer la reforma tras las protestas más masivas de la historia israelí, pero la batalla política, que parecía olvidada en medio de la guerra, puede regresar y complicar aún más el panorama político. Una filtración de prensa apunta a que la Corte Suprema echará abajo el proyecto de ley, lo que pondría en pie de guerra a la ultraderecha.

Durante todo ese tiempo, mientras discutían sobre política interna, los dirigentes y los ciudadanos israelíes han podido permitirse ignorar el conflicto con los palestinos, a la vez que continuaban las ocupaciones ilegales en Cisjordania y el bloqueo de Gaza. El ataque de Hamás el 7 de octubre lo cambió todo.

El 11 de octubre se creó un gobierno de unidad nacional o emergencia con la incorporación del partido de Gantz, Unidad Nacional, y de independientes. El exprimer ministro Yair Lapid (del partido Yesh Atid) rechazó la oferta, aduciendo que un Ejecutivo con la extrema derecha sería ineficaz.

En el nuevo gobierno funcionan un gabinete político, donde están representados todos los partidos; uno de seguridad, más reducido pero donde se sientan entre otros Smotrich y Ben Gvir; y un Gabinete de Guerra del que forman parte Netanyahu, el ministro de Defensa, Yoav Gallant (del Likud) y el propio Gantz, que antes de político fue jefe del Estado Mayor. Es este gabinete el que, supuestamente, toma las decisiones sobre el curso de las operaciones militares.

Un gabinete dividido y Netanyahu a la defensiva

Los israelíes se han unido en tiempo de guerra, pero la confianza en su gobierno, y en especial en Netanyahu, mengua. Muchos consideran al primer ministro, que hizo de la "seguridad" su lema y principal activo político, responsable de los fallos que hicieron posible el ataque del 7 de octubre.

"Podría ser recordado como el primer ministro que cometió uno de los más trágicos fracasos del país", ha comentado Aviv Bushinsky, exasesor y exjefe de personal de Netanyahu entre 1997 y 2005, en conversación con Yemeli Ortega (Efe).

Según un sondeo semanal del diario Maariv de este mismo viernes, solo el 32 % de los israelíes creen que Netanyahu "es apto para el puesto", mientras un 49 % preferirían a Gantz.

Si las elecciones tuvieran lugar hoy, los partidos de la coalición obtendrían 44 de los 120 escaños en la Kneset (Parlamento), cuando ahora tienen 64 (la mayoría absoluta es 61). La oposición podría sumar 71 escaños.

El Likud se quedaría con solo 17 diputados mientras Unidad Nacinal recibiría 38. Sionismo Religioso pasaría de 14 a 4, incluso con riesgo de no superar el umbral para entrar en la Kneset. Los sondeos de Maariv de semanas anteriores muestran la misma tendencia.

Otra encuesta, esta del 18 de diciembre y difundida por el Canal 12 de televisión, apunta en la misma dirección: la coalición de derecha y centro derecha se quedaría con tan solo 44 escaños, mientras una eventual coalición de partidos del centro derecha a la izquierda en torno a Gantz podría sumar 71 diputados.

Un sondeo más, realizado por el Instituto para la Democracia de Israel (IDI, en sus sigla en inglés), muestra que la mayoría de los ciudadanos, incluso aquellos ubicados ideológicamente en la derecha, quieren que se celebren elecciones inmediatamente finalizada la guerra. El mismo estudio muestra, sin embargo, que lo más probable es que los bloques políticos no se muevan.

Michael Milstein, jefe del Foro de Estudios Palestinos en el centro de investigación Moshe Dayan, cree que la guerra en Gaza será "el último capítulo" de la carrera de Netanyahu. "La mayoría quiere que deje su puesto", no solo entre el electorado, sino dentro del propio Likud, ha asegurado Milstein a la Agencia Efe.

Milstein no descarta que se convoquen elecciones incluso antes de finalizar la guerra. En un editorial, el diario israelí más leido, Yedioth Ahronoth, ha pedido que el primer ministro dimita ya, informa Efe.

El hecho de que la carrera política de Netanyahu esté en peligro "dificulta que se relaje el conflicto", advierte a RTVE.es Guillem Farrés. "Es una huida hacia adelante junto con sus aliados de la extrema derecha", añade.

Las decisiones respecto al curso de la guerra han provocado las principales fisuras en el gobierno de unidad. La ultraderecha se resistió a permitir la entrada de ayuda humanitaria y la suspensión de operaciones que hizo posible la tregua de siete días y el intercambio de rehenes por presos. Ben Gvir llegó a proponer en el gabinete de seguridad que se eliminara la distinción entre combatientes y los civiles que les apoyan. Y Amichai Eliyahu, ministro perteneciente al ultraderechista Poder Judío, provocó la alarma internacional cuando insinuó que Israel podía usar la bomba atómica. Eliyahu fue suspendido en sus funciones, pero no cesado.

"Esas declaraciones fuera de tono muestran que hay una competición para atraer un tipo de electorado muy extremista, que desafortunadamente en Israel tiene cada vez más apoyo", considera Farrés.

Aviv Bushinsky destaca que "Netanyahu ve todo en blanco y negro" y que en este momento "necesita estar muy polarizado y decir: 'este es el enemigo y debemos derrotarlo'".

Por su parte, Gantz ofrece una cara más moderada. Por ejemplo, fue el encargado de hablar con el presidente español, Pedro Sánchez, para asegurarle que sus tropas hacen todo lo posible para minimizar la muerte de civiles. A la vez ha amenazado a Líbano con abrir un nuevo frente si Hizbulá no cesa en sus ataques contra el norte de Israel.

Sin acuerdo respecto a la estrategia en Gaza

Según la encuesta del IDI, los israelíes no confían en su gobierno para gestionar el día después de la guerra: dos tercios no creen que el Ejecutivo actual tenga un plan de acción claro para Gaza.

Ciertamente, no hay acuerdo en cuál será esa política. Las declaraciones del ministro de Defensa, Yoav Gallant, apuntan a que Israel pretende controlar la seguridad y posiblemente una 'tierra de nadie' en el norte de la Franja, para alejar a los palestinos de la frontera y evitar así futuros ataques.

Desde la extrema derecha, Sionismo Religioso ha emitido un comunicado este mismo viernes en el que reclama que "las decisiones estratégicas y ciertamente las decisiones relativas al futuro de Gaza" se tomen en el pleno del gobierno, donde todos los partidos están representados, y no en el Gabinete de Guerra.

Smotrich ha asegurado que no habrá una "entidad independiente" en la Franja y que la "migración voluntaria" de sus 2,2 millones de habitantes (un eufemismo para la limpieza étnica) es la mejor solución. En los medios y las redes sociales de la derecha israelí se propone arrojar a los palestinos al Sinaí egipcio y se fantasea con la recolonización de la Franja.

Netanyahu ha descartado la reocupación del enclave pero no la "emigración voluntaria" de los gazatíes, aunque cree que el problema será encontrar países que les acepten. El primer ministro insistía en un artículo reciente en el Wall Street Journal en que los "prerrequisitos" para la paz son "destruir" a Hamás, "desmilitarizar" el enclave y "desradicalizar" a los palestinos, todos ellos objetivos poco concretos.

Gantz no se ha manifestado, pero en las campañas electorales su partido, si bien se oponía a un Estado palestino con plena soberanía, se mostraba abierto a negociar y rechazaba el programa máximo de los colonos.

Estados Unidos ha advertido a Israel de que volver a ocupar Gaza sería "un error", y junto con los mediadores internacionales, Egipto y Catar, cree que la que la Autoridad Nacional Palestina debe jugar algún papel en el futuro.

"Es muy difícil que este gobierno sea capaz de retirarse de Gaza, saltaría por los aires, la extrema derecha no puede aceptar ante sus votantes retirarse de un territorio", explica Guillem Farrés. "Por eso Netanyahu se niega a decir qué piensa hacer, no puede decirlo, porque si se retira de Gaza se rompe su gobierno, pero si se queda tiene un problema importante, Israel tendría que volver a gestionar el territorio".

Si antes no se convocan elecciones, como especulaba Michael Milstein, habrá que esperar a un alto el fuego para saber qué tipo de política se impone.

"Después de cada conflicto de Israel, aumentan las posiciones dentro del gobierno de exgenerales del Ejército, se produce una militarización de la politica, un aumento de recursos para las redes de seguridad, y un aumento de su influencia. - recuerda el profesor de la UOC - Me gustaría pensar que después de esta brutalidad hay esperanza, pero está por ver".