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Mujeres ascendidas a directivas cuando la empresa está en crisis: la "trampa" del 'acantilado de cristal'

  • Las mujeres tienen más probabilidad de ascender que los hombres en situaciones de crisis, según un estudio
  • Sin embargo, lo hacen en situaciones de "precariedad" y en desigualdad de condiciones y con el riesgo de "hundirse"

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Acantilado de cristal
Las mujeres tienen más probabilidades de romper el "techo de cristal" y ascender en situaciones de crisis pero lo hacen con más precariedad que los hombres.

En feminismo, es de sobra conocido el término “techo de cristal”, aquel que habla de las dificultades que tienen las mujeres para acceder a cargos directivos o puestos de poder por motivos sexistas. Hay otro concepto más reciente y desconocido que hace referencia al “acantilado de cristal” y que para las expertas en género consiste en una “trampa” dirigida a mujeres o una “utilización perversa de ellas”.

Para explicar en qué consiste, es conveniente poner un ejemplo. Una mujer tiene un currículum potente, con amplia formación y experiencia. Nunca o casi nunca ha podido ascender en su trabajo y un día surge la oportunidad que tanto había esperado: le ofrecen dirigir su empresa u ocupar un alto cargo de responsabilidad. Eso sí, con un importante matiz: la compañía en cuestión está pasando por una profunda crisis y las probabilidades de remontar la situación son escasas.

Begoña Marugán, profesora en sociología de la Universidad Carlos III especializada en perspectiva de género, subraya a RTVE.es que el “acantilado de cristal” viene “derivado del techo de cristal”. En España, el 40% de los Consejos de Administración no cuenta con ninguna mujer, según un reciente informe del Colegio de Registradores, que analizó un total de 80.000 empresas. En cambio, solo un 1% de las empresas analizadas no contaba con ningún varón. En el IBEX 35, el índice bursátil de referencia en España, solo el 30,75% de los miembros de los Consejos de Administración en 2021 eran mujeres, cuando la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se ha marcado el objetivo de llegar, al menos, al 40%.

El término “acantilado de cristal” lo acuñaron en 2005 los investigadores de la Universidad de Exeter (Reino Unido) Michele K. Ryan y Alexander Haslam, que tras examinar los resultados de las empresas del índice bursátil de la Bolsa de Londres (el FTSE 100) antes y después del nombramiento de nuevos directivos, encontraron un patrón: las compañías que nombraron mujeres como directivas llevaban obteniendo malos resultados en los cinco meses previos a su designación. Y aunque esta situación se analizó en empresas, es aplicable como a otros ámbitos, como el político.

"Sesgos masculinos" a la hora de designar a una mujer en plena crisis

Una de las conclusiones del estudio de Ryan y Haslam es la siguiente: "Recientes investigaciones de archivo y experimentales han revelado que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de ser designadas para puestos de liderazgo cuando una organización está en crisis". Pero, ¿por qué?

La profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y experta en género, Paloma Román, asegura que las razones se basan en una “perspectiva absolutamente sexista” en entornos donde no existe una igualdad real. Así, apunta al “sesgo masculino” que “entiende que las mujeres son mucho más prescindibles” y, en caso de fracaso, “se le puede echar la culpa a modo de chivo expiatorio”.

Para Marugán, la idea de colocar a una mujer “en una situación prácticamente irresoluble o mucho más difícil” es una “utilización perversa” de las mujeres y tiene una doble razón. Por un lado, lanza el prejuicio machista de que “si fracasa, es porque era mujer”, expone. Por otro, si tiene éxito se traslada la imagen de una empresa “igualitaria” y “moderna” que ubica a las mujeres en puestos clave. “Pero también, porque en el fondo está la esperanza de que la mujer salve la empresa, porque las mujeres hemos tenido que luchar tanto para conseguir las metas que nos proponemos que tenemos una resiliencia y una capacidad de lucha y esfuerzo muy grande”, añade.

Ryan y Haslam añaden otra razón en su estudio, y es que “los rasgos típicos asociados a una mujer, como la intuición, empatía o cuidado del grupo, coinciden con las características que se asignarían a un líder en épocas de crisis. Sin embargo, los rasgos que se buscan en un líder en época de éxitos y bonanza (fuerza, ambición, contundencia), se solapan con los estereotipos típicamente masculinos".

Un "coste altísimo" y un riesgo de "hundirse" personal y profesionalmente

Lo que subrayan ambas expertas consultadas por RTVE.es es que el fenómeno del “acantilado de cristal” no habla de la “valía” de la mujer que se ve en esta situación, que incluso podría haberse “merecido acceder a ese puesto mucho antes”. “Son mujeres profesionales, tienen la experiencia y el currículum, no son elegidas por ser la primera que pasa por la calle, pero además están en el lugar ideal y en el momento idóneo”, expone Román.

Pero sí habla de los riesgos y de la desigualdad que sufren las mujeres cuando acceden a un puesto en estas circunstancias, en “desventaja” frente a los hombres. Las expertas apuntan a una “precariedad” que se puede traducir desde tener menos recursos económicos o humanos para desarrollar sus proyectos o de la presión de levantar la empresa en circunstancias pobres y “doblemente observada”: por un lado, por estar en un puesto delicado con la responsabilidad de resolver una crisis y, por otro lado, “por ser mujer”, lo cual aumenta el riesgo de ansiedad y de problemas de salud mental. Además, la permanencia de las mujeres en cargos ejecutivos suele ser más corta en empresas con dificultades que en aquellas que están estables.

“Aceptar un puesto en estas circunstancias supone una decisión personal que generalmente tiene un coste altísimo”, porque si fracasan, “se van a hundir” y su carrera difícilmente podrá remontar, prosigue la profesora de la UCM, que cree que ofrecer un puesto a una mujer en estas circunstancias es “ponerles la zancadilla”. Además, apunta que las mujeres tienden a acceder a estos puestos, bien porque no tienen toda la información sobre la crisis que atraviesa la empresa, o porque no han tenido oportunidades para ascender y se aferran a ésta como un “clavo ardiendo”.

Y es que la terminología empleada con el “acantilado de cristal” no es baladí. El acantilado hace referencia a lo alto del puesto directivo, que hace que la caída para la persona que lo ocupa sea muy elevada. Y “de cristal”, se refiere a que en muchas ocasiones, las mujeres que acceden a esos puestos no tienen toda la información sobre qué situación atraviesa la empresa y, por tanto, no perciben el peligro de precipitarse hacia el fracaso.

Si la mujer fracasa, se hunde en lo profesional y en lo personal, porque cuando te ofrecen estar al mando en esta situación, lo asumes y tiras para adelante con todo, te dejas la vida en ello y no vas a rendirte fácilmente”, expone Marugán, que apunta a que las mujeres afrontan en estas situaciones problemas de conciliación y de renuncia personal y familiar.

Los investigadores de la universidad británica concluyeron que las posiciones en acantilados de cristal hace que las mujeres corran el riesgo de ver dañada su reputación y sus perspectivas profesionales pero, además, destaca que a las mujeres les resulta más difícil que a los hombres tener segundas oportunidades dado que cuentan con menos apoyos, menos patrocinadores y menos acceso a una red protectora de contactos.

Montse Tomé, Inés Arrimadas, Margaret Thatcher…

Si bien Marugán prefiere no hablar de mujeres conocidas en situaciones de acantilado de cristal por no caer en la “lógica patriarcal” de decir que “fueron puestas ahí por ser mujeres” y no por sus méritos, Román indica a RTVE.es que hay algunos ejemplos muy claros. Uno de los más recientes es, a su juicio, el reciente nombramiento de Montse Tomé como seleccionadora de la Selección Femenina de Fútbol tras la destitución de Jorge Vilda y la crisis desatada en la Federación Española de Fútbol por el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso hace un mes tras la final del Mundial.

No se debe caer en la lógica patriarcal de decir que fueron puestas ahí por ser mujeres sin merecerlo

“Hay mujeres que, cuando surge una situación de acantilado de cristal, ven dificilísimo que se les aparezca una nueva oportunidad de ascender y esta es su bala de plata. Yo creo que es lo que le pasa a Tomé”, expone. Destaca que la Federación y el mundo del fútbol han sido tradicionalmente muy “masculinizados”, incluso en lo relativo a la selección femenina de fútbol (de hecho Tomé es la primera seleccionadora mujer). Ahora, tras la crisis, cree que era imperativo situar a una mujer en ese cargo pero considera que, al elegir a la segunda de Vilda dando continuidad a su proyecto, se ha caído “en lo que se llama una representación descriptiva de las mujeres, que no es una auténtica representación de las mismas”.

Román destaca otros ejemplos en el mundo de la política, como el caso de Inés Arrimadas asumiendo el liderazgo de Ciudadanos tras el batacazo electoral de Albert Rivera en las elecciones generales de abril de 2019: “El partido ya estaba hundido, la culpa era de Rivera, y fue imposible remontarlo”. También el de Theresa May cuando fue nombrada primera ministra de su partido después de la dimisión de David Cameron “por el fiasco del Brexit”. Accedió a un puesto ‘caliente’ en el que duró apenas 11 días y fue sucedida por Boris Johnson.

Pero la experta cree que no siempre las mujeres en acantilados de cristal fracasan y pone el ejemplo de Margaret Thatcher, que fue nombrada ministra de Educación en 1970 en un momento de fuertes protestas y huelgas estudiantiles y finalmente acabó siendo primera ministra: “Ha tenido el mandato más largo y nunca ha perdido ninguna elección, aunque la acabara descabezando su propio partido”.

Más allá de estos ejemplos, no solo las mujeres pueden ser víctimas del llamado “acantilado de cristal”, sino también otras personas que puedan ser discriminadas por su discapacidad, raza u orientación o identidad sexual.

Marugán advierte de que el riesgo de estas personas está “en pensar en que han llegado a un puesto porque se lo merecen”, ya que, independientemente de que sea un puesto merecido, “tienen todas las posibilidades de caer”. A su juicio, el riesgo es “intentar luchar sola contra las adversidades y no crearse un equipo de trabajo”, así como de “utilizar las mismas estrategias que los hombres y el mismo tipo de liderazgo” que hasta ahora “ha fracasado”.