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El acceso al agua en Ucrania: 11 millones de afectados y un "efecto dominó" global tras un año de guerra

  • Los expertos contabilizan más de 650 daños a los recursos hídricos de Ucrania desde febrero de 2022
  • Ucrania estima en más de 2.500 millones de dólares el coste de reparar sus infraestructuras

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Residentes locales transportan bidones de agua en la región de Donetsk
Residentes locales transportan bidones de agua en la región de Donetsk.

Ucrania vive una crisis hídrica sin precedentes. Los problemas en torno al agua han afectado a Ucrania desde su independencia en 1991, intensificándose poco a poco desde que Rusia anexionó ilegalmente Crimea en 2014. Hace ya nueve años que la población ucraniana sufre constantes cortes de suministro y daños en sus redes de abastecimiento, depósitos de agua, instalaciones de tratamiento, minas subterráneas, presas y estaciones, recogidos en varios informes.

Tras más de un año de guerra, 18 millones de ucranianos -cuatro de cada diez- necesitan ayuda humanitaria y la cifra de personas en situación de estrés hídrico -cuando la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible- ha ascendido hasta los 11 millones, de los cuales casi la mitad no tiene acceso a agua potable, según el Ministerio de Protección Ambiental y Recursos Naturales del país.

“Los ataques a la infraestructura civil, incluyendo explícitamente los ataques al suministro y tratamiento del agua y a los sistemas agrícolas y de riego son considerados crímenes de guerra. Yo espero que la comunidad internacional tome medidas y envíe el mensaje de que todo el sistema civil de agua necesita ser protegido incluso durante los conflictos“, argumenta Peter Gleick, científico y cofundador del Pacific Institute, una organización sin ánimo de lucro que analiza la situación mundial del agua.

El Derecho Internacional y los Protocolos de 1977 de los Convenios de Ginebra prohíben utilizar el agua como arma de guerra, pero Gleick y otros expertos relatan cómo, a lo largo de los últimos nueve años, los recursos hídricos de Ucrania han sufrido múltiples ataques. En Ucrania, como en otros territorios, el agua sigue siendo tanto un objetivo como un arma para expulsar a la población y/o controlar un territorio.

651 ataques a la infraestructura hídrica de Ucrania en un año de guerra

Antes de la invasión, el Pacific Institute contabiliza dos cortes de agua potable en la región de Donetsk que afectaron a tres millones de habitantes, y varios cientos de personas enfermaron por beber agua envenenada. Después del estallido del conflicto, UNICEF estima que seis millones de ucranianos tuvieron problemas de escasez de agua y 1,4 millones de ellos vieron interrumpido su acceso al agua potable solo en el primer mes y medio de guerra.

El Observatorio de Conflictos y Medio Ambiente (CEOBS) y la organización sin fines de lucro Zoï Environment Network han registrado 651 incidentes relacionados con los recursos hídricos en el primer año del conflicto. El 68% de los incidentes fueron clasificados como destrucción de infraestructuras y las instalaciones más afectadas fueron la industria química y coquerías (152 ataques), los puentes (145), las centrales nucleares (126) y las térmicas (102).

A lo largo de este año, “cada infraestructura hídrica importante, cada presa importante, ha sido atacada en algún momento, ya sea para tratar de cortar la producción de electricidad, para alterar la disponibilidad de agua para las ciudades o para el riego o para inundar zonas con fines militares”, recapitula Peter Gleick.

La central nuclear de Zaporiyia, ocupada desde el inicio de la invasión y la más grande de Europa, ha sido la instalación que más incidentes ha registrado -91- y los expertos prevén que, tras la caída del nivel del agua en los últimos dos meses del río Dniéper, próximamente no haya suficiente agua para enfriar el reactor de forma segura.

Las regiones más afectadas por la violencia durante este año de guerra -Járkov, Donetsk, Zaporiyia y Jersón- también han sido las que más incidentes hídricos han registrado. Según los últimos datos publicados de CEOBS y Zoï Environment Network, los ciudadanos de Donetsk tan solo reciben unas pocas horas de agua corriente una o dos veces a la semana y en Mariúpol, cuya infraestructura hídrica fue dañada en un 40% durante los tres primeros meses de guerra, se cree que la restauración y la eliminación de aguas residuales contaminadas es imposible en algunos distritos.

En muchas ocasiones, la estrategia de Rusia ha sido atacar las infraestructuras energéticas de Ucrania, muy dependientes del agua, y en las que no se han hecho grandes inversiones desde 1991.

“La mayor parte de la producción de energía, ya sea en una instalación hidroeléctrica, una presa o una central de carbón o nuclear, requiere agua casi siempre para refrigeración o para generar energía. Así que hay impactos múltiples cuando se quita, por ejemplo, una sola presa, dependiendo de cuáles eran los diferentes usos de la misma”, explica Morgan Shimabuku, investigadora del Pacific Institute.

Los ataques a instalaciones industriales y energéticas representan una “amenaza continua” para las vías fluviales, coincide Doug Weir, director de CEOBS, que también pone el foco en la escala y amplitud de los impactos en las aguas superficiales y subterráneas.

El ministro de Medio Ambiente de Ucrania, Ruslan Strilets, ha estimado que su país necesitará más de 2.500 millones de dólares para reparar los daños causados en sus infraestructuras hídricas. Fruto de la devastación de la guerra, “hay ciudades que ya no existen”, otras donde vivir se ha vuelto “muy peligroso” y otras en las que restaurar la vida “llevará varias décadas”, señala Sofia Sadogurska, experta en recursos hídricos y marinos de la ONG ucraniana Ecoaction.

Los efectos de la escasez de agua y la seguridad alimentaria mundial

Además de la guerra, los recursos hídricos de Ucrania se han visto limitados por las prolongadas sequías y olas de calor que afectan en los últimos años a toda Europa. Las principales fuentes de agua se localizan en el este y el sur del país, fronteras con Rusia y zonas con gran tradición agrícola e industrial: metalurgia, minería de carbón y producción química. “Estas áreas son las que por lo general consumen la mayor cantidad de agua y, al mismo tiempo, son las zonas más vulnerables tanto al cambio climático como a la escasez de agua”, hace hincapié Sofia Sadogurska, experta en recursos hídricos y marinos de la ONG ucraniana Ecoaction.

A pesar de que Ucrania tiene decenas de lagos y ríos, su población lleva años sufriendo estrés hídrico. En 2019 ya ocupaba el puesto 125 de 181 países en el mundo en términos de reservas de agua potable disponibles. Según un estudio de Ecoaction, las regiones entonces con niveles más bajos eran Odesa (140 m3 de agua por persona al año), Donetsk (210 m3) y Jersón (220 m3), y la situación de estas regiones no ha hecho más que empeorar desde que comenzó la invasión de Rusia.

Además del impacto ecológico, Morgan Shimabuku destaca el choque económico que la guerra está teniendo en la comunidad agrícola e industrial, puesto que la actividad económica del país depende del agua de los embalses y, ante una caída de la misma, las carencias son mayores.

Hay muchas personas que “ya no pueden acceder a agua o ir al baño en su casa, así que cada vez que necesitan beber o ir al baño tienen que salir fuera”. La guerra, según la experta del Pacific Institute es “una tragedia” que provoca un “efecto dominó que va mucho más allá de las fronteras de Ucrania”.

Ucrania es uno de los principales exportadores de maíz, trigo y cebada y tenía fama de ser el ‘granero de Europa’, pero que la guerra se haya desarrollado precisamente en las regiones agrícolas e hídricas ha provocado graves problemas de salud y de seguridad alimentaria que ya tienen un eco a nivel internacional.

“La tremenda disminución de su capacidad para exportar alimentos ha hecho que aumenten los precios de los alimentos en otras partes del mundo, especialmente en algunas regiones de África. No hay duda de que en los próximos meses vamos a ver que la producción agrícola ucraniana es mucho menor de lo que ha sido en el pasado debido a la guerra”, asegura Peter Gleick.

El río Dniéper, el embalse de Kakhovka y la contaminación

El Dniéper es el cuarto río más largo de Europa y una de las claves para entender el conflicto armado entre ambos países. Nace en Rusia, fluye por Bielorrusia y llega a Ucrania pasando por Kiev, Dnipro, Zaporiyia y Jersón hasta desembocar en el Mar Negro. A pesar de que sus aguas no fluyen por Crimea, su población depende en gran medida del Canal de Crimea del Norte, que toma el agua del Dniéper a través de Jersón.

La voladura de la presa de la ciudad Kakhovka, construida por Ucrania como respuesta a la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y para bloquear el canal que abastece su agricultura, fue una de las primeras acciones del Kremlin el mismo día del comienzo de la guerra.

Desde entonces la central que también hay en la zona no ha dejado de sufrir daños y el embalse de Kakhovka cada vez dispone de menos agua potable: se han vertido aguas residuales contaminadas y equipos militares cuyo deterioro y descomposición libera metales pesados y compuestos explosivos tóxicos. A día de hoy, el control y el suministro del mismo sigue siendo una de las políticas prioritarias de la región.

También en los primeros días del conflicto, la presa entre el río Irpin y el embalse de Kiev sufrió daños y provocó graves inundaciones en las ciudades de Demydiv y Kozarovychi. Algunos afirman que ayudó a la defensa de Kiev, pero la inundación llegó a cubrir zonas agrícolas, contaminó aguas subterráneas y amenazó a la biodiversidad de la región.

Según el Ukraine Nature Conservation Group, la contaminación en el agua ha reducido considerablemente la actividad pesquera del país y también ha impactado en la salud de la población, aumentando el riesgo de sufrir enfermedades relacionadas con el agua como el cólera, la disentería o enfermedades diarreicas.

“Se han detectado concentraciones excesivas de mercurio, cobre, zinc y otros en ríos como Dniéster, Dniéper y Seversky Donets y esta contaminación puede tener importantes repercusiones en el medio ambiente y en la salud humana, incluidos daños en la vida submarina y destrucción de hábitats”, añade Sofía Sadogurska.

En cuanto al litoral ucraniano, la experta de Ecoaction señala que “el Mar Azov está completamente ocupado por Rusia y el Mar Negro está muy minado”, lo que “sin duda tendrá a largo plazo consecuencias devastadoras” en el ecosistema marino.

“Todo lo que está sucediendo en el Mar Negro, como la destrucción de la infraestructura costera, puertos, instalaciones de almacenamiento de petróleo, plantas de tratamiento de aguas residuales y algunos sitios industriales, está causando contaminación. También el hundimiento de buques de guerra, aviones y otros equipos militares pueden conducir, por ejemplo, a derrames de petróleo que son tóxicos y venenosos”, señala Sadogurska.

Es más, asegura que, aunque no se puede tener una imagen completa sobre lo que está pasando porque la guerra continúa, ya se han registrado mortandades masivas de mamíferos y los científicos están estudiando este problema también en regiones de otros países bañadas por el Mar Negro.