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Arsal, cuando la guerra de Siria entra en Líbano

  • Un equipo de En Portada entra en el pueblo libanés, situado a unos 20 kilómetros de Siria
  • Fue conquistado temporalmente por DAESH y otras milicias yihadistas
  • Actualmente, viven allí dos refugiados sirios por cada libanés

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Más de 130 asentamientos de refugiados sirios rodean Arsal, en la frontera con Siria
Más de 130 asentamientos de refugiados sirios rodean Arsal, en la frontera con Siria

“Es uno de los primeros pueblos a los que llegaron los refugiados , por estar tan cerca de la frontera”, cuenta Alaa Kadura, de la ONG URDA SPAIN, a un equipo de En Portada nada más llegar a la localidad. Situada a unos 20 kilómetros de la frontera con Siria, el pequeño pueblo libanés de Arsal ofrece una vista sobrecogedora. Pocas regiones en Líbano de diez años de Guerra en Siria. Los continuos controles militares nos indican que aún hoy es uno de los puntos más sensibles de la frontera. Es muy difícil entrar, y más difícil salir. Por eso, desde hace años, Arsal se ha convertido en un embudo donde todas las tensiones de Líbano se multiplican.

Antes de la guerra, el contacto entre la gente de este pueblo con sus vecinos al otro lado de la frontera era constante. “Tenemos frontera con la región del oeste del Qalamoun y con siete ciudades y pueblos sirios”, nos cuenta en su despacho el Alcalde, Bassel Al Hujeiri. La relación comercial añade, era constante, incluso había familias repartidas entre los dos países.

Pero todo cambió hace diez años. “Cuando la guerra comenzó, los sirios empezaron a llegar por vías legales e ilegales”, señala Alaa. Y detalla: “Muchos de ellos lo hicieron por caminos ilegales, y no fueron capaces de llegar al resto de Líbano. No podían cruzar el puesto de control militar porque no tenían papeles legales”.

“Es como si estuviese en una cárcel”

La mirada triste de Saad lo confirma. “No puedo pasar el punto de control, es como si estuviese en una cárcel. No puedo ni siquiera visitar a mis tíos en Líbano, no me permiten cruzar”, nos cuenta.

Saad significa alegría en árabe, una triste ironía. Fue de los primeros en llegar hace ya diez años. “Yo era pastor de las ovejas de mi padre en el campo, en Homs. Una bomba cayó al lado del rebaño y me hirieron en el brazo y en la cabeza”, comenta a RTVE mientras se toca la cicatriz de la cabeza.

Dejamos Siria bajo los bombardeos, las bombas nos perseguían y caían precisamente en los lugares donde nos quedamos un poco”, recuerda Saad sobre su llegada. “Me trajeron hasta el Líbano por los caminos durante seis horas. Si hubiera llegado en menos de cinco horas, quizás hubieran salvado el brazo”.

Como Saad, unos 65.000 refugiados viven hoy en los 130 campos que rodean e inundan Arsal. Eso ha convertido en la región con la mayor proporción de refugiados sirios de todo Líbano. “Ahora hay un libanés por cada sirio, pero antes, hace dos años, había dos sirios por cada libanés", señala Alaa, cuya organización trabaja sobre el terreno desde hace una década.

“Estaba previsto recibirlos algunas semanas y en realidad se han quedado más de diez años”, señala el Alcalde de la ciudad, quien apunta a lo que deriva toda esta situación: “Eso ha generado problemas, ejerce una fuerte presión sobre nuestra baja infraestructura: el agua, la electricidad, las escuelas”. Por no hablar de las sanitarias. En Arsal, hay tan solo nueve centros médicos para miles de refugiados.

El problema se agrava en la cuestión laboral. El paro en la ciudad ronda el 30% de la población y es mayor aún entre los más jóvenes. Los refugiados, a menudo, se convierten en mano de obra barata lo que aumenta las tensiones con la gente local. “No puedo trabajar de ninguna manera”, comenta Saad. “Trabaje en una serrería, pero tuve que dejarlo por las lesiones en la espalda. Estoy casado y ahora mi esposa está embarazada. Él bebe vendrá y yo no puedo ofrecerle nada porque no tengo ninguno trabajo”, explica a RTVE.

La ‘puerta de entrada de la guerra siria a Líbano’

Pero Arsal tiene una dura historia. Hoy está sometida a un estrecho cerco militar porque hace no tanto el pueblo y sus montañas fueron zona de combate. Algunos la llamaron "la puerta de entrada a Líbano de la guerra siria". Todavía hoy es zona de secuestros y escaramuzas cuando cae la noche y aún quedan células sueltas del grupo terrorista Estado Islámico escondidas en sus alrededores.

Son las secuelas de una invasión que comenzó en 2014. Terroristas yihadistas del DAESH y de Al Qaeda cruzaron la frontera desde Siria. Durante semanas, los combates y bombardeos se centraron en sus montañas, pero pronto llegaron al pueblo.

La familia de Tarek e Isra Al Hujeiri recuerda esos días. Una bomba cayó en su casa. Él, perdió una pierna y a ella le amputaron los dedos de los pies. “Fue en enero”, nos cuenta Tarek. “Los yihadistas lo llamaban ‘la invasión de los misiles’. Bombardeaban constantemente. Lo hacía para preparar la verdadera invasión del pueblo, que fue en agosto”, recuerda.

Uno de esos misiles cayó en su casa. “Era un día como los demás”, recuerda Israa. “Caían misiles cerca de nuestro barrio. Estábamos bebiendo té y él me dijo: creo que nos va a caer uno a nosotros... Yo le respondí que podía ser, que los que estaban muriendo no era diferentes de nosotros. Entonces, salí de la habitación y al volver cayó el misil”, añade.

Meses después, llegó la invasión. Durante cinco días, los yihadistas controlaron el pueblo. “Recuerdo que pasaban entre las casas”, señala Israa.” Podíamos verlos por las ventanas y nos acostumbrábamos a eso. Pero no teníamos miedo. Queríamos quedarnos en nuestras casas, nunca las dejaríamos”, añade. “La gente se quedaba encerrada”, insiste Tarek. “Y eso quizás ayudó a destruir sus intenciones, porque de lo que se trataba es de que dejáramos nuestra ciudad y nuestras casas”, confiesa.

La presencia de estos grupos trajo también complicaciones a Arsal con el resto del país. “Se nos acusó de favorecer a los grupos terroristas”, señala el Alcalde Bassel Al Hujeir. Y recuerda: “Sufrimos un aislamiento político, social y comercial. Por un tiempo todo estaba en nuestra contra. El trabajo se detuvo totalmente”. Los yihadistas ocuparon el pueblo y las tierras de miles de agricultores. La cantera, la gran fuente de ingresos de Arsal, dejó de funcionar. La maltrecha economía de la región cayó en picado.

La reconquista de Arsal

Fueron tres años de máxima tensión hasta que, en 2017, el Ejército libanés expulsó a los yihadistas de las montañas. Fueron días de intensos combates, en los que el ejército libanés contó con ayuda: la de las milicias de la organización islamista Hizbulá, uno de los más firmes vigilantes de la frontera.

“Cuando los grupos regresaron a Siria algunos refugiados se fueron con ellos, porque eran milicianos o parientes de miembros de esos grupos” asegura el Alcalde. “Regresaron principalmente a la ciudad de Idlib en Siria, o cerca de Damasco. Otros se han movido a dentro del territorio libanés, a Trípoli o Beirut… Ya salimos de esa situación, Gracias a Dios”.

Pero Arsal sigue hoy en una situación crítica. Sigue desborda humanitariamente, casi bloqueada militarmente y su economía, maltrecha. La situación de los refugiados es crítica, y empeora cuando las tormentas de lluvia y nieve, muy habituales en la región, descargan su furia.

Dentro, Saad recuerda con melancolía mejores tiempos. “Yo, en Siria disfrutaba mucho la vida. Cuando tuvimos que huir, sentí como si me arrancaran de los brazos de mi madre. Quiero volver, aquí ya no aguanto más. En algún momento tendré que hacerlo…. Aquí estoy desorientado”, se lamenta.