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Coronavirus

Emprendimiento rural y pandemia: un doble salto al vacío

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Un hombre observa la yeguada en el municipio de Dosante de Valdeporres, en Burgos
Un hombre observa la yeguada en el municipio de Dosante de Valdeporres, en Burgos

Trabajo y mundo rural son, en muchas ocasiones, términos que podrían invitar al desánimo de todo aquel que haya crecido bajo la premisa de que el futuro se desarrolla en las ciudades. Más aún cuando los datos aseguran que el peso económico y laboral de la denominada España vaciada o despoblada sigue en una alarmante caída libre difícil de revertir.

Si bien es cierto que la crisis sanitaria provocada por el coronavirus ha suturado levemente la profunda herida del éxodo rural, los nuevos empadronamientos en pueblos a lo largo y ancho del país no resuelven la gran duda sobre si el emprendimiento en estos lugares es, en plena pandemia, una actividad con alto riesgo de caer en saco roto.

Nacer con la crisis: ¿hazaña o suicidio?

“Todo tiene algo positivo, las crisis implican cambios y esos cambios pueden traer cosas positivas”, así se expresa Martín (37 años). Este uruguayo puso rumbo a Madrid en 2016 tras 15 años dedicado a la industria farmacéutica en Latinoamérica. Cansado del trabajo corporativo, decidió dar un giro a su vida acompañado de Coral, su pareja, y Agustín, socio y cofundador del proyecto que sigue tomando forma en Puebla de la Sierra, un pequeño municipio de apenas 73 habitantes situado al norte de Madrid.

Las crisis implican cambios y esos cambios pueden traer cosas positivas

Bajo el nombre de 'El Refugio Coworking', su ambiciosa iniciativa pretende reactivar la economía local a través de un espacio común de trabajo y convivencia para profesionales en plena naturaleza. Una idea que también implica la apuesta por el producto de proximidad en una suerte de networking rural, pero que se vio obligada a sufrir modificaciones con el inicio de la crisis sanitaria y el estado de alarma. “Nos adjudicaron por concurso público el arrendamiento del edificio que albergaba el antiguo mesón del pueblo, realizamos un buen número de reformas y la pandemia se llevó por delante la idea inicial de apertura en marzo”, destaca Martín.

Vista frontal de las instalaciones de 'El Refugio Coworking' en Puebla de la Sierra (Madrid)

Vista frontal de las instalaciones de 'El Refugio Coworking' en Puebla de la Sierra (Madrid)

Este contratiempo les llevó a improvisar dando prioridad al restaurante y al bar que se encuentra en el mismo complejo: “Claro que temimos por la viabilidad del proyecto, tuvimos que destinar el capital inicial previsto para el coworking al apartado de restauración. A partir de ahí empezamos a reinvertir las ganancias en las obras del resto del edificio”.

La capacidad de adaptación al nuevo tiempo es, según Martín, una de las claves de la subsistencia del negocio en un momento, “siempre complicado”, subraya, como son los inicios: “Pocos pueden decir que cuando empiezan tienen todo hecho. Con una crisis sanitaria de por medio y teniendo que superar obstáculos en el poco tiempo que pudimos mantenernos abiertos, el balance es muy positivo”, afirma.

Martín, Coral y Agustín han pasado del temor que provoca la incertidumbre inicial a un optimismo que viene dado por los avances en la vacunación y el interés que han mostrado en el proyecto empresas y universidades, nos cuentan. “Queremos replicar el proyecto en otras zonas y estamos en una etapa de llevar esta iniciativa a otros lugares. Estamos convencidos de que este concepto puede reactivar el turismo y ofrecer una buena cantidad de opciones que devuelva a la gente a los pueblos y a formar parte de una comunidad”, incide Martín.

La esperanza de una comarca

A casi 300 kilómetros de Puebla de la Sierra se encuentra Pedrosa, localidad burgalesa de 144 habitantes y capital de la Merindad de Valdeporres. Un área relevante en Las Merindades, comarca salpicada de naturaleza y repleta de reducidos núcleos rurales que, en la mayoría de casos, fiaron hace tiempo su supervivencia a la extraordinaria longevidad de sus vecinos.

Inmersos en la búsqueda de planes con los que dinamizar la economía comarcal y animar la llegada de visitantes, el consistorio invirtió cerca de tres millones de euros en la construcción de un parque multiaventura como alternativa a la clásica oferta rural. "El proyecto Valterria tiene mucho trabajo detrás. Es una oportunidad para el empleo en la zona y el desarrollo de los negocios que ya existen, y aunque es cierto que la pandemia ha sembrado cierta inquietud, desde el Ayuntamiento tenemos esperanza y seguimos brindando un apoyo total para que salga adelante", apunta Belisario Peña, alcalde de la localidad.

La casualidad hizo que la apertura de puertas de esta apuesta por el turismo de aventura coincidiera con el comienzo del confinamiento, algo que desde la empresa encargada de la gestión sí supuso un problema que han tenido que sortear como han podido.

"Teníamos varias líneas de acción con actividades para empresas, colegios y la apertura de campamentos, sin embargo tuvimos que centrarnos en las visitas de turistas de a pie que llegaban los fines de semana o pasaban algunos días de verano", destaca el responsable de comunicación de la firma adjudicataria, Iker Fernández. Tanto para él como para el resto de responsables, las partidas inesperadas para garantizar la seguridad en el recinto han sido un pequeño lastre que, esperan, sirvan para impulsar el potencial del parque a medio largo plazo: "Es probable que esta primavera volvamos a encontrarnos con una situación similar, pero trabajamos con la confianza de que la gente que ha venido a conocernos se ha ido satisfecha y con ganas de más, ese es el mensaje y el respaldo de la Merindad de Valdeporres contribuye al optimismo de cara al futuro", sostiene.

Lo importante es no quedarse parados e intentar avanzar más rápido

La nueva normalidad impuesta por el coronavirus no ha marcado la hoja de ruta de este enclave burgalés que, pese a las actuales circunstancias, sigue buscando fórmulas con las que encontrar respuestas a los interrogantes planteados por la despoblación y la COVID-19. "Ahora estamos poniendo mucho esfuerzo en un nuevo proyecto con el que poner a disposición de autónomos y emprendedores espacios de trabajo para que puedan desarrollar su actividad. Lo importante es no quedarse parados e intentar avanzar más rápido", recalca Belisario Peña.

¿Reinventarse o soportar la tormenta?

En un tiempo en el que los negocios rurales han sufrido caídas en su facturación por las restricciones al turismo, buscar alternativas a su habitual actividad parece una opción obligada. Así lo entienden Duncan (53) y Mila (51). Británico él y burgalesa ella, apostaron hace casi 21 años por un alojamiento, entonces, poco frecuente. "Es un hotel rural especializado en cursos presenciales de inmersión lingüística", nos cuenta Mila. Con la lengua inglesa como gran reclamo, el 'Hotel Rural La Engaña', situado en el mismo Pedrosa, ha dejado de colgar el cartel de no rooms en su recepción para reforzar la apuesta online. "Antes yo daba alguna clase a través de Internet y ahora hemos aumentado muchísimo el volumen de esta modalidad", asegura Duncan.

El británico Duncan Holt frente a su negocio en Pedrosa de Valdeporres

El británico Duncan Holt frente a su negocio en Pedrosa de Valdeporres

Esta suerte de reseteo laboral no ha dejado de lado a los cursos presenciales, "aunque con grupos mucho más pequeños para cumplir con la normativa", inciden. Para esta pareja, el optimismo es una de las claves para escapar de las malas noticias: "Hay que asumir este contratiempo como un reto, ya que la evolución del modelo online nos está permitiendo desarrollar una mejor metodología de enseñanza y estamos convencidos de que continuaremos mejorando el sistema para, en el futuro, seguir ofreciendo este servicio al mismo nivel", destaca Duncan. Natural de Wolverhampton, sabe lo que es adaptarse y pelear por un sueño. "En 1996 llegué a Burgos y tras dar clases en academias y en empresas empecé a tener la idea de cambiar la forma de enseñar y mostrar una opción diferente que fuera como vivir en inglés", cuenta. Su historia, con distinto acento, tiene algunos puntos de encuentro con la de Nazaret (38). Ella también abandonó su trabajo en la ciudad, para apostar por un cambio de rumbo que la llevó a Paredes de la Nava, localidad palentina de menos de 2000 habitantes.

"Soy de la generación del estudia, vete y que te vaya muy bien para no tener que volver", relata. La vida rural no le era desconocida, ya que creció a los pies de la Sierra de la Culebra (Zamora) y el recuerdo de recoger setas con su padre le dio la idea de su actual negocio: 'EntreSetas'. El premio a la 'Excelencia a la Innovación de la Actividad Agraria' que le otorgó el Ministerio de Agricultura en 2019 no ha sido una garantía para esquivar los golpes que dejaba el avance de la pandemia. "En nuestro caso el proyecto de crecimiento se ha visto retrasado. Teníamos un plan de expansión que se ha visto trastocado y pospuesto a dos o tres años vista", insiste.

Nazaret Mateos trabajando dentro de su invernadero de setas.

Nazaret Mateos trabajando dentro del su invernadero de setas.

Frente a este inesperado traspié, Nazaret resalta la relevancia que han cobrado las redes sociales e Internet en un tiempo en el que el tijeretazo a los mercados itinerantes y el cierre de algunos establecimientos a los que proveían de producto han marcado el ritmo de ventas. "Le dimos mucho más peso a lo online y generamos grupos de WhatsApp con clientes que nos conocían, para la distribución directa de la seta fresca a domicilio".

La posibilidad de reciclar una idea para no truncar su recorrido no siempre es sencilla ni posible de realizar. Es el caso de Cristina (53) e Iñaki (58). Tras 24 años veraneando en Quintana de los Prados (Burgos), una aldea de apenas 40 habitantes, decidieron poner en marcha en 2017 la idea que siempre habían tenido en mente: la apertura de un restaurante. Así nació 'El Petirrojo', una ilusión que cogía forma con el esfuerzo y los ahorros de esta pareja que dejó sus profesiones en Bilbao para tomar las riendas del local.

Estamos tirando de nuestros ahorros y todo tiene un fin

“Al principio no le dimos mucha importancia, pero a medida que pasa el tiempo la situación se vuelve dramática”, así recuerda Cristina el confinamiento de la primera ola. “Estuvimos cerrados desde el 13 de marzo al 18 de junio y malgastamos dinero porque cuando volvimos al restaurante hubo que tirar a la basura material y producto”, asevera. Para ellos, la pandemia deja un reguero de dudas sobre la posibilidad de retomar la actividad. “Ahora aguantamos, pero estamos tirando de nuestros ahorros y todo tiene un fin”, enfatiza Iñaki.

La burocracia como gran obstáculo para recibir ayudas

Aunque las administraciones regionales han puesto en marcha líneas de ayuda para tratar de mitigar el impacto de la pandemia, las principales quejas de estos emprendores van dirigidas a la imposibilidad de acceder de manera sencilla a estos subsidicios. "Es una de las principales barreras que encontramos cuando, además, los bancos han cerrado el grifo. Sabemos que hay ayudas, pero no tenemos tan claro como solicitarlas para que lleguen", cuenta Martín de 'El Refugio Coworking'. Para Cristina e Iñaki de 'El Petirrojo' el problema va más allá de la tramitación, "ya te digo que en tiempo y forma no llegaron (las ayudas) en la primera ola y tampoco han llegado en esta tercera", remarcan.

Castilla y León, por ejemplo, ha habilitado 20 millones de euros en subvenciones con diferentes cuantías según el número de trabajadores del establecimiento, para paliar el impacto económico del coronavirus en la hostelería y el turismo. Cantidades insuficientes, critica el sector, que teme que con los posibles cierres se ponga fin también a la esperanza de ver una España rural repoblada.