Silencios que matan: sólo el 4,8% de las denuncias por violencia machista proceden del entorno de la víctima
- Las denuncias presentadas por terceras personas —sin contar las del entorno familiar— suponen el 2,9% del total
- El miedo al "acoso de segundo orden", la "cultura" machista y "no saber ayudar", podrían explicar el silencio social
El silencio del entorno es aún atronador en la lucha contra la violencia de género. Los datos oficiales del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) son implacables: el porcentaje de denuncias que se inician por intervención directa del entorno familiar o de terceros apenas alcanza el 4,8% del total. Para ser exactos, las denuncias presentadas por terceras personas en 2024 suponen el 2,9% y las del entorno de la víctima el 1,9%.
El responsable del Equipo Mujer Mejor (EMUME) de la Guardia Civil, Daniel Moreno, pone en contexto estas cifras al apuntar que "muchas veces ese papel del entorno va más allá y lo que hace es acompañar a la víctima a denunciar". Esto explica que la intervención del entorno no es únicamente a través de una denuncia directa, sino mediante el apoyo. El familiar o amigo actúa como facilitador, dando el soporte emocional y físico necesario para que la propia víctima venza el miedo y se decida a acudir a la autoridad.
Desde la Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género también hacen una interpretación menos catastrofista de las cifras. Carmen Martínez Perza, la delegada, pone el foco en el número total de denuncias presentadas por familiares en 2010 donde "teníamos 1.697 con atestados" frente a las "3.478 del último año, por lo que han aumentado muchísimo, más que duplicadas", subraya Martínez.
Recreación generada con IA de una víctima acompañada por su entorno a denunciar a su pareja o expareja por violencia de género. COPILOT
Lo cierto es que los números dejan en evidencia que, a pesar de las campañas de concienciación como la de "Y yo, ¿qué puedo hacer?", el grueso de la responsabilidad sigue recayendo sobre la víctima. ¿Por qué el miedo, la indiferencia o la desconfianza paralizan la acción de la sociedad y del entorno de estas mujeres? La respuesta se encuentra en un complejo entramado de barreras emocionales, culturales y sistémicas. Las fuentes consultadas por RTVE Noticias coinciden en el diagnóstico. Tanto la Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género, el EMUME de la Guardia Civil, la investigadora experta en violencia machista y las "lideresas de Villaverde" hablan de "cultura" machista, "miedo al agresor" y "no saber ayudar".
Las "lideresas de Villaverde", mujeres mayores de 65 años comprometidas con el empoderamiento y la denuncia en casos de violencia machista, dan algunas pistas sobre por qué apenas hay denuncias del entorno y de terceros. Maricarmen asegura que la causa es tan simple como devastadora: "Por indiferencia pura y dura. Porque la gente no quiere problemas". Y su experiencia personal confirma el riesgo de esta implicación. "Yo tengo dos casos por los que tuve que ir al juicio a declarar y después tuve represalias", confiesa. Esta represalia, ya sea social, personal o legal, se convierte en el principal factor disuasorio para quienes dudan en actuar.
Barrera cultural y desconfianza en la justicia
La inacción no es solo miedo, es una herencia cultural. Ana Vidu, científica e investigadora experta en violencia de género de la Universidad Blanquerna Ramón Llull, señala que pervive un "punto cultural de no meterse en asuntos ajenos". Este muro de privacidad autoimpuesto ha sido históricamente la mejor defensa del maltratador.
Se le une, además, la desconfianza en la justicia: "Oímos lo del típico juez de la minifalda", recuerda Vidu, en referencia a sentencias polémicas que han socavado la confianza pública. Esta desafección generalizada lleva al tercero a pensar que su denuncia será, en última instancia, inútil.
“Si nosotros no sabemos que existe esa situación, no podemos ayudar, no podemos hacer nada“
A pesar de esta baja tasa de denuncias por parte de terceros y del entorno de la víctima, la ley es clara. El policía y psicólogo Daniel Moreno, responsable del EMUME Central, recuerda que existe una obligación legal de actuar. "La obligación de denunciar cuando alguien ha presenciado un delito viene contemplado en la Ley de Enjuiciamiento Criminal en el artículo 259 y siguientes". Sin embargo, Moreno admite que "si nosotros no sabemos que existe esa situación, no podemos ayudar, no podemos hacer nada".
Daniel Moreno, responsable del EMUME Central de la Guardia Civil en una imagen de archivo. ARCHIVO EFE
El teniente insiste en la importancia del entorno a la hora de comunicar a Guardia Civil o a Servicios Sociales la situación. Es consciente de que "algunas de las víctimas pueden no querer denunciar" porque es muy complicada la lucha entre "la parte emocional y la racional" de una persona que ha compartido o comparte una relación sentimental con su agresor.
Y vuelve a repetir que "el objetivo es ayudar a la víctima", pero "si el entorno no avisa a las instituciones, la capacidad de la policía y de los servicios de protección para intervenir es nula. La información es clave para la ayuda".
Acoso de segundo orden, el miedo de los testigos
La sociología avala el temor de las personas que observan la violencia. Ana Vidu identifica el miedo a las represalias como el gran freno. "El denunciante teme las consecuencias negativas directas que pueda sufrir por intervenir", sentencia Vidu. Este fenómeno tiene un nombre técnico: "acoso de segundo orden", explica la doctora.
El acoso de segundo orden implica que la persona que apoya a la víctima o denuncia se convierte en una "víctima indirecta", que pude sufrir las iras del agresor y la incomprensión del sistema. Paquita, otra de las "lideresas de Villaverde", sin conocer el término académico, lo resume con sabiduría popular: "el vecino tiene que estar seguro de que nadie se va a enterar de que has sido tú la que ha denunciado".
A esta explicación podríamos añadir la falta de fe en la efectividad del sistema en la que el denunciante queda expuesto. Otra de las lideresas, precisamente Fe, aporta su testimonio para poner luz a estas situaciones: "Yo, por ejemplo, te veo agrediendo a una mujer y te denuncio. Llega la policía y te va a tomar declaración y la denunciada dice: 'no, si es que era una discusión sin importancia'. Y se cogen del brazo, se dan dos besos y dejan a la persona que ha denunciado en ridículo". Maribel, otra de las "lideresas de Villaverde", apunta que el problema es estructural. "Cada vez se vive más individualmente y la relación con los vecinos ha cambiado mucho", subraya
Del 016 a la actuación de oficio
Aunque la denuncia directa por parte de terceros sea minoritaria, su impacto y su tendencia son esperanzadores. Carmen Martínez Perza, Delegada del Gobierno contra la Violencia de Género apunta una tendencia positiva que se mantiene desde 2009: "Aquí se está viendo cómo vamos cambiando y el entorno cada vez lo denuncia más". Esta lentísima, pero firme evolución en el incremento total de denuncias por violencia de género, sugiere que la conciencia social está abriéndose paso. El diagnóstico coincide con el del responsable del EMUME.
Daniel Moreno asegura que "hay una mayor sensibilización a nivel social y no se permiten conductas que antes o se permitían o se miraba para otro lado". El teniente añade que "a nivel policial se está investigando constantemente para ver la manera de poder mejorar".
Moreno pone ejemplos concretos en la Guardia Civil donde "aparte de aumentar el personal especializado en los EMUME, se han creado en 2022 los Equipos VioGen", que son otras unidades especializadas en violencia de género de mayor cercanía y proximidad para la atención y el seguimiento de las víctimas, "desde el momento en que pone la denuncia para acompañarla durante todo el proceso y darle protección".
La vía de escape inicial para muchas víctimas sigue siendo el 016, la línea telefónica especializada. Martínez Perza recuerda que esta línea no es un recurso más, sino la primera herramienta de salida "porque el 016 es el primer contacto que tiene la mujer con una posible vía de salida". Este número no deja rastro en la factura, ofrece asesoramiento legal y psicológico, y puede ser el vehículo para que la intervención policial se active de oficio si la mujer no se siente capaz de acudir a un cuartel.
"Protocolo Cero", cuando la víctima no sabe que lo es
El Protocolo Cero es una herramienta que permite a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FFCCSE) actuar de oficio, sin requerir denuncia formal de la víctima. Este proceso se activa cuando Policía Nacional o Guardia Civil tienen indicios o información del entorno que precisen la protección de la víctima aunque ella aún no sea consciente de su situación.
El psicólogo y teniente de la Guardia Civil, Daniel Moreno, jefe del EMUME, confirma que "también podemos actuar de oficio aunque no haya una llamada". La policía tiene información por su labor de patrullaje y prevención relacionada con la seguridad ciudadana. En estos casos, cualquier dato que puedan aportar terceras personas se convierte en la llave para que la acción institucional priorice la seguridad de la víctima y los menores, incluso cuando la mujer no ha formalizado una denuncia.
La sombra de la violencia vicaria
El problema se agrava cuando la violencia se ejerce a través de los menores. La Delegada de Gobierno sitúa la violencia vicaria como una prioridad: "Tenemos un problema muy grande que es el de la violencia de género vicaria y el de los menores en el entorno familiar con agresores". Los menores expuestos son víctimas directas, y su protección es doblemente complicada por las fallas del sistema judicial, especialmente en casos de violencia sexual.
Para el responsable de la EMUME la violencia vicaria cobra también especial importancia porque "una víctima puede aguantar sin denunciar a su pareja o expareja porque la parte emocional puede a la racional, pero en cuanto el agresor traspasa la línea de los hijos, esto suele ser el detonante para que definitivamente la víctima decida denunciarle".
Por un futuro sin miedo
El camino para lograr una sociedad plenamente activa y denunciante requiere, en primer lugar, eliminar el miedo. La alternativa a la denuncia no debe ser el silencio, sino la ayuda, tal y como insiste Daniel Moreno: "Habría que centrarse en ver la manera en la que mejor pueden ayudar a la víctima. Si es denunciando bien, pero a veces es mostrándole ese apoyo, acompañando a denunciar a la propia víctima o dándole alternativas o recursos para que pueda salir de esa situación".
Para la experta Ana Vidu, la solución pasa por una reforma profunda que aborde el miedo desde lo legal, proponiendo directamente "legislar, la protección de quien denuncia", ampliando las garantías que ya tiene la víctima a la tercera persona que da el paso. Esta medida buscaría legalmente reducir el riesgo de ese "acoso de segundo orden" que tanto paraliza.
Por su parte, la Delegada del Gobierno, Martínez Perza, subraya la necesidad de ser más efectivos en la prevención, especialmente con los más jóvenes: "Tenemos que llegar a los hombres jóvenes con un lenguaje diferente, con un canal distinto, con un mensaje más adaptado a sus propias necesidades".
El cambio de mentalidad es lento, pero no se detiene. Las "lideresas de Villaverde" saben que la solución va más allá de las leyes. Maribel insiste en la implicación de los hombres: "Tenían que ser valientes, salir y cercar a los agresores y decir: 'nosotros con esto no estamos de acuerdo'".
El aumento, aunque leve, de las denuncias de terceros que reflejan los datos, y el mayor número de actuaciones de oficio por parte de la policía, son indicios de que el muro del silencio se está resquebrajando. El desafío ahora es lograr que ese 4,8% de valentía social se convierta en una mayoría que garantice que la violencia nunca más sea un "asunto ajeno".
Violencia sexual: aumento de denuncias, no de casos
"No es lo mismo pero está muy relacionado", explican a RTVE Noticias desde la Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género. Y es que "existe la percepción social de que la violencia sexual está aumentando", se queja la delegada, Carmen Martínez Perza, antes de matizar que "esto no es así, lo que están aumentando son las denuncias", aclara.
Este incremento en las denuncias es un "indicador positivo", ya que refleja una "mayor confianza en el sistema policial y judicial", así como una "disminución del estigma" que antes —y todavía— sufrían las víctimas. La tendencia sugiere que son más las mujeres que están decidiendo romper el silencio para que la vergüenza cambie de lado.