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Elecciones en Argentina

Las cuentas de Alberto Fernández en Argentina o cómo combatir la pobreza bajo la amenaza de la bancarrota

  • La deuda y la elevada inflación lastran a un país en el que el 35,4 % de la población está bajo el umbral de la pobreza
  • El presidente electo necesita renegociar el préstamo con el FMI, pero cuenta con un margen muy escaso de maniobra

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El peronismo regresa a una Argentina endeudada y atrapada por la recesión

Cuando el presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, asuma formalmente el cargo en diciembre, se asomará a un complicado ejercicio de funambulismo económico: cuadrar las cuentas para reducir la pobreza y contentar a una población que le ha dado una amplia mayoría hastiada de las políticas de ajuste de Mauricio Macri, pero manteniendo al tiempo bajo control la deuda que amenaza con llevar al país otra vez a la bancarrota. Todo ello, subrayan los expertos, con un escaso margen para aplicar sus políticas por la falta de recursos.

"Todo depende de los pasos que dé en las próximas semanas, pero tiene poquísimo margen de maniobra", explica a RTVE.es Jordi Bacaria, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador asociado del CIDOB, que recalca: "La medida más importante que puede tomar es generar confianza, para atraer inversión extranjera".

La situación es muy complicada, con serios problemas en el cortísimo plazo, porque no hay forma de financiarse

"La situación es muy complicada", coincide Daniel Sotelsek, profesor de Economía en la Universidad de Alcalá de Henares y miembro del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos, "con serios problemas en el cortísimo plazo, porque no hay forma de financiarse". Argentina, que el año pasado pidió al Fondo Monetario Internacional el mayor préstamo de su historia, por valor de 56.300 millones de dólares, está al borde de quedarse sin reservas de divisas y el FMI ha congelado la entrega del último tramo de ese préstamo, por valor de 5.400 millones, hasta conocer la política del nuevo presidente.

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Ante este escenario, Alberto Fernández ha optado por la prudencia, sabedor de la fragilidad de la economía argentina. Aunque en la campaña electoral insistió en que pretende voltear las políticas de Macri, ambos han escenificado, en estos primeros días tras las elecciones, unidad y continuidad, en un intento de evitar un castigo en los mercados como el que se desató en verano tras la victoria del peronismo en las primarias. "La continuidad de la relación [con el FMI] es importante para nuestro país, más allá de quien sea gobierno", decía este lunes el ministro de Economía, Hernán Lacunza, al subrayar la suavidad de la transición.

Los inversores, en cualquier caso, están a la expectativa: el lunes, el peso aguantó e incluso cerró con una subida del 0,65 % respecto al dólar, mientras que el principal índice de la Bolsa de Buenos Aires, el S&P Merval, perdió un 3,9 %, a pesar de registrar un fuerte repunte al inicio de la sesión. Una volatilidad que perdurará hasta que Fernández desvele sus primeras medidas económicas.

La inflación y la deuda, los grandes problemas

El reto más inmediato, en ese sentido, pasa por atajar la inflación, que ha erosionado gravemente la capacidad de compra de los argentinos: en 2018, los precios subieron el 47,65 % y en lo que va de este año ya acumulan un alza del 37,7 %. Una de las causas ha sido la acusada devaluación del peso, al que el Gobierno de Macri dejó flotar con mayor libertad en su apertura al exterior, con el resultado de que un dólar ha pasado de costar 9,75 pesos cuando llegó al cargo a rondar, en estos momentos, los 60, aunque ha llegado a cotizar a 65 pesos. Y en el mercado negro, el llamado dólar blue se mueve en torno a los 77 pesos por dólar.

Los argentinos, expertos en política monetaria, recurren a ese mercado negro para deshacerse cuanto antes de una moneda que pierde valor con rapidez, esquivando las limitaciones del cepo cambiario, los controles que el Gobierno acabó por reintroducir para intentar sostener la moneda y que este lunes, tras las elecciones, se recrudecían significativamente: el Banco Central de Argentina solo permite comprar 200 dólares al mes en transacciones bancarias y 100 dólares en efectivo, frente al límite de 10.000 dólares mensuales que regía hasta ahora.

El peronista Alberto Fernández gana las elecciones presidenciales en Argentina.

Es una economía muy dolarizada, que no produce ni exporta lo suficiente para conseguir los dólares que necesita

"El cepo es muy fuerte, una cantidad simbólica, se aprecia que hay mucho miedo", subraya Daniel Sotelsek. "Es una economía muy dolarizada, que no produce ni exporta lo suficiente para conseguir los dólares que necesita", explica, por su parte, Jordi Bacaria, que apunta a la necesidad de impulsar el mercado interior. Desde ese punto de vista, la devaluación implica una mejora al reducir importaciones y fomentar las exportaciones, pero a un coste elevado para la ciudadanía.

En última instancia, el principal problema es la elevada deuda acumulada, que en términos brutos supera, según datos recogidos por Efe, los 337.000 millones de dólares, el 80,7 % del PIB, cuando a finales de 2015 era del 52,6 %. Gran parte del incremento corresponde al préstamo del FMI, que Argentina debe devolver entre 2021 y 2024, pero que alcanzará sus mayores vencimientos en 2022 y 2023, con casi 40.000 millones entre ambos años.

"Es clave poder renegociar los plazos para la devolución de la deuda; si no, el Gobierno estará atado de manos", asegura Bacaria. "Solo es posible hallar una salida si el FMI renegocia los plazos", abunda Sotelsek. En este sentido, ambos coinciden en que Alberto Fernández ha logrado una victoria amplia, que le concede bastante capital político, pero tendrá que pactar medidas con una oposición que no ha sufrido una derrota tan aplastante como se esperaba. Por el momento, el presidente electo ha declarado que el país "cumplirá con sus compromisos", lo que aleja la posibilidad de suspender el pago de la deuda.

El fantasma del corralito

"Alberto Fernández tiene una sensibilidad más centrista que el resto del peronismo y puede establecer con Cambiemos [la coalición de Mauricio Macri] una especie de cogobierno" que le facilite la adopción de medidas y la negociación con el FMI, indica Sotelsek, que, por el contrario, teme que un deterioro aún mayor de la situación provoque una ruptura que lleve de nuevo a primera fila a Cristina Fernández y al resto del peronismo kirchnerista, "más antisistema y partidario de una economía aún más cerrada".

La pregunta ahora en Argentina: cuál de los dos Fernández va a mandar

Jordi Bacaria también señala que "una cosa es Alberto Fernández y otra Cristina Fernández de Kirchner o [su exministro de Economía] Axel Kicillof", por lo que resalta que el nuevo gobierno debe "atar en corto las finanzas públicas". Sotelsek opina que las mayores turbulencias se pueden producir hasta el 10 de diciembre, cuando Alberto Fernández tome posesión de su cargo en la Casa Rosada: "Si hasta entonces aguanta, eso significa que el FMI va a ayudar". Y a partir de ahí, aunque sometidos aún al control del Fondo, impulsar medidas que, pese a que rebajen el liberalismo de Macri, permitan impulsar el sector exterior, con un mayor control de las importaciones y el fomento de las exportaciones.

Sería un alivio para una ciudadanía muy castigada: pese a que Macri prometió alcanzar la 'pobreza cero' en su mandato, lo cierto es que cada vez más argentinos se encuentran bajo el umbral de la pobreza, hasta un 35,4 % según las últimas cifras, lo que equivale al 25,4 % de los hogares. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ya se ha dicho dispuesta a intentarlo: "¡Felicidades al presidente electo Alberto Fernández por su elección! Esperamos trabajar con su Gobierno para encarar los desafíos económicos de Argentina y promover un crecimiento inclusivo y sostenible que beneficie a todos los argentinos", escribió en Twitter.

Por el contrario, si no hay acuerdo con el FMI, al fondo del túnel asoma de nuevo el fantasma de 2001 y el corralito, la restricción de disponer de los depósitos decretada en lo más álgido de aquella crisis financiera para evitar la fuga masiva de capitales. "Creo que no pasará y espero que no pase lo de entonces, porque la salida sería mucho más complicada que en 2001, cuando después del corralito se produjo el mejor ciclo económico en la historia de Argentina, con un festival de las exportaciones de materias primas", advierte Daniel Sotelsek.

"Un corralito es posible", reconoce Jordi Bacaria, "aunque es evidente que eso no lo pueden decir". Argentina, sometida a una montaña rusa inacabable de crisis y recuperaciones, abriga la esperanza de que Alberto Fernández, el próximo inquilino de la Casa Rosada, impida una nueva repetición de la historia.