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El agua, un tesoro vital en las crisis humanitarias

Más de 2.000 millones de personas beben regularmente agua contaminada con heces, según la OMS, que denuncia que la mayoría de las infecciones que eso provoca podrían evitarse con el acceso a sistemas adecuados de agua y saneamiento.

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El agua se torna en una elemento básico para la supervivencia en situaciones de crisis humanitaria
El agua se torna en una elemento básico para la supervivencia en situaciones de crisis humanitaria

Cuando Zakya Seid consiguió llegar al hospital de Am Timan, ya no lograba sentir a su bebé moviéndose dentro de ella. El equipo médico se puso rápidamente a la obra para intentar salvarle, pero ya era demasiado tarde. Cuando lograron sacarle, ya estaba muerto.

Durante su embarazo, Zakya contrajo hepatitis E, una enfermedad vírica transmitida principalmente por el agua contaminada. En muchas personas no presenta síntomas ni resulta potencialmente mortal, pero para las mujeres embarazadas puede ser extremadamente peligrosa. Zakya sobrevivió, pero la vida de su bebé seguramente se habría salvado si ella hubiera tenido acceso a agua potable.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), 2.000 millones de personas beben regularmente agua contaminada con heces, lo cual conlleva un alto riesgo de contraer una gran cantidad de enfermedades infecciosas.

Zakya Seid. ABDOULAYE BARRY

Las cifras hablan por sí solas: alrededor de 842.000 personas mueren cada año a causa de enfermedades diarreicas causadas por agua contaminada. Y la mayoría de ellas, según la propia OMS, son niños menores de cinco años cuyas muertes podrían evitarse mediante el acceso a sistemas adecuados de agua y saneamiento.

Aline Kaendo tuvo más suerte que Zakya, ya que ella sí logró salvar a su hijo Aristide, de apenas cinco años. El pequeño llegó al centro de tratamiento de cólera establecido por Médicos Sin Fronteras (MSF) en Minova, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), cuando empezó a sufrir los primeros síntomas de la enfermedad. Y el cólera, aunque potencialmente es mortal, es una enfermedad que no suele tener mayores consecuencias si se coge a tiempo.

"El agua puede llevar diferentes agentes infecciosos"

En la RDC, 55.000 personas contrajeron la enfermedad en 2017, con un balance de 1.145 muertes registradas. Fue el peor brote de cólera que había tenido el país en 20 años. Y en 2018, las cosas no mejoraron demasiado: se produjeron otros 30.000 casos más, y un total de 981 personas murieron a causa de la enfermedad. El brote, que comenzó hace ahora tres años, ha afectado a 24 de las 26 provincias del país y sigue sin estar bajo control. Y una de las principales causas es la escasez de agua, que obliga a las personas a tener que recurrir a fuentes alternativas que a menudo se encuentran contaminadas.

La epidemia llegó incluso a la capital, Kinshasa. De allí es Marie, una de las pacientes que fue atendida en el centro de tratamiento de cólera que MSF instaló en el vecindario de Camp Luka. "Me encontraba muy débil y el hospital estaba lejos de casa, así que intentamos coger un moto-taxi, pero no hubo manera; todos nos rechazaban. Mi marido tuvo que cargarme en su espalda y caminar tres kilómetros para traerme hasta aquí. Hay un mucho estigma asociado al cólera aquí en Kinshasa. Es una enfermedad que hace sentir mucha vergüenza a todo el que la sufre".

Un grupo de niños recogen agua en el río en Chad. SARA CRETA / MSF

Las mujeres, las más vulnerables en la búsqueda del agua

La lucha por conseguir agua potable tiene un impacto particular en las vidas de las mujeres, en quienes a menudo recae la tarea de ir a buscar agua a fuentes lejanas. Para abastecerse, deben hacer largos trayectos por lugares a menudo inseguros, en los que se convierten en objetivos especialmente vulnerables. De hecho, muchas de las mujeres y niñas que MSF atiende en todo el mundo tras haber sufrido un episodio de violencia sexual declaran haber sido asaltadas tras haber tenido que salir de sus pueblos o de los campos de refugiados para recoger leña y agua.

Hay un mucho estigma asociado al cólera. Es una enfermedad que hace sentir mucha vergüenza a todo el que la sufre

Un ejemplo que sirve para ilustrar esta tragedia, en la que la falta de acceso al agua potable pone en riesgo la seguridad y las vidas de millones de personas, tuvo lugar el año pasado en Bossangoa, una pequeña localidad de la República Centroafricana. Diez mujeres que formaban parte de un grupo más grande acudieron al hospital de MSF tras haber sufrido un ataque. Se habían reunido para ir a buscar agua y lavar ropa en el río, pensando que el hecho de estar todas juntas les haría estar más protegidas.

Sin embargo, las precauciones tomadas no les sirvieron de nada cuando fueron abordadas y secuestradas por varios hombres armados. El impacto psicológico fue tan grande que tuvieron que pasar 15 días hasta que decidieron acudir en busca de ayuda profesional. El resto de las integrantes del grupo jamás lograron reunir las fuerzas necesarias para acudir al centro médico.

Niñas y mujeres transportando agua en el pueblo de Ismaia. XAUME OLLEROS / MSF

Si bien la construcción de infraestructuras de agua y saneamiento no es el trabajo central de MSF, a menudo este factor resulta un elemento clave para prevenir o contener la propagación de enfermedades. Por eso, muchas de las intervenciones médicas de la organización incluyen también un componente relacionado con el acceso a agua limpia. Además, este tipo de proyectos resulta esencial para garantizar que las personas que viven en regiones afectadas por las crisis puedan acceder al agua potable y las letrinas sin arriesgar su vida, lo que al final redunda en un menor riesgo para su salud física y mental.

Los especialistas en agua y saneamiento realizan diversas actividades para garantizar que las personas tengan acceso a agua limpia y dispongan de un entorno seguro donde vivir. Estos profesionales son los que están a cargo del suministro de agua y son apoyados por promotores de salud, que son quienes se involucran con la comunidad para crear conciencia sobre buenas prácticas de higiene.

Para hacernos una idea de la importancia que ha cobrado en los últimos años este perfil de trabajador en las organizaciones humanitarias, nos remitimos a los más de 200 especialistas en agua y saneamiento que fueron enviados por MSF en 2018 a sus proyectos en todo el mundo. La organización destina más de 10 millones de euros anualmente en materiales para la instalación o mejora de instalaciones de agua y saneamiento, pero, como resalta un estudio publicado por la OMS en 2012, cada euro gastado en saneamiento constituye un ahorro de 5,50 euros en costes de salud.

"Las mujeres están expuestas a la violencia y la vulnerabilidad cuando buscan agua"

Enfermedades relacionadas con el agua

El cólera es una enfermedad que, sin tratamiento, mata al 50% de las personas infectadas. Sin embargo, con la atención médica adecuada, la tasa de mortalidad se reduce a solo el 2%. Cuando hay un brote, las vacunas contra el cólera son una forma eficaz de contener la propagación de la enfermedad; pero también puede prevenirse fácilmente con buenas prácticas de higiene y un sistema de saneamiento que funcione.

En 2017 MSF trató a 143.100 pacientes con cólera en 13 países, mientras que un año antes, apenas había atendido 20.600 casos de la enfermedad. Este enorme aumento se debió en gran parte a la epidemia de cólera en Yemen, la más grande jamás vista en el país y una de las más grandes en la historia mundial reciente. Médicos Sin Fronteras trató a más de 100,000 personas en 37 centros de tratamiento de cólera y puntos de rehidratación oral en todo el país. La epidemia mostró, además, algunos de los devastadores efectos de la guerra: dado que la infraestructura de agua, saneamiento y salud de Yemen ha sido destruida por el conflicto actual, el país se ha visto afectado por varias enfermedades que hasta hace poco habían estado bajo control. Y una de ellas, sin duda, es el cólera.

La coordinadora del proyecto de MSF en Krinding, Veronika Cernikova

La coordinadora del proyecto de MSF en Krinding, Veronika Cernikova. MSF

En ese mismo año 2017, Yemen se vio afectada por una grave epidemia de malaria. Decenas de miles de personas contrajeron la enfermedad y MSF llegó a tratar a más de 10.000 pacientes en distintos puntos del país. Uno de los principales factores de expansión del brote estuvo relacionado con la destrucción de las infraestructuras de agua y saneamiento; en este caso, la escasez de instalaciones de tratamiento de aguas residuales, ya que los mosquitos que transmiten la malaria se reproducen en aguas sucias y estancadas.

El problema no se limita a Yemen. La malaria es uno de los problemas más comunes entre los pacientes de MSF en todo el mundo. Y prueba de ello es que MSF trató a más de 3 millones de personas afectadas por esta enfermedad solo en 2018. Por si fuera poco, no es la única que se transmite a través de la picadura de mosquitos que se reproducen en aguas estancadas: el dengue, el chikungunya, la fiebre amarilla y el Zika, son otras enfermedades que también se pueden prevenir cuando se dispone de sistemas de agua eficientes.

En contextos de hacinamiento, se magnifican los efectos dañinos provocados por la escasez de agua potable. En situaciones de emergencia, la OMS recomienda un mínimo de 15 litros de agua diarios por persona, que tendrá que dosificar entre lo que dedica a beber, a cocinar y a lavar. Aunque no parece mucho, tratar de llegar a suministrar esta cantidad puede convertirse en todo un desafío. En febrero de este año, después de que estallara la violencia en la ciudad de Rann, en el noreste de Nigeria, más de 35.000 personas huyeron a Camerún, donde tuvieron que dormir durante semanas a la intemperie, en un campo improvisado.

"Rara vez hay una crisis humanitaria sin una crisis de agua"

Un equipo de MSF se unió a otras organizaciones de emergencia para tratar de distribuir 240.000 litros de agua por día a los refugiados, una cantidad que representaba el equivalente a solo siete litros por persona al día, menos de la mitad del estándar mínimo recomendado por la OMS para emergencias. Sin embargo, la inseguridad que rodea a estas poblaciones y campos de desplazados hace que el transporte de suministros por carretera resulte muy complicado y que el envío de maquinaria especializada para cavar pozos profundos se convierta en una misión prácticamente imposible.

En los campos para refugiados y desplazados internos, la escasez de agua potable y letrinas crea un ambiente idóneo para que las enfermedades se propaguen fácilmente. Y si llueve, las inundaciones pueden contaminar los puntos de agua existentes. Esto sucedió por ejemplo en 2017, después de que cientos de miles de refugiados rohinyás, que huían de la violencia en Birmania, llegaran al distrito de Cox’s Bazar en Bangladesh. Con casi un millón de personas viviendo hacinadas y en condiciones deplorables, pronto se produjeron varios brotes de enfermedades infecciosas. Luego, con la llegada de las lluvias del monzón, se produjo la inundación de los pozos y los corrimientos de tierra y aludes, ya que los sistemas de desagüe eran completamente deficitarios.

Refugiados rohinyás recogen agua en el campo de Nayapara, en el distrito de Cox's Bazar. DAPHNE TOLLS / MSF

Perspectivas nada halagüeñas

Todos los expertos coinciden en que es muy probable que el cambio climático exacerbe las crisis existentes. La OMS estima que la mitad de la población mundial vivirá en áreas con alto estrés hídrico en 2025. Y es que el calentamiento global también puede exacerbar otras crisis, como los desastres naturales, los desplazamientos masivos de personas y los conflictos.

Hay una clara interrelación entre la baja calidad y escasez del agua, el conflicto armado y el desplazamiento de persona

Por otro lado, la relación entre la sequía y las enfermedades diarreicas, y entre la sequía y la desnutrición, ya son bien conocidas. Y si las sequías se prolongan más debido al calentamiento global, se multiplicarán sus efectos sobre la salud de las personas. En abril de 2017, un brote de diarrea aguda afectó el área de Doolo en Etiopía, en medio de una de las peores sequías que se habían visto en tres décadas. Cada año, entre mayo y septiembre, los equipos de MSF en la región del Sahel en África ven cómo la salud de cientos de miles de personas sufre a medida que sus reservas de alimentos se agotan durante la estación seca.

Emergencia por desnutrición en la región somalí de Etiopía

Emergencia por desnutrición en la región somalí de Etiopía. CARMEN ROSA

"Hay una clara interrelación entre la baja calidad y escasez del agua, el conflicto armado y el desplazamiento de personas", explica Carol Devine, asesora de asuntos humanitarios de MSF. "En los últimos años estamos viendo más fenómenos meteorológicos extremos como serían el caso de Filipinas o Mozambique, por ejemplo, donde después de las inundaciones existe un mayor riesgo de que se presenten enfermedades transmitidas por el agua, como la diarrea, el cólera, las infecciones bacterianas y el dengue. Estamos viendo epidemias asociadas de cólera y dengue en lugares como Bangladesh y Yemen, algo que anteriormente no veíamos tan a menudo."

El agua es un recurso vital del que dependen la salud y la dignidad de los seres humanos. Ante un futuro tan lleno de desafíos, es más importante que nunca que las personas atrapadas en situaciones de crisis dispongan infraestructuras adecuadas de agua y saneamiento.