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El genocidio armenio, arma arrojadiza en la campaña presidencial francesa

  • Diputados de derecha e izquierda acusan a Sarkozy de electoralismo
  • La norma que condena su negación ensombrece las relaciones franco-turcas
  • La postura turca es un obstáculo menor para su adhesión a la UE

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La ley francesa que penaliza la negación del genocidio armenio, y que está siendo actualmente revisada por el Tribunal Constitucional, ha causado una grave crisis diplomática entre Francia y Turquía. La norma, aprobada en ambas cámaras con los votos de diputados de derecha e izquierda, es considerada como una victoria moral por los descendientes de armenios que residen en Francia.

Sin embargo, los representantes de ambos lados del espectro político que han interpuesto el recurso de inconstitucionalidad acusan al presidente Nicolás Sarkozy de tener motivos más domésticos y de poner sus intereses electorales por encima de los nacionales con vistas a las presidenciales de este año.

La polémica del genocidio

En 1915, durante la I Guerra Mundial, las autoridades otomanas ordenaron la detención y muerte, o la deportación, de los intelectuales armenios y de poblaciones enteras de esta minoría cristiana. Un número indeterminado de personas fueron ejecutadas o murieron en el desierto: 1.5 millones según los armenios; 300.000 según Turquía.

Veinte países del mundo (entre ellos Rusia, Canadá, Argentina, Uruguay y, obviamente, la propia Francia), además del Parlamento Europeo reconocen que se trató de un genocidio, delito de lesa humanidad que no prescribe. El reconocimiento del mismo es el objetivo común que mantiene el nexo entre las comunidades de la diáspora armenia.

En España, donde viven entre 50.000 y 60.000 personas de origen armenio, la mayoría procedentes de la actual república independiente, el asunto es poco conocido y el Consejo Nacional Armenio está intentando difundirlo entre los partidos políticos parlamentarios, con vistas a promover el reconocimiento.

Turquía, en cambio, siempre ha negado que pueda utilizarse el término "genocidio", con graves implicaciones legales, y niega que hubiera un exterminio planificado. Los libros de Historia turcos hablan de un levantamiento armenio y de muertos en uno y otro lado.

Para Samim Akgonul, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Estrasburgo, "el Estado turco, desde los años 20, insiste en negar todas las catástrofes cometidas durante el proceso de construcción nacional, creando una amnesia colectiva".

"Reconocer el error después de 97 años es difícil, es una larga mentira", explica el periodista español Jose Antonio Gurriarán. Autor de Armenios: El genocidio olvidado, Gurriarán resultó gravemente herido en 1980 por una bomba que el grupo terrorista armenio ASALA colocó en la madrileña Plaza de España. Entre los 60 y los 80, el terrorismo armenio atacó intereses turcos, a menudo sin importarle los daños colaterales.

Además, "Turquía tiene miedo a las devoluciones, no solo materiales, sino también geográficas, que son inevitables si hay reconocimiento", subraya Gurriarán.

¿Un "lobby armenio"?

El piloto Alain Prost; el ex primer ministro Edouard Balladur, el director de cine Robert Guédiguian; el cantante Charles Aznavour... son algunos de los 500.000 franceses descendientes de armenios. Sus abuelos o padres, en algunos casos, huyeron de las matanzas.

Uno de los más influyentes miembros de esta comunidad es Patrick Devedjian, exsecretario general de la Unión para un Movimiento Popular (UMP), amigo personal de Sarkozy y ministro en varios de los gabinetes de la derecha. Actualmente, Devedjian es presidente del departamento de Hauts-de-Seine, uno de los más ricos del país. En los 80, defendió a los terroristas del ASALA detenidos por sangrientos atentados en Francia.

Desde el Consejo Coordinador de Organizaciones Armenias de Francia (CCAF), su presidente, Alexis Govciyan, niega que pueda hablarse de un "lobby armenio". "No tiene sentido porque el CCAF y sus organizaciones e individuos actúan como ciudadanos franceses". "Hablamos de la cuarta generación" que, debido a su "perfecta integración, puede influir en cuestiones como la causa armenia", explica.

"La votación de esta ley es muy importante, porque la memoria de las víctimas del genocidio y también la dignidad de sus descendientes no será insultada por la negación", añade Govciyan.

Interés electoral

Akgonul coincide en que el voto de los descendientes de armenios no está condicionado por su origen, pero apunta que en la tramitación de esta ley han confluido, más allá del resarcimiento moral, otros factores, como "la voluntad de Sarkozy de orientar la campaña presidencial hacia temas identitarios usando la figura del 'turco'". Esta interpretación entronca con la de observadores de la política francesa, que ven que el presidente francés ha girado a la derecha para frenar la huida de votos hacia el Frente Nacional.

El profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, y coordinador del Eurasian Hub, Francisco Veiga, va más lejos. "La cuestión armenia tiene diversas caras. Por ejemplo, es un caballo de batalla de la extrema derecha europea", asegura Veiga, quien considera "llamativo" que haya sido "un gobierno de derechas el que ha presionado para sacar este tema".

El profesor de la UAB no descarta, además, que el momento elegido puede estar relacionado con la crisis en Siria, en la que París y Ankara (que aspira a un protagonismo regional) pueden tener agendas diferentes.

Samim Akgonul cree en cambio que "la extrema derecha no necesita este asunto para marginalizar a Turquía, porque la derecha popular usa el mismo discurso. Hoy es suficiente con enfatizar el carácter musulmán de los turcos, sin hacer diferencias entre las miles de maneras de ser musulmán, para asustar a la opinión pública. Así que la cuestión armenia es un pretexto para subrayar la 'otredad' de los turcos".

Crisis entre socios comerciales

No obstante, y aunque Ankara está muy pendiente de lo que decida el Constitucional francés, lo cierto es que ambos países mantienen fuertes vínculos, sobre todo comerciales, que hacen difícil una ruptura total.

"No creo que haya daños graves", asegura Govciyan, quien recuerda que ya en 2001, cuando Francia reconoció el genocidio, "se dieron la misma presión y las mismas amenazas, pero al año siguiente las relaciones comerciales habían aumentado un 30%". Actualmente, y según datos del gobierno galo, Turquía es el tercer cliente de Francia fuera de la UE, detrás de Estados Unidos y China, y el décimo en el mundo.

Tampoco es probable que el genocidio se convierta en un asunto capital en las negociaciones para la adhesión de Turquía a la UE, pues las mismas están ya en vía muerta, según los expertos citados.

El pasado 1 de febrero, en plena crisis diplomática bilateral, el ministro de Exteriores francés, Alain Juppé, advertía que la fragilidad económica actual de la Unión Europea impide acoger a Turquía. "Hay que proponerle otra cosa que la adhesión pura y dura. Nos equivocamos al no hacerlo desde el principio", alegó Juppé.

"Está claro que turquía no va a entrar", dice Veiga. "Los mismos turcos han mostrado ya su desinterés, y más al ver la situación de su vecino, Grecia".

"En una Europa en que el equilibrio está basado en la demografia, un país como Turquía, situado entre Alemania y Francia rompería el eje Berlín-París. Hoy ha quedado claro que Francia y Alemania aspiran a gobernar Europa", concluye Veiga.