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Afganistán, diez años sin recomponer el puzzle

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Se cumplen 10 años del inicio de la guerra en Afganistán

El 7 de octubre de hace diez años, Estados Unidos comenzaba el bombardeo de Afganistán  para acabar con Osama Bin Laden  y el régimen de los talibanes, que daba refugio al líder de Al Qaeda.

Los afganos vieron el cielo abierto.  Por primera vez en su historia, recibieron a los soldados extranjeros sin armas, entregados y con esperanza. Hoy, sin embargo,  los libertadores de entonces son vistos por muchos como ocupantes.

La desesperanza y la violencia se han adueñado del país, un país de sueños rotos, de esperanzas perdidas, de desengaños, de hombres y mujeres atrapados por el maldito destino y el juego de intereses foráneos y de luchas por el poder en la región.

Afganistán se encuentra en una encrucijada que podría conducirlo a la guerra civil, al regreso de los talibanes, a más violencia o quizás, lo menos probable, pero lo más deseable, a la paz y la estabilidad.

La comunidad internacional entró en el país con la intención de ayudar a su reconstrucción, invirtiendo enormes recursos. El resultado es desalentador. La situación no deja de empeorar, con el temor añadido de que el caos acabe dominando Afganistán y contagie a otros países de la inestable región, en la que uno de sus vecinos, Pakistán, es una potencia nuclear y, otro, Irán, va camino de serlo.

Juego de culpas

Más de 40 países, entre ellos España, tienen desplegadas tropas en el país asiático. Llevan más tiempo allí que los soviéticos durante su ocupación. La comunidad internacional y el gobierno afgano se culpan mutuamente del fracaso.

Al presidente afgano, Hamid Karzai, se le echa en cara no haber luchado contra la corrupción, ni haber creado las instituciones necesarias pero ero tampoco las políticas de los países extranjeros y las organizaciones internacionales han sido lo suficientemente transparentes y claras y tenían que haber estado mejor coordinadas y no haber estado plagadas de mensajes contradictorios.

Además, las tropas de la ISAF no empezaron a salir de Kabul y a desplegarse por el país hasta el 2004,  cuando los talibanes ya habían iniciado su ‘reconquista’, aprovechando que Estados Unidos había abierto el frente de Irak, donde centró sus recursos y  atención, craso error que se está pagando muy caro en Afganistán.

Pero los efectivos eran insuficientes y el rechazo de la mayoría de los países a verse envueltos en operaciones de combate empeoró las cosas. La guerra afgana ha causado ya 2.700 muertos entre las tropas internacionales, el pasado año fue el más mortífero. También han aumentado las bajas civiles, que superan con creces las 10.000 desde el 2006.

Afganistán sigue siendo uno de los países más pobres del mundo, con la mitad de la población por debajo del umbral de la pobreza, con un índice de analfabetismo superior al 70%, que, entre las mujeres asciende a un 85% o más.

La situación de las mujeres es de las peores del mundo.  La violencia contra ellas es endémica.  Un 87% ha sufrido, al menos una vez en su vida, alguna forma de violencia física, sexual o psicológica. Aún así, es en este campo donde los logros son más visibles.

Las niñas han vuelto a las escuelas, las mujeres pueden trabajar y tienen derecho al voto, un 27% de los miembros del parlamento son mujeres. Y son las mujeres las que de forma mayoritaria se oponen al regreso de los talibanes. No quieren perder por nada del mundo lo conseguido.

La paz que se aleja

Los norteamericanos parecen empeñados en que las negociaciones y un posible acuerdo con los talibanes son la única salida para poder completar la retirada de sus tropas en el 2014 y transferir el control a las fuerzas de seguridad y al ejército afgano.

Sin embargo, Karzai, más empeñado al principio que Estados Unidos en esas conversaciones, las  daba por suspendidas el pasado día 30. Decía que no veía claro quién era el interlocutor válido entre los talibanes y que lo que sí veía claro es que el interlocutor tenía que ser Pakistán, donde está el santuario de los talibanes y de Al Qaeda.

El presidente afgano tomó esta decisión días después del asesinato en un atentado suicida del expresidente Rabbani, mediador y encargado de las negociaciones con los insurgentes.

Los servicios secretos afganos aseguraron tener evidencias de que la acción fue gestada y planificada en Quetta, Pakistán. En la misma dirección, de señalar a Pakistán y sus servicios secretos como claves, fueron también las declaraciones de diferentes fuentes norteamericanas.

Hace un par de días, el presidente afgano establecía una alianza estratégica con India, algo que no habrá gustado nada y habrá inquietado mucho a Pakistán, para quien India es su principal enemigo.

Desde mayo del 2011,  los insurgentes han aumentado los atentados contra altos cargos de la administración y del entorno de Karzai, entre ellos su hermanastro, Ahmed Wali, que en julio era asesinado en Kandahar, una de las zonas más peligrosas del país y, junto con Helmand, donde más opio se cultiva. El narcotráfico es otro de los graves problemas de Afganistán.

El 93% de la producción mundial del opio procede de este país, según datos de la ONU, que calcula que los talibanes obtienen entre 200 y 340 millones de euros anuales del narcotráfico, su principal fuente de financiación. Hay temor a que el país acabe convirtiéndose en un narco-estado, si es que no lo es ya.

Los señores de la guerra, impunes

Mientras, los señores de la guerra siguen campando a sus anchas. Están en el gobierno y en el parlamento, incluso en puestos claves. Y, así, sigue sin hacerse justicia a las víctimas de los sucesivos conflictos.

Muchos de esos señores de la guerra cometieron, según organizaciones de derechos humanos, graves violaciones de derechos humanos e incluso crímenes de guerra. Y sin justicia, el camino hacia la paz será bastante más complicado.

El panorama, sin duda, no es nada alentador en Afganistán, aunque sí que se hayan conseguido algunos logros, como la igualdad de derechos, una constitución, elecciones, un parlamento, más niños y niñas escolarizados, más colegios y universidades, algunas aunque demasiado pocas mejoras en sanidad o infraestructuras….

Lo que sí parece evidente es que Estados Unidos no pensó en qué hacer después de derrocar al régimen de los talibanes. No se hicieron planes para recomponer el puzzle. 

Ahora la salida no es fácil. Como afirma Bruce Riedel, ex agente de la CIA y experto en Pakistán y Afganistán, “el conflicto tiene implicaciones globales, si Occidente es derrotado por los talibanes, enviará un mensaje a través del mundo islámico de que la yihad funciona”.  Y las consecuencias pueden ser imprevisibles.