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"Mamá, estamos en crisis. Vuelvo a casa"

  • El paro ha arrastrado a cientos de jóvenes independientes de nuevo al hogar paterno
  • En época de vacas flacas, los españoles recurrimos a nuestras familias
  • Actúan como los nuevos agentes sociales, dando cobijo o un plato de comida
  • Gerardo y Ana son sólo dos de los 'náufragos' que han vuelto a casa

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La crisis económica ha obligado a cientos de jóvenes independientes y altamente cualificados a volver a casa de sus padres. Una solución paliativa a un mal momento, en el que los españoles, casi por tradición, recurren a sus padres: nuestros agentes sociales en épocas de 'vacas flacas'.

Hace unos años se declaraban autosuficientes y exigían este reconocimiento por parte de la sociedad. Pero hoy, muchos JASP, 'Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados', están en paro o en condiciones laborales muy precarias. No han tenido más remedio que hacer la maleta y pedir ayuda a sus padres para salir de los números rojos. Si aquella campaña publicitaria de 1994, que acuñó el término JASP, les dio 'alas', la crisis actual se las ha cortado de cuajo. Y las cifras hablan por sí solas.

En España el nivel de desempleo es el doble que la media de la Eurozona, con más de 3,6 millones de parados en marzo. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, cerca de la mitad de los jóvenes españoles no tiene un trabajo estable. Las instituciones estiman que habrá que esperar a 2010 para observar los primeros síntomas de recuperación económica, por lo que muchos tendrán que tomarse la vuelta al hogar con paciencia.

Así lo han hecho Gerardo Álvarez y Ana B. Dos jóvenes avispados, independientes, con ganas y buena formación, que no han tenido más remedio que decir: "Mamá, estamos en crisis, vuelvo a casa".

Vuelve al 'nido' con 30 años

A los 18 años Gerardo Álvarez se fue de casa para estudiar su pasión: Ciencias del mar. En la última década, ha vivido en Australia, Canarias, Galicia y Barcelona. Para su familia era el eterno viajero, el hijo que siempre estaba lejos de casa. Gerardo no descuidó su currículo

y lo complementó con cursos, prácticas, idiomas y un máster en gestión medioambiental, pero "nada de nada". Después de 12 años de independencia y al cumplir los 30, la crisis le ha obligado a dejar el piso que compartía en Barcelona para volver con sus padres a Madrid.

Durante los últimos meses, Gerardo sólo ha conseguido enganchar contratos precarios y temporales. En la mayor parte de los casos, sin relación con sus estudios. Por eso ha decidido volver al 'nido' y aprovechar para estudiar para una oposición a inspector de pesca, una opción que nunca había contemplado, pero que ahora podría ser su única salida.

Aunque su madre veía necesaria su vuelta a casa está indignada por lo difícil que es para los jóvenes ingresar en el mercado laboral. "Es traumático ver cómo pasan los años y no encuentra trabajo", explica Montse Gómez-Ogando.

Gerardo, sin embargo, acepta con paciencia su situación, aunque le resulta frustrante haberse preparado tanto para nada: "Si el empleo en España estuviera mejor y la gente que se prepara tuviera más facilidad para encontrar un empleo no pasaría esto. Eso sin duda". Joven, activo, preparado y buena presencia. Nada ha evitado que Gerardo tenga que volver a empezar.

Todo por el periodismo

Ana B. ha sacrificado todos sus veranos de estudiante para trabajar de periodista. Su esfuerzo y su pasión por el periodismo la han recompensado con buenos empleos, pero la hecatombe financiera ha acabado con su admirable despegue profesional. Ahora se ve obligada a dejar su piso en Madrid para volver a casa. Además, recorre 800 kilómetros a la semana para ejercer su profesión.

A sus 24 años disfrutaba de los `placeres' de una vida cómoda. No tenía necesidad de compartir su piso con nadie, ya que el trabajo que tenía hasta hace unos meses le permitía una independencia plena. Juergas, caprichos... todo 'encajaba' en su presupuesto. Pero el cariño y el esmero con el que había decorado su primer piso se transformaron en cuatro meses de cola en el INEM.

Los buenos tiempos de Ana se convirtieron en impotencia y desesperación. Después de mandar cientos de currículos a casi todos los medios de España, sólo ha recibido una oferta: un contrato de 7 de la tarde a 3 de la madrugada los fines de semana en un periódico extremeño. Cada viernes firma un contrato, y cobra por el número de fines de semana que tiene cada mes. Ante esta situación, sólo le ha encontrado una salida: recurrir a sus padres.

"Si tengo que pagarme la comida, no me llega"

"Ellos están muy contentos, no querían que me fuera porque pensaban que era joven. A mí me resulta más difícil esta vuelta a casa", afirma, al tiempo que reconoce sentirse afortunada por tener una familia que la respalda.

Entre semana vive en Madrid con sus padres y los fines de semana viaja a Extremadura, donde comparte piso con varios estudiantes. Cada lunes hace la maleta de regreso a la capital, "porque si me quedo en Badajoz tengo que pagarme la comida y no me llega".

Hacía sólo un año que se había independizado, pero confiaba en recibir pronto la Renta Básica de Emancipación. Con ella y llevando un estricto control de gastos, esperaba poder mantenerse a flote, pero ese ingreso nunca llegó.

Gerardo y Ana son sólo dos de los muchos `naúfragos' que la crisis ha arrastrado de vuelta a casa.