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¿Cuánto ruido es demasiado? La contaminación acústica, una amenaza silenciosa

  • Una de cada cinco personas en Europa sufre el impacto diario del exceso de ruido ambiental
  • Aves, invertebrados y mamíferos marinos, entre los animales más amenazados por el ruido
¿Cuánto ruido es demasiado? La contaminación acústica, una amenaza silenciosa
Aplicación que muestra decibelios
Raquel Caparrós

Es un enemigo invisible que durante años ha pasado inadvertido. La contaminación acústica, generada por el tráfico, la industria o el propio ritmo urbano, es una amenaza silenciosa que, aunque no deja residuos, provoca insomnio, ansiedad, irritabilidad y enfermedades cardiovasculares. Según la Organización Mundial de la Salud, millones de europeos viven expuestos a niveles de ruido perjudiciales; una de cada cinco personas sufre sus efectos, a menudo sin percibirlo.

¿Cuánto ruido es demasiado?

El oído humano tolera hasta 55 decibelios (dB) sin efectos adversos. Sin embargo, el tráfico urbano supera habitualmente los 70 dB, y las calles más transitadas alcanzan los 85 dB, umbral en el que aparece riesgo de daño auditivo si la exposición se prolonga. Por la noche no deberíamos superar los 40 dB, ya que el oído sigue activo y ciertas frecuencias pueden perturbar el sueño, afectar la memoria y el estado de ánimo. Esta realidad queda patente en el reportaje de El Escarabajo Verde, “Víctimas del ruido”, donde se miden niveles sonoros en ciudades como Madrid y Barcelona.

Un océano enfermo

La contaminación sonora también altera la vida animal. Aves, mamíferos terrestres y especies marinas están cambiando sus comportamientos para adaptarse. Algunas aves modifican su canto para imponerse al ruido urbano. En el mar, delfines y ballenas pierden capacidad de comunicarse u orientarse cuando el sonido de los barcos interfiere con sus señales.

Los más afectados, sin embargo, son muchos invertebrados marinos. Cefalópodos, crustáceos y corales no tienen oído, pero sí órganos sensibles a la gravedad cuya estructura se asemeja a la del oído interno humano. La exposición prolongada al ruido puede provocar lesiones irreversibles en estas células, impidiéndoles orientarse, alimentarse o reproducirse. A diferencia de los cetáceos, no pueden alejarse rápidamente de las zonas contaminadas y acaban muriendo pocos días después de sufrir este trauma acústico.

Michel André. Dir. Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas

Michel André. Dir. Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas trabajando

Riesgos comprobados por la ciencia

Un estudio reciente de la Universidad de Colorado confirma que el ruido puede ser tan dañino como la contaminación del aire, y apunta incluso a posibles efectos en el desarrollo cognitivo infantil. También se han observado niveles más altos de estrés crónico y dificultades de concentración en personas que viven cerca de carreteras o zonas industriales.

Los expertos insisten en la necesidad de actuar: reducir el tráfico, limitar actividades ruidosas, crear zonas de silencio y rediseñar las ciudades con materiales que absorban el sonido. Apostar por entornos más silenciosos es apostar por la salud de todos, humanos y no humanos.

El silencio como necesidad urgente

En un mundo cada vez más ruidoso, el silencio se ha convertido en un bien escaso. Si no se toman medidas, aumentarán las enfermedades relacionadas con el estrés y la falta de descanso, y numerosas especies verán alteradas sus rutas migratorias, su comunicación e incluso su capacidad de reproducción. El equilibrio natural —terrestre y marino— depende también del silencio. Ignorarlo es poner en riesgo nuestra salud y la del planeta.