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Dejar de fumar: qué funciona y cómo empezar

  • Con más ocho millones de fallecimientos mundiales, el tabaquismo es la primera causa de muerte evitable en el mundo
  • La psicóloga experta en adiciones Paloma Díez da en Mente abierta claves para dejar de fumar

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Manos partiendo un cigarrillo blanco por la mitad, simbolizando el abandono del hábito de fumar.
En España el 30% de la población de entre 15 y 64 años es fumadora activa. ISTOCK

Dicen que fumar relaja. Que ayuda a pensar, a concentrarse, incluso a socializar. Que si es de liar, no está tan mal. Que el vaper es mejor. Que si tu abuelo fumaba y vivió hasta los 95 entonces no será para tanto. Se dicen muchas cosas del tabaco. Los mitos están ahí. Todos los hemos oído. Muchos, interiorizado. Pero una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad.

Fumar mata. Y lo sabemos.

Los datos no dejan margen al debate. Cada año, el tabaco se cobra más de ocho millones de vidas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En España, "mueren unas 50.000 personas por su consumo. Es la primera causa de muerte evitable en países desarrollados", recuerda la doctora Cristina García Quero, coordinadora de la Unidad de Tabaquismo del Hospital Carlos III, que junto a la psicóloga Paloma Díez ofrece en Mente Abierta claves para dejar de fumar.

Porque, pese a todo, los cigarrillos siguen encendiéndose en terrazas. En parques. En puertas de hospitales. En institutos. Casi un tercio de la población nacional fuma. "Estamos en torno al 30% de fumadores activos. Es un problema de salud pública", subraya García Quero.

Y es un problema que se inicia demasiado pronto.

"En el 80% de los casos, se comienza en la adolescencia, a los 13 o 14 años", advierte. Y aunque la primera calada suele saber mal, el gesto se queda. Rápido. "No se empieza a fumar por una cuestión fisiológica. Los motivos son sociales: pertenencia al grupo, rebeldía o identidad", añade Díez.

Fumar se convierte en compañía. La compañía se vuelve hábito. El hábito, dependencia. Y la dependencia, enfermedad. Porque el tabaquismo no es una manía, es una "patología crónica y adictiva que acorta años de vida, dispara el riesgo de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y oncológicas y agrava muchos otros diagnósticos", resalta García Quero.

Los jóvenes empiezan a fumar de media con 13 años

Así que no: el cigarro no escucha ni calma. Solo alimenta el mono. Infarta, asfixia, mata. Y casi siempre lo hace con sigilo. Sin urgencia. A los 70, o a los 50. Tras décadas de avisos, o sin dar tiempo a asustarse.

Y ahí reside una de sus grandes trampas. Las consecuencias del tabaquismo parecen muy lejanas. Pero llegan.

"Al ser una droga legal, socialmente aceptada y masivamente promocionada, la percepción de riesgo es mucho menor. Además, sus consecuencias son a largo plazo. Cuando eres joven, lo que se pone en juego cuando fumas es muy superior a las consecuencias que vas a tener 20 años después", señala Díez.

De hecho, "el tabaco se convierte en nuestro mejor amigo. Se integra en todas las rutinas y nos acompaña en toda nuestra conducta vital. El fumador aprende a vivir fumando", resume Díez. Dejarlo no es solo abandonar la nicotina, sino romper con los automatismos emocionales, sociales y hábitos.

Y, si bien asimilar y aceptar que ya no habrá cigarro después del café o tras la comida no es un sencillo, tampoco es imposible. Se puede dejar de fumar. Existen herramientas eficaces y el abordaje no es único, ni estándar. Se adapta a la persona.

Tratamientos para dejar de fumar

"Disponemos de algo que no tenemos en muchas otras adicciones: ayuda farmacológica", dice García Quero. No siempre será necesaria, pero saber que está ahí, como un recurso más, ya es un avance.

"El tratamiento de elección –uno de los más eficaces– combina dos pilares: el apoyo psicológico y conductual, y la farmacoterapia, que aumenta la probabilidad de éxito", indica García Quero. "Tenemos desde los fármacos no farmacológicos como son los chicles o el spray bucal de nicotina, hasta los farmacológicos agonistas y antagonistas de receptor nicotínico de primera línea, como la vareniclina, la citisiniclina o el bupropión", detalla.

Y en lo psicológico, hay dos estrategias clave: "una es ponerse metas a corto plazo". Pueden ser minutos, horas, días o semanas. Incluso meses. No importa. Cada uno las suyas. "La otra consiste en sustituir el cigarro por conductas alternativas". Algo tan sencillo como lavarse los dientes, beber agua o cambiar de espacio puede ser de utilidad en momentos de mono. La cuestión, insiste Díez, "es despistar al deseo". Engañarlo, pero sin olvidar que hay que preparase para volver a enfrentarse a él.

Porque evitar no es suficiente. ¿Acaso vas a estar ignorando a tus amigos para siempre? ¿No vas a volver a sentarte en una terraza? ¿Rechazarás siempre eventos sociales?

"Llega un momento en que toca 'citarse con el deseo'. No podemos estar toda la vida esquivando ciertas situaciones. Por lo tanto, de forma controlada, tendremos que ir programando circunstancias en las que reencontrarnos con el tabaco para que, más tarde, no nos pillen desprovistos", explica Díez. Para que, en bodas, bautizos o comuniones, que "son momentos muy típicos de recaídas", aguantemos.

O ayudemos. Porque es importante que el fumador no esté solo.

El apoyo hacia el fumador, clave para que deje de fumar

Pero, ¿cómo echar un cable a quien quiere dejar de fumar? Con paciencia, comprensión y observación.

"Lo primero es predicar con el ejemplo y tener paciencia. Un fumador es un enfermo que está saliendo de una adicción, por lo que estará más irritable y con peor carácter. Paciencia. Lo segundo, ser comprensivo. La empatía funciona mejor que el reproche. Lo tercero, ayudar a encontrar sus movilizadores", revela Díez.

Y si hay recaída, no pasa nada. "Es lo normal", reconoce García. Es parte del camino. Una parada más. "Un predictor muy importante del éxito es el número de intentos. No hay que darse por vencido", subraya Díez.

Porque sí, dejar de fumar cuesta. Pero se puede. Aunque no sea a la primera. Aunque no sea a la segunda. Aunque lleve años conseguirlo. Cada intento es un paso. Y el siguiente, quizá, sea el definitivo.